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Authors: Ken Grimwood

Tags: #Ciencia Ficción

Volver a empezar (5 page)

BOOK: Volver a empezar
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Reconoció la entrada del viejo local de universitarios y aparcó en la esquina. Por dentro no lo encontró tal como Jeff lo recordaba. Le parecía que la barra estaba entrando a la izquierda, no a la derecha; y los reservados se veían algo distintos, más altos o más oscuros, no supo precisarlo. Condujo a Judy hacia un reservado del fondo, y cuando iban hacia allí, un hombre de más o menos su misma edad, no, se corrigió, un hombre que andaría por los cuarenta, un hombre mayor, le dio una amistosa palmada en el hombro.

—¿Qué tal va eso, Jeff? ¿Quién es esa chica tan guapa que va contigo?

Jeff se quedó mirando fijamente al hombre, con aire perdido: llevaba gafas, tenía un bigote entrecano y una amplia sonrisa. Le resultaba vagamente conocido, nada más.

—Es Judy Gordon. Judy, te presento a…

—El profesor Samuels —dijo ella—. Mi compañera de cuarto lo tiene a usted en Literatura Medieval.

—¿Y cómo se llama?

—Paula Hawkins.

La sonrisa del hombre se hizo más amplia y asintió dos veces con la cabeza.

—Excelente estudiante. Paula es una jovencita muy brillante. Espero que recomiende mis clases.

—Claro que sí, profesor —repuso Judy—. Paula me ha hablado mucho de usted.

—A lo mejor entonces en otoño tendremos la gran suerte de contar con tu agradable presencia.

—La verdad es que todavía no lo sé seguro, profesor Samuels. No he decidido qué asignaturas voy a hacer el próximo curso.

—Pásate por mi oficina y lo discutiremos. Y tú, Jeff, tu trabajo sobre Chaucer ha estado bien, pero tuve que ponerte un notable porque las citas estaban incompletas. La próxima vez ten más cuidado, ¿quieres?

—Sí, señor, lo tendré en cuenta.

—Bien, bien. Te veré en clase. —Los despidió y volvió a concentrarse en su cerveza. Cuando llegaron al reservado, Judy se sentó al lado de Jeff y empezó a reírse.

—¿Dónde está la gracia?

—¿No te has enterado de lo del doctor Samuels?

Jeff no había podido siquiera acordarse del nombre del profesor.

—No, ¿qué pasa?

—Es un viejo verde, eso es lo que pasa. Persigue a todas las chicas de su clase, a las guapas, al menos. Paula me contó que una vez, después de clase, le puso la mano en el muslo…, así.

Colocó sus dedos infantiles sobre la pierna de Jeff, se la frotó y apretó.

—¿Te imaginas? —inquirió en tono conspirador—. Es más viejo que mi padre. «Pásate por mi oficina…» ¡Ja! Ya sé yo de qué le gustaría hablarme. ¿No te parece de lo más asqueroso que un hombre de su edad se comporte de esa manera?

La mano de Judy seguía sobre el muslo de Jeff, a escasos centímetros de su creciente erección. Jeff contempló sus grandes ojos inocentes, su dulce boquita roja, y fantaseó con la idea de que Judy se la chupara en aquel momento, en el reservado. «Viejo verde», pensó, y se echó a reír.

—¿De qué te ríes? —le preguntó ella.

—De nada.

—No te crees lo que te he contado del doctor Samuels, ¿verdad?

—Te creo. No es eso, es sólo que… tú, yo, todo… No sé, me dio por reírme, nada más. ¿Qué te apetece beber?

—Lo de siempre.

—Un buen pelotazo, ¿eh? —la mirada preocupada desapareció del rostro de Judy cuando la muchacha se echó a reír junto con él.

—Tonto; quiero una copa de vino tinto, como siempre. ¿Es que no te acuerdas de nada esta noche?

Los labios de Judy le resultaron tan suaves como se los había imaginado, eran tal como los recordaba. El aroma fresco de su pelo, la joven suavidad de su piel lo excitaron de un modo que no había vuelto a experimentar desde su primera época con Linda, antes de casarse. Las ventanillas del coche estaban bajas y Judy apoyaba la cabeza sobre el marco acolchado de la puerta mientras Jeff la besaba. Por la radio, Andy Williams cantaba Días de vino y rosas, y la fragancia de los cerezos silvestres en flor se mezclaba con el aroma de la piel suave y limpia de Judy. Habían aparcado en una calle arbolada, a un kilómetro o así del campus; Judy lo había guiado hasta allí al salir del bar. Esa noche, la conversación había resultado mejor de lo que Jeff esperaba. Básicamente se había limitado a seguirle la corriente a Judy mientras hablaban dejando que ella mencionara nombres, lugares y acontecimientos. Los recuerdos o las pistas que le daban la expresión y el tono de voz de Judy le habían ayudado a reaccionar. Sólo había cometido un error anacrónico: hablaban de los estudiantes conocidos que pensaban mudarse del campus al año siguiente y Jeff había comentado que tal vez subarrendara algo en un condominio. Ella nunca había oído mencionar aquella palabra, pero él se apresuró a explicarle que se trataba de una novedad de California sobre la que había leído y que creía que tal vez empezaran a construirlos pronto en Atlanta.

A medida que transcurría la velada, se había ido relajando y había empezado a divertirse. Las cervezas habían contribuido, pero sobre todo había sido la proximidad de Judy la que le había proporcionado una cierta tranquilidad de conciencia por primera vez desde que todo aquello comenzara. Hubo momentos en los que comprobaba que ni siquiera pensaba en su futuro/pasado. Estaba vivo; era lo que importaba. Muy vivo. Apartó el largo pelo rubio de la cara de Judy, le besó las mejillas, la nariz y otra vez la boca. Ella gimió de placer y él deslizó los dedos desde su pecho hasta los primeros botones de la blusa. Judy le apartó la mano y volvió a colocársela sobre el pecho cubierto. Siguieron besándose un rato más hasta que ella volvió a ponerle la mano sobre el muslo, como había hecho en el reservado del bar, pero la movió adrede mucho más arriba y sus delicados dedos se dedicaron a acariciarle el pene erecto. Él le frotó suavemente las pantorrillas enfundadas en las medias, le metió la mano por debajo de la falda para tocar la piel suave que asomaba por encima de las medias.

Judy se liberó de su abrazo, se sentó de repente y le susurró:

—Dame tu pañuelo.

—¿Qué? No…

Le quitó el pañuelo blanco del bolsillo de la cazadora donde, horas antes, lo había metido mecánicamente mientras vestía aquellas ropas anticuadas. Jeff trató de acercarla otra vez a él, pero ella se resistió.

—Chss —le susurró con una dulce sonrisa—. Tú relájate y cierra los ojos. Jeff frunció el ceño, pero hizo lo que le pedía. Judy le bajó la cremallera de la bragueta y liberó su erección con un movimiento seguro y experto. Sorprendido, Jeff abrió los ojos y la vio mirando por la ventanilla mientras movía los dedos a un ritmo constante. Le cogió la mano y la detuvo.

—No… Judy.

Ella se volvió a mirarlo, preocupada.

—¿No te apetece esta noche?

—Así, no. —Le apartó suavemente la mano, se incorporó y se subió la cremallera—. Te quiero, quiero estar contigo. Pero no así. Podríamos ir a alguna parte, buscar un hotel o…

Ella se apoyó más contra la puerta del coche y le lanzó una mirada furiosa e indignada.

—¿Qué quieres decir? ¡Sabes que no soy de ésas!

—Lo único que quiero decir es que quiero que estemos juntos de una forma cariñosa. Quiero darte…

—¡No tienes por qué darme nada! —Hizo un puchero y Jeff temió que se echara a llorar—. Intentaba que te aliviases, como hemos hecho otras veces, y así de repente, lo interpretas mal, quieres arrastrarme a un hotelucho barato…, ¡me tratas como una…, una prostituta!

—Por el amor de Dios, Judy, te equivocas. ¿Es que no entiendes que yo también quiero hacerte feliz?

La muchacha sacó una barra de labios de su bolso y torció el espejo retrovisor con rabia para poder pintarse.

—Así como estamos, me siento muy feliz, gracias. O al menos como estábamos hasta esta noche.

—Oye, siento haberlo mencionado. ¿De acuerdo? Es que pensé que…

—Pues ya mismo te estás guardando las ideas, y de paso, las manos. Encendió la luz interior y echó un vistazo a su fino reloj de oro.

—No era mi intención molestarte. Mañana podemos hablar de esto.

—No quiero hablar de esto. Quiero volver a los dormitorios ahora mismo. Es decir, si te acuerdas del camino de regreso.

Después de dejar a Judy en los dormitorios, buscó un bar en North Druid Huís Road, cerca del nuevo centro comercial de Lenox Square. No parecía el tipo de local en el que fuera a encontrarse con nadie de Emory. Era un bar de bebedores, un sitio para grupos de gente mayor y más tranquila que lo único que pretendía era evadirse una hora de preocupaciones tales como hipotecas y matrimonios fracasados. Jeff se sintió en su salsa, aunque sabía que por su aspecto no encajaba con la clientela; el tabernero le pidió los documentos y Jeff logró encontrar el carnet falsificado que ocultaba en su billetera para ocasiones tan poco frecuentes como aquélla. Con un gruñido cargado de dudas, el hombre le sirvió a Jeff un Jack Daniel's doble y luego se puso a manipular el mando del control horizontal del televisor en blanco y negro que había encima de la barra. Jeff bebió un largo sorbo de su copa al tiempo que miraba las noticias con la mirada perdida. Más problemas en Birmingham, en Nashville habían entablado juicio a Jimmy Hoffa por interferir con el jurado, el Telstar II estaba a punto de ser lanzado. Jeff pensó en Martin Luther King, muerto en Memphis, en la misteriosa desaparición de Jimmy Hoffa de la faz de la tierra, y en el cielo lleno de satélites de comunicaciones que saturaban el planeta con canales por cable y reestrenos de Corrupción en Miami. Aah, un mundo feliz.

La velada con Judy había tenido un inicio agradable, pero la escena final en el coche lo había deprimido. Se había olvidado de lo artificial que era el sexo. No, no se había olvidado, en realidad, nunca había sido plenamente consciente de ello cuando todo aquello le pasó por primera vez. La deshonestidad había quedado entonces sepultada bajo el fulgor de las emociones recién descubiertas, bajo un hambre sexual inocente, pero irresistible. Lo que entonces le había parecido prodigiosamente erótico, ahora quedaba revelado ante sus ojos en toda su mezquindad, sin el velo oscurecedor del tiempo y la distancia: una rápida encada en el asiento delantero de un Chevrolet con mala música de fondo.

¿Qué demonios iba a hacer entonces, nadar con la corriente? ¿Entregarse a más sesiones de besuqueos con una rubiecita virginal de otra época que nunca había oído hablar de la píldora? ¿Volver a clases, a las largas conversaciones filosóficas de adolescentes y a los bailes de primavera como si le resultaran la gran novedad?

¿Memorizar tablas estadísticas olvidadas hacía tiempo y que nunca le habían servido para nada, con el solo fin de pasar Sociología 101?

Tal vez no le quedaba más alternativa si aquel grotesco y fenomenal salto en el tiempo resultaba permanente. Tal vez tendría que volver a pasar por todo aquello, repetir uno tras otro aquellos años dolorosos y previsibles. Por momentos, esa realidad alternativa se estaba volviendo más concreta. Ahora, lo falso era ese otro yo suyo. Debía aceptar el hecho de que era un estudiante de primero de carrera, con dieciocho años, que dependía completamente de sus padres y de su capacidad para cursar con éxito decenas de asignaturas que le inspiraban un desprecio absoluto y le provocaban un soberano aburrimiento. Terminó el programa de noticias de la televisión y un locutor se puso a recitar los resultados de la liga de baloncesto. Jeff pidió otra copa; cuando el tabernero se la servía, Jeff se concentró de pronto con igual intensidad que un rayo láser, en cada una de las palabras que emitía el viejo aparato Sylvania.

—…Imbatidos, llegan a Churchill Downs dos caballos del este que podrían arrebatarle el premio al zaino de California. El entrenador Woody Stephens presentará en el derby a su Inflexible, que acaba de alzarse con la victoria en las preparatorias de Stepping Stone y tiene un expediente limpio para el 63; Stephens no se arriesga a predecir una victoria, pero…

El derby de Kentucky. ¿Por qué coño no? Si de veras había vivido los siguientes veinticinco años en lugar de imaginárselos o de soñarlos, una cosa estaba clara: tenía almacenada una vasta cantidad de información que podía resultarle extremadamente útil. Nada técnico, claro, no podía diseñar un ordenador ni nada por el estilo, pero sin duda poseía un conocimiento periodístico y profesional sobre las tendencias y acontecimientos que influirían en la sociedad desde ese momento hasta mediados de los ochenta. Podía ganar mucho dinero apostando a acontecimientos deportivos y a las elecciones presidenciales. Suponiendo, por supuesto, que de veras poseyera un conocimiento concreto y exacto de lo que iba a ocurrir en el siguiente cuarto de siglo. Tal como acababa de reconocer hacía poco, no se trataba necesariamente de una suposición segura.

—…no muy lejos del ritmo de la carrera. El caballo que podría fijar ese ritmo es Sin Robo, de las Caballerizas Greentree. que posee el record de 1.34 para la milla, el más veloz establecido jamás en Nueva York por un animal de tres años, que ganó el Wood Memorial a la semana de establecer…

Mierda, ¿quién había ganado el derby de ese año? Jeff pugnó por recordarlo. El nombre de Inflexible, a diferencia del de Sin Robo, al menos le sonaba de algo, pero con todo, no acababa de parecerle correcto.

—…los dos caballos mencionados lo tendrán difícil, pues deberán enfrentarse al equipo de Willie Shoemaker y a esa maravilla del oeste que es Motas de Caramelo. Ésa es la combinación ganadora, amigos, y aunque parezca que la lucha entre estos tres contendientes va a ser emocionante, todo el mundo coincide en que será Motas de Caramelo quien se lleve la corona este sábado.

Ese nombre tampoco le sonaba bien. ¿Qué caballo había sido? ¿Bailarín Norteño? ¿O quizá Rey de Kauai? Jeff estaba seguro de que esos dos habían ganado el derby, pero ¿de qué año?

—¡Oiga, camarero!

—¿Le pongo otra?

—No, gracias; ¿tiene un diario?

—¿Un diario?

—Sí, el periódico de hoy, o el de ayer, me da lo mismo.

—¿El Journal o el Consututior?

—El que sea. ¿Tiene las páginas de deportes?

—Están un poco marcadas. Los Braves vienen a la ciudad el año que viene y he seguido sus resultados.

—¿Puedo echarle un vistazo?

—Claro.

El tabernero buscó debajo de la barra, donde guardaba los aderezos, y sacó un suplemento deportivo muy doblado. Jeff pasó las páginas de béisbol y encontró una nota sobre el principal acontecimiento hípico de Louisville. Repasó la lista de caballos. Leyó los nombres de los favoritos que el locutor había mencionado, Motas de Caramelo, Inflexible, Sin Robo; luego seguían Torre Real, Alimonado… no, no… Mascota Gris, Diablo…, tampoco había oído hablar de ellos… Comodín, Raja Noor…, tampoco…, Bonjour, Por mi Honor…Chateaugay. Chateaugay, con apuestas de once contra uno.

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