Zombi: Guía de supervivencia (25 page)

BOOK: Zombi: Guía de supervivencia
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1523 D. C, OAXACA, MÉXICO

Los nativos hablan de una enfermedad que oscurece el alma, causando la sed de la sangre de sus hermanos. Hablan de hombres, mujeres, incluso niños cuya carne ha pasado a ser gris con partes pútridas y de olor impuro. Una vez que la oscuridad se cierne sobre ellos, no hay forma de curarlos, excepto con la muerte, que sólo puede conseguirse a través del fuego, debido a que el cuerpo se vuelve resistente a todas las armas del hombre. Creo que es una tragedia de los paganos, que, al no conocer a Nuestro Señor Jesucristo, no conocen la cura para esta enfermedad. Ahora que hemos bendecido a estas masas con la luz y la verdad de Su amor, debemos esforzarnos en buscar a estas almas oscurecidas y purificarlas con toda la fuerza del Cielo.

Este texto fue tomado, supuestamente, de los relatos del padre Esteban Negrón, un cura español y estudiante de Bartolomé de las Casas, previamente editado desde sus trabajos originales y recientemente descubierto en Santo Domingo. Las opiniones sobre la autenticidad de este manuscrito varían. Algunos creen que es parte de una orden del Vaticano para suprimir toda la información al respecto. Otros creen que se trata de una elaborada patraña en la línea de los Diarios de Hitler.

1554 D. C, AMÉRICA DEL SUR

Una expedición española bajo el mando de Don Rafael Cordoza se adentró en la jungla amazónica en busca de la legendaria El Dorado, la Ciudad de Oro. Los guías tupís lo alertaron para que no entrara en una zona conocida como el Valle del Sueño sin Fin. En él, le advirtieron, encontraría una raza de criaturas que gemían como el viento y sentían sed de sangre. Muchos hombres habían entrado en este valle, contó el tupí. Ninguno regresó jamás. Muchos de los conquistadores sintieron miedo al oír este aviso y suplicaron volver a la costa. Cordoza, al creer que el tupí se había inventado esta historia para esconder la ciudad dorada, obligó a su expedición a que continuara. Cuando anocheció, docenas de muertos andantes atacaron el campamento. Lo que ocurrió aquella noche sigue siendo un misterio. Según proclamó un pasajero del Santa Verónica, el barco que llevó a Cordoza de América del Sur a Santo Domingo, él fue el único superviviente en alcanzar la costa. Si luchó hasta el final o si abandonó simplemente a sus hombres nadie lo sabe. Un año después, Cordoza llegó a España, donde contó toda la historia sobre este ataque a la Corte Real en Madrid y a la Santa Inquisición en Roma. Acusado por la Corte Real de despilfarrar los recursos de la corona y de hablar sobre actos blasfemos por la Santa Inquisición, el conquistador fue despojado de su título y murió en la más profunda pobreza. Su historia es una recopilación de fragmentos de muchos textos referidos a este periodo de la historia de España. No se ha descubierto ningún texto original.

1579 D. C, PACÍFICO CENTRAL

Durante su circunnavegación del globo, Francis Drake, el pirata que más tarde se convirtió en un héroe nacional, paró en una isla sin nombre para repostar provisiones de comida y agua fresca. Los nativos le advirtieron que no visitara un cayo pequeño cercano que estaba habitado por «los dioses de la muerte». Según la costumbre, los muertos y enfermos terminales eran puestos en esta isla, donde los dioses se apoderarían de ellos, de su cuerpo y su alma, para vivir eternamente. Drake, fascinado por su historia, decidió investigar. Observando desde el barco vio como una partida de nativos en la orilla puso el cuerpo de un hombre muerto en la playa de la isla. Después de gritar varias veces con una caracola, los nativos regresaron al mar. Unos momentos más tarde, varias figuras aparecieron tambaleándose lentamente desde la jungla. Drake vio cómo se alimentaban del cadáver antes de perderlos de vista mientras se alejaban encorvados. Para su asombro, el cuerpo medio comido se levantó sobre sus pies y cojeó tras ellos. Drake nunca habló de este incidente en toda su vida. Los hechos se descubrieron en un diario secreto que mantuvo oculto hasta su muerte. Este diario, que pasó de coleccionista en coleccionista, finalmente encontró su sitio en la biblioteca del almirante Jackie Fischer, el padre de la moderna Marina Real. En 1907, Fischer mandó hacer unas copias y se lo dio a varios de sus amigos como regalo de Navidad. Junto a las coordenadas exactas, Drake proclamó esta masa de tierra «la isla de los malditos».

1583 D. C, SIBERIA

Una partida de exploradores del infame cosaco Yermak, perdida y muerta de hambre en la helada naturaleza salvaje, fue refugiada por una tribu asiática indígena. Una vez que recuperaron las fuerzas, los europeos compensaron la amabilidad de la tribu declarándose ellos mismos los soberanos de aquella aldea y se establecieron allí durante el invierno hasta que llegara la fuerza principal de Yermak. Después de darse el festín varias semanas con la comida que la aldea había reunido, los cosacos destinaron entonces su apetito a los aldeanos. En un acto salvaje de canibalismo, se comieron a treinta personas, mientras el resto huía selva adentro. Los cosacos agotaron esta nueva fuente de alimento en días. Desesperados, se dirigieron hacia el cementerio de la aldea, donde se cree que las bajas temperaturas habían mantenido algunos de los cadáveres frescos. El primer cuerpo exhumado fue una mujer de unos veinte años, que había sido enterrada con las manos y los pies atados y la boca amordazada. Cuando se descongeló, la mujer muerta revivió. Los cosacos estaban estupefactos. Esperando aprender cómo había conseguido tal proeza, le quitaron la mordaza. La mujer mordió en la mano a uno de los cosacos. Con duradera falta de visión, ignorancia y brutalidad, los cosacos la desmembraron, la asaron y comieron su carne. Sólo dos se abstuvieron: el guerrero herido (sus camaradas creían que no había que desperdiciar la comida con los moribundos) y un hombre profundamente supersticioso que creía que la carne estaba maldita. En cierta manera, tenía razón. Todos los que comieron la carne del zombi murieron aquella noche. El hombre herido expiró a la mañana siguiente. El único superviviente intentó quemar los cuerpos. Mientras preparaba la pira funeraria, el cadáver que había sido mordido revivió. Al verse perseguido por este nuevo zombi, el solitario superviviente se dirigió hacia la estepa. Tras una hora de persecución, el zombi se congeló. El cosaco deambuló durante varios días hasta que fue rescatado por otra partida de exploradores de Yermak. Su relato fue documentado por un historiador ruso, el padre Pielio Georgiavich Vatutin. La obra se mantuvo oculta durante varían generaciones, guardada en un monasterio aislado en la isla de Valam, en el lago Ladoga. Sólo ahora está siendo traducida al inglés. No se sabe nada sobre el destino de los aldeanos asiáticos o incluso sobre cuál es su identidad real. El genocidio posterior contra este pueblo por Yermak dejó pocos supervivientes. Desde un punto de vista científico, este relato representa el primer suceso conocido de un zombi completamente congelado.

1587 D. C, ISLA ROANOKE, CAROLINA DEL NORTE

Los colonos ingleses, aislados de cualquier apoyo de Europa, enviaban partidas de caza regulares al continente en busca de comida. Una de estas partidas desapareció durante tres semanas. Cuando volvió un único superviviente, describió que les habían atacado «una pandilla de salvajes [...] con la carne pútrida y piel minada con gusanos; insensibles a la pólvora y a los disparos». Aunque sólo mataron a uno de los once hombres de la partida, cuatro de ellos fueron desfigurados salvajemente. Esos hombres murieron al día siguiente, los enterraron y a continuación, unas horas después, se levantaron de sus poco profundas tumbas. El superviviente juró que los que antes eran camaradas se habían comido vivos al resto de la partida y que sólo él pudo escapar. El juez de la colonia acusó al hombre de mentiroso y de asesino. Lo ahorcaron a la mañana siguiente.

Enviaron una segunda expedición para que recogiera los cuerpos «por miedo a que sus restos fueran profanados por los paganos». La partida de cinco hombres volvió en un estado cercano al colapso, con mordeduras y arañazos que les cubrían el cuerpo. En el continente, les habían atacado los «salvajes» que describiera el superviviente muerto al que ahora justificaban y también algunos de los miembros de la primera partida de caza. Estos nuevos supervivientes, tras un periodo de examen médico, fallecieron con algunas horas de diferencia. Los entierros se celebrarían al amanecer del día siguiente. Esa noche, resucitaron. Los detalles no son muy precisos, al igual que el resto de la historia. Una versión describe la infección final y la destrucción de la ciudad entera. Otra describe a la población de Croatan reconociendo el peligro por lo que era, cercando y quemando a todos los colonos de la isla. En un tercer relato, estos mismos nativos americanos rescataron a los habitantes supervivientes de la ciudad y mataron a los no muertos y a los que estaban heridos. Estas tres historias han aparecido en relatos de ficción y textos históricos durante los últimos dos siglos. Ninguna presenta una explicación irrefutable a por qué el primer asentamiento inglés en América del Norte se desvaneció literalmente sin dejar rastro.

1611 D. C, EDO, JAPÓN

Enrique da Silva, un comerciante portugués que hacía negocios en las islas, escribió este pasaje en una carta a su hermano:

El padre Mendoza, que volvía a saborear el vino castellano de nuevo, habló de un hombre que se había convertido recientemente a su fe. Este salvaje era miembro de una de las órdenes más secretas en esta tierra bárbara y exótica, «La hermandad de la vida».De acuerdo con el clérigo anciano, esta sociedad secreta entrena a asesinos, y hablo con todo sinceridad, con el propósito de ejecutar demonios. […] Estas criaturas, según su explicación, fueron en el pasado seres humanos. Después de morir, unos demonios invisibles los hacían revivir [ . . .] y se alimentaban de la carne de los vivos. Para combatir este terror, «La hermandad de la vida» había sido formada, según Mendoza, por el propio shogun. [ . . .] Existen desde hace mucho [ . . .] entrenados en el arte de la destrucción. [ . . .] Tienen una extraña manera de ir a la batalla sin armas dedicando la mayor parte del tiempo a evitar que los demonios les capturen, retorciéndose igual que una serpiente cuando los intentan capturar. [...] Las armas, que de forma extraña tienen la forma de las cimitarras orientales, se diseñaron para cortar cabezas. [ . . ,] Su templo, aunque el lugar donde se localiza queda en secreto, parece poseer una habitación donde las cabezas cortadas de los monstruos que han abatido vivas y aún gimiendo adornan las paredes. Los reclutas de alto rango, preparados para formar parte de la hermandad, deben pasar una noche entera en esta habitación, sin ninguna compañía excepto la de estos objetos profanos. [ . . .] Si la historia del padre Mendoza es cierta, esta es, tal y como sospechábamos, la tierra de un demonio impío. [ . . .] De no ser por el atractivo de la seda y las especias, haríamos bien en evitarla a toda costa. [ . . .] Pregunté al anciano cura dónde se encontraba este converso, para poder escuchar las palabras de este relato de sus propios labios. Mendoza me dijo que lo habían encontrado muerto hacía casi dos semanas. «La hermandad» no permite que se desvelen sus secretos ni que los miembros renuncien a su lealtad.

Existieron muchas sociedades secretas en el Japón feudal. «La hermandad de la vida» no aparece en ningún texto, pasado o presente. Da Silva comete algunas imprecisiones históricas en su carta, como cuando se refiere a la espada japonesa como «cimitarra». (No estaría mal que los europeos aprendieran algunos detalles de la cultura japonesa.) La descripción de las cabezas que siguen gimiendo también es una imprecisión, porque una cabeza cortada no podría producir ningún sonido sin el diafragma, los pulmones y las cuerdas vocales. Si esta historia es cierta, sin embargo, podría explicar por qué ha habido tan pocos brotes registrados en Japón a diferencia del resto del mundo. O bien la cultura japonesa ha creado un muro de silencio muy eficaz alrededor de sus brotes o «La hermandad de la vida» cumplió su misión. De cualquier forma, no se encontraron informes de brotes relativos a Japón hasta la segunda mitad del siglo XX.

1690 D. C, ATLÁNTICO SUR

El buque mercante Marialva abandonó Bissau, al oeste de África, con un grupo de esclavos para Brasil. Nunca llegó a su destino. Tres años después, en mitad del Atlántico sur, el navío danés Zeebrug divisó el Marialva a la deriva. Enviaron una partida con el propósito de salvarlos. Al llegar, encontraron una mercancía de no muertos africanos que aún estaban encadenados a sus camas, retorciéndose y gimiendo. No había rastro de la tripulación y cada uno de los zombis tenía por lo menos un mordisco en el cuerpo. Los daneses, que creían que el barco estaba maldito, remaron a toda prisa hacia su navío y contaron lo que habían encontrado al capitán. Inmediatamente, este mandó hundir al Marialva a cañonazos. Como no hay forma de saber exactamente cómo llegó a bordo la infección, todo lo que sabemos en pura especulación. No se encontraron botes salvavidas abordo Sólo se encontró el cuerpo del capitán, encerrado en su camarote, con una herida en la cabeza de haberse pegado un tiro él mismo. Muchos creen que, como los africanos estaban todos encadenados, la primera persona infectada debió de ser un miembro de la tripulación portuguesa. De ser cierto esto, los desafortunados esclavos tuvieron que soportar ver cómo sus captores se devoraban e infectaban los unos a los otros tras la lenta transformación en muertos vivientes, el virus abriéndose camino a través de sus sistemas. Incluso peor es la horrible posibilidad de que uno de los miembros de la tripulación atacara e infectara a un esclavo encadenado. Este nuevo gul, sucesivamente, mordería a la persona encadenada y gritando a su lado. Continuando fila abajo hasta que finalmente los gritos se apagaran y se llenara todo de zombis. Imaginar a los que se encontraban al final de la fila, viendo cómo su futuro se arrastraba lenta y directamente hacia ellos, cada vez más cerca, basta para evocar las peores pesadillas.

1762 D. C, CASTRIES, SANTA LUCÍA, EL CARIBE

La historia de este brote todavía es contada hoy tanto por los isleños del Caribe como por los inmigrantes del Caribe en Reino Unido. Funciona como una poderosa advertencia, no sólo del poder de los muertos vivientes, sino también de la frustrante incapacidad de los humanos para unirse y luchar contra ellos. Un brote de origen impreciso comenzó en la zona blanca pobre de la pequeña y superpoblada ciudad de Castries en la isla de Santa Lucía. Varios negros liberados y residentes mulatos se dieron cuenta del origen de la enfermedad e intentaron alertar a las autoridades. Fueron ignorados. El brote fue diagnosticado como una forma de rabia. El primer grupo de personas que se infectó fue encerrado en la cárcel de la ciudad. A los que mordieron mientras intentaban contenerlos los enviaron a casa sin ofrecerles tratamiento alguno. En cuarenta y ocho horas, todo Castries era un caos. La milicia local, al no saber cómo detener el ataque, fue aplastada y consumida. Los blancos que quedaban consiguieron huir a las plantaciones de las afueras. Como a muchos de ellos les habían mordido, al final extendieron la infección a la isla entera. Diez días después, el 50 % de la población blanca había muerto. El cuarenta por ciento, más de varios cientos de individuos, merodeaban por la isla convertidos en zombis resucitados. El resto escapó en las diferentes embarcaciones que pudieron encontrar o permanecieron escondidos en las dos fortalezas de Vieux Fort y Rodney Bay. Esto dejó una considerable fuerza de esclavos negros que se encontraron ahora libres pero a merced de los no muertos.

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