Zombi: Guía de supervivencia (29 page)

BOOK: Zombi: Guía de supervivencia
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1954 D. C, THAN HOA, INDOCHINA FRANCESA

Este pasaje se tomó de una carta escrita por Jean Beart Lacoutour, un hombre de negocios francés que vivió en la antigua colonia.

El juego se llama «La danza del Diablo». Una persona viva es puesta en una jaula con una de estas criaturas. Nuestro humano sólo tiene un cuchillo pequeño, de unos ocho centímetros de largo a lo sumo. [ . . .] ¿Sobrevivirá a su vals con el cadáver viviente? De no ser así, ¿cuánto tiempo resistirá? Se realizan apuestas sobre esta y otras variables. [ . . .] Mantenemos un establo para ellos, los gladiadores fétidos. La mayoría son víctimas de contiendas fallidas. A algunos los cogemos de la calle. [ . . .] Pagamos bien a sus familias. [ . . .] Que Dios me perdone por este pecado inimaginable.

Esta carta, junto a una considerable fortuna, llegó a La Rochelle, Francia, tres meses después de la pérdida de la Indochina francesa contra las guerrillas comunistas de Ho Chi Minh. El destino de la «Danza del Diablo» de Lacoutour se desconoce. No se ha descubierto nueva información. Un año después, el cuerpo de Lacoutour llegó a Francia, muy descompuesto, con una bala en el cerebro. La explicación del coronel norvietnamita fue el suicidio.

1957 D. C, MOMBASA, KENIA

Este extracto fue tomado del interrogatorio que realizó un oficial del ejército británico a un rebelde kikuyu capturado durante la insurrección de Mau Mau (todas las respuestas provienen de un traductor):

P: ¿A cuántos viste?

R: A cinco.

P: Descríbelos.

R: Hombres blancos, con la piel gris y llena de grietas. Algunos tenían heridas, marcas de mordiscos en algunas partes de su cuerpo. Todos tenían orificios de bala en el pecho. Se tambaleaban y gemían. Sus ojos no veían. La sangre chorreaba por sus dientes. El olor a carroña anunciaba su llegada. Los animales huyeron.

El intérprete masai y el prisionero comenzaron a hablar. El prisionero se quedó en silencio.

P: ¿Qué ocurrió?

R: Vinieron a por nosotros. Sacamos nuestras lalems (un arma masai, parecida al machete) y les cortamos las cabezas y las enterramos.

P: ¿Enterrasteis las cabezas?

R: Sí.

P: ¿Por qué?

R: Porque el fuego nos habría dado ventaja.

P: ¿No fuiste herido?

R: No estaría aquí.

P: ¿No estabas asustado?

R: Sólo tememos a los vivos.

P: ¿Así que eran espíritus diabólicos?

El prisionero ríe entre dientes.

P: ¿De qué te ríes?

R: Los espíritus diabólicos se han inventado para asustar a los niños. Estos hombres eran muertos vivientes.

El prisionero dio poca información el resto de la entrevista. Cuando le preguntaron si había más zombis sueltos, se quedó callado. La trascripción completa apareció en un tabloide británico poco después ese mismo año. No se hizo nada al respecto.

1960 D. C, BYELGORANSK, UNIÓN SOVIÉTICA

Se sospecha, desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, que las tropas soviéticas que invadieron Manchuria capturaron a la mayoría de los científicos japoneses, los datos y los experimentos realizados (los zombis) involucrados en el proyecto especial Dragón Negro. Recientes revelaciones han confirmado que estos rumores son ciertos. El propósito de este nuevo proyecto soviético era crear un ejército secreto de muertos andantes para usarlos en la inevitable Tercera Guerra Mundial. «Flor de cerezo», rebautizada con el nombre de «Esturión», fue llevada cerca de una pequeña ciudad al este de Siberia donde había únicamente un gran edificio que servía como prisión a disidentes políticos. El emplazamiento no sólo garantizaba una total discreción sino también la disponibilidad directa de los experimentos realizados. Basándonos en descubrimientos recientes, somos capaces de determinar que, por alguna razón, los experimentos se descontrolaron y causaron un brote de varios cientos de zombis. Algunos científicos lograron escapar a la prisión. Seguros tras los muros, se asentaron creyendo que sería un asedio de poco tiempo hasta que llegara la ayuda. Nadie vino. Algunos historiadores creen que el aislamiento del pueblo (no había carreteras y las provisiones venían por aire) impidieron una respuesta inmediata. Otros creyeron que como el proyecto lo había comenzado Yósif Stalin, el KGB era reacio a informar al primer ministro Nikita Khrushchev de su existencia. Una tercera teoría sostiene que el líder soviético conocía el desastre y había cercado el área con tropas para evitar una evasión, y vigilaba y esperaba para ver el resultado del asedio. Dentro de los muros de la prisión, una coalición de científicos, personal del ejército y prisioneros sobrevivían de manera bastante cómoda. Construyeron invernaderos, cavaron pozos; consiguieron producir energía con molinos de viento y dinamos humanas. Se mantenía el contacto por radio con la base prácticamente a diario. Los supervivientes cuentan que, gracias a aquella situación, podrían aguantar hasta el invierno, cuando, con algo de suerte, los no muertos se congelaran. Tres días antes de la primera helada de otoño, un avión soviético lanzó un artilugio termonuclear tosco sobre Byelgoransk. La explosión de un megatón destruyó el pueblo, la prisión y los alrededores.

Durante décadas, el gobierno soviético explicaba el desastre como una prueba nuclear de rutina. No se supo la verdad hasta 1992, cuando comenzó a filtrarse la información hacia Occidente. Los rumores sobre el brote también surgieron entre los siberianos más viejos, entrevistados por primera vez por la reciente prensa libre de Rusia. Los testimonios de los oficiales de alto rango soviéticos insinuaban la verdadera naturaleza de la devastación. Muchos reconocen que Byelgoransk existió. Otros confirman que se trataba de una prisión militar y de un centro de armas biológicas. Algunos incluso van más lejos y admiten algún tipo de «brote», aunque ninguno describe exactamente lo que lo desató. La prueba más perjudicial surgió cuando Artiom Zenoviev, un gángster ruso y antiguo archivero del KGB, entregó todas las copias del informe oficial del gobierno a una fuente anónima occidental (algo por lo que le pagaron maravillosamente). El informe contiene transcripciones de radio, fotografías aéreas (del antes y el después) y los testimonios tanto de las tropas de tierra como de la tripulación del bombardero aéreo, junto a las confesiones firmadas de los que estaban al mando del proyecto Esturión. Incluidas con este informe hay 643 páginas con datos de laboratorio en relación a la fisiología y a los patrones de comportamiento de los experimentos realizados con los no muertos. Los rusos se toman esta revelación como una patraña. Si esto es cierto y Zenoviev no es más que un oportunista con una imaginación brillante, entonces ¿por qué las personas que había en una lista que los hacía responsables según los informes oficiales, entre los que se encontraban científicos de altura, comandantes del ejército y miembros de Politburo, fueron ejecutados por el KGB después de que incineraran Byelgoransk?

1962 D. C, CIUDAD SIN IDENTIFICAR, NEVADA

Los detalles de este brote son sorprendentemente incompletos, ya que ocurrieron en una zona relativamente acomodada del planeta en la segunda mitad del siglo veinte. Según fragmentos de los relatos de testigos de segunda mano, recortes de periódicos viejos y un informe de policía sospechosamente impreciso, un pequeño brote de zombis atacó y asedió a Hank Davis, un granjero de la zona, y a tres de sus empleados en un establo durante cinco días y noches. Cuando la policía acabó con los gules y entró en el establo, encontraron a todos los ocupantes muertos. La investigación posterior determinó que los cuatro hombres se mataron entre ellos. Más concretamente, tres hombres fueron asesinados, mientras que el cuarto se quitó la vida. No hay una razón concreta para este acontecimiento. El establo era más que seguro para soportar un ataque y sólo habían consumido la mitad de una pequeña provisión de agua y comida que tenían. La teoría actual es que el incesante gemido de los zombis, mezclado con el sentimiento de total aislamiento e impotencia, les provocó una completa crisis psicológica. No se dio una explicación oficial al brote. El caso aún «se está investigando».

1968 D. C, LAOS ORIENTAL

Esta historia la contó Peter Stavros, un paciente drogadicto y antiguo francotirador de las Fuerzas Especiales. En 1989, mientras le evaluaban psicológicamente en el hospital para veteranos de Los Ángeles, contó esta historia al psiquiatra que le atendía. Stavros afirmaba que su equipo estaba en una misión rutinaria de búsqueda y destrucción en la frontera vietnamita. Su objetivo era un pueblo del que se sospechaba que era una zona de preparación de Pathet Lao (guerrillas comunistas). Cuando entraron en el pueblo, descubrieron que los habitantes estaban en mitad de un asedio contra varias docenas de muertos andantes. Por razones que se desconocen, el líder del equipo les ordenó la retirada y luego pidió un ataque aéreo. Los bombarderos, armados con napalm, destrozaron la zona, acabando con los muertos vivientes y los supervivientes humanos. No existen pruebas documentadas que corroboren la historia de Stavros. Los otros miembros de su equipo están o muertos, o perdidos en combate, o perdidos en Estados Unidos, o simplemente se negaron a que les entrevistaran.

1971 D. C, VALLE NONG'ONA, RUANDA

Jane Massey, reportera dedicada a la vida salvaje para La Tierra viviente, fue como enviada por la revista a documentar la vida de los gorilas de lomo plateado en peligro de extinción. Este extracto es sólo una pequeña anécdota de las muchas y populares historias de los primates raros y exóticos:

Cuando cruzamos el valle escarpado, vi moverse algo entre el follaje. Nuestro guía también lo vio y nos convenció de que aligeráramos el paso. En aquel momento oí algo bastante extraño en aquella zona del planeta: completo silencio. Ningún pájaro, ningún animal, ni siquiera insectos, y hablamos de insectos de un tamaño considerable. Le pregunté a Kengeri y lo único que me dijo fue que bajara la voz. Desde la zona más baja del valle, pude oír un gemido espeluznante. Kevin (el fotógrafo de la expedición) se puso más blanco de lo normal y continuó diciendo que debía de ser el viento. Un dato, yo he oído el viento en Sarawak, Sri Lanka, el Amazonas e incluso en Nepal y ¡eso NO es viento! Kengeri puso una mano en el machete y nos dijo que nos calláramos. Le dije que quería bajar al valle para echar un vistazo. Él se negó. Cuando insistí, me dijo: «Los muertos andan sueltos por aquí» y se marchó.

Massey nunca exploró el valle ni descubrió la fuente del gemido. La historia del guía podría tratarse de una superstición de la zona. El gemido pudo haber sido simplemente el viento. Sin embargo, hay mapas del valle que revelan que está rodeado por acantilados escarpados, lo que hace imposible que los gules escapen. En teoría, este valle podría servir como receptáculo para las tribus que quieran atrapar pero no destruir a los muertos andantes.

1975 D. C, AL-MARQ, EGIPTO

La información relativa a este brote proviene de varias fuentes: entrevistas a los habitantes del pueblo que fueron testigos de lo ocurrido, nueve declaraciones juradas del personal militar egipcio de bajo rango y los relatos de Gassim Farouk (un antiguo oficial de inteligencia de las fuerzas aéreas egipcias que emigró hace poco a Estados Unidos), además de la información sobre la investigación de varios periodistas internacionales que han preferido mantener sus identidades en secreto. Todas las fuentes corroboran la historia sobre un brote de origen desconocido que atacó e invadió este pequeño pueblo egipcio. Las llamadas pidiendo ayuda no obtuvieron respuesta, a la policía de otros pueblos y al comandante de la base de la Segunda División Armada de Egipto en Gabal Garib a tan sólo cincuenta y siete kilómetros. En un extraño giro de los acontecimientos, el operador de teléfono de Gabal Garib también era un agente israelí del Mossad que pasó la información a los cuarteles generales de la FDI en Tel Aviv. Tanto el Mossad como los integrantes de la Fuerza de Defensa de Israel se tomaron la información como una patraña y la hubieran olvidado rápidamente si no hubiera sido por el general Jacob Korsunsky, un ayudante de la primera ministra Golda Meir. Judío estadounidense que fue colega de David Shore, Korsunsky estaba al tanto de la existencia de los zombis y de la amenaza que suponían si no les ponían obstáculos. De forma impresionante, Korsunsky convenció a Meir para que formara una misión de reconocimiento para investigar Al-Marq. La infección se encontraba en aquel momento en su día catorce. Nueve supervivientes habían formado una barricada en la mezquita del pueblo con un poco de agua y sin comida. Con el consentimiento de Korsunsky, una patrulla de paracaidistas descendió al centro de Al-Marq y, tras doce horas de batalla, eliminaron a todos los zombis. Se sospecha que esta historia tuvo un final salvaje. Algunos creen que el ejército egipcio rodeó Al-Marq, capturó a los israelíes y preparó su ejecución allí mismo. Cuando suplicaron a los supervivientes, que mostraron a los soldados los cadáveres de los zombis, los egipcios permitieron a los israelíes pasar de un modo seguro hasta sus hogares. Otros llevaron esta posibilidad más lejos, dando lugar a que la tomaran como una de las razones de la tregua egipcio-israelí. No existen pruebas consistentes que sostengan esta historia. Korsunsky murió en 1991. Sus memorias, relatos personales, comunicados del ejército, los consiguientes artículos en los periódicos e incluso películas sobre la supuesta batalla grabadas por un cámara del Mossad, han quedado ocultos por el gobierno israelí. Si esto es cierto, se presenta una cuestión interesante y, posiblemente, perturbadora. ¿Por qué tendría que convencerse el ejército egipcio de que los muertos vivientes existen a través de testimonios y, al parecer, cadáveres humanos? ¿No tendría que existir un espécimen (o varios) intacto y con las funciones activas para probar una historia tan impresionante? De ser así, ¿dónde están ahora esos especímenes?

1979 D. C, SPERRY, ALABAMA

Durante su jornada diaria, Check Bernard, el cartero de la zona, paró en la granja de los Henrichs y vio que no habían recogido el correo del día anterior. Como nunca había ocurrido antes, Bernard decidió llevar el correo a la casa. A quince metros de la puerta principal, oyó lo que parecían disparos, gritos de dolor y llamadas de socorro. Bernard se fue, condujo dieciséis kilómetros hasta el teléfono público más cercano y llamó a la policía. Cuando dos ayudantes del sheriff y un equipo paramédico llegaron, encontraron a la familia Henrichs completamente descuartizada. La única superviviente, Freda Henrichs, estaba sufriendo, como se podía ver a la perfección, los síntomas de una infección avanzada. Golpeó a los paramédicos antes de que los ayudantes del sheriff pudieran atarla. Un tercer ayudante, el último en llegar y novato en el cuerpo, sufrió un ataque de pánico y disparó a la mujer en la cabeza. A los dos hombres a los que había mordido los llevaron al hospital del condado para que los trataran y poco después murieron. Tres horas después, resucitaron durante la autopsia, atacaron al coronel y a su ayudante y salieron a la calle. Alrededor de medianoche la ciudad estaba aterrorizada. Había veintidós zombis y devoraron por completo a quince personas. Muchos supervivientes buscaron refugio en sus casas. Otros intentaron huir del pueblo. Tres colegiales se las arreglaron para subir a lo alto de la torre de agua. Aunque estaban rodeados (varios gules intentaron escalar la torre pero volvieron a caerse al suelo), estos niños permanecieron a salvo hasta que los rescataron. Un hombre, Harland Lee, tenía en su casa un subfusil Uzi modificado, una escopeta paralela recortada y dos pistolas mágnum del 44 (una era un revólver y la otra una automática). Los testigos afirman que vieron a Lee atacar a un grupo de doce zombis, disparando con la Uzi en primer lugar y a continuación con las otras armas. Cada vez, Lee disparaba al torso de los zombis, provocándoles gran daño pero sin matarlos. Como se le terminaba la munición y a su espalda había un montón de coches destrozados, Lee intentó disparar a la cabeza con una pistola en cada mano. Como las manos le temblaban mucho, Lee no acertaba ningún tiro. El autoproclamado salvador de la ciudad terminó siendo devorado al instante. Por la mañana, los ayudantes del sheriff de los pueblos colindantes, con la policía del estado y con grupos de voluntarios, se reunieron en Sperry. Iban armados con rifles de caza con miras y sabían que el tiro en la cabeza era mortal (un cazador de la zona había aprendido esto al defender su casa), así que rápidamente acabaron con la amenaza. La explicación oficial (proporcionada por el Departamento de Agricultura) fue la «histeria colectiva a causa de un escape de pesticida en el nivel freático del pueblo». El Centro de Control de Enfermedades se deshizo de todos los cuerpos antes de que pudieran realizarse las autopsias. La mayoría de las grabaciones de radio, las imágenes de las noticias y las fotografías de los particulares se confiscaron inmediatamente. Varios supervivientes rellenaron ciento setenta y cinco declaraciones juradas. Noventa y dos de esos casos se han llevado a la corte, cuarenta y ocho aún están por resolver y el resto han sido retirados misteriosamente. Se ha presentado recientemente una declaración con motivo del acceso a las imágenes de los medios de comunicación que fueron confiscadas. Al parecer, para que se tome una decisión habrá que esperar años.

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