Zombi: Guía de supervivencia (31 page)

BOOK: Zombi: Guía de supervivencia
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FEB. 1993 D. C, ESTE DE LOS ÁNGELES, CALIFORNIA

A la 1.45 a. m., Octavio y Rosa Melgar, los propietarios de una carnicería, se despertaron al oír gritos desesperados debajo de la ventana de su habitación en el segundo piso. Asustados al creer que estaban robando en su negocio, Octavio cogió una pistola y corrió escaleras abajo mientras Rosa llamaba a la policía. Encogido cerca de una boca de alcantarilla había un hombre tiritando y sollozando, cubierto de barro, vestido con un mono de trabajo andrajoso del Departamento de Sanidad y le salía a borbotones la sangre del muñón donde una vez había tenido el pie derecho. El hombre, que no quiso identificarse, gritó varias veces a Octavio para que cubriera la boca de la alcantarilla. Sin saber qué más hacer, Octavio obedeció. Antes de que la tapa de metal encajara en su sitio, Octavio creyó oír un sonido parecido a un gemido lejano. Cuando Rosa sujetó la pierna herida del hombre, entre llantos y gritos contó que él y cinco trabajadores sanitarios estaban inspeccionando la unión de una boca de tormenta cuando les atacó un grupo numeroso de «locos». Al describir a los asaltantes dijo que iban cubiertos de harapos y heridas, gruñendo en lugar de hablar, y se aproximaban a ellos cojeando de modo regular. Las palabras del hombre se desvanecieron en una ininteligible concatenación de frases, gruñidos y sollozos antes de que se quedara inconsciente. La policía y los paramédicos llegaron noventa minutos más tarde. Para entonces, el hombre había muerto. Cuando recogieron su cuerpo, los oficiales de la policía de Los Ángeles interrogaron a los Melgar. Octavio mencionó que él había oído los gemidos. Los oficiales tomaron nota pero no dijeron nada. Seis horas después, los Melgar oyeron en las noticias de la mañana que la ambulancia que transportaba al muerto se había chocado y había explotado de camino al hospital. La llamada por radio de los paramédicos (cómo pudo la estación de noticias obtenerla es aún un misterio) consistía principalmente en gritos de pánico afirmando que el muerto había abierto el saco donde se encontraba. Cuarenta minutos más tarde de la transmisión, cuatro camiones de policía, una ambulancia y un camión de la guardia nacional se detuvieron frente a la carnicería de los Melgar. Octavio y Rosa vieron cómo la policía de Los Ángeles acordonaba la zona y levantaban un puesto de campaña grande de color verde militar sobre la boca de la alcantarilla con un pasaje idéntico de allí al camión. Los Melgar, junto a un pequeño grupo de curiosos, oyeron un eco inconfundible de disparos desde la boca de la alcantarilla. En una hora, quitaron la tienda de campaña, levantaron la barricada y los vehículos fueron rápidamente retirados. Existe una pequeña duda de que este incidente sea una réplica del ataque en el centro de la ciudad de Los Ángeles. Los detalles del gobierno sobre lo que exactamente ocurrió en el laberinto subterráneo nunca se conocieron. Los Melgar, alegando «razones personales legales», no hicieron más averiguaciones. La policía de Los Ángeles explicó el incidente como una «inspección de mantenimiento y rutina sanitaria». El Departamento de Sanidad de Los Ángeles niega la pérdida de ninguno de sus empleados.

MAR. 1994 D. C, SAN PEDRO, CALIFORNIA

Si no fuera por Allie Goodwin, una conductora de grúa en este astillero del sur de California y su cámara desechable con veinticuatro fotos, el mundo nunca podría haber sabido la verdadera historia de este brote zombi. Un contenedor sin marcar fue descargado del SS Mare Caribe, un carguero con bandera panameña de Ciudad de Davao, en Filipinas. Durante varios días permaneció en los astilleros esperando la recogida. Una noche, el vigilante oyó sonidos dentro del contenedor. Él y varios guardas de seguridad, al sospechar que había inmigrantes ilegales dentro, lo abrieron inmediatamente. Cuarenta y seis zombis salieron en tropel. Los que estaban más cerca fueron devorados. Otros buscaron refugio en los almacenes, edificios de oficinas y otras instalaciones. Algunas de estas estructuras proporcionaron un refugio adecuado, otras se convirtieron en trampas mortales. Cuatro conductores de grúa intrépidos, entre los que se encontraba Goodwin, subieron a sus vehículos y los usaron para crear una fortaleza con los contenedores. Este refugio prefabricado mantuvo protegidos a trece trabajadores el resto de la noche. A continuación usaron sus vehículos como armas, lanzando contenedores a los zombis que estaban a su alcance. Para cuando la policía llegó (para entrar a las instalaciones había que pasar por varias puertas cerradas), sólo quedaban once zombis. Fueron derribados con una descarga de artillería (incluyendo algún tiro fortuito en la cabeza). Se estimó que habían muerto veinte humanos. Los zombis asesinados fueron treinta y nueve. Los siete que faltaban se creyó que habían caído al agua y la corriente los había arrastrado. Las noticias calificaron este incidente de intento de robo. El gobierno no hizo declaraciones, ni una sola. La dirección del astillero, la policía de San Pedro (incluso la compañía de seguridad privada que perdió a ocho de sus guardas) permanecieron en silencio. La tripulación del Mare Caribe, su capitán e incluso la propia compañía negaron saber lo que había en el contenedor, que también desapareció misteriosamente. Casualmente, el puerto se incendió el día siguiente al ataque. Lo que hace tan increíble este encubrimiento es que San Pedro es un puerto grande, activo, situado en una de las zonas más pobladas de Estados Unidos. Resulta verdaderamente asombroso cómo el gobierno fue capaz de ocultar casi todas las fuentes de información. Todas las partes implicadas en esta historia califican las fotos y la declaración de Goodwin de patraña. La despidieron apelando incompetencia psicológica.

ABR. 1994 D. C, BAHÍA DE SANTA MÓNICA, CALIFORNIA

Tres residentes de Palos Verdes, Jim Hwang, Anthony Cho y Michael Kim, contaron a la policía que les habían atacado mientras pescaban en la bahía. Los tres hombres juraban que Hwang estaba pescando en la zona profunda cuando el sedal enganchó una presa grande y extremadamente pesada. Lo que llegó a la superficie fue un hombre, desnudo, quemado, parcialmente descompuesto y aún vivo. El hombre atacó a los tres pescadores, agarrando a Hwang e intentando morderle en el cuello. Cho empujó a su amigo y Kim le destrozó la cara a la criatura con un remo. El atacante se hundió bajo la superficie mientras que los tres pescadores se dirigían a la orilla. El Departamento de Policía de Palos Verdes realizó inmediatamente a los tres las pruebas de alcoholemia y sustancias estupefacientes (todas las pruebas dieron negativo), les interrogaron durante toda la noche y los liberaron a la mañana siguiente. El caso aún está siendo oficialmente «investigado». Dado el momento y el lugar del ataque, es lógico suponer que la criatura fuera uno de los zombis del brote original de San Pedro.

1996 D. C, LÍNEA DE CONTROL, SRI NACAR, INDIA

Este extracto ha sido tomado de un informe realizado por el lugarteniente Tagore de las Fuerzas de Seguridad de la Frontera:

El sujeto se aproximó con un tambaleo lento, como si estuviera enfermo o intoxicado. [A través de los prismáticos] pude observar que llevaba el uniforme de los soldados pakistaníes, algo extraño ya que ninguno de ellos opera en esta zona. Cuando estaba a trescientos metros le ordenamos que parara y se identificara. No accedió. Le dimos un segundo aviso. Siguió sin dar respuesta. Parecía gemir de forma incoherente. Con el sonido de nuestras llamadas aceleró el paso ligeramente. A doscientos metros de nosotros activó la primera mina, una mina saltadora estadounidense. Observamos cómo recibía heridas de metralla en la zona superior y anterior del torso. Tropezó, se cayó de boca y luego volvió a ponerse de pie y continuó avanzando. [ . . .] Deduje que llevaría algún tipo de armadura. [ . . .] Ocurrió de nuevo lo mismo a ciento cincuenta metros. Esta vez la metralla le arrancó la mandíbula. [ . . .] A esa distancia pude observar que la herida, no sangraba. [ . . .]El viento soplaba en nuestra dirección. [ . . .] Notamos un olor pútrido que provenía del sujeto, parecido al olor de la carne al descomponerse. A cien metros ordené al soldado Tilak [un francotirador del pelotón] que matara al sujeto. Tilak realizó un disparo directo a la frente del sujeto. El sujeto cayó inmediatamente. No volvió a levantarse, ni a hacer ningún tipo de movimiento.

Los informes posteriores documentan la recuperación del cuerpo y su autopsia en el hospital militar en Sri Nacar. Poco después el cuerpo fue retirado por la Guardia de Seguridad Nacional. Tras aquello no se ha revelado más información en relación a aquel descubrimiento.

1998 D. C, ZABROVST, SIBERIA

Jacob Tailor, un aclamado realizador de documentales de la Canadian Broadcast Company, llegó al pequeño pueblo siberiano de Zabrovst con la intención de fotografiar el cadáver de un tigre dientes de sable intacto y potencialmente clonable. También habían encontrado el cuerpo de un hombre de casi treinta años, cuya vestimenta encajaba con la de un cosaco del siglo dieciséis. La filmación debía tener lugar en julio, pero Tailor se anticipó y llegó con un equipo en febrero para familiarizarse con la zona y sus compañeros. Tailor creía que el cadáver humano sólo aparecería unos segundos en la película, pero pidió que lo guardaran junto al tigre hasta que regresara. Tailor y su equipo regresaron a Toronto para un merecido descanso. El 14 de junio algunos miembros del equipo de Tailor volvieron a Zabrovst para preparar a los dos sujetos congelados y la excavación para la filmación. Fue la última vez que se supo de ellos. Cuando Tailor llegó en helicóptero con el resto del equipo de la película el 1 de julio, encontró que los doce edificios del lugar estaban desiertos. Había signos de violencia y de haber forzado la entrada, incluyendo ventanas rotas, muebles volcados y sangre y pedazos de carne en las paredes y el suelo. Un grito hizo que Tailor volviera al helicóptero. Encontró un grupo de treinta y seis gules, incluyendo a habitantes del pueblo y los miembros desaparecidos de su equipo, comiéndose a los pilotos. Tailor no entendía lo que estaba viendo, pero sí comprendió que debía correr para salvar su vida. La situación parecía desalentadora. Tailor y su cámara, el técnico de sonido y el investigador de campo no tenían armas, ni provisiones y se encontraban en mitad del erial siberiano y sin ningún sitio a donde ir a pedir ayuda. Se refugiaron en una granja de dos plantas que había en el pueblo. En lugar de entablar las puertas y las ventanas, Tailor decidió destruir las dos escaleras. Almacenaron en la segunda planta toda la comida que pudieron encontrar y llenaron los cubos de agua en el pozo. Utilizaron un hacha, un mazo y varias herramientas pequeñas para destruir la primera escalera. La llegada de los zombis les impidió destruir la segunda. Tailor actuó con rapidez, cogiendo las puertas de las habitaciones de la segunda planta y colocándolas en la segunda escalera. Esto creó una rampa que impidió a los zombis que iban acercándose poder subir. Uno a uno intentaban subir la rampa y eran empujados abajo por el equipo de Tailor. Esta batalla de baja intensidad duró dos días, la mitad del grupo mantenía a raya a los atacantes mientras la otra mitad dormía (con algodón en los oídos para amortiguar el sonido de los gemidos). El tercer día, un accidente extraño le dio a Tailor la idea para su salvación final. Como temían que los gules les agarraran las piernas si los pateaban rampa abajo, recurrieron a empujar a los zombis con una escoba de madera de mango largo. El mango de la escoba, muy débil debido al uso, acabó rompiéndose cuando uno de los depravados atacantes lo agarró. Tailor se las arregló para echar hacia abajo al zombi y observó con sorpresa que la punta rota y puntiaguda del mango, que aún estaba en la mano del monstruo, se le clavó en la cuenca del ojo a otro gul. Tailor no sólo consiguió matar sin querer al primer zombi, sino que también se dio cuenta de la forma correcta de deshacerse de ellos. Entonces, en lugar de intentar tirar a los atacantes por la rampa, el equipo de filmación los incitaba de forma agresiva a que subieran. El que se acercaba lo suficiente para atacar recibía un golpe devastador en la cabeza con el hacha del equipo. Cuando perdieron este arma (se le atascó a un zombi muerto en el cráneo), lo intentaron con el mazo. Cuando se rompió el mango, recurrieron a un desencofrador. La batalla duró siete horas, pero al final los cineastas canadienses, exhaustos, habían matado a todos los atacantes. Desde ese día, el gobierno ruso no ha dado una explicación oficial de lo que ocurrió en Zabrovst. A cualquier oficial que se le pregunte explica que lo están «investigando». Sin embargo, en un país con tantos problemas sociales, económicos, políticos, medioambientales y militares como es la Federación Rusa, hay poco interés por la muerte de unos pocos extranjeros y algunos siberianos atrasados. Tailor, increíblemente, dejó grabando las dos cámaras durante el incidente. El resultado son cuarenta y dos horas del metraje más excitante jamás grabado, vídeo digital con el que la Película Lawson no puede compararse. Tailor ha tratado durante los últimos años de presentar al menos una parte de este metraje al gran público. Todos los expertos internacionales que han visto el vídeo dicen que se trata de una patraña rodada por un experto. Tailor ha perdido toda la credibilidad en una industria que una vez lo aclamó como uno de los mejores. Ahora está en proceso de divorcio y tiene varios litigios pendientes.

2001 D. C, SIDI-MOUSSA, MARRUECOS

La única prueba de un ataque proviene de un pequeño artículo de la contraportada de un periódico francés:

Brote de histeria colectiva en un pueblo de pescadores marroquí. Las fuentes confirman que una condición neurológica que antes se desconocía ha afectado a cinco residentes, provocando que atacaran a sus parientes y amigos en un intento por comerse su carne. Actuando según las costumbres locales, los afectados fueron atados con cuerdas y pesas, los llevaron al mar y los lanzaron al agua. Queda pendiente la investigación por parte del gobierno. Los cargos que se les imputan van del asesinato al homicidio por negligencia.

No se materializó un juicio por parte del gobierno y no aparecieron informes posteriores.

2002 D, C, ST. THOMAS, ISLAS VIRGINIA EN EEUU

Un zombi (hinchado, empapado, con la piel a tiras) llegó a la orilla de la costa noreste de la isla. Los habitantes locales no estaban seguros sobre qué hacer; guardaron las distancias y llamaron a las autoridades. El zombi se levantó a trompicones en la playa y comenzó a perseguir a los curiosos. Aunque la curiosidad hacía que se mantuvieran cerca de él, la multitud iba alejándose conforme el gul se aproximaba. Dos miembros de la policía de St. Thomas llegaron y ordenaron al sospechoso que parara. Como no obedeció, dispararon una vez como aviso. El zombi no dio respuesta alguna. Uno de los oficiales le disparó dos veces en el pecho, sin producir ningún efecto. Antes de que volvieran a descargar munición sobre él, un niño de seis años, emocionado por los acontecimientos y sin darse cuenta del peligro, corrió hacia el zombi y comenzó a pincharle con un palo. El muerto andante agarró inmediatamente al niño e intentó levantarlo para acercárselo a la boca. Los dos oficiales corrieron hacia él e intentaron sacar al niño de las garras del zombi. En aquel momento, Jeremiah Dewitt, un inmigrante recién llegado de la isla de Dominica, se adelantó entre la multitud, agarró el brazo de uno de los oficiales y disparó a la cabeza del zombi. Dewitt quedó absuelto de todos los cargos en un proceso criminal, al considerarse que actuó en defensa propia. Las fotografías del cadáver del zombi demostraron, aunque estuviera muy descompuesto, que era de ascendencia norteafricana o de Oriente Medio. La ropa andrajosa y la cuerda demostraron de forma convincente que la criatura era una de las que lanzaron al mar desde la costa de Marruecos. En teoría, sería posible que un espécimen no muerto viajara con las corrientes a través del Atlántico, aunque es el único caso que se ha registrado. En uno de los más extraños giros en el encubrimiento y la supresión de los brotes, este caso ha alcanzado el estatus de celebridad. Como con el Bigfoot en el noroeste del Pacífico o el monstruo del Lago Ness en Escocia, los turistas pueden comprar fotografías del «zombi de St. Thomas», camisetas, figuras, relojes de pared, relojes de pulsera e incluso libros infantiles en muchas de las tiendas del centro de Charlotte Amalie (la capital de la isla). Decenas de conductores de autobuses compiten cada día (a veces ferozmente) por la oportunidad de llevar a los turistas recién llegados del aeropuerto Rey Cyril y a la orilla donde apareció el zombi. Tras el juicio, Dewitt comenzó una vida nueva en Estados Unidos. Sus amigos en St. Thomas y su familia en Dominica no han vuelto a saber nada de él.

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