Zombi: Guía de supervivencia (30 page)

BOOK: Zombi: Guía de supervivencia
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OCT. 1980 D. C, MARICELA, BRASIL

Las noticias de este brote en principio provenían de Madre Verde, un grupo medioambiental que pretendía atraer la atención sobre las difíciles condiciones que los indios locales sufrían a causa de la adquisición y la destrucción de su tierra. Los ganaderos, que pretendían conseguir sus objetivos utilizando la violencia, se armaron y se dirigieron al poblado indio. Cuando se encontraban en lo más profundo de la selva tropical les atacó un enemigo aún más terrorífico: una horda de más de treinta zombis. Todos acabaron devorados o resucitaron convertidos en muertos andantes. Dos supervivientes consiguieron llegar al pueblo más cercano, Santarem. Ignoraron sus advertencias y los informes oficiales explican que la batalla fue una insurrección de la población india. Tres brigadas armadas se encaminaron hacia Maricela. Como no encontraron ningún rastro de los no muertos, se dirigieron al pueblo indio. Lo que ocurrió a continuación lo negó mediante comunicado oficial el gobierno brasileño, pero sabían que se trataba de un ataque de muertos andantes. Los relatos de los testigos describen la masacre exactamente como tal, con las tropas del gobierno matando a todo ser que caminara, tanto zombi como humano. De forma irónica, los miembros de Madre Verde también negaron esta historia; afirmando que, en realidad, el gobierno brasileño se inventó esta patraña de los zombis para justificar la masacre de los indios. Buena parte de las pruebas provienen de un sargento mayor retirado del Departamento de Artillería del ejército brasileño. Cuenta que durante los días precedentes a la batalla, habían requisado prácticamente todos los lanzallamas del país. Tras la operación, habían devuelto las armas vacías.

DIC 1980 D. C, JURUTI, BRASIL

Esta estación remota, a más de 480 kilómetros río abajo de Maricela, se convirtió en la escena de varios ataques cinco semanas después. Los zombis surgieron del agua por toda la ribera. El resultado de estos ataques (el número, la respuesta, las bajas) aún se desconoce.

1984 D. C, CABRIO, ARIZONA

Este brote, mucho más leve considerando el espacio y las personas involucradas, apenas se considera de clase 1. Sin embargo, las ramificaciones representan uno de los acontecimientos más significativos en el estudio del Solanum. El incendio en una escuela elemental causó la muerte a cuarenta y siete niños a causa de la inhalación de humo. La única superviviente, Ellen Aims, de nueve años, escapó saltando desde una ventana rota pero sufrió profundas laceraciones y pérdida de sangre. Salvó la vida gracias a una transfusión de urgencia del banco de sangre. En media hora, Ellen comenzó a sufrir los síntomas de una infección de Solanum. El personal médico no lo entendía y sospecharon que la sangre estaba contaminada por otras enfermedades. Mientras le realizaban las pruebas, la niña murió. Delante de los empleados, los testigos y los padres, resucitó y mordió a la enfermera que estaba atendiéndola. Ataron a Ellen, pusieron a la enfermera en cuarentena y el médico de guardia contó el caso a un colega de Phoenix (Arizona). Dos horas más tarde, los médicos del Centro de Control de Enfermedades llegaron, escoltados por las fuerzas de la ley de la zona y «agentes federales sin identificación». Llevaron en avión a Ellen y a la enfermera infectada a un lugar sin revelar para un «tratamiento avanzado». Confiscaron todos los informes del hospital y el banco de sangre. No permitieron a la familia Aims acompañar a la niña. Tras una semana sin recibir noticias, les informaron de que su hija había «fallecido» y que habían tenido que incinerar el cuerpo por «motivos sanitarios». Este caso ha sido el primero registrado que demuestra que el Solanum puede transferirse desde la sangre almacenada en un banco. Esto plantea las siguientes preguntas: ¿Quién fue el donante con la sangre infectada? ¿Cómo pudo tomarse su sangre sin que el sujeto supiera que estaba infectado y por qué nunca se supo nada sobre el donante? Además, ¿cómo se enteró el CCE del caso de Ellen tan rápido (el médico de Phoenix se negó a que le entrevistaran) y por qué respondió la agencia tan rápido? Aunque no es necesario decirlo, la teoría sobre una conspiración rodea aún este caso. Los padres de Ellen han presentado una demanda contra el CCE con el único propósito de conocer la verdad. Sus declaraciones han contribuido en la investigación de este caso del autor.

1987 D. O, KHOTAN, CHINA

En marzo de 1987, varios grupos de disidentes chinos informaron a Occidente sobre un desastre cerca de la planta de energía nuclear en Xinjiang. Tras varios meses negando la historia, el gobierno chino anunció de modo oficial que había habido un «fallo» en las instalaciones. En un mes, la historia cambió a «intentan realizar sabotaje [...] unos terroristas contrarrevolucionarios». En agosto, Tycka!, un periódico sueco, publicó la historia de que un satélite espía de Estados Unidos sobre Khotan había fotografiado tanques y otros vehículos armados disparando a quemarropa a lo que parecían ser grupos desorganizados de civiles que intentaban entrar en la planta nuclear. Otras fotografías revelan que algunos de los «civiles» rodeaban a otros y los desmembraban y se comían sus cadáveres. El gobierno estadounidense niega que su satélite aportara tales imágenes y Tycka! se retractó de tal historia. Si lo que ocurrió en Khotan fue un brote zombi, entonces hay más preguntas que respuestas. ¿Cómo empezó el brote? ¿Cuánto duró? ¿Cómo se contuvo al final? ¿Cuántos zombis había? ¿Entraron en la planta? ¿Cuánto daño causaron? ¿Por qué no ocurrió algo parecido al desastre de Chernóbil? ¿Escapó algún zombi? ¿Ha habido más ataques desde entonces? Una parte de la información que aporta cierta credibilidad a la historia del brote proviene del profesor Kwang Zhou, un disidente chino que había desertado a Estados Unidos. Kwang conocía a un soldado que había participado en aquel incidente. Antes de que lo enviaran a un centro de reeducación junto con otros testigos, el joven le contó que el nombre clave de aquella operación era «Pesadilla del despertar eterno». Aún hay otra pregunta: ¿Cómo empezó este brote inicial? Tras leer el libro de David Shore, en especial la sección sobre cómo capturaron un zombi de Dragón Negro las tropas comunistas chinas, es lógico sacar la conclusión de que el gobierno chino tuvo, o aún tiene, su propia versión de «Flor de cerezo» y «Esturión», su propio proyecto para crear un ejército de no muertos.

DIC. 1992 D. O, MONUMENTO NACIONAL JOSHUATREE, CALIFORNIA

Varios excursionistas y viajeros de este parque en el desierto encontraron una tienda de campaña y equipo abandonados junto a la carretera principal. Investigando las historias, los guardas del parque descubrieron una escena horripilante a dos kilómetros del campamento abandonado. Encontraron a una chica de unos veinte años muerta, con la cabeza destrozada a golpes de piedra y su cuerpo cubierto de marcas de mordeduras realizadas por otro humano. Una investigación más a fondo realizada por la policía local y nacional identificó a la víctima; se trataba de Sharon Parsons de Oxnard, California. Ella y su novio, Patrick MacDonald, acamparon en el parque la semana anterior. Todos los boletines difundidos por los medios de comunicación apuntaban hacia MacDonald. La autopsia completa de Parsons reveló un hecho que sorprendió al juez de instrucción del caso. El nivel de descomposición de su cuerpo no cuadraba con el del tejido cerebral. Además, el esófago contenía restos de carne humana que coincidían con el grupo sanguíneo de MacDonald. Sin embargo, las muestras de piel que había bajo las uñas encajaban con un tercero en discordia, Devin Martin, un fotógrafo de la fauna salvaje y solitario que había recorrido en bicicleta el parque un mes antes. Como tenía pocos amigos, no tenía familia y trabajaba como autónomo, la desaparición de Martin nunca se denunció. Una búsqueda completa en el parque no reveló nada. El vídeo de vigilancia de una gasolinera en Diamond Bar reveló que MacDonald había parado allí brevemente. El empleado de servicio describió a MacDonald como demacrado, frenético y llevando un trapo lleno de sangre sobre el hombro. La última vez que se vio a MacDonald iba en dirección oeste, hacia Los Angeles.

ENE. 1993 D. C, CENTRO DE LOS ÁNGELES, CALIFORNIA

Aún se está realizando una investigación en relación a la primera fase de este brote, incluyendo cómo se expandió en un principio a las zonas cercanas. El brote lo detectó primero un grupo de jóvenes, miembros de una banda callejera conocida como los VBR, o los Venice Boardwalk Reds. Entraron en aquella zona de la ciudad para vengar a uno de sus miembros, asesinado por una banda rival conocida como los Perros Negros. Alrededor de la 1 a. m., entraron en una zona industrial casi abandonada donde los Perros tenían su guarida. Lo primero que notaron fue que no había vagabundos. La zona era conocida por su gran barrio de chabolas que había en un solar desocupado. Las cajas de cartón, los carros de la compra y demás parafernalia que pertenecía a los sin techo estaban desparramados por toda la calle, pero no había señal alguna de ellos. Iban prestando muy poca atención a la carretera y el conductor del vehículo de los Reds atropelló por accidente a un peatón que se movía muy despacio. El conductor perdió el control de su El Camino y viró bruscamente hacia el lado de uno de los edificios. Antes de que los Reds pudieran atender al vehículo, que se había estropeado, o reprender a su compañero por su falta de habilidad al volante, vieron moverse al peatón que habían atropellado. Aunque tenía la columna rota, la víctima empezó a reptar hacia la banda callejera. Uno de los Reds sacó una pistola de 9 mm y disparó al hombre en el pecho. Este acto no sólo no paró al hombre, sino que envió una onda de sonido a un radio de varias manzanas. Abrió fuego varias veces más, todos hacia su objetivo, sin producir resultado alguno. El último disparo fue directo al cráneo y lo mató. Los Reds nunca tuvieron tiempo de descubrir exactamente lo que lo había matado. De repente oyeron un gemido que parecía proceder de todas direcciones. Lo que creían que se trataba de las sombras de las farolas era un grupo de más de cuarenta zombis que se acercaba desde todas las direcciones. Como tenían el coche estropeado, los Reds fueron calle abajo, literalmente atravesaron una pequeña línea libre entre los muertos vivientes. Tras varias manzanas, se encontraron, irónicamente, a los miembros que quedaban de los Perros Negros, también a pie después de que los zombis hubieran invadido su guarida y destrozado sus coches. Cambiaron la rivalidad por la supervivencia, las dos bandas pactaron un cese de fuego y se dispusieron a buscar un medio de escapar o un refugio seguro. Aunque muchos de los edificios (bien construidos, almacenes sin ventanas) les hubieran servido de buenas fortalezas, estaban cerrados o (en el caso de los que habían sido abandonados) entablados y no podían entrar. Como conocían mejor la zona, los Perros tomaron la iniciativa y sugirieron que debían dirigirse al instituto De Soto Júnior, un edificio pequeño a una distancia fácil de cubrir corriendo. Con los zombis a pocos minutos de distancia, las dos bandas llegaron al instituto y para poder entrar rompieron una ventana del segundo piso. Al hacer esto activaron la alarma antirrobo que, además, alertó a todos los zombis que se encontraban por la zona, aumentando su número a más de cien. La alarma, sin embargo, era el único aspecto negativo de aquel reducto formidable. En los términos de una fortaleza, De Soto era una elección excelente. Una construcción de cemento armado sólida, con rejas y cubierta de ventanas con mallas y puertas de madera maciza cubiertas de acero hacían fácilmente defendible aquel edificio de dos plantas. Una vez dentro, el grupo actuó con una prudencia admirable, estableciendo un plan secundario, comprobando todas las puertas y las ventanas para estar más seguros, llenando todos los recipientes que pudieron de agua y almacenado sus propias armas y municiones. Como creyeron que la policía era peor enemigo aún que los muertos vivientes, ambas bandas usaron el teléfono para llamar a las bandas callejeras aliadas en lugar de a las autoridades. Ninguno con los que lograron contactar se creyó lo que estaban escuchando, pero prometieron llegar lo antes posible. Este último acto fue, en otro giro irónico, uno de los pocos casos de exceso de medios jamás registrado en una insurrección de no muertos. Bien protegidos, bien armados, bien liderados, bien organizados y extremadamente bien motivados, los miembros de las bandas fueron capaces de matar a los muertos vivientes desde las ventanas de arriba sin perder a ninguno de los suyos. Los refuerzos (bandas callejeras aliadas que prometieron ofrecer apoyo) llegaron, desafortunadamente, al mismo tiempo que la policía de Los Ángeles. El resultado fue el arresto de todos los involucrados. El incidente se definió oficialmente como «un tiroteo entre bandas callejeras de la zona». Tanto los Reds como los Perros intentaron transmitir la verdad a todos los que quisieran escucharla. Su historia se explicó como una ilusión psicótica producida por el «hielo», un narcótico popular en esa época. Como la policía y los refuerzos de los miembros de otras bandas sólo vieron cadáveres muertos a tiros pero a ningún zombi, nadie pudo actuar como testigo. Los cuerpos de los no muertos fueron recogidos e incinerados. Como casi todos ellos habían sido vagabundos, no se pudo identificar a ninguno y tampoco los echaron en falta. Declararon culpables de asesinato en primer grado a los miembros originales de las bandas que se vieron involucradas y la sentencia fue cadena perpetua en alguna de las prisiones de California. Todos fueron asesinados el primer año de su encarcelación, supuestamente por miembros de bandas rivales. Esta historia habría acabado aquí si no hubiera sido por un detective de la policía de Los Ángeles que pidió permanecer en el anonimato. El/ella leyó sobre el caso Parsons-MacDonald varios días antes y estaba intrigado/a por los detalles más extraños. Así que, en cierto modo, creyó las historias de los miembros de las bandas. El informe del juez de instrucción le dio el argumento más convincente. Cuadraba perfectamente con la autopsia de Parsons. El último clavo en el ataúd fue una cartera que se había encontrado en uno de los no muertos, un hombre de unos treinta años que parecía ir mejor vestido y aseado que la mayoría de los vagabundos. La cartera pertenecía a Patrick MacDonald. Como el propietario tenía un disparo en la cara de una bala del calibre doce, no había forma exacta de identificarlo. El/la detective anónimo/a creyó que era mejor no decírselo a sus superiores por miedo a la acción disciplinaria. En lugar de eso, él/ella copió el informe del caso al completo y lo presentó al autor de este libro.

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