Read Algo huele a podrido Online

Authors: Jasper Fforde

Algo huele a podrido (8 page)

BOOK: Algo huele a podrido
9.6Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—La vi una vez, señor… —Miré el permiso antes de devolvérselo— De Floss. Un nombre interesante. ¿Algún parentesco con Candice?

—¿La autora? Ojalá —respondió el acechador, mirando al cielo—. Pero dado que me gustaría que fuésemos amigos, por favor, llámame Millon.

—Bien, Millon pues.

Nos dimos la mano. El hombre del suelo gimió y se sentó, frotándose la cabeza.

—¿Quién es tu amigo?

—No es mi amigo —dijo Millon—, es mi acechador. Y también un incordio.

—Espera… ¿eres acechador y tienes acechador?

—¡Por supuesto! —Millon rio—. Desde que publiqué mi autobiografía,
Acechando en el lado salvaje
, me he convertido en una pequeña celebridad. Incluso tengo un acuerdo de patrocinio con trencas CompassRose™. Es mi fama lo que permite a Adam, este de aquí, acecharme. Ahora que lo pienso, es un acechador de Grado 3, por lo que posiblemente tenga a su vez un acechador… ¿Conoces el poema?

Antes de poderlo detener, se puso a recitar:

Y eso hace la prensa amarilla,

pero dicen que los acechadores

que a otros acechan

a su vez tienen quien los vigila,

y nunca se termina.

—No, no lo conocía —comenté mientras el segundo acechador se ponía un pañuelo sobre el labio ensangrentado.

—Señorita Next, éste es Adam Gnusense. Adam, la señorita Next.

Me hizo un gesto con la mano, miró el pañuelo ensangrentado y gimió apenado. De pronto me arrepentí de mis actos.

—Lamento haberle pegado, señor Gnusense —me disculpé—. No sabía lo que hacían.

—Es un peligro laboral, señorita Next.

—Eh, Adam —dijo Millon, súbitamente entusiasmado—, ¿ya tienes a tu propio acechador?

—Anda por alguna parte —dijo Gnusense mirando a su alrededor—, un perdedor de Grado 34. El pobre bastardo revisaba mi basura anoche mismo. Mira que está pasado de moda…

—Estos chicos de hoy… —dijo Millon—. Puede que fuese lo habitual en los años sesenta, pero el acechador moderno es mucho más sutil. Largas vigilancias, muchas notas, horas de entradas y salidas, teleobjetivo.

—Vivimos unos tiempos muy tristes —admitió Adam, cabeceando compungido—. Debo irme. Yo diría que habría que echar un ojo a Adrian Lush como amigo.

Se puso en pie y se alejó tambaleándose un poco, tropezando con las latas de cerveza del suelo.

—No es muy parlanchín el amigo Adam —dijo Millon en un susurro—, pero se pega al blanco como una lapa. No le encontraría revolviendo en la basura… a menos que esté dando clase a alguno de los cachorrillos. Cuéntame, señorita Next, ¿dónde has estado durante dos años y medio? Las cosas han sido un poco aburridas… A los dieciocho meses de tu desaparición reduje mi acecho a sólo tres noches por semana.

—No me creerías nunca.

—Te sorprendería todo lo que puedo creer. Además de acechar he terminado mi primer libro:
Breve historia de la Red de Operaciones Especiales.
También soy editor de la revista
Teorías conspiratorias.
Entre el artículo sobre la relación tangible entre la Goliath y Yorrick Kaine y el de la existencia de una bestia misteriosa conocida como Guinzilla, hemos publicado varios artículos sobre ti y el caso
Jane Eyre.
También nos encantaría publicar un artículo sobre el trabajo de tu tío Mycroft. A pesar de que no sabemos casi nada, la red de conspiraciones está llena de verdades a medias, mentiras y suposiciones. ¿Es verdad que inventó un dispositivo de camuflaje para coches?

—Más o menos.

—¿Y papel carbón traductor?

—Lo llamaba rosettapapel.

—¿Y qué hay del ovinador?
Teorías conspiratorias
dedicó varias páginas a rumores sin fundamento sólo sobre ese invento.

—No sé. ¿Se trata de una máquina para cocer huevos, tal vez? ¿Hay algo que no sepas sobre mi familia?

—No mucho. Estoy pensando en escribir tu biografía. ¿Qué te parece:
Thursday Next: una biografía?

—¿Cómo título? Es excesivamente imaginativo.

—Entonces, ¿tengo tu permiso?

—No, pero si me preparas un informe sobre Yorrick Kaine te hablaré de Aornis Hades.

—¿La hermanita de Acheron? ¡Hecho! ¿Estás segura de que no puedo escribir tu biografía? Ya he empezado.

—Totalmente segura… Si descubres algo, llama a mi puerta.

Suspiré.

—Vale, hazme un gesto cuando me veas salir.

De Floss aceptó ese plan y le dejé ordenando cuadernos, binoculares, cámaras y escribiendo un montón de anotaciones sobre su primer encuentro conmigo. No podía librarme de ese pobre loco, pero un acechador quizá llegara a ser un aliado.

3 La hora de esquivar las preguntas

LOS PÉRFIDOS DANESES SON «HISTÓRICAMENTE NUESTROS ENEMIGOS», AFIRMA EL HISTORIADOR DEMENTE

«Con franqueza, quedé pilín-pilín-pan horrorizado —declaró ayer el principal historiador demente de Inglaterra—. El ataque danés del siglo VIII contra nuestra yamba-yamba larga isla es una historia de invasión, subyugación, saqueo y explotación que quedó bla-bla-baaa sin respuesta hasta que, años más tarde, nosotros intentamos lo mismo.» El trabajo desconcertante y apenas coherente del historiador ha sido respaldado por otro académico igualmente estúpido, que ayer declaró: «La invasión danesa se inició en 786, cuando los daneses establecieron un reino en el este de Anglia. Ni siquiera usaron sus verdaderos nombres. Decidieron ocultar cobardemente su brutal obra bajo seudónimos anglos, como Bruts y Flynns. Investigaciones posteriores han demostrado que los daneses se quedaron más de cuatrocientos años y sólo pudieron ser expulsados con la valiente ayuda de nuestros nuevos mejores amigos, los franceses.»

Nuevo opresor
(órgano de comunicación oficial del Partido Whig)

—¿Cómo es posible que Kaine llegase al poder con tal rapidez? —pregunté incrédula mientras esa noche Joffy y yo hacíamos cola pacientemente a las puertas de los estudios de Toad News Network, en Swindon—. La última vez que estuve aquí, Kaine y el Partido Whig prácticamente se habían hundido tras la debacle de
Cardenio.

Joffy, desalentado, hizo un gesto con la cabeza en dirección a una multitud de seguidores uniformados de Kaine que esperaban en silencio a su glorioso líder.

—Aquí las cosas no han ido bien, Thurs. Kaine recuperó su escaño tras el asesinato de Samuel Pring. Los whigs formaron una alianza con los liberales y eligieron a Kaine como líder. Posee una especie de magnetismo personal y las multitudes que asisten a sus mítines no hacen más que crecer. Su postura de «Unificación Británica» ha ganado mucho apoyo, sobre todo entre los estúpidos incapaces de pensar por sí mismos.

—¿Guerra con Gales?

—No ha llegado a decirlo, pero el leopardo no muda sus manchas. Ganó por mayoría aplastante tras el hundimiento del anterior Gobierno a raíz del escándalo «dinero a cambio de llamas andinas». Tan pronto como llegó al poder se proclamó canciller. Su Ley de Desreforma del año pasado limitó el voto a los propietarios.

—¿Cómo logró que el Parlamento lo acordase? —comenté, conmocionada sólo de pensarlo.

—No estamos seguros —dijo Joffy compungido—. A veces el Parlamento hace cosas de lo más extrañas. Pero no está contento con ser canciller. Defiende la postura de que los comités y la transparencia sólo logran retrasar las cosas y que, si la gente realmente quiere que los trenes lleguen a su hora y los carritos de la compra caminen rectos, es indispensable que un hombre posea poderes ejecutivos incuestionables: un dictador.

—¿Y qué se lo impide?

—El presidente —respondió Joffy en voz baja—. Formby le ha dicho a Kaine que, si exige que se elija a un dictador, él se presentará en su contra y Yorrick sabe muy bien que Formby ganaría… Sigue siendo tan popular como siempre.

Lo pensé un momento.

—¿Qué edad tiene el presidente Formby?

—Ése es el problema. En mayo cumplió ochenta y cuatro años.

Callamos un momento y nos movimos con la cola para acercarnos a la entrada, donde dos hombres feos de OE-6 comprobaron nuestra identidad y nos dejaron pasar. Ocupamos los asientos del fondo y esperamos pacientemente que empezara el espectáculo. Costaba creer que Kaine hubiese logrado subir tan alto en la política inglesa pero, reflexioné, a un personaje de ficción le podía pasar cualquier cosa… Una característica que Yorrick, evidentemente, había explotado al máximo.

—¿Ves a ese hombre de aspecto desagradable que está en el borde del escenario? —preguntó Joffy.

—Sí —respondí, siguiendo la línea del dedo de Joffy hasta a un tipo corpulento, de pelo corto y sin cuello apreciable.

—Es el coronel Fawsten Gayle, jefe de seguridad de Kaine. No se juega con él. Se rumorea que le echaron de la escuela por clavarse la cabeza al banco de un parque para ganar una apuesta.

De pie junto a Gayle se encontraba un hombre cadavérico con rasgos apretados y gafitas redondas. Sostenía un maletín rojo ya algo estropeado e iba vestido con una chaqueta deportiva arrugada y pantalones de pana.

—¿Quién es?

—Ernst Stricknene. El consejero personal de Kaine.

Los miré un rato y me di cuenta de que, a pesar de no estar ni a medio metro de distancia, no intercambiaban ni miradas ni palabras. Las cosas en el bando de Kaine no estaban del todo decididas. Si podía acercarme, me limitaría a agarrar a Yorrick y a llevarle directamente a uno de los múltiples libros prisión de Jurisficción. Y ahí acabaría todo. Daba la impresión de que había vuelto a casa en el momento justo.

Examiné el ejemplar de regalo de
El nuevo opresor
que había encontrado en mi asiento.

—¿Kaine echa a los daneses la culpa de los males del país? —pregunté.

—Porque económicamente estamos en muy mala situación tras perder la guerra de Crimea con Rusia. Los rusos no sólo recibieron Tunbridge Wells como compensación de guerra, sino también un buen montón de pasta. El país está al borde de la quiebra, Kaine quiere conservar el poder, por tanto…

—… desvía la atención.

—Exacto. Echa la culpa a otros.

—Pero ¿a los daneses?

—Eso deja claro que está desesperado, ¿verdad? Como país llevamos demasiado tiempo echando las culpas a los galeses y los franceses; con los rusos fuera de juego, se ha inventado Dinamarca como enemigo público número uno. Está empleando los ataques vikingos del ochocientos y el dominio danés sobre Inglaterra en el siglo XI como excusas para fomentar la xenofobia idiota.

—¡Ridículo!

—Estoy de acuerdo. Los periódicos llevan todo el mes publicando propaganda antidanesa. Todos los sistemas de alta fidelidad de Bang & Olufsen se han retirado del mercado debido a problemas de «seguridad», y los juegos de construcción Lego están prohibidos, pendientes de investigación por «peligro de ahogamiento». La lista de escritores daneses ilegales crece segundo a segundo. Las obras de Kierkegaard ya han sido declaradas ilegales por la ley de Literatura Danesa Indeseable y las quemarán. El siguiente será Hans Christian Andersen, eso dicen… y después, quizás incluso Karen Blixen.

—Pueden arrancar mi ejemplar de
Memorias de África
de entre mis dedos muertos.

—Opino igual. Será mejor que te asegures de que Hamlet no le cuente a nadie de dónde procede. Silencio. Creo que pasa algo.

Algo pasaba, en efecto. El regidor había salido al escenario y nos explicaba con precisión lo que debíamos hacer. Después de una serie prolongada de comprobaciones técnicas, llegó el presentador del programa entre aplausos del público. Era Tudor Webastow de
The Owl
, que había fundamentado su carrera en poseer la capacidad justa de crítica como para que la prensa le considerase un enemigo creíble de los políticos pero no tanto como para acabar en el Támesis calzado con zapatos de cemento.

Se sentó a una mesa con una silla vacía a cada lado y ordenó sus notas. Al contrario de lo que era habitual en
La hora de esquivar las preguntas
, habría dos en lugar de cuatro invitados en el programa; pero esa noche era especial: Yorrick Kaine se enfrentaría a su oponente político, el señor Redmond van de Poste, del Partido del Sentido Común. El señor Webastow se aclaró la garganta y arrancó.

—Buenas noches y bienvenidos a
La hora de esquivar las preguntas
, el programa de debate más importante del país. Esta noche, como todas las noches, un grupo de distinguidas figuras públicas se dedicará a esquivar las preguntas del público y a defender las posturas inamovibles de su partido.

Aplausos y Webastow continuó:

—El programa de esta noche se emite desde Swindon, Wessex. En ocasiones denominada la tercera capital de Inglaterra o la «Venecia de la M4», la Swindon de hoy es una potencia financiera e industrial, que cuenta entre sus ciudadanos con profesionales y artistas representados políticamente del país en su conjunto. También me gustaría comentar que
La hora de esquivar las preguntas
se emite por cortesía de Sistemas de Expulsión Gran-Ajuste®, el tubo de escape ideal. —Dejó de hablar un momento y revolvió los papeles—. Es un honor recibir esta noche a dos representantes muy diferentes, de extremos opuestos del espectro político. En primer lugar me gustaría presentarles a un hombre muerto políticamente hace dos años, pero que ha logrado alcanzar el segundo puesto político más importante del país y que cuenta con millones de seguidores devotos, algunos de los cuales incluso están cuerdos. Damas y caballeros, ¡el canciller Yorrick Kaine!

Al entrar en el escenario, Kaine recibió una ovación desigual, y sonrió y asintió para beneficio de la multitud. Yo me incliné hacia delante. No parecía haber envejecido en los dos años que habían pasado desde la última vez que le había visto, como cabía esperar de un ficticio. Seguía con aspecto de tener casi treinta años, con el pelo negro peinado exquisitamente de lado; bien podría haber sido un modelo masculino para un patrón de punto de cruz. Sabía que no lo era. Ya lo había comprobado.

—Muchas gracias —dijo Kaine, sentándose a la mesa y uniendo las manos ante sí—. Debo decir que siempre he considerado Swindon como mi segundo hogar.

Se oyeron algunos murmullos de deleite provenientes de las primeras filas del público, en su mayoría de ancianas que consideraban a Kaine como el hijo que jamás habían tenido. Webastow intervino:

—Y también nos place dar la bienvenida al señor Redmond van de Poste, del Partido del Sentido Común, la oposición.

BOOK: Algo huele a podrido
9.6Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Zero Recall by Sara King
The Fall of Sky by Alexia Purdy
A Touch of Stardust by Kate Alcott
The Prince's Gamble by Caridad Pineiro