Amor bajo el espino blanco (28 page)

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Authors: Ai Mi

Tags: #Drama, Romántico

BOOK: Amor bajo el espino blanco
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El señor Liu sacó una libretita y anotó el nombre y la dirección del hermano de Jingqiu, y le dijo que, si empezaban a buscar trabajadores, sin la menor duda lo recomendaría.

Cuando acabaron de trabajar, el señor Liu todavía comentaba con Jingqiu la posibilidad de que hubiera nuevos empleos en la fábrica, y como los dos vivían en la misma dirección se marcharon juntos. Justo cuando cruzaban la verja de la fábrica, Wan Chengsheng se les acercó corriendo por detrás y les dijo:

—Vaya, veo que os lleváis a las mil maravillas. ¿Adónde vais?

—Vamos a casa —contestó el señor Liu—. Vamos en la misma dirección.

Wan Chengsheng no dijo nada y se marchó. Jingqiu se sentía incómoda y le dijo adiós al señor Liu.

—Acabo de acordarme de que tengo que ir a ver a una amiga.

Capítulo 24

Jingqiu estaba entrando en el recinto de la escuela por la verja de atrás cuando oyó a alguien que la llamaba por detrás. ¡Era Mayor Tercero! Se dio media vuelta y primero comprobó que estuvieran solos.

—No hace falta que mires —dijo Mayor Tercero riendo—. No hay nadie más, si no, no te habría llamado.

—¿Cuándo has llegado? —contestó ella sonrojándose.

—Por la mañana. He pensado que era mejor que no te fuera a buscar a la fábrica.

—Es día laborable. ¿Cómo es que estás aquí?

—¿Qué pasa? ¿No soy bienvenido? —bromeó—. Si no lo soy, me vuelvo a casa. Después de todo, no te falta gente que te acompañe.

Debía de haberla visto con el señor Liu.

—Es el director del equipo de propaganda, el señor Liu. Le he pedido que me ayude a conseguir un trabajo para mi hermano, y hemos caminado juntos unos minutos. —Miró a su alrededor por si alguien los observaba—. Espérame en el pabellón. Iré en cuanto haya comido.

—¿No tienes miedo de que tu madre vaya a buscarte?

—Mi madre no vuelve hasta las nueve.

—Entonces vamos a dar un paseo ahora, podemos comer juntos.

—Mi hermana está en casa, y tengo que hablar con ella enseguida.

—Muy bien, vete. Te espero en el pabellón.

Jingqiu llegó a su casa flotando, en un estado de euforia. Nada más cruzar la puerta perdió las ganas de cenar y se fue directamente a lavarse. Aquel día tenía el periodo, y le daba miedo oler mal. Se puso la falda oscura que ella misma se había cosido. Originariamente había sido blanca, pero la había teñido de rojo. Luego, como si se hubiera descolorido de tanto lavarla, la había vuelto a teñir de azul oscuro, y la había cosido de nuevo cambiando el estilo. También se puso una blusa de manga corta casi nueva que Yamin le había regalado. Cogió el bolso lleno de papel de váter.

Comió distraída y cuando salía le dijo a su hermana:

—Voy a casa de un amigo para preguntarle por mi trabajo de profesora. ¿Te importa quedarte sola?

—No. Zhong Qin vendrá enseguida a tocar. ¿Qué amigo?

A lo mejor me he puesto demasiado elegante, se dijo, hasta mi hermana se ha dado cuenta.

—No lo conoces. Me voy. Volveré pronto. —Se sentía culpable por dejar a su hermana sola, pero se consoló pensando que Zhong Qin le haría compañía.

Caminó hasta el embarcadero del ferry, entusiasmada, pensando que esa era su primera cita. Las otras veces se habían encontrado por casualidad, y ella no había tenido tiempo de cambiarse. ¿Le gustaría lo que llevaba? «Él sabe más de la vida que yo, y debe de haber visto a mucha gente guapa y bien vestida. ¿Cómo alguien como yo, que no es especialmente guapa y no viste especialmente bien, puede esperar ganar su corazón?».

Tenía la impresión de que todas las personas con las que se cruzaba la miraban como si supieran que iba a encontrarse con un muchacho. Estaba tremendamente nerviosa, impaciente por cruzar al otro lado del río, donde nadie la conocía. Cuando alcanzó la orilla vio a Mayor Tercero de pie cerca del pabellón. Al igual que la última vez, Jingqiu comenzó a caminar por delante sin pararse a esperarlo.

Mayor Tercero apareció corriendo y dijo:

—Hoy estás increíble, casi no te reconozco. Pellízcame, quiero saber si estoy soñando. Esta chica tan guapa ¿realmente me espera a mí?

—Me he acostumbrado a tus zalamerías, y ya no me ponen la piel de gallina —dijo en broma—. Si vives con un pescadero ya no te molesta el olor a pescado. Paseemos por el río. Así, si mi madre regresa del trabajo temprano, no nos verá, pues vuelve por este camino.

—¿Has comido? —preguntó Jingqiu. Mayor Tercero no había comido, y la había esperado para comer juntos. Jingqiu había aprendido la lección de la última vez y sabía que no tenía sentido rechazar la invitación cortésmente, pues siempre la convencía.

Regresaron al pabellón después de haber comido, pero como era verano, y aún temprano, había gente pululando por ahí, así que se dirigieron a una zona poco concurrida del río y se sentaron en la orilla.

—Hoy no es domingo, ¿cómo es que has tenido el día libre? —preguntó Jingqiu.

—Estoy aquí buscando trabajo. Quiero trasladarme a Yichang.

Estaba sorprendida y encantada, pero le preguntó sin ambages:

—Te iba muy bien en la unidad geológica. ¿Por qué quieres trasladarte a Yichang?

—¿No tienes idea de por qué quiero trasladarme a Yichang? —Soltó una carcajada—. Entonces pierdo el tiempo al tomarme tantas molestias, ¿no?

—¿A qué unidad de trabajo quieres trasladarte? —preguntó Jingqiu.

—Todavía estoy haciendo contactos. A lo mejor a la compañía teatral, o a cualquier otra, allí donde me necesiten siempre y cuando esté en Yichang. Podría limpiar las calles, o mejor limpiar las calles de la isla de Jiangxin, siempre y cuando pueda hacerlo delante de tu casa.

—¿Qué quieres decir con eso de delante de mi casa? Es un pasaje de un metro de ancho, ahí no hay sitio para menear la escoba. Mejor prueba con la compañía teatral, podrías tocar el acordeón. Pero en cuanto seas uno de ellos te olvidarás de tus viejos amigos.

—¿Por qué?

—Porque las chicas de la compañía teatral son guapas.

—Ya estuve en la del ejército, y no me pareció que las chicas fueran tan guapas.

—¿Estabas en la compañía teatral del ejército? —preguntó Jingqiu asombrada—. ¿Cómo es que no caminas como los actores, con las puntas de los pies hacia fuera?

Mayor Tercero soltó una risita.

—¿Acaso todos los miembros de la compañía teatral caminan con las puntas de los pies hacia fuera? De todos modos, yo no era bailarín, sino acordeonista. Creo que tú eres la que camina con las puntas hacia fuera. Bailaste en la ópera
La chica del pelo blanco
, ¿no?

Jingqiu asintió.

—Eso fue cuando estaba en primaria. Al principio era una de las bailarinas principales en la danza del papel recortado, y luego pasé a interpretar el papel principal, el de Xi’er. Pero luego dejó de gustarme el baile, así que tocaba el acordeón mientras los otros bailaban. ¿Me enseñarás a tocar cuando entres en la compañía teatral de Yichang?

—En cuanto me traslade a Yichang, ¿dedicaremos el tiempo que pasemos juntos a darte clases de acordeón?

Jingqiu no entendía lo que quería decir.

—¿Qué otra cosa podríamos hacer?

Él no contestó a su pregunta, sino que dijo:

—Si me traslado a Yichang, podremos vernos continuamente. Una vez te den tu trabajo, lo haremos a diario, sin disimular. Podremos pasear por la calle. ¿Qué te parece?

La escena que describía resultaba tan atractiva y tan ideal como el comunismo. Ella veía las cosas de manera más realista.

—Una vez tenga mi trabajo, que será de profesora o en la cocina, tú estarás en la compañía teatral. ¿Seguirás queriendo verme todos los días?

—Aun cuando fueras el cerdito del comedor querría verte todos los días.

—Perro, ¿me está llamando cerda? —Ella se rio y le pellizcó el antebrazo. «¿Cómo he podido hacer esto? Soy como esas chicas malas de los libros, que se exhiben y coquetean». Preocupada porque Mayor Tercero la considerara una fresca, se explicó—: No lo he hecho a propósito, yo…

—¿Por qué te disculpas? —dijo él riendo—. Me gusta que me pellizques. Hazlo otra vez. —Le cogió la mano, la acercó al brazo y le dijo que le pellizcara.

—Pellízcate tú.

Al ver que se sentía incómoda, decidió no meterse más con ella y le preguntó por su hermano.

—¿Dónde han mandado a tu hermano?

Ella le contó la historia de su hermano y Yamin, aunque omitió la parte de cuando los habían encontrado en la cama. No sabía por qué, pero era incapaz de mencionarlo.

—Tu hermano tiene mucha suerte —dijo Mayor Tercero— al haber encontrado una chica tan buena, pero yo tengo aún más suerte, porque te he hallado a ti.

Aunque Jingqiu decía que estaba acostumbrada a sus zalamerías, seguía sintiéndose incómoda.

—¿Yo? ¿Qué tengo yo de buena? No te he protegido tal como Yamin protegió a mi hermano.

—Lo harías si fuera necesario, pero hasta ahora no lo ha sido, eso es todo. Yo haría lo mismo por ti. Haría cualquier cosa por ti, aceptaría lo que fuera. ¿Me crees? —A continuación, cambiando de tema, preguntó—: ¿Cómo tienes la mano?

Inconscientemente Jingqiu escondió la mano tras la espalda.

—¿A qué te refieres?

—Ya lo he visto. Dime, ¿qué paso? ¿Fue por culpa de ese tal Wan? ¿Se aprovechó de ti?

—No, cómo iba a ser capaz. Me corté la mano con un cuchillo. Utilizaba un cuchillito para raspar los anuncios viejos del tablón y me hice daño.

—¿No tiene nada que ver con él?

—De verdad que no.

—Pero si tenías el cuchillo en la mano la derecha, ¿cómo es que te has hecho daño en la derecha?

Ella volvió a mirarlo, sin dar con una respuesta apropiada.

Mayor Tercero no volvió a preguntar.

—Siempre he pensado que no deberías hacer trabajos temporales —dijo él con un suspiro—. Deberías dejar que te cuidara, pero me da demasiado miedo pedírtelo por si te enfadas. —Se la quedó mirando—. Me preocupa hacerte enfadar. Y a ti, ¿te preocupa hacerme enfadar?

—Sí, me preocupa hacerte enfadar y que ya no me hagas caso.

—¡Tonta! ¡Cómo no iba a hacerte caso! Digas lo que digas, aunque me hagas un desaire o me trates con frialdad, no me enfadaré contigo, ni dejaré de hacerte caso, porque creo que cuando haces algo tienes tus razones. Haré lo que tú quieras, aunque sean cosas que no entiendo. Pero tienes que ser sincera conmigo siempre, porque me creo todo lo que me dices.

Mayor Tercero le cogió la mano lastimada y se la frotó suavemente.

—¿Aún te duele?

Jingqiu asintió.

—Si me hiciera daño en la mano, si acabara muerto de cansancio, ¿te afectaría? —Jingqiu era incapaz de decir las palabras, pero asintió—. Entonces, ¿por qué sigues haciendo ese trabajo, por qué te haces daño y te agotas? ¿No sabes lo mucho que me afecta? Me hace mucho daño, como si alguien me apuñalara el corazón con un cuchillo. ¿No has experimentado antes ese tipo de dolor? —Ahora ponía una expresión solemne y ella no sabía qué responder—. No lo has experimentado y no sabes lo que es. Olvídalo, no quiero que sepas lo que se siente.

¿Por qué hoy no me ha abrazado?, se dijo Jingqiu, un tanto irascible. No hace más que hablar y hablar y hablar. Aquel día tenía muchas ganas de que la abrazara con fuerza, aunque no sabía por qué. No lejos de allí veía a otras personas, algunos nadaban y otros paseaban. A lo mejor no es un sitio lo bastante discreto, por eso no me abraza.

—Por aquí hay mucha gente, vamos a otro lado.

Se pusieron en pie y caminaron junto al río hasta encontrar un nuevo lugar. Mientras paseaban Jingqiu le lanzaba miradas furtivas continuamente para ver si él era capaz de leer sus sentimientos o si se reía de ella en secreto. Pero Mayor Tercero ponía una expresión seria, como si aún pensara en lo que habían estado hablando. Caminaron un buen trecho antes de encontrar un lugar sin gente y se sentaron sobre una roca hombro con hombro.

—¿Qué hora es? —preguntó Jingqiu.

—Las siete pasadas —dijo él mirando su reloj.

«Tendremos que volver pronto y todavía no ha intentado abrazarme. ¿Es quizá porque hace demasiado calor? Las últimas veces que me ha abrazado siempre hacía frío».

—¿No te gusta el calor, verdad?

El se rio sin contestar, como si pretendiera averiguar qué quería decir con aquella pregunta. Jingqiu tenía la cara encarnada. Sabe todo lo que pienso, se dijo. Cuanto más quería ocultarlo, más se le encendía la cara.

Mayor Tercero se puso en pie y la cogió en sus brazos, susurrando:

—Me da igual el calor, es que estoy demasiado asustado…

—¿Por qué? La última vez no me importó.

—Ya lo sé, pero estoy asustado… —No acabó la frase, y se inclinó hacia su oído y susurró—: ¿Te gusta… que lo haga?

Jingqiu sentía la sangre como si le circulara más deprisa de lo habitual, y entonces sintió que le goteaba. «¡Maldita sea! —se dijo—. Tengo que ir al retrete a cambiar el papel».

Él seguía abrazándola con fuerza.

—¿Te gusta? Dímelo, no tengas miedo. ¿Te gusta que te abrace así?

El aliento de Mayor Tercero era tan caliente que le escaldaba la oreja. Bajó la cabeza hasta el pecho de ella y, de manera alarmante, Jingqiu tuvo la impresión de que su pecho estaba conectado con «ahí abajo» mediante un largo tendón, porque cuando frotó la cabeza contra ella sintió como si la sangre se le agolpara «ahí abajo». Ya no podía esperar más y susurró:

—Tengo que ir al retrete.

Él la cogió de la mano y caminaron juntos, pero solo encontraron un retrete muy viejo y asqueroso. No obstante, Jingqiu no tenía elección y, armándose de valor, entró. Rápidamente cambió el papel de váter que llevaba y salió corriendo.

Esta vez Mayor Tercero la abrazó sin que ella tuviera que insinuárselo y ya no la soltó.

Era extraño. Normalmente, cuando tenía el periodo, los primeros días era muy flojo, pero incómodo. Le dolía la espalda y sentía un terrible peso en el vientre, y el dolor solo se mitigaba cuando el periodo llegaba a su fin. Sin embargo, aquel día era diferente. Mientras él la abrazaba, el dolor parecía desaparecer.

¿Acaso los chicos eran como una medicina que curaba los dolores de la regla? Sin embargo, ahora era evidente que no había cogido suficiente papel de váter.

—Tengo… tengo que ir a comprar algo —balbució.

Encontró una tienda de comestibles que vendía papel de váter, pero el dependiente era un joven, lo que la hizo sentirse demasiado avergonzada para comprar lo que necesitaba. Se quedó indecisa en la puerta pensando que se le mancharía la ropa, pero incapaz de moverse.

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