Atlantis - La ciudad perdida (25 page)

BOOK: Atlantis - La ciudad perdida
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Miró fijamente la oscuridad impenetrable. Lo único que veía era la línea dorada que perforaba el lado izquierdo del avión y salía por el derecho, junto con un segundo haz, más bajo y alejado de la parte trasera. Los haces comenzaban y desaparecían en una niebla a doce metros de distancia.

Se sobresaltó al mirar alrededor. Cerca de la cola del avión, un grueso haz de luz dorada salía disparado hacia el cielo, unos seis metros por encima de donde estaban. Aparte de eso, no había nada. Oía la respiración de Mansor, y los latidos de su propio corazón resonaban con fuerza en su cabeza. Con el resplandor de los haces de luz, y una vez que sus ojos empezaron a adaptarse a la penumbra, advirtió una ligera visibilidad, pero era imposible distinguir más allá de unos pocos centímetros.

Se metió una mano en el bolsillo de su mono y sacó la linterna, pero alguien le agarró con firmeza la muñeca. Apenas reconoció la silueta de Mansor a su lado.

—Yo no lo haría. No creo que debamos llamar la atención. —Tienes razón —admitió Ariana, soltándose—. Vamos. Avanzaron a tientas, permaneciendo en lo más alto del centro de la curvatura. Mansor iba desenrollando cable a medida que avanzaba y Ariana pasaba una mano por él, dejando que cayera detrás de ella. Se concentró, pero no oyó nada. La ausencia total de sonido era inquietante, tanto como la falta de luz. Se preguntó si cuando amaneciera, el sol lograría penetrar o no la extraña niebla que envolvía el avión.

Recorrieron seis metros a lo largo del fuselaje. Ariana apenas veía la parte superior del avión bajo sus pies y unos dos metros al frente.

De pronto sintió algo detrás de ellos. Se volvió. En el morro del avión había aparecido un círculo de luz dorada, unas dos veces el diámetro del fuselaje, que iluminó dentro de su perímetro el revestimiento. Ariana pudo ver el boquete en la parte superior de la cabina de mando conforme el círculo de luz se deslizaba por el avión, cubriendo medio metro por segundo. El círculo sólo tenía tres metros de fondo y estaba rodeado de oscuridad, como si el haz de una enorme linterna recorriera el avión.

—No te muevas —susurró, sabiendo que no iban a poder dejarlo atrás.

Mansor no necesitó que le insistiera, al ver lo que se acercaba a ellos.

Los dos permanecieron inmóviles mientras la luz se deslizaba por el avión. Cuando llegó a su altura, Ariana sintió que se le erizaba el vello y como si una banda le comprimiera el cerebro. El dolor de cabeza se volvió insoportable y contuvo un grito.

Luego el círculo pasó de largo y volvieron a quedar en la oscuridad, y el dolor cesó tan deprisa como había empezado.

El círculo dorado continuaba bajando por el avión y ella lo siguió con la mirada.

—¡Dios! —exclamó Mansor cuando el círculo recorrió el centro y vieron esa parte del avión.

Ariana se quedó mirándola con incredulidad. Las alas habían desaparecido, cortadas limpiamente a medio metro del cuerpo del avión. Éste parecía descansar en una maraña de ramas rotas, pero Ariana sabía que no habían perdido las alas al estrellarse. No había rastro de ellas, y sabía que habían desaparecido mucho antes de que se estrellaran. Empezó a comprender algunas de las últimas palabras que le habían llegado de la cabina de mando.

Observó cómo el círculo alcanzaba la antena de radar y vio de dónde salía el haz vertical. Justo de la parte superior de la antena de radar.

—Mierda —murmuró Mansor—. Ahora sabemos por qué... —Se interrumpió cuando los dos oyeron el ruido de algo enorme que se movía a su izquierda.

Ariana entrecerró los ojos, pero la única imagen que distinguió fue una sombra más oscura contra la oscuridad, si eso era posible. Su forma indeterminada se alzó sobre ellos a unos cincuenta metros de distancia. Los árboles crujían aplastados bajo su peso, y ella supo que se acercaba. Por encima del estrépito se oía el mismo ruido de algo reptante que habían oído en el interior del avión, con un siseo de fondo, como el del vapor al salir de unas calderas gigantescas.

A Ariana se le paró el corazón cuando empezó a reconocer la oscura forma: la parte delantera del cuerpo de una gruesa serpiente de tres metros de ancho se levantaba del suelo, y a unos dieciocho metros de altura, muy por encima de Ariana, se dividía en siete cabezas de serpiente, cuyas bocas abiertas siseaban al tiempo que giraban y se retorcían. Cada cabeza tenía más de un metro de ancho y de alto, y en ellas brillaban unos ojos oscuros de treinta centímetros de diámetro. Detrás, el resto del cuerpo se prolongaba hasta desaparecer en la oscuridad.

Mientras Ariana permanecía paralizada, Mansor se volvió y retrocedió corriendo hacia la escotilla por la que habían salido. Una de las cabezas de la serpiente bajó disparada hacia él, mostrando unos colmillos de treinta centímetros de largo.

De la oscuridad al otro lado del avión salió un rayo de luz azul, que golpeó de refilón la cabeza de serpiente. Con un siseo furioso, ésta retrocedió, a apenas metro y medio de Mansor. Los colmillos se cerraron de golpe, con frustración.

En un asombroso alarde de buena puntería, el haz azul disparó en menos de dos segundos siete explosiones breves que alcanzaron cada una de las cabezas. Justo cuando el haz azul lanzaba su último fogonazo, un haz dorado alcanzó a Mansor, que se quedó paralizado como un ciervo deslumbrado por unos brillante faros.

—¡ Ariana! —formuló con los labios. Ella salió de su estupefacción y se acercó a él, pero el haz dorado lo elevó tres metros por encima del fuselaje.

Ariana miró por encima de su hombro al oír moverse a la criatura, pero ésta se alejó hasta desaparecer en la oscuridad. Se volvió hacia Mansor. El haz dorado empezaba a arrastrarlo en la dirección contraria, hacia su fuente. Se colocó justo debajo de él, impotente. Cogió el cable que él todavía tenía en las manos y que estaba atado al interior del avión, se lo enrolló alrededor de la muñeca e intentó oponerse a la fuerza, sintiendo cómo sus propios pies se levantaban del suelo.

El rayo azul volvió a salir de la oscuridad y alcanzó a Mansor. Las luces dorada y azul brillaron alrededor de su cuerpo en una explosión de color. Ariana advirtió que el haz dorado ya no tiraba de ella, sino que más bien parecía atrapada en un extraño tira y afloja, colgada de su muñeca izquierda, rozando con los pies la parte superior del avión.

Levantó la vista y alcanzó a ver los ojos de Mansor cuando éste volvió la cabeza desesperado y la miró, con la boca todavía abierta en un grito silencioso.

En cambio, el grito de Ariana sí se oyó, cuando el cuerpo de Mansor reventó en una explosión de sangre y vísceras que llovieron sobre ella.

Los dos haces de luz desaparecieron. Ariana se desplomó sobre el fuselaje. Apenas se dio cuenta de que era arrastrada hacia adelante por el cable coaxial; todo lo que fue capaz de registrar fue la húmeda sensación de la sangre de Mansor en su cara.

CAPÍTULO 10

Sentado en el asiento de tela roja, Dane recorrió el avión con la mirada. Los canadienses estaban sentados en medio de la cabina, cerca de Michelet y Freed. El tercio delantero estaba ocupado por un gran contenedor metálico de color verde, algo que Dane había visto antes: una bomba de dos mil doscientos cincuenta kilos diseñada para ser arrojada por la rampa trasera. Al estallar, despejaría una zona lo bastante amplia para que aterrizara un helicóptero. Las había visto arrojar antes, y hasta había estado en tierra cerca cuando estalló una de esas «cortadoras de margaritas», como las llamaban. La onda de choque le había levantado un metro del suelo.

Se concentró y miró a Sin Fen, sentada al otro lado de la cabina.

¿Cómo podemos hacer esto?

Ella clavó sus ojos oscuros en los de él, haciéndole saber que lo había «oído». Se levantó y se sentó a su lado.

—Será más fácil si hablamos —dijo—. Esta facultad es un salto atrás genético.

—Continúa —instó él.

—¿Sabes algo sobre la mente bicameral? —La respuesta negativa de Dane llegó inmediatamente a la cabeza de Sin Fen, que continuó—: Está bien, deja que empiece con lo básico para que lo entiendas. En primer lugar, eres zurdo, ¿verdad?

—Sí.

—Yo también. La mayoría de la población, por supuesto, es diestra. Lo que significa que el lado izquierdo de su cerebro es el hemisferio dominante, debido al cruce de neuronas en la base del cráneo. Así pues, formas parte del tres por ciento de la población, en la que el lado dominante de su cerebro es el derecho. Pero creo que tu caso aún es más excepcional, ya que, en cierto modo, ambos lados son dominantes, en el sentido de que trabajan coordinados de una forma mucho más eficaz que en una persona normal. —Ella debió de percibir su confusión, porque inmediatamente añadió—: Deja que retroceda un poco. La cuestión es en qué punto de su evolución el ser humano se distinguió de otros animales. Qué nos hace diferentes, por ejemplo, de un mono. Una persona ignorante diría que el acto de pensar, pero eso no es cierto. Todos los ejemplos evidentes del pensamiento están presentes en distintos grados en el mundo animal: el aprendizaje, la capacidad para conceptualizar. Es cierto que pueden ser muy básicos, pero están ahí, de modo que la línea divisoria tendría que ser arbitraria.

Dane se sorprendió escuchando, hipnotizado por los dos niveles de la conversación: el hablado y el otro nivel, más profundo, dentro de sus cabezas, donde sabía que ella estaba obteniendo más de él que él de ella.

—Están quienes piensan que creen que la gran diferencia es el lenguaje, pero hay varias especies que tienen un lenguaje rudimentario. Es un hecho reconocido que los delfines se comunican entre sí a cierto nivel. Y algunos monos utilizan unas ochenta señales o códigos..., comunicación, realmente.

»Existe también la teoría de que sólo rompimos con el mundo animal cuando fuimos capaces de comunicarnos extensamente con un lenguaje verbal, y dejamos de actuar como parte de un grupo para hacerlo como individuos. Pero lo que tienes que comprender es que el ser humano, en su origen, no poseía el lenguaje verbal, ni siquiera un sistema de comunicación verbal primario.

»¡Espera! —exclamó Sin Fen, impidiendo que Dane la interrumpiera como era su intención—. Escúchame y sabrás todo lo que yo sé. Hay una teoría psicológica que es anterior a la de poseer un lenguaje verbal extenso, y que afirma que los primeros Homo Ssapiens se comunicaban a un nivel telepático, lo cual, aunque contribuyó a una defensa de grupo efectiva en un ambiente hostil, también retrasó el progreso, porque requería que el grupo permaneciera unido y, además, pensara más o menos lo mismo. Una vez que desarrollamos el lenguaje verbal, fuimos capaces de explorar y tener más iniciativa como individuos. Es en este momento cuando el hombre se separa del mundo animal.

»Lo interesante del caso es que el desarrollo del lenguaje no estuvo determinado tanto por factores externos como por la evolución física del propio cerebro humano.

Dane sentía a Chelsea apretada contra su pierna, y oía el continuo traqueteo de los motores del avión. Incluso era consciente de que Freed se movía por la cabina, sacando los paracaídas de sus envoltorios y preparándolos. Pero él estaba concentrado sobre todo en Sin Fen.

—Aquí es donde interviene la mente bicameral —continuó ella—. El cerebro humano está compuesto de dos mitades, que son casi idénticas, pero están muy poco conectadas entre sí. Los científicos creen que los dos lados se desarrollaron de ese modo para ofrecer distintas opciones a los procesos críticos de nuestro cerebro.

»Los centros del habla del cerebro están presentes casi en la misma proporción en los dos hemisferios, y sin embargo en el noventa y siete por ciento de la población sólo funcionan los del hemisferio izquierdo. ¿Qué ha ocurrido con los centros del habla del derecho? Siguen allí, tres áreas distintas que trabajan juntas para producir el habla: el área motor suplementaria, la menos importante; el área de Broca, en la parte posterior del lóbulo frontal; y el área de Wernicke, en la parte posterior del lóbulo temporal, cuya eliminación provoca una pérdida permanente de la capacidad de expresión oral coherente.

»En la mayoría de las personas estas áreas funcionan conjuntamente desde el hemisferio izquierdo para producir el habla, pero también están presentes en el derecho, aparentemente sin funcionar. Algunos creen que era en estos centros del habla del otro hemisferio donde residía la capacidad telepática. Inicialmente, los dos lados del cerebro humano estaban más conectados, y los centros del habla trabajaban en armonía, de modo que todos los hombres podían «hablar» unos con otros como lo hacemos nosotros. —Sin Fen sonrió, mostrando una dentadura perfecta y muy blanca—. Siempre has sido capaz de sentir cosas, hasta de oír «voces» que otros no oían, ¿verdad?

Dane hizo un gesto de asentimiento.

—Claro que, como el lenguaje verbal aún no estaba desarrollado, los mensajes que podían enviar eran muy básicos, apenas oleadas de emoción pura. Como advertencias de peligro a través de un ataque de miedo, por ejemplo. En cierto sentido era preciso el desarrollo de un vocabulario verbal para que el hombre incorporara al lenguaje la profundidad y la sutileza que nos ha permitido avanzar como especie. Pero al perder nuestra capacidad telepática, en cierto sentido también hemos retrocedido.

»¿Te imaginas que los seres humanos hubieran vuelto al punto de partida? ¿Si tuvieran el lenguaje verbal y conservaran también la capacidad telepática? ¡Pues así somos nosotros!

«Nuestros centros del habla han experimentado el mismo desarrollo en ambos lados del cerebro. Y los dos hemisferios de nuestro cerebro están también mejor interconectados que los de una persona normal. He visto imágenes de resonancia magnética de mi cerebro y sé que es un hecho. De ahí que podamos comunicarnos telepáticamente y que tengas ese "sexto" sentido que tan útil te ha sido. Sencillamente, tu cerebro está funcionando a un nivel superior, es capaz de analizar un mayor número de datos sensoriales de una forma más eficiente que una persona normal.

Dane se quedó mirando a Sin Fen. Siempre había sabido que era diferente, pero como no tenía una idea muy clara de qué era lo normal, no había sospechado lo diferente que era en realidad.

—Todos los psicólogos fisiológicos —continuó Sin Fen— admiten que en el lado del cerebro que no interviene en el habla hay un área de Wernicke. Y en la mayoría de las personas puede eliminarse sin causar ningún problema. Pero algunos defienden que esa área que aparentemente no funciona es el centro de nuestra imaginación, el lugar donde oímos las voces de los dioses.

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