Bridget Jones: Sobreviviré (6 page)

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Authors: Helen Fielding

Tags: #Novela

BOOK: Bridget Jones: Sobreviviré
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Finalmente, tras otros diez minutos de charla irrelevante conseguí librarme de ella y volví a hundir la cabeza placenteramente en la almohada. Sin embargo me hace sentir un poco patética que mi madre esté conectada y yo no. Lo estaba, pero una compañía llamada GBH me envió 677 correos basura idénticos por error y desde entonces no consigo encontrarle sentido.

jueves 30 de enero

59,5 Kg., (emergencia: las bragas de encaje han empezado a dejarme marcas), 17 piezas de preciosa y provocativa ropa interior probadas, 1 pieza de ropa interior enorme y espeluznantemente fea «estilo incontinencia» comprada, 1 novio (pero depende por completo de que le oculte la horripilante ropa interior nueva).

9 a.m. Café Coins. Tomando un café. ¡Hurra! Todo va de maravilla. ¡Acaba de llamar! Al parecer anoche me llamó, pero no dejó ningún mensaje porque pensaba llamar más tarde, y luego se quedó dormido. Un poco sospechoso, pero me ha pedido que le acompañe mañana a esa historia de los abogados. Por otra parte, Giles, de su oficina, le ha comentado lo amable que fui por teléfono.

9.05 a.m. Sin embargo lo de la cena es un poco aterrador. Hay que ir de etiqueta. Le he preguntado a Mark qué se esperaba de mí y él me ha dicho:

—Oh, nada. No te preocupes por eso. Simplemente nos sentaremos a una mesa y cenaremos con alguna gente del trabajo. Son sólo unos amigos. Les encantarás.

9.11 a.m. «Les encantarás.» Es fácil darse cuenta de que eso es ya una tácita confesión de que estaré a prueba. Así que es muy importante causar buena impresión.

9.15 a.m. Vale, voy a ser positiva al respecto. Voy a ser maravillosa: elegante, alegre e impecablemente vestida. Oh, pero no tengo ningún vestido largo. Quizá Jude o Magda puedan dejarme uno.

Muy bien:

Cuenta atrás hasta la cena del Colegio de Abogados.

Día 1 (hoy)

Ingestión de alimentos prevista:

1. Desayuno: batido de frutas compuesto de naranjas, plátano, peras, melón u otra fruta del tiempo. (Nota bene: predesayuno con
cappuccino
y cruasán de chocolate ya ingerido.)

2. Tentempié: fruta, pero no demasiado cerca de la comida, ya que las enzimas tardan una hora en bajar.

3. Comida: ensalada con proteínas.

4. Tentempié: apio o brécol. Al salir del trabajo iré al gimnasio.

5. Tentempié después del gimnasio: apio.

6. Cena: pollo a la parrilla y verduras al vapor.

6 p.m. Recién salida de la oficina. Esta noche, para resolver los problemas de figura a corto plazo, voy a comprar ropa interior con Magda. Magda me prestará joyas y un vestido largo azul oscuro muy elegante que, según dice, necesita un poco de «ayuda», pero al parecer todas las estrellas de cine, etc., llevan ropa interior que controla las carnes en los estrenos. Eso significa que no puedo ir al gimnasio, pero la ropa interior rígida es mucho más efectiva a corto plazo que la visita al gimnasio.

Por otra parte, como norma general, he decidido eliminar las visitas esporádicas al gimnasio y empezar en serio con un nuevo programa, en el que lo primero será someterme a una valoración profesional de mi estado físico, a partir de mañana. Obviamente no puedo esperar que mi cuerpo cambie de forma significativa para el día de la cena, por eso precisamente voy a comprar ropa interior, pero por lo menos estará vigorizado. Oh, el teléfono.

6.15 p.m. Era Shazzer. Le conté rápidamente el programa para la cena de los abogados (sin olvidar la desafortunada debacle-de-la-pizza durante la comida), pero cuando le dije lo de la valoración del estado físico pareció escupir por el teléfono:

—No lo hagas —me advirtió, en un susurro sepulcral.

Resulta que Shaz ya había pasado por una valoración similar con una enorme mujer al estilo de las de
Gladiadores americanos,
con una salvaje cabellera roja y llamada «Carborundum», que la colocó frente a un espejo en medio del gimnasio y bramó:

—La grasa del culo se te ha deslizado hacia abajo y te ha empujado la grasa de los muslos hacia los lados, formando esas alforjas.

Odio la idea de la mujer en plan
Gladiadores americanos.
Siempre me asalta la sospecha de que un día ese programa se les escapará de las manos, que los gladiadores se convertirán en caníbales y los productores empezarán a echarles cristianos a Carborundum y sus secuaces. Shaz dice que debería cancelarlo definitivamente, pero a mí me parece que si la grasa, como sugiere Carborundum, es capaz de comportarse deslizándose de esa forma, entonces está claro que debería existir la posibilidad de moldear y apretar la grasa existente hasta darle una forma más hermosa... o incluso diferentes formas según lo que requiera cada ocasión. No puedo evitar preguntarme si realmente seguiría queriendo reducir la cantidad de grasa en caso de poderla disponer libremente a mi antojo. Creo que tendría unos pechos y unas caderas enormes y cinturita de avispa. Pero ¿habría demasiada grasa de la que disponer? ¿Y dónde podría una colocar el exceso? ¿Tan mal estaría tener los pies o las orejas gordas si el resto del cuerpo fuese perfecto?

—Unos labios gruesos estarían bien —dijo Shazzer—, pero no... —prosiguió bajando la voz hasta un susurro teñido de asco—... no unos gruesos labios
mayores.

Uf. A veces Shazzer es absolutamente repugnante. Bueno. Tengo que irme. He quedado con Magda en Marks & Spencer a las 6.30.

9 p.m. De vuelta en casa. Quizá la mejor forma de describir eso que llamamos «ir de compras» sería calificarlo de experiencia educativa. Magda se empeñó en agitar ante mis ojos un sinfín de bragas espeluznantemente feas y enormes.

—Venga, Bridget: ¡la Nueva Corsetería! Piensa en los setenta, piensa en el Cruzado Mágico, piensa en las fajas —dijo, mientras sostenía una especie de traje de Ciclista Asesino en Serie de licra negra con
shorts,
ballenas y un robusto sujetador.

—No pienso ponerme eso —mascullé—. Déjalo en su sitio.

—¿Por qué no?

—¿Y si alguien, ya sabes, lo toca?

—De verdad, Bridget. La ropa interior está para servir de algo. Si llevas un vestidito liso o unos pantalones —para ir a trabajar, por ejemplo— querrás crear una línea suave. Nadie te va a tocar en el trabajo, ¿no?

—Bueno, quizá sí —dije poniéndome a la defensiva, pensando en lo que solía pasar en el ascensor del trabajo cuando yo «salía» —si es que se puede describir así aquella pesadilla de fobia al compromiso— con Daniel Cleaver.

—¿Y qué tal éste? —dije esperanzada, sosteniendo un llamativo conjunto hecho del mismo material que las medias negras transparentes, sólo que con forma de sujetador y bragas.

—¡No! ¡No! Es totalmente de los ochenta. Esto es lo que buscas —dijo blandiendo algo que parecía una de las piezas de mamá mezclada con sus calzones largos.

—Pero ¿y si alguien me pasa la mano por la falda?

—Bridget, eres increíble —dijo en voz alta—. ¿Es que te levantas cada mañana pensando que quizá, a lo largo del día, algún hombre te pasará descuidadamente la mano por la falda? ¿No tienes ningún control sobre tu destino sexual?

—Sí, en realidad sí —dije desafiante, encaminándome hacia los probadores con un puñado de recias bragas. Acabé intentando meterme en una vaina negra como de caucho, que me subió justo hasta debajo de los pechos y se enrollaba continuamente por ambos lados como un condón indomable—. ¿Y si Mark me ve con esto o lo toca?

—No va a manosearte a un club. Vas a una cena de etiqueta donde él querrá impresionar a sus colegas. Estará concentrado en eso... no en intentar sobarte.

No estoy segura de que Mark se concentre nunca en impresionar a nadie, pues se siente seguro de sí mismo. Pero Magda tiene razón en cuanto a la ropa interior. Una debe avanzar con los tiempos y no quedarse atrincherada en conceptos estrechos sobre ropa interior.

Vale, tengo que acostarme temprano. A las 8 de la mañana tengo que estar en el gimnasio. En realidad, creo que toda mi personalidad está sufriendo un cambio sísmico.

viernes 31 de enero: Día D

58,9 Kg., 6 unidades de alcohol (2)*, 12 cigarrillos (0), 4.284 calorías (1.500), mentiras al asesor de
fitness
(14).

9.30 a.m. Es típico de la nueva y siniestra cultura de gimnasio que a los entrenadores personales se les permita comportarse como médicos sin ningún tipo de juramento hipocrático.

—¿Cuántas unidades de alcohol te tomas a la semana? —dijo «Rebelde», un mequetrefe asesor
de fitness
estilo Brad Pitt, mientras yo, en sujetador y bragas, intentaba esconder la barriga.

—Entre catorce y veintiuna —mentí impertérrita, ante lo cual él tuvo el valor de mostrarse impresionado.

—¿Y fumas?

—Lo he dejado —dije suavemente.

Rebelde echó un vistazo cargado de intención a mi bolso, donde, de acuerdo, había un paquete de Silk Cut Ultra pero, ¿y qué?

—¿Cuándo lo has dejado? —dijo remilgadamente, mientras tecleaba algo en el ordenador, algo que sin duda iría directamente a la oficina central del Partido Conservador y que haría que acabase en un campamento militar la próxima vez que me pusiesen una multa de aparcamiento.

—Hoy —dije sin vacilar.

Acabé de pie viendo cómo Rebelde me medía la grasa con unas pinzas.

—Bien, hago estas marcas simplemente para ver lo que estoy midiendo —dijo con tono autoritario mientras me llenaba el cuerpo de círculos y cruces con un rotulador—. Se borran frotándolas con un poco de trementina.

* Las cifras entre paréntesis corresponden a los datos dados al asesor
de fitness.

A continuación tuve que entrar en el gimnasio y hacer ejercicios con toda clase de inexplicables contactos visuales y roces con Rebelde: por ejemplo, estar de pie el uno frente al otro con las manos apoyadas mutuamente en los hombros mientras Rebelde se agachaba, golpeando vigorosamente con el trasero en la colchoneta, y yo hacía torpes intentos de doblar un poco las rodillas. Al final de todo aquello me sentí como si hubiese tenido una larga e íntima sesión de sexo con Rebelde y ya casi estuviésemos saliendo juntos. Después de ducharme y vestirme no estaba demasiado segura de qué hacer: parecía que estuviese obligada por lo menos a volver a entrar y preguntarle a qué hora llegaría a casa para la cena. Pero, por supuesto, voy a cenar con Mark Darcy.

Estoy muy emocionada con lo de la cena. Me he estado probando el vestido y la verdad es que me queda estupendamente, líneas suaves y tersas, todo gracias a las horribles bragas, pero no hay razón para que él lo descubra. Tampoco hay ninguna razón para pensar que no voy a ser una muy buena acompañante. Soy una mujer de mundo con carrera, etc.

Medianoche. Cuando finalmente llegué a Guildhall, Mark estaba fuera, paseando arriba y abajo, con esmoquin y gabán grande. Guau. Me encanta cuando sales con alguien y de repente te parece un extraño terriblemente atractivo y lo único que deseas es correr a casa y follártelo hasta perder el conocimiento como si le acabases de conocer. (No es que sea eso lo que hago normalmente con la gente a la que acabo de conocer, naturalmente.) Al verme pareció muy sorprendido, rió, recuperó la compostura y me indicó el camino con un educado gesto de la mano que revelaba modales de escuela privada.

—Siento llegar tarde —dije sin aliento.

—No llegas tarde —dijo—, mentí en lo referente al comienzo. —Me volvió a mirar de forma extraña.

—¿Qué? —dije.

—Nada, nada —dijo exageradamente calmado y amable, como si yo fuese una lunática que hubiera subido al capó de un coche con un hacha en una mano y la cabeza de su mujer en la otra. Me hizo pasar por la puerta que un lacayo uniformado mantenía abierta para nosotros.

En el vestíbulo de entrada de techo alto y paneles oscuros había bastante gente mayor de etiqueta charlando. Vi a una mujer con un resplandeciente top de lentejuelas que me miraba de forma extraña. Mark la saludó amablemente con la cabeza y me susurró al oído:

—¿Por qué no vas a los servicios y le echas un vistazo a tu cara?

Salí disparada hacia el lavabo. Por desgracia, en la oscuridad del taxi, me había aplicado en las mejillas sombra de ojos gris oscuro de Mac en lugar de colorete: obviamente, el tipo de error que podría cometer cualquiera porque los envases son idénticos. Al salir del lavabo, con la cara limpia y tras haber entregado el abrigo, me detuve en seco. Mark estaba hablando con Rebecca.

Ésta llevaba un vestido de seda color café muy escotado y con la espalda al aire, de un satén que tenía una preciosa caída sobre los huesos de su nada rollizo cuerpo, dejando bien claro que no llevaba faja. Me sentí como mi padre cuando presentó un pastel al concurso de Grafton Underwood y al regresar, después de que los jueces los hubiesen calificado, encontró una nota que decía «No posee el nivel mínimo para participar en la competición».

—O sea que fue increíblemente divertido —estaba diciendo Rebecca, riendo afectuosamente a mandíbula batiente en la cara de Mark—. Oh, Bridget —dijo cuando me uní a ellos—. ¿Cómo estás, encanto? —Y me besó, ante lo que no pude evitar hacer una mueca—. ¿Estás nerviosa?

—¿Nerviosa? —dijo Mark—. ¿Por qué iba a estar nerviosa? Si es la personificación del aplomo y el equilibrio interno, ¿no es así, Bridge?

Por una fracción de segundo vi un atisbo de disgusto
cruzar
el rostro de Rebecca, pero recuperó la compostura y dijo:

—¡Ahhh, qué dulce! ¡Me alegro tanto por vosotros...! —Y se escabulló, girándose para echarle una miradita coqueta a Mark.

—Parece muy simpática —dijo Mark—. Siempre me parece extremadamente simpática e inteligente.

¿¿Siempre??, pensaba yo. ¿Siempre? Pensé que él sólo la había visto dos veces. Mark deslizó el brazo peligrosamente cerca de mi faja y tuve que apartarme de un salto. Un par de locomotoras se acercaron a nosotros resoplando y empezaron a felicitar a Mark por algo que había hecho con un mejicano. Él charló amablemente con ellos durante un par de minutos y entonces logró desembarazarnos hábilmente de ellos y me llevó hacia el comedor.

El
glamour
impregnaba el ambiente: madera oscura, mesas redondas, luz de velas y cristal reluciente. El problema era que yo tenía que seguir apartándome de Mark de un salto cada vez que él me ponía la mano en la cintura.

Nuestra mesa ya estaba siendo ocupada por un grupo de abogados treintañeros bastante seguros de sí mismos que reían estentóreamente e intentaban superarse unos a otros con el tipo de salidas propias de una conversación ligera pero que, obviamente, son puntas de enormes icebergs de conocimiento legal y del
Zeitgeist
alemán:

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