Cuando regresó a Estados Unidos, tenía dos cosas claras: la primera que el "Cagón" ya no era un "cagón", y la segunda, que la relación con su madre se había vuelto más personal.
Como sentía verdadera curiosidad por ver la presa Hoover, alquiló un estudio en Clark y desde allí redactó eufórico su artículo. Era la primera vez que escribía, siempre había hecho las fotos, mientras que Bruce o algún otro colaborador que lo acompañara redactaba los reportajes. Pero esta vez la revista había confiado en él, en su conocimiento del idioma y cultura españoles. Le estaban dando una oportunidad de oro, o al menos eso habían dicho, aunque a él le sonaba más como un recorte de presupuesto para un reportaje que de otro modo saldría excesivamente caro.
Octubre 2003.
Para: [email protected]
Asunto: Reportaje.
Este mes sale nuestro reportaje en la revista. Adjunto te envío archivo PDF para que lo veas. Ya me contarás. Saludos Marcos.
Para: [email protected]
Asunto: las fotos cojonudas.
Lo he mirado y remirado, las fotos son espectaculares. Con respecto a la parte escrita del reportaje... a no ser que un alma caritativa tenga a bien traducírmelo, me temo que no podré opinar... ¡Está en inglés!
Carlos.
Diciembre de 2003.
Para: [email protected]
Asunto: Increíble.
El reportaje ha sido un éxito. La revista está encantada, y me han contratado para hacer otro, pero a lo grande, por entregas coleccionables sobre el turismo en España. Iré a la península de enero a abril, recorriendo las costas y el interior para reunir los datos y las fotografías. Esta vez no lo haré solo, vendrá un reportero conmigo que se encargará de la parte escrita —por lo visto soy mejor haciendo fotografías que escribiendo— y tienen previsto empezar a sacarlo a partir de mayo.
Saludos incrédulos.
Marcos.
Si has construido un castillo en el aire,
no has perdido el tiempo,
es allí donde debería estar.
Ahora debes construir los cimientos debajo de él.
GEORGE BERNARD SHAW
Septiembre de 2008.
Marcos apagó el cigarro en el vaso que utilizaba como cenicero sobre la mesilla de noche. Estaba tumbado en la cama de su estudio alquilado en Memphis. Una de las sillas estaba ocupada por una mochila azul descolorida, decorada con parches y pegatinas que contenía casi toda su ropa. En el suelo, una maleta cara de tela acolchada, guardaba cuidadosamente sus útiles de fotografía.
Llevaba apenas un año viviendo allí, aunque vivir no era la palabra adecuada. Más bien pernoctaba allí entre reportaje y reportaje. Antes de Memphis había estado en Idaho, Oregón, Texas, Florida... Los contratos le llegaban por
e-mail
y él, a su vez, mandaba sus fotos de la misma manera, por lo que solo el capricho decidía su lugar de residencia. El año que llevaba en ese estudio era el periodo de tiempo más largo que había pasado "alojado" en un mismo sitio. Quizá la razón fuera que estaba verdaderamente harto de ir dando tumbos de un lado a otro. Tenía veintiocho años, y necesitaba un lugar al que llamar hogar. Aunque ese estudio alquilado en Memphis distaba mucho de su ideal de hogar.
Al reportaje sobre el turismo en España, siguieron varios, tanto en la península como en las islas. Fue un punto y aparte en su carrera. A partir de ahí los trabajos habían empezado a llegar cada vez con mayor asiduidad. Revistas distintas, con mayor alcance mediático cada vez, contrataban sus servicios para reportajes específicos en España, ya no solo sobre turismo, sino sobre cualquier cosa. Hacía varios viajes a su país cada año, y la última propuesta era de
Conocer España
, una revista de nueva tirada que pretendía componer una especie de mosaico sobre el país, tratando el turismo, la historia, la vida común, las ultimas noticias, la sociedad, en fin, de todo un poco, y querían contar con él a tiempo completo. La oferta le había tentado desde el principio. Tenía ganas de establecerse seriamente en algún lugar, ¿Y qué mejor sitio que Madrid? Además, las revistas americanas le habían catalogado ya como colaborador en España, y no le ofrecían otro tipo de trabajos. De esa manera incluso podría matar dos pájaros de un tiro, tener un trabajo estable, o al menos todo lo estable que pudiera ser trabajar para una publicación, y poder seguir aceptando reportajes ocasionales de otras revistas. Y como colofón, estaría cerca de su madre —si las cosas no iban mal, lo mismo vivía con ella hasta que ahorrara lo suficiente como para alquilar algo, ya se vería— y podría visitar a menudo a uno de los pocos amigos de verdad que tenía.
Tan tentador le resultaba que se había puesto en contacto con
Conocer España
, había aceptado el puesto, y a continuación les había contado las nuevas a sus padres y a Carlos. En menos de un mes estaría en Madrid.
Lo malo del amor es que muchos lo confunden con la gastritis,
y cuando se han curado de la indisposición,
se encuentran con que se han casado.
GROUCHO MARX
22 de noviembre de 2008.
—¿Fucsia? ¿Estás segura? Los he visto rubios, castaños, morenos, pero fucsia... No es un color muy habitual —comentó Jorge a la vez que daba un buen tirón.
—¡Au! —exclamó Ruth cerrando involuntariamente las piernas—. ¡Ese ha dolido!
—Vamos, vamos. No seas quejica, que no es para tanto...
Jorge colocó sus manos en cada rodilla de Ruth y ejerció un poco de presión hasta que ella abrió las piernas de nuevo. Estaba tumbada sobre una gran toalla de playa en el suelo, desnuda de cintura para abajo, con las rodillas dobladas y las piernas bien abiertas. Jorge se encontraba arrodillado frente a ella, entre sus piernas, con la mirada fija en su pubis.
—No sé... Me da pena eliminar el corazón... —comentó el hombre a la vez que posaba la palma de su mano en el interior del muslo femenino y abría con los dedos los labios vaginales para inspeccionarlos.
—¡Qué tontería! El corazón es un símbolo romántico absolutamente obsoleto, que no tiene nada que ver con el sexo y por tanto es totalmente reemplazable.
—¡Ya habló la cínica! A mí me parece que el corazón es algo muy tierno, queda perfecto justo donde está, encima del sexo. Es como una alegoría, se puede tener sexo, pero por encima está el amor.
—¡Ja! Amor y corazón no tienen nada que ver. Es solo producto de años de tradiciones el que se utilice un corazón; diseño que por cierto, no se asemeja nada al órgano real... Ya lo dijo Bécquer: "Dices que tienes corazón, y sólo lo dices porque sientes sus latidos; eso no es corazón, es una máquina que al compás que se mueve hace ruido".
—Tú misma nena —suspiró Jorge, su amiga podía ser cariñosa, adorable, amable y dar su vida por los demás, pero en asuntos del corazón, era el cinismo personificado.
Comprobó la longitud del escaso vello que crecía en la vulva de Ruth y sonrió complacido. Luego recorrió con dedos expertos y mirada calculadora la pelusilla un poco más tupida del pubis, para a continuación instarla a cerrar las piernas, asiéndole los tobillos con una mano, y levantándole las piernas juntas en ángulo recto, logrando así una panorámica completa del trasero de la mujer. Situó la mano que le quedaba libre en una nalga e hizo presión hacia fuera, hasta que ésta se abrió mostrando el trasero en todo su esplendor.
—Tienes un culo divino: ni grande ni pequeño, respingón pero sin exagerar, sin un solo pelo, granito, ni imperfección.
—¿Tú crees? A mí me parece un poco grande...
—Por supuesto que no. Es perfecto. Hazme caso, que si de algo entiendo es de culos. He visto, probado y follado miles de ellos —comentó Jorge arqueando varias veces las cejas.
—¡Exagerado!
—Siempre querida. Siempre.
Le bajó las piernas de nuevo hasta la toalla, volviéndoselas a abrir, dejándola totalmente expuesta para a continuación empezar a masajear y "peinar" su pubis, buscando con ojo crítico el mejor lugar para empezar.
—¿Cómo lo hacemos? ¿Un dedo? ¿Dos? —preguntó estirando la piel de la ingle.
—¿Qué te parecen tres?
—¡Tres! Un poco exagerado, ¿no? —Colocó los dedos justo al final de los labios vaginales y apretó comprobando la firmeza de la piel—. Yo creo que con dos dedos será perfecto. —Formó con las manos una especie de cuadro enmarcando la zona por encima del clítoris—. Con más parecerá un mostacho —avisó con ojo clínico.
—Mmm... Tienes razón.
—Siempre la tengo. Y qué te parece aquí —dijo presionando con un dedo en el pubis, justo donde antes había enmarcado la piel—, lo suficientemente lejos del clítoris como para no molestar a la lengua, y lo suficientemente bajo como para poder ponerte un tanga muy chiquitín.
—Perfecto —dijo Ruth apoyada sobre sus codos mientras miraba atentamente la zona señalada.
—Pues vamos a ello.
Jorge untó en una espátula diminuta un poco de cera tibia y se dispuso a iniciar su trabajo. Depiló todos y cada uno de los pelitos que tenían la osadía de mancillar el coño perfecto de su amiga, dejando un bigotito de algo menos de dos dedos —bastante finos— en la zona acordada.
—¿Cómo lo ves? —preguntó cuando lo tuvo casi terminado—. ¿Quizá un poco más pequeño?
—Mmm, no. Si fuera más fino, parecería el bigote de Hitler y no quiero tener nada que ver con eso. Tal cual está yo diría que es exacto al de Chaplin.
—Si tú lo dices... —No estaba nada convencido, le gustaba mucho más el corazón que Ruth llevaba el mes anterior—. ¿Fucsia? ¿Estás segura? Es como muy irreverente...
—Así es, y si recuerdas un poco a Chaplin, te darás cuenta de que él era ante todo irreverente. Por tanto, el color es perfecto.
—Tú mandas. —Jorge cogió el tinte especial para el pubis, cubrió el bigotito con potingue y se dispuso a esperar—, ¿Sabes querida?, me revienta terriblemente esto.
—¿Qué?
—Hacerte esta obra de arte en tu inigualable monte de Venus, dejar tu "chichi" hecho un primor y que ningún mortal vaya a verlo. Tanta divinidad desaprovechada me lastima el ego.
—Jorge... ¡No exageres! Además, eso no es cierto. Yo lo veo y tú lo ves.
—¡Ah! Pero es un completo desperdicio. Tanta dedicación para hacerlo perfecto, y solo lo disfrutamos nosotros. ¿No crees que deberías replantearte tus normas? Sólo un poco... para que alguien más alabase mi trabajo. —Suspiró compungido.
—Cariño, sabes de sobra lo que pienso. Nadie debería engalanarse con el fin de que los demás lo vean o alaben, sino simplemente por el hecho de sentirse a gusto consigo mismo.
—Estoy de acuerdo queridísima. Pero unas pocas lisonjas harían mucho bien a mi ego... y al tuyo. Imagina —comentó mordiéndose los labios con expresión soñadora—, un altísimo semental de cabellos rubios como el trigo y piel bronceada por el sol, con el cuerpo depilado brillando por el sudor, y un pene, de digamos unos veinticinco o veintiséis centímetros erguido entre sus piernas.
—¿Veintiséis centímetros? ¿Hablas de un hombre o de un caballo?
—Calla niña, que me cortas la inspiración. —Jorge dio un manotazo al aire—. Veamos, ¿por dónde íbamos? Se acerca a ti sinuoso, como una pantera al acecho.
—Las panteras son negras y a tu semental lo has descrito rubio.
—OHHH ¡Demonios de chica! Calla. —Puso un dedo en los labios y entrecerró los ojos pensativo— Acercándose a ti, sinuoso como un tigre. —La miró retándola a contradecirlo, Ruth se limitó a sonreír—. Tú estás tumbada sobre la arena, al borde de la playa, y tu cuerpo desnudo reluce con el sol del medio día.
—¿Llevo crema protectora? Al mediodía el sol pega fuerte y no quisiera quemarme.
—Ruth queridísima... ¿Quieres que sigamos siendo amigos? —Ruth hizo el geste universal de cerrarse la boca con una cremallera—. Perfecto. Tu cuerpo desnudo reluce a la luz de la luna; él se queda mirando absorto tu perfil de diosa, recorre cada una de tus curvas y al llegar a tu pubis una exclamación de deseo escapa de sus labios entreabiertos. Se postra ante ti, la mirada clavada en el "bigote de Chaplin"... ¡Ves como no queda romántico! En fin, en "la depilación artística" de tu pubis y arrebatado por la pasión se inclina para adorarte.
—¿Lleva una linterna?
—¿Qué? Por supuesto que no. ¿Cómo va a llevar una linterna? ¿Qué pinta una linterna en mi fantasía?
—Bueno... es de noche, la luz de la luna y tal... No creo que pueda ver bien el "artístico depilado" de mi pubis con una luz tan escasa...
—¡RUTH! Ahhhh, te odio. No solo impides que cualquier hombre disfrute de la visión de mi obra, sino que además, destrozas mi fantasía.
—¡Ey! Yo no impido a nadie ver nada. Es solo que no cumplen los requisitos.
—¿Requisitos? Bah. Eres demasiado estricta.
—No lo soy.
—¿No? ¿Qué pasó con el moreno ese que conociste hace dos meses? Tenía todas las papeletas para llegar hasta el pubis... Se le veía muy... diestro...
—Qué vaaaa, ya te lo dije. Después de la cena fuimos a su casa, un par de besos y tres canciones de Shakira absorto en mis pechos... ¿Qué querías? ¿La discográfica completa?
—No sé, ¿eran canciones de las largas o de las cortas?
—Mmm. Suerte,
Lo imprescindible
y
Escondite inglés
.
—¡Ves!
Escondite ingles
es una canción muy corta. Tenías que haber usado una más larga, no puedes medir el tiempo que un tipo se ocupa de tus pechos en base a tres canciones... Además, lo mismo al oírte cantando lo desconcentraste y por eso se quedó en esa zona en vez de ir a otros sitios...
—En absoluto, las canté en voz baja, casi tarareándolas... Y según mis cálculos fueron casi quince minutos... Si en ese tiempo solo presta atención a mi senos ni se da cuenta del mensaje subliminal que le mando con el título de las canciones, es que no merece la pena esperar más. Lo tengo comprobado...
—¿Y el rubio aquel de hace seis meses? Se le veía muy apasionado...
—Ufff... salimos de cenar, me llevó al callejón y me metió la lengua en la garganta.
—¡Qué buen comienzo!
—¡Ja! Lo hizo con tanto ímpetu que sus dientes chocaron contra los míos rechinando...
—¡Arg!
—Comencé a cantar
La tortura
. Me pareció el título más adecuado, y antes de llegar a "no pido que todos los viernes sean de fiesta..." ya tenía el pene fuera de los pantalones y me estaba subiendo la falda...