Ufff. La última vez que lo vio, hacía quince días, había estado tan ocupada enfadándose por su presencia inesperada, discutiendo y por último practicando sexo, que no había prestado mucha atención al estado general de su antiguo amigo, y tenía que reconocer que en estos siete años, había una especie de madurez en él que no tenía cuando lo vio en Detroit. Se le veía más seguro de sí mismo, más fuerte, con una voluntad inquebrantable para conseguir lo que se le hubiera metido en mente... En definitiva, era Marcos elevado a la enésima potencia. ¡Y era peligroso! Y no solo eso: sus hombros eran más anchos, su mirada más dominante, tenía el pelo rubio y larguísimo, la piel más morena, los músculos más perfilados... Bueno, que si Jorge estuviera presente no dudaría en asegurar que era un "semental en toda regla".
Según le iba mostrando el centro, en su cabeza aparecieron tres vocecitas, Lógica, Razón y Prudencia, que le aconsejaron a gritos que diera a la entrevista un carácter frío y profesional y se dejara de risitas y miraditas. Lo malo es que, conforme iban pasando los minutos se le iban colando sonrisas sin poder evitarlo y Lógica, Prudencia y Duda estaban que echaban chispas.
Lógica le requería que no se olvidara de con quién estaba hablando. ¡Cómo si eso fuera posible! Que tenía una vida perfectamente organizada y adecuada a su forma de ser. Que una noche de sexo no tema porque dar pie a otra, que además era proclive a discutir con él y que había muchas razones, demasiadas, para dar por zanjada lo antes posible la visita. Pero ante todo, que dejara de sonreír y estuviera atenta a posibles peligros.
Prudencia, serena y certera, exponía los motivos para cortar de raíz cualquier acercamiento. En primer lugar, en su vida perfectamente estructurada no había espacio para nada más y si el tiempo fuera oro, Ruth estaría en la más absoluta ruina. En segundo lugar, en caso de que por algún portentoso milagro encontrara ese tiempo, la atracción que había sentido desde siempre por Marcos podía volver a surgir —de hecho, ya estaba surgiendo— y sabiendo cómo eran ambos, eso sólo podía llevar al desastre. No se podía juntar el orden con el caos, el control con la impulsividad, y esperar que no aconteciera una hecatombe. Y en tercer lugar y más importante estaba Iris. Su hija, su propiedad privada, su tesoro.
Duda, bastante más visceral, advertía sobre posibles peligros: "Si lo ves hoy, ya mismo quieres volver a verlo, y si lo vuelves a ver, quién sabe si no acabaras en la cama con él. Si acabas en la cama con él puede que te acostumbres a tener un amante y, si te acostumbras, modificaras tu vida para conseguir más tiempo con él y cuando llegue el momento en que él acabe los reportajes que tiene y se largue en busca de nuevos trabajos, deberás reestructurar tu vida ¡Otra vez! Muchas molestias por solo un poco de sexo... Aunque se puede dar el caso de que se quede a vivir aquí, en Madrid, y entonces el peligro será aún mayor. ¿Y si iniciáis una relación? Habrá un tira y afloja, discutirás, deberás ceder en ciertas cosas, y sobre todo, deberás mencionarle a Iris... Y puede que le siente bien o le siente mal. Si le sienta mal lo acabarás odiando porque Iris es lo mejor del mundo; si le sienta bien... ¿Entonces qué? ¡Eh! Qué pasa si le sienta bien... si quiere saber más... conocerla... tenerla con él... ¿La compartirás?"
¡Callaos! Gritó a las voces de su cabeza, estaban tan alborotadas que no la dejaban escuchar nada, y creía que Marcos había preguntado algo. Lo miró esperando no parecer demasiado despistada y él repitió su pregunta.
—Te decía que me vendría bien un mapa del sitio, o algo por el estilo. Así esta noche aprovecho para estudiar la ubicación de cada recinto y apuntar lo que me ha parecido más interesante de cada una de las salas y mañana ya vengo con la cámara a tiro hecho. —¿Llevaría de nuevo el tanga con la llave estampada? Le comía la curiosidad. "¡No pienses en eso!", se regañó a sí mismo.
—¿Vas a venir mañana? —"¡Peligro, peligro!", sonó una alarma en su cabeza.
—Sí, quiero hacer algunas fotos y mandárselas al editor para ponerle en antecedentes. Así sabré si le interesa el asunto y podré exponer sobre seguro el tema a tu director. —"Lo cierto, es que no se le nota ninguna costura en la falda", seguía su mente dándole vueltas al tema de la ropa interior, "y siempre se notan las costuras de las bragas, ¿no? ¡Ay Dios! Lo mismo no llevaba tanga sino una faja de esas que se ponen las mujeres", pensaba sobresaltado, "Eso no deja marcas... ¿Verdad? No, imposible que Ruth lleve eso. Fijo que lleva un tanga tan, tan pequeño, que ni se nota".
—Entiendo. —Mmm. Eso significaba verlo tres días seguidos, apuntó Lógica. Y si lo veía quizás tendría que atenderlo durante algún tiempo; tiempo en que no haría su trabajo y este se aplazaría acumulándose más todavía, avisó Prudencia... ¿Estás segura de que no te apetece verlo trabajar?, se coló de golpe Curiosidad entre las voces... Ver cómo se agacha a tomar las fotografías mientras ese culito perfecto se marca en los pantalones...—. ¿Valdría algo así? —Sacudió la cabeza y señaló hacia el plano de salidas de emergencia que estaba colgado en la pared, Curiosidad había sido tan gráfica que ahora tenía la imagen del trasero de Marcos estampada en la frente.
—Podría valer si me apuntas los nombres de las salas. —¿Se molestaría mucho Ruth si la escoltaba a su despacho y la subía la falda para comprobar qué llevaba? "Por supuesto que sí", se respondió a sí mismo. Argumentaría indignada que cualquiera podría pillarles. Aunque si hubiera alguna manera de inutilizar ese argumento lo mismo...
—Ningún problema. Creo que tengo algún plano en mi despacho. Espera un segundo y te lo bajo. —Lo mejor sería alejarse un poco de él para poder pensar las cosas con sensatez.
—Te acompaño —respondió al momento Marcos. ¡Se lo había puesto en bandeja!
—No te molestes, tardo un segundo. —Lo justo para mojarse la cara con agua fría y borrar la imagen de su estupendo trasero enfundado en vaqueros.
—¿Hay algún motivo por el que no pueda acompañarte? —contestó a su vez, extrañado de que quisiera dejarlo tirado en el vestíbulo.
—No, claro que no. Es solo que había pensado, que mientras ubico los nombres de las salas en el mapa, podrías aprovechar el tiempo recorriendo el centro, en vez de estar observándome escribir.
—Te aseguro que lo que más me apetece en estos momentos es observarte... detenidamente. —Con rayos X si fuera posible. Necesitaba saber qué ropa interior llevaba y la curiosidad que sentía se traducía físicamente en cierta agitación que estaba resultando bastante molesta.
—Marcos —le paró ella muy seria. No podía permitirse el lujo de bajar la guardia—, he accedido a dejar aparte mi trabajo, que por cierto es mucho, para mostrarte el centro. Espero que lo tengas en cuenta y que te tomes el proyecto seriamente.
—Me lo tomo muy en serio —proclamó un poco mosca. Joder, la bibliotecaria había vuelto. ¡Por favor que no lleve bragas de "cuello vuelto"!
—Perfecto. Entonces, si fueras tan amable, te agradecería que obviaras ese tipo de comentarios.
—Como prefiera Srta. "Avestruz". Seré el decoro personificado —comentó haciendo una reverencia, lo cual le permitió asomarse discretamente al escote de la chaqueta. ¡Mierda! No se veía nada, seguía con la duda de cómo sería el sujetador.
—¡Marcos! —Se echó hacia atrás Ruth, que de tonta no tema un pelo.
—¿Qué? —preguntó él con cara de no haber roto un plato en su vida.
—En fin... —Resolvió ignorarle—. Voy a dar aviso en recepción para que te permitan entrar al centro sin necesidad de esperar a que el celador te acompañe.
—Eso suena bien —contestó distraído, pensando que en cuanto estuvieran a solas, también la desharía ese moño aburrido y rígido.
Y de paso le pediré a Sara que lo vaya notificando a los empleados para que no se sorprendan si te ven haciendo fotos —comentó ella entrando en el ascensor. "¿Dónde estará archivado el plano?", pensó centrando sus pensamientos en el problema inmediato.
—Necesitaré autorización firmada. Una del responsable del centro para las instalaciones, y otra por cada uno de los ancianos que fotografíe. —"¿El despacho de Ruth tiene llave?", caviló Marcos. Entre la conversación, la visita al centro, el meneo de caderas de su amiga al andar, las dudas sobre su ropa interior y la necesidad de deshacerle ese moño de bibliotecaria, era incapaz de recordar si el despacho tenía llave o no, y era imprescindible que la tuviera.
—Mmm, me entrevistaré con el Sr. García y te conseguiré la autorización. Por otro lado, hablaré con mis
niños
esta tarde en mi taller de cuenta cuentos, dejaré las autorizaciones que consiga en recepción a primera hora de la mañana que puedas comenzar tu trabajo en cuanto llegues. —Entró en el despacho "¿Estaría el plano en el mismo archivador que las medidas a tomar en caso de incendio?". Ruth frunció el ceño, dándole vueltas a la cabeza.
—No te preocupes —comentó él observando detenidamente el pomo de la puerta. ¡Sí! Tenía llave y además estaba metida en la cerradura. Rápidamente cerró la puerta y echó la llave—. Cuando llegue mañana subo a buscarlas y de paso te traigo un café.
—No te molestes. —Ruth le daba la espalda mientras buscaba en las estanterías. No pudo evitar tocarse el moño subrepticiamente, Marcos no dejaba de mirárselo... ¿Estaría mal peinada?—. No es necesario que me traigas café y pierdas el tiempo.
—Yo no lo llamaría perder el tiempo —comentó acercándose a ella—, siempre es agradable tomar café con un amigo.
—Sí, sí, claro —contestó distraída sacando varios archivadores y examinándolos. "¡Sí que hace calor aquí!", pensó por un instante. Luego cayó en la cuenta del foco de procedencia del calor: Marcos.
—Además, así bajamos juntos para el
tour
fotográfico. —Estaba casi pegado a ella; un par de centímetros y la tocaría.
—¡Por fin! —exclamó Ruth girando de golpe y golpeándolo ¿sin querer? con un archivador enorme en el pecho—. ¡Caray Marcos! No te pegues tanto ¡Pareces una lapa! —Le esquivó y abrió el archivador sobre la mesa—. Aquí está el plano. Espera que lo fotocopio y te escribo las salas.
—Aja —dijo con voz ronca acercándose de nuevo a ella.
—Listo. —Colocó las fotocopias sobre la mesa e inclinándose sobre ellas se dispuso a escribir los nombres.
No piense mal de mí, señorita,
MI interés por usted es puramente sexual.
GROUCHO MARX
Un chisme es como una avispa;
si no puedes matarla al primer golpe,
mejor no te metas con ella.
GEORGE BERNARD SHAW
Marcos no podía creer en su suerte. Ruth se había inclinado sobre la mesa, y sus caderas se marcaban claramente bajo la falda. Sin detenerse a pensarlo un segundo, al menos no con el cerebro de arriba, tomó una decisión.
Ruth lo sintió pegarse a su espalda presionando la ingle, y lo que no era la ingle, contra su trasero, e hizo intención de girarse. Unas manos grandes y fuertes la aferraron por la cintura mientras sus dientes hacían presa en su cuello impidiéndola volverse.
—¿Qué se supone que estás haciendo? —Pregunta retórica donde las hubiera. Sabía de sobra lo que estaba haciendo. ¡Volverla loca!
—Satisfacer mi curiosidad —dijo bajando las manos hasta las caderas para a continuación comenzar a arrugar la falda en sus puños.
—¿Qué curiosidad? —Ruth sintió cómo la falda ascendía lentamente.
—Necesito saber qué ropa interior llevas —respondió lamiéndole el oído.
—¿Y no puedes, sencillamente, preguntarlo? —exclamó ella intentando girarse de nuevo.
—No. —Pasó una de las manos por delante de su cintura y la abrazó fuertemente.
—¡No se te ha ocurrido pensar que puede entrar alguien! —Pegó un empujón con las caderas intentando deshacerse de su abrazo a la vez que agarraba el brazo que la sujetaba con ambas manos. ¡No había manera de soltarse!—. ¡Dónde tienes el cerebro!
—En estos momentos a la altura de tu trasero —contestó él presionando su erección contra ella.
—¡Marcos! ¡No estoy bromeando! —exclamó Ruth retorciéndose. Y lo malo era que cuanto más se movía, más crecía y se endurecía el pene de su amigo—. ¿Te has parado a pensar lo que puede suceder si alguien viene aquí? No, claro que no, y ese es el problema, que no piensas. ¡Por el amor de Dios! No tienes cabeza, déjame ¡Caramba!
—No te preocupes, he cerrado la puerta con llave —susurró en su oído haciendo los escalofríos recorrieran todo su cuerpo.
—¿Que has hecho qué? Pero... —Ruth apoyó las manos sobre el escritorio. Ya que no podía soltarse, al menos intentaría mantener el equilibrio. Lo malo que esto hizo que se inclinase más todavía, lo cual le proporcionó a Marcos ubicación más adecuada entre sus nalgas, y a ella una impresión más gráfica sobre la dureza y tamaño de su pene.
—Así "Avestruz", así. Relájate, no te comas el coco. Lo tengo todo pensado, nadie va a entrar. —Separó su polla inquieta de las acogedoras nalgas de su amiga y a continuación subió la falda que se arrugaba en su puño hasta la cintura.
—Estoy relajada —gruñó Ruth totalmente tensa.
—Claro, preciosa, no lo dudo. —Sonrió mientras deslizaba la mano libre buscando la ropa interior que tanto le había dado que pensar—. Vamos a ver qué encuentro.
—Un tanga —respondió Ruth medio sobresaltada cuando él empezó a acariciarle las nalgas.
—¡Mierda! —exclamó él a la vez que le daba un cachete que casi la hizo jadear—. No me lo cuentes.
—¿Decepcionado? —"¿Qué quería? ¿Que no llevara nada?", pensó entre excitada y enfadada. ¡La estaba avasallando!
—No. Pero quiero averiguarlo por mí mismo. —La mano volvió a recorrer su trasero lentamente, hasta encontrar la fina tira elástica a la altura de la cadera. Ruth sintió cómo los dedos recorrían la cinta internándose en el centro de su trasero, bajando hasta encontrar la tela que cubría el perineo para volver a subir haciendo el recorrido inverso. Notó un tirón en el clítoris cuando los enredó en la cinta del tanga y tiró hacia arriba, haciendo que la tela se le hundiera en la Vulva.
—Ahora ya sabes cómo es mi ropa interior —aseveró ella susurrando—. ¿Qué te parece si seguimos con el plano?
—Shhh —siseó Marcos a la vez que volvía a tirar del tanga haciendo que se humedeciera.
—Es tarde, tengo cosas que hacer. Un montón de trabajo me espera sobre la mesa. Además, todavía tengo que escribir los nombres en el plano, no debería estar perdiendo el tiempo de esta maneta. Aparte de que esto no es buena idea, imagina que alguien llama a la puerta, piénsalo por un momento...