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Authors: Josef Ajram

Tags: #Ensayo

¿Dónde está el límite? (2 page)

BOOK: ¿Dónde está el límite?
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90.000 euros, 100.000, 110.000… Cierre de la sesión. ¡Joooder!

¡110.000 euros perdidos en una mañana, Josef! Y tenías que explicarte a ti mismo que habías optado por una operación que no parecía demasiado arriesgada pero que, a pesar de todo, las cosas se habían torcido. Lo más duro es reconocer el error. Y eso que aquel lunes, precisamente aquel lunes, no tenías que ir a la Bolsa, porque habías quedado para salir con unos amigos.

A veces la vida te lleva al límite, Josef. Pero siempre has sabido levantarte. Tu punto fuerte es la perseverancia. ¿Qué hiciste el día después de haber perdido 110.000 euros en la Bolsa? Pues lo que tenías que hacer, lo que sabes hacer mejor en tu vida: regresar a la Bolsa. Perseverar.

¿Y qué haces ahora después de una brazada que parece inútil porque la corriente se encarga de ir en tu contra? Pues otra brazada, y otra, y otra. Casi con los ojos cerrados, casi sin mirar, como para no perder ni una pizca de la poca energía que todavía te queda viendo algo innecesario, porque ya sabes lo que tienes delante: agua, agua y más agua…

«¿Y qué haces ahora después de una brazada que parece inútil porque la corriente se encarga de ir en tu contra? Pues otra brazada, y otra, y otra.»

«¡Kilómetro nueve!», te anuncia el asistente desde la canoa amarilla. ¡Vamos, Josef! 3 h y 10 min. ¿Te vas a rendir ahora? Abre los ojos, mira un instante por encima del agua. Seguro que ya se ve el puerto. Igual que el año pasado: Keauhou Bay, el embarcadero, el gran reloj digital que indica tu marca a los jueces.

Caminar por la arena. ¡Caminar!, no tendrás que nadar más. Piensa en eso. Sí, ya sé cómo odias nadar… Qué poco te gusta el mar… No protestes tanto. ¿Y ahora qué dirás? ¿Aquello de que «Soy capaz de ir hasta el fin del mundo en bicicleta. Y corriendo, si queréis. Pero nadando, no. No quiero nadar más…?.» ¿Eso dirás?

«¡Vamos, Josef! ¡Buen ritmo, no te detengas!» Ah, esa es la voz de Sheryl desde la canoa.

Si hay un lugar en el mundo para luchar, este es Hawái. El otro día te explicaban que la lucha era el juego favorito de los reyes y los nobles de este archipiélago antes de que llegasen Cook y su gente. Parece que las batallas de los antiguos polinesios eran épicas, hasta el punto de que en la lengua nativa «campo de batalla» es sinónimo de «campo de juego». ¿Te acuerdas de eso, Josef?

Luchar para conseguir un objetivo, luchar para conocer mejor dónde no está el límite; luchar y esforzarse para tratar de averiguar dónde se encuentra realmente.

Fíjate, ya ves el fondo, la arena, el agua mansa.

La costa, la gente, la música.

Sólo 10 km, Josef, ¡ya llegaste!

Tienes sed, que te den agua.

El marcador oficial: 3:35:03. ¡Increíble, tres horas y media nadando! Creías que no lo ibas a conseguir esta vez, ¿no? Bueno, ya tienes más cerca tu nuevo tatuaje. Esta vez toca una máscara Hawáiana en el pecho, ¿no?

Los cámaras. El documental.

–He entrenado mucho estas últimas semanas. Entrenar es la base para sentirte bien, para asegurarte de que llegas, para hacerlo con ilusión. De todos modos, me he encontrado con más dificultades de las previstas, y esto me ha desmoralizado un poco. Te dices: «A ver si no voy a tener el buen día» –explico mientras corro por la arena para quitarme el bañador, calzarme y buscar mi bici.

–¡Bien, Josef! Logramos la toma y el audio. ¡Suerte con la bicicleta!

***

Voz en off
: ¿Estás preparado para ser uno de ellos?

Josef
: Si el hecho de hacer este tipo de cosas puede servir para conseguir un objetivo o un reto, pues a mí me compensa totalmente los esfuerzos.

Voz en off
: Bienvenidos al
Mundo de Josef. Diario de un Ultraman
.

2. Mi nombre es Josef Ajram

Antes de continuar quisiera aclarar algo: Yo no soy ningún ex
broker
que un buen día tuvo un bajón, decidió replantearse la vida, empezar de cero, abandonar la Bolsa y dedicarse a ir en bicicleta.

No, no soy de ésos.

Lo que sí decidí un buen día es que podía ser un
broker
respetado y mostrarme como soy, una persona que ama el desafío, alguien que lleva la filosofía del
carpe diem
al extremo. Alguien que sabe bien dónde no está su límite y que se empeña en buscar dónde está.

Sí, me llamo Josef Ajram Tarés, un nombre que quizás es poco común. Mi padre nació en Siria y pertenece a una familia media de la rama cristiana de ese país.

Cuando cumplió 18 años, el Gobierno de su país tomó una medida extraordinaria: dar visados para que algunos jóvenes pudieran ir a estudiar al extranjero. Mi padre se encontraba entre los escogidos y decidió venir a Barcelona. Estuvo primero en Madrid y luego llegó a Barcelona, un poco por casualidad.

Mi padre era muy disciplinado en el estudio, de modo que aprendió rápidamente el idioma y empezó a estudiar la carrera de Medicina. En la facultad conoció a mi madre y se casaron.

Siempre he alabado mucho la valentía de mi madre, y más aún conociendo cómo eran mis abuelos.

Hace treinta y cinco años, no se debía de entender demasiado bien que una mujer catalana se casara con un hombre sirio. La actitud de mis padres en general, y de mi madre en particular, me ha servido como punto de referencia en la vida: ambos han sido muy luchadores, uno por la valentía de dejar a su familia y emigrar a otro país, y mi madre por dar el paso de hacer aquello que sentía.

Mis relaciones con la parte de la familia que está en Siria son, lógicamente, distantes, aunque correctas. Siempre que nos encontramos, es un reto. Mis abuelos paternos son dos personas entrañables y muy buena gente. Unas personas fantásticas, al igual que mis tíos. Tenemos mucha familia en Siria; son una gran familia.

Antes íbamos allí cada año, pero después, a medida que mi hermano Jacinto y yo fuimos haciéndonos mayores, las visitas se fueron espaciando porque uno crece y prefiere ir a ver mundo. Otro mundo, quiero decir.

Sin embargo, tengo que aclarar que creo que mi padre no gestionó bien dos cuestiones en relación con su país. Una fue no enseñarnos el idioma cuando éramos pequeños, lo que obviamente nos limitaba mucho a la hora de relacionarnos con gente de nuestra edad o incluso con nuestros familiares cuando viajábamos hasta allí.

La segunda cosa ha sido una cierta «saturación» de Siria. Y es que íbamos cada verano, cada verano y demasiado tiempo. Para nosotros era «ir de vacaciones al pueblo», ahora bien, si resulta que este «pueblo de veraneo» está situado a 4.000 km de Barcelona y, encima, desconoces el idioma que allí se habla, pues evidentemente, es inevitable que al cabo de dieciocho años le cojas manía. Es así.

«La actitud de mis padres en general, y de mi madre en particular, me ha servido como punto de referencia en la vida.»

De todos modos, indudablemente hay una parte positiva: hemos tenido la suerte de vivir dos culturas totalmente distintas en un país que es un verdadero polvorín, ya que tiene frontera con Irak, el Líbano, Jordania, Turquía e Israel; es decir, está en medio de todo y, bueno, esto ha supuesto que, a pesar de las dificultades con el idioma, he tenido el privilegio de conocer Siria al detalle. Además, con los años, acabas chapurreando un poco la lengua y he podido conocer ciudades y pueblos de Siria o de Jordania, por ejemplo. Considero que esto es algo que te enriquece mucho, tanto como persona como en la vertiente cultural.

***

Siria es un país al que no me iría a vivir, pero creo que es de los más interesantes de zona de Oriente Medio. Pero, bueno, mi hija Morgana, que acaba de nacer, pues conocerá Siria, ¡claro que sí!

La moraleja que aplicaré a mi familia, a mis hijos, es que no hay que imponer las cosas. Si ves que un chaval de 14 años se lo pasa bomba aquí, pues no hace falta irse un mes a Siria. No hace falta. El hogar tira mucho, pero también es verdad que recuerdo que, a veces, los días se hacían muy pesados. Interminables.

En cualquier caso, a veces creo que soy tan reflexivo porque en esa época pensaba y pensaba; tenía mucho tiempo para pensar.

«La moraleja que aplicaré a mi familia, a mis hijos, es que no hay que imponer las cosas.»

¿Personalmente? Bueno, el hecho de llamarme Josef Ajram despierta mucha curiosidad. Siempre ha sido como un indicativo de lo que podía suceder o de lo que está sucediendo ahora. Siempre tenía que defenderme de bromas fáciles de los compañeros cuando era pequeño, o tenía que ir dando explicaciones de dónde viene el apellido o del por qué.

Ahora, al pasar los años, me doy cuenta de que esto te obliga a tener un discurso determinado y que te enriquece mucho, en comparación con si hubiera tenido un nombre mucho más
anónimo
, para entendernos. Siempre tienes que tener la frase preparada para poder responder cuestiones como: «¿Dé dónde viene este nombre?», o bien «¿Ajram o Arjam?», o «¿Josef con
f
o con
ph
?».

Es decir, de entrada, no pasas desapercibido.

3. Un chaval alto

Siempre he destacado por mi complexión. Tenía 14 años y ya había alcanzado la altura que tengo ahora: 1,90. O sea que, inevitablemente, empecé a jugar a baloncesto. Me gustaba, disfrutaba en la cancha, hice muchos amigos y, bueno, se me daba bien, ¿por qué no decirlo?

En un momento determinado, en casa incluso recibimos una carta en la que me invitaban a jugar en el Barça, el F.C. Barcelona. ¿Qué sueño, no? Sin embargo, mis padres lo consultaron con la escuela, y los profesores lo desaconsejaron a causa de mis malas notas. El problema de siempre.

Cosas así te quedan marcadas. Siempre piensas: «¡Qué lástima!», y resulta inevitable verlo como una oportunidad desaprovechada. Ante este tipo de disyuntivas, nunca sabes qué hubiera sucedido, de escoger la alternativa, claro. Te queda la incertidumbre. Pero, mirando hacia atrás, hubo una época en la que pensaba que era una pena.

En cualquier caso, con aquello ya me di cuenta de que los estudios y yo tendríamos un problema. Yo siempre he sido un estudiante bastante malo; no me avergüenza decirlo. Yo era de aquellos que suspendía cinco, seis, siete materias la primera, la segunda y la tercera evaluación… hasta junio; pero en junio acababa aprobándolo todo. En realidad, nunca he tenido que repetir ningún curso. Pero era mal estudiante, tengo que reconocerlo.

«En la vida, si algo me motiva, soy el mejor; ahora bien, si no me motiva, es un desastre. Me aburre. No me apetece, se me hace pesado…»

Naturalmente, este asunto a mi familia le preocupaba bastante. Ellos son médicos, están acostumbrados a la disciplina del estudio y hubiesen querido que yo siguiera su ejemplo. Sin embargo, para mí estudiar no era eficiente. No me gustaba estudiar. Perdía mucho el tiempo y tenía la sensación de que no me aportaba nada. Sí, estudiar no me aportaba nada.

Este fue uno de los detonantes. En la vida, si algo me motiva, soy el mejor; ahora bien, si no me motiva, es un desastre. Me aburre. No me apetece, se me hace pesado…

El fin del baloncesto y la primera bicicleta

En relación con el deporte, pues el baloncesto me gustaba y me motivaba. Trataba de ser lo más bueno posible. Jugué con distintos equipos, hasta que llegué a formar parte del equipo de la Torrassa en L’Hospitalet, una localidad colindante con Barcelona. Me ficharon allí.

Estuve jugando con este equipo hasta que un buen día, por una tontería –con el tiempo te das cuenta de que fue una verdadera tontería–, me sancionaron internamente por un problema con los compañeros de equipo. Me dije: «Pues se acabó el baloncesto»; yo soy así. Además, pensándolo bien, ya estaba un poco cansado de estar encerrado entre cuatro paredes y de la disciplina que tenía que llevar porque, en aquella época, ya entrenaba bastantes días por semana.

Total, que tenía una bicicleta que me había comprado con un dinero que gané organizando una fiesta para 400 personas en la escuela en el año 1995. Fue una buena inversión, en realidad: me compré una bicicleta que entonces me costó 60.000 pesetas de la época (cerca de 400 euros actuales), una cantidad que entonces representaba muchísimo dinero, y más para mí.

Así pues, empecé a ir en bicicleta; en realidad, cuando dejé el baloncesto, me monté en la bicicleta y no me bajaba de ella para nada. Iba a la escuela en bicicleta; si tenía tiempo libre, iba en bici. Siempre bici, siempre bici… En aquella época, llegué a participar en carreras locales, marchas cicloturísticas y ese tipo de cosas. Me pasé muchos años yendo en bicicleta.

Hasta que las cosas fueron por otros derroteros: entre 2001 y 2003, estuve un par de años sin hacer demasiado deporte aeróbico. El trabajo me tenía absorbido, empezaba a ganar un poco de dinero y no tenía demasiadas obligaciones… Empecé a salir de noche, a vivir la noche; fue una época de cachondeo, de salir de marcha. Pero visto en perspectiva, fue sólo un bache que duró hasta el año 2003, cuando pensé que ya era suficiente, que había llegado el momento de dar un nuevo rumbo a mi vida.

4. El hombre que dijo: «Yo terminé un Ironman»

Después de 2003 empecé a aficionarme a jugar a palas. En esa época me apunté a un club para aprender a jugar al
paddle
, y allí conocí a dos personajes de 47 años que, de un modo u otro, marcaron el resto de mi vida. Se trata de Xavier Benet y Toni Navarro.

Ambos me explicaron que hacían el Ironman.

–¿Cómo que vosotros hacéis el Ironman? –les pregunté extrañado, casi incrédulo.

–Sí, hemos hecho tres Ironman –repitieron.

Claro, enseguida pensé que si ellos habían hecho un Ironman, seguro que yo, no sólo podía hacerlo, sino que era capaz de superarlos.

El Ironman es una prueba de triatlón organizada por la World Triathlon Corporation que consta de tres carreras consecutivas: 3.800 m nadando, 180 km en bicicleta y una maratón completa (42,195 km corriendo).

El Ironman original se lleva a cabo en Hawái todos los años desde 1978. Es una prueba realmente dura por las condiciones de las carreras de resistencia: las aguas del océano en Hawái son suficientemente cálidas como para no permitir trajes –que ayudan a la flotación–, las colinas por las que se circula en bicicleta no presentan gradientes demasiado pronunciados, pero normalmente los caminos se ven azotados por fortísimas rachas de viento, y la zona donde se lleva a cabo la maratón suele ser extraordinariamente caliente y húmeda.

Por tanto, las condiciones no son las óptimas para realizar estas pruebas de manera cómoda, y esto ha contribuido a mitificar este triatlón de resistencia.

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