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Authors: Josef Ajram

Tags: #Ensayo

¿Dónde está el límite? (6 page)

BOOK: ¿Dónde está el límite?
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Esta es la diferencia por la cual, en mi trabajo, en toda España somos diez o quince y no somos dos mil. Yo realmente he visto pasar a dos mil personas que lo han probado, pero todas han fracasado. ¿Por qué? Porque perder un poco es difícil, no han sido capaces de perder un poco. La idea del «¡Ya subirá!» es una equivocación, un error fatal.

Una prueba es lo que sucedió en septiembre de 2008 con Lehman-Brothers, una institución bancaria norteamericana con ciento cincuenta años de historia a sus espaldas que un jueves por la tarde valía 62 dólares y el lunes siguiente por la mañana valía sólo 3. Pues quien no
stopó
, quien no paró a tiempo, se pilló los dedos, o más.

«En realidad, perder un poco es muy difícil. Me refiero al hecho de que asumir que te has equivocado es muy difícil, mucho.»

Otro ejemplo: una empresa inmobiliaria española llamada Afirma que a mediados de 2006 valía 71 euros y hoy vale 0,32; si no te has
stopado
… Si compraste a 45 o a 50 euros y no vendiste al ver que bajaba 3 o 5 euros, pues ahora ya lo has perdido todo, te has arruinado.

En definitiva, hacemos esto, rotación de capital, tener líquido como garantía para cubrir una posible pérdida y practicar al máximo el
stop-loss
. Es tan fácil como esto; es tan complicado como esto, también.

A veces, la sencillez es tan compleja… Entra en juego el factor humano, la presión, la tensión, la ansiedad, el hecho de querer ganar y no perder. Todo eso te lleva a tomar decisiones erróneas. Todo esto te hace cometer errores, si no lo controlas bien.

«Entra en juego el factor humano, la presión, la tensión, la ansiedad, el hecho de querer ganar y no perder; todo eso te lleva a tomar decisiones erróneas.»

Ahora sólo utilizo dinero mío. Después de la mala experiencia de gestionar capital de padres de amigos, vi claro que, si ganaba, ganaba sólo yo, y si perdía, pues no tenía que dar explicaciones a nadie. No me apetecía, porque era muy desagradecido.

En muchos casos, entre los padres de estos amigos, al principio habían ganado bastante dinero, pero cuando se produjo el
crack
tecnológico que arrastró a los valores de todo el mundo, pues nadie se acordaba de los buenos tiempos. Yo lo comparo a menudo con la liga de fútbol: al final nadie se acuerda si empezaste la temporada haciendo unos buenos partidos, sólo se recuerda la clasificación general sin tomar la necesaria perspectiva temporal. Siempre es así, y por este motivo decidí centrarme sólo en mi capital.

11.
Tattoo-man

Quien me ve por primera vez puede sorprenderse por los tatuajes que llevo. Estos tatuajes tienen su historia. Entre el primero (en el ombligo) y el último, van ocho años de diferencia.

El asunto de los tatuajes empezó, como todo en mi vida, por casualidad. En mi época de juerguista, pensaba que estaba de moda o que quedaba bien hacerse un tatuaje, y me hice un sol en el ombligo. Me lo hice sin saber por qué.

Pero, luego, te das cuenta de que los colegas se fijan un poco, te comentan, y pensé que, bueno, estaba bien.

Las personas, al principio se hacen tatuajes para enseñarlos –quieres vértelo y que se vea–, y porque tienen algún significado. Esperas que la gente te pregunte: «¿Y qué significa esto?». Supongo que es algo inútil o sin mayor trascendencia, pero es lo que mueve habitualmente a hacerse tatuajes al principio.

Entonces me hice el número pi (π) porque leí un libro de un matemático colombiano. A mí me gustan mucho las relaciones numéricas, las explicaciones de las cosas… Este libro te explicaba las cosas cotidianas mediante probabilidades, y uno de los capítulos se refería al número pi. Me gustó porque unía dos cosas que me fascinan: los números y el destino. El matemático explicaba que el número pi, que empieza con 3,14159… ¡es un número del que, hasta el año 1999, se habían averiguado 206.000 millones de decimales tras el 3 inicial! Y se ha descubierto el número exacto que tiene de 0, de 1, de 2… y así hasta el 9. Además, decía algo que puedes creerte o no, pero que en aquella época yo me creí: decía que si lográsemos asignar números a las letras (a = 01, b =…), posiblemente habría una secuencia del número pi en la que está escrito lo que sucederá en el futuro. Bueno, igual es una tontería, pero en aquella época esta mezcla de poesía y matemática me gustó y me lo tatué. Siempre he creído en el destino, y hay varias cosas que me han sucedido en la vida, que contribuyen a este convencimiento.

El siguiente tatuaje fue un dado. Todavía seguía pensando que el tatuaje tenía que tener algún significado, y decidí plasmar la filosofía de mi vida. Mi granito de arena, mi
libro
, algo así como: «Yo creo que en mi vida he tenido claro esto, lo he aplicado y me está funcionando». Me siento muy orgulloso porque, después de muchos años, sigo compartiendo esta idea. La sigo teniendo muy clara.

Se trata de un dado del que se ven tres caras, en el que hay el infinito, el interrogante y una espiral.

Siempre he dicho que hay que luchar contra el infinito –que vendría a significar lo imposible–; hay que evitar la palabra «imposible» o la expresión «no lo puedo conseguir», aunque sé que ciertas cosas son realmente imposibles, pero hay que agotar los recursos, es necesario luchar al máximo para conseguir lo que deseas. Y eso tanto en el ámbito deportivo como en el laboral, el profesional, con la pareja, con la familia… Hay que luchar y uno no se puede rendir fácilmente.

En cuanto a la espiral, significa la lucha contra el conformismo. Uno de los grandes consejos de mi vida me lo dio Pere Cahué, propietario de la tienda de bicicletas Probike en Barcelona. Cuando, al principio de trabajar en la Bolsa, me veía atareado horas y horas, después de aparcar el deporte, Pere me dijo que, en la vida, había que trabajar 8 horas, dormir 8 horas, y dedicar las 8 horas restantes a uno mismo. Por lo menos, un tercio de la vida para uno mismo. En aquel momento entendí la importancia que tiene poder ser tu propio dueño, para lograr ser propietario de tu tiempo. Lo comentaba en una entrevista que me hizo José Ramón de la Morena para la Cadena SER: «Para mí, el mejor trofeo es que soy dueño de mi vida. Me da igual quedar el segundo o el duodécimo… Soy dueño de mi vida, en el sentido de que, si quiero ir a una competición, voy, sin tener que pedirle permiso al jefe». Esto me enseñó que la lucha contra el conformismo es necesaria para que uno se encuentre bien desde el punto de vista espiritual. Si pasas 8 horas durmiendo y 8 trabajando (a veces, muchas más), una de las peores cosas que te pueden ocurrir es no trabajar en aquello que realmente te gusta. No podemos perder de vista un hecho: la vida tiene fecha de caducidad, que puede ser dentro de cincuenta años o dentro de cinco minutos, no lo sabemos, de modo que esto te lleva a la filosofía del
carpe diem
, al «¿Quieres?, pues hazlo». Aquello del «Bueno, ya lo haré» te lleva a que quizás no tengas tiempo de verlo. Entonces, si no trabajas con lo que te gusta, si te conformas con catorce pagas al año y un mes de vacaciones sin hacer lo que te gusta… me cuesta entender esta pasividad. La respeto, pero no puedo animar a las personas a que sigan un ejemplo así.

«Hay que agotar los recursos, es necesario luchar al máximo para conseguir las cosas. Y eso tanto en el ámbito deportivo como en el laboral, el profesional, con la pareja, con la familia… hay que luchar y uno no se puede rendir fácilmente.»

La tercera cara del dado hace referencia a la ilusión; es una cara que representa la expectativa: es el interrogante. Me refiero al hecho de esperar con un interrogante, de no saber qué sucederá mañana, de tener emoción. Yo necesito emoción diaria en mi vida, y quizás la Bolsa tenga parte de culpa de esta visión. Pienso que si tienes la suerte de ir buscando experiencias, de ver situaciones distintas, de viajar, de conocer personas y enriquecerte con cada persona… entonces esto es una buena universidad de la vida porque somos muchos en el mundo, y todos tenemos algún mensaje, todos. Quizás una persona sólo «te dure» lo que dura un café; soy de los que piensan que no hace falta que todo el mundo sea tu «amigo», ahora bien, si consigues obtener un mensaje por persona, esto te enriquece muchísimo. Yo he tenido la oportunidad de conocer a muchísimas personas, tanto del mundo del deporte como en el mundo laboral. He conseguido desarrollar un sentido que es el de la intuición: soy de los que tengo la suerte de intuir bastante bien cómo son las personas después de hablar un poco con ellas. Lógicamente, si después veo que me he equivocado en mi juicio, pues corrijo, pero no acostumbro a hacerlo demasiado.

En fin, no hay nada imposible, tenemos que luchar contra el conformismo y vivir con emoción, las tres caras del dado que llevo tatuado.

A continuación, me hice unas letras que dicen: «Life-trader», una palabra que se podría traducir como «especulador de la vida», que es un reflejo de mi trabajo en la Bolsa y de cómo es mi vida: siempre buscando emociones. Me gusta vivir sensaciones y experiencias un poco atípicas. Me encanta.

En la nuca llevo un ojo tatuado.

Es un ojo como el que sale en la carátula de la película que en su momento me llamó muchísimo la atención; fue una de esas cintas que ves en un momento en que parece imprescindible que la veas. Se titula:
Réquiem por un sueño
, un filme del año 2000 dirigido por Darren Aronofsky que recibió la Espiga de Oro en el Seminci ese año.

La película explica la historia de tres personajes al límite con tres problemas distintos, con tres anhelos, tres ilusiones que, al no lograr alcanzarlas, se adentran en el negocio de la droga.

Cuando la vi, en mi época de juergas nocturnas, un poco a la deriva, para entendernos, y con falta de motivación, me di cuenta de que no quería llegar a ser nunca uno de esos personajes. Me gustó mucho y me impactó. Y tiene una banda sonora de Clint Mansell espectacular.

Así pues, un buen día me tatué este ojo, en honor a esta película.

Después ya empecé a tatuarme sin ningún significado concreto: unos motivos árabes y mi apellido «Ajram».

Luego, cuando terminé el primer Ironman me hice un tatuaje con el símbolo de la prueba y la palabra
finisher
, que es lo que hay en la camiseta que dan a quienes terminan el triatlón.

También tengo tatuado el símbolo del infinito, «∞», que es un tatuaje que también lleva Ana.

Me tatué una pica porque tenía un anillo con este dibujo que me gustaba mucho, pero soy un poco despistado y lo perdí, de manera que decidí tatuármelo. Además, leí en un libro que la pica era el símbolo de la masculinidad.

También llevo un rosario, aunque no soy practicante, más abajo, en el brazo; luego, una corona sin significado, y pedí que me hicieran los dedos, para terminar de tatuar todo el brazo derecho.

Prometí a mi madre que sólo me tatuaría un brazo, pero no pude aguantarlo… También me he tatuado algo en el izquierdo: hay una bicicleta, distintas competiciones (cinco Ironman, la Marathon des Sables, el Ultraman), y unos cuantos dibujos artísticos.

En el cuello, mi lema: «I don’t know where the limit is, but I know where it is not» («No sé dónde está el límite, pero sé dónde no está»). Finalmente, una máscara hawaiana, en honor al Ultraman.

La frase es mía. Un día, hablando con el informático que tenía antes, salió y la retocamos un poco. Es una frase potente, amplia… es el espíritu que se ha creado en la comunidad de la web. Con 72.000 visitas al mes, hay de todo, pero son personas cuyo límite es el día a día. No tienen el objetivo de terminar un Ultraman ni nada parecido, sino simplemente vivir el día a día y ser felices. La mayoría de ellos tienen un trabajo duro. Sus mensajes en la web son impresionantes, y he puesto algunos al final del libro, en el Apéndice.

Bueno, y el último, por ahora, es el nombre de mi hija nacida en enero de 2010: llevo la palabra «Morgana» tatuada en el brazo izquierdo.

12. Un viaje de descubrimiento

Estoy convencido de que pocas cosas ocurren porque sí. Tengo unas cuantas anécdotas que me obligan a creer en el destino. Por ejemplo, en el año 2001, cuando empecé a ganar cierta cantidad de dinero y estaba plenamente sumergido en el mundo de la noche, hubo un momento en que llamé a uno de mis mejores amigos y le dije:

–Oye, hay que irse de aquí, tenemos que irnos de vacaciones…

–Es que yo no tengo pasta –respondió él.

–No te preocupes, yo te pago el billete, pero vayámonos de aquí durante tres semanas.

–¿Y adónde vamos?

–No sé, cojamos el mundo… Nueva York, no, porque es una ciudad. La India tampoco, porque es demasiado místico. Sudamérica no, porque hablan nuestro idioma… y nos quedó Tailandia.

–Tailandia… Bueno, pues vamos a Tailandia.

Estábamos a principios de marzo, embarcamos hacia Fránkfurt y, de ahí, hacia Bangkok. El avión iba lleno de tíos alemanes, de mediana edad, el típico turismo sexual y pensé: «Bueno, ya empezamos mal».

Íbamos en plan mochilero y no teníamos reservada ni la primera noche en Bangkok. Llevábamos la guía Lonely Planet en la mano y la íbamos leyendo: en Bangkok, Khao San Road; este lugar del norte es bonito, este otro del sur… dos días aquí, tres días allí, etc. Planificando un poco, vaya.

Total, que aterrizamos en Bangkok, subimos a un autobús y llegamos a Khao San Road, un centro de turismo occidental, donde todo está ordenado y que contrasta con el resto de la ciudad: ambiente de felicidad, chicos y chicas guapas, locales bonitos, calma… Era espectacular, y Pablo y yo nos sentíamos felices. ¡Imagínate, con 23 años, sin ningún lazo con nada ni con nadie, en un lugar así y, además, era la primera vez que tenía vacaciones! Yo sólo había ido de vacaciones a Siria… No me lo podía creer. El viaje a Tailandia fue la libertad que siempre había soñado hasta ese momento.

Aquella primera noche decidimos salir, claro. Y nos fuimos hasta Pat Pong, la zona donde hay un enorme mercado callejero nocturno cerca de la famosa Silom Road. Los numerosos puestos de ropa, zapatos y bolsos falsificados ocupan la calzada y parte de las aceras, mientras en las casas de esas calles hay numerosos locales de
striptease
, de masaje y prostíbulos que se anuncian con luces de neón. Por las calles cercanas y entre los puestos del mercado, un ejército de muchachos muestran las fotografías de las jóvenes que se exhiben en los locales y tratan de atraer a los turistas… La cuestión del turismo sexual en Tailandia en general y Bangkok en particular, así como la explotación a la que se ven sometidos los jóvenes de ambos sexos, es algo que habría que erradicar. Para el visitante que simplemente va de vacaciones, es algo desagradable.

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