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Authors: Josef Ajram

Tags: #Ensayo

¿Dónde está el límite? (4 page)

BOOK: ¿Dónde está el límite?
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Estos datos son una muestra de lo que supone una prueba así para unos cuerpos humanos que, en teoría, se han preparado durante meses para lograr llegar a la meta de la mítica Marathon des Sables.

«Josef Ajram es un personaje que ha tenido suerte con dos cosas (...). Haber conseguido trabajar en lo que me gusta y haber tenido el tiempo suficiente para dedicarme a algo con lo que poder transmitir mensajes al mundo.»

Como decía, en el año 2006 participé por primera vez en la Marathon des Sables. Fue muy emocionante porque iba muy asustado: sólo la había visto en la televisión. Se trata de una prueba muy, muy entrañable, porque reúne a más de 800 participantes de unos 32 países distintos durante varios días.

Y, bueno, pues la hice. Lo logré. Empecé a un ritmo muy conservador y llegué hasta la meta. Viéndolo con perspectiva, creo que esto fue el detonante de lo que soy ahora como deportista. Y, más que deportista –que no me considero como tal–, puedo afirmar que fue el detonante de este Josef Ajram de hoy, como personaje.

Josef Ajram es un personaje que en su vida ha tenido suerte con dos cosas en las que pocas personas la han tenido. La primera es la de haber conseguido trabajar en lo que me gusta y me apasiona. La segunda es el hecho de haber tenido el tiempo suficiente y los recursos necesarios para encontrar y dedicarme a algo con lo que poder transmitir mensajes al mundo.

En Bolsa, no haces nada, no eres productivo. Te puede ir mejor o peor en la vida, pero no aportas nada. Intentas ganar dinero y, si no te va bien, lo pierdes. Sin embargo, el hecho de haber encontrado una ventana al mundo a partir de mi participación en la Marathon des Sables, eso sí supuso un paso adelante. Durante la preparación de esta prueba en 2006 creé un blog ([email protected]).

En realidad, empezó un poco como una broma, explicando mi batallita peculiar durante la preparación de esa prueba. Al comienzo, tenía unas 20 visitas al día, sobre todo de colegas y amigos. No obstante, con el paso del tiempo, el resultado es que ahora, a comienzos de 2010, la página web (www.josefajram.com) se ha convertido en algo grande, que cuenta con un tráfico de 72.000 visitas y 125.000 páginas vistas al mes. Eso significa que hay 2.600 personas cada día interesadas en conocer qué he hecho el día antes, puesto que lo tengo estructurado como una bitácora donde anoto mis entrenamientos diarios. Es algo que a lo que no termino de dar crédito, y me sorprende gratamente.

«La constancia en el trabajo –la perseverancia–, ser comunicativo y saber qué mensajes buscan las personas y la sociedad son tres elementos clave en lo que es, lo que representa, Josef Ajram.»

A partir de este punto, todo fue evolucionando y creciendo. Con este canal de comunicación iniciado con motivo de esa dura y mítica prueba en el desierto, sólo tenía una salida: seguir adelante. Ir a más.

Participé en la Titan Desert, la Maratón Muralla China, el Ironman de Australia… fue un no parar de hacer cosas.

Y así hasta hoy. La constancia en el trabajo –la perseverancia–, ser comunicativo y saber qué mensajes buscan las personas y la sociedad son tres elementos clave en lo que es, lo que representa, Josef Ajram.

Este último me parece un elemento clave, saber comunicar. Y es así porque si tú te vas hasta Australia para participar en una carrera, pero nadie lo sabe, si no lo das a conocer, todo se queda en una gesta personal sin mayor trascendencia. Por este motivo, me sorprende la gente que me critica o, mejor dicho, que critica a las marcas que me apoyan simplemente por el hecho de lo que refleja mi currículum vítae deportivo, cuando en realidad considero que lo verdaderamente trascendental es la capacidad de influencia y prescripción que uno posee.

Con esta filosofía, Josef Ajram ha ido evolucionando, creciendo hasta el día de hoy, cuando se abre 2010 con un proyecto deportivo muy, muy interesante, en el que empiezan a creer personas y empresas.

6. Me pagan por hacer deporte

En un momento determinado, estas actividades que suponían para mí una inversión financiera importante, porque la inscripción y la participación en ellas es costosa, se convirtieron en una fuente de ingresos. Y esto cambió bastante el panorama, porque si estás por la labor y tienes la mente abierta, una cosa lleva a la otra y la bola de nieve va creciendo.

Por ejemplo, a fines de 2009 diseñamos unas pulseras negras de goma con el lema de mi Proyecto: «Where is the limit?» (¿Dónde está el límite?). El resultado es que en 14 semanas recibimos unas 9.600 peticiones; es decir 9.600 personas que adquieren la pulsera porque quieren llevar en su muñeca esa frase o lo que representa.

Poco después nos pusimos a diseñar un pasamontañas, un
buff
; y dos meses después de poner la fotografía en la página web, ya me habían llegado 400 peticiones de varios países, incluyendo los Estados Unidos.

Desde el punto de vista mediático, el salto se produjo cuando participé en mi primer Ultraman, en 2007. Tras haber participado en 5 Ironman y dos Marathon des Sables, me di cuenta de que necesitaba algo un poco más largo. Y puesto que uno de mis puntos fuertes es la bicicleta, busqué alguna prueba que no fuese sólo correr, como sucede con la maratón del desierto. De este modo, un poco por casualidad, di con el Ultraman.

El Ultraman es otra de esas pruebas de resistencia que han adquirido un cierto aire mítico. El primer día hay que hacer 10 km nadando en aguas del Pacífico y, a continuación, 150 km en bicicleta; el segundo día, 280 km de bicicleta y el tercero, y último, 84 km de carrera –o sea, el equivalente a dos maratones convencionales.

Buscando en Internet, encontré la información y rellené el formulario. La participación en el Ultraman es muy restringida; sólo pueden participar 35 atletas. Mandé un mensaje y me respondieron diciéndome que había lugar, así que me apunté sin pensarlo demasiado.

Sin embargo, me llamó la atención algo: en las 23 ediciones previas, nunca había participado ningún español. De modo que, sin quererlo ni buscarlo, me encontré que estaba haciendo historia: era la primera vez que un atleta español participaba en una competición de esta índole. En aquella oportunidad, Carlos Márquez de
El Periódico de Catalunya
me hizo un reportaje muy bonito que tituló: «El profeta del esfuerzo».

De este modo, subí un escalón más, que resultó ser el salto mediático.

***

«En las 23 ediciones previas, nunca había participado ningún español. De modo que, sin quererlo ni buscarlo, me encontré que estaba haciendo historia.»

En 2008, los productores del programa
Informe Robinson
de Canal+ se interesaron por mis actividades, hasta el punto de que un equipo se desplazó a Hawái para grabar mi participación en el Ultraman de ese año. Naturalmente, eso ya representó mi aparición en la pantalla, un paso más en la consolidación de la imagen de Josef Ajram.

En este momento, cuando ya logras una imagen pública, los patrocinadores empiezan a tener interés y luego otros periodistas. Así surgió la oportunidad de aparecer en los suplementos dominicales de
La Vanguardia
,
El País
,
El Mundo
,
ABC
… o proyectos más ambiciosos como los de la revista
Men’s Health
.

Además, la presencia publicitaria en una web con 72.000 visitas y 125.000 páginas vistas tiene una repercusión que pocas marcas del sector quieren desaprovechar.

7. Algo que me marcó profundamente

En mis 32 años, ha habido unas cuantas situaciones que me han hecho reflexionar mucho, cosas que han marcado un antes y un después. Siempre he pensado que este tipo de situaciones son las que realmente nos hacen crecer como personas.

Una de ellas tiene que ver con el ámbito académico: el momento en el que realmente vi la desilusión de mi padre. Mi curso de bachillerato tenía cerca de 200 alumnos entre todas las clases; pues fui el único que suspendió la selectividad aquel año.

Fue una humillación brutal. Pensé: «Josef, aquí la has liado muy, muy gorda; ha sido un error gravísimo, gravísimo», y me dije: «Esta sensación no quiero volver a sentirla nunca más en mi vida».

A partir de este momento empecé a darme cuenta de que algunas cosas no se pueden hacer alocadamente, sino con un poco más de conciencia, y lo cierto es que, al superar la selectividad en la convocatoria de septiembre y empezar la carrera de Empresariales, ya tenía los objetivos un poco más claros.

Me repetía a mí mismo: «Estudia o no estudies, escoge», pero esto de ser el único
malo
, no me gustó nada, en absoluto. Y la cara de mi padre aún la veo, y eso todavía me gustó menos. Fue duro.

«Esta sensación no quiero volver a sentirla nunca más en mi vida.»

Deportivamente, ahora estoy en una línea parecida. Transmitimos el mensaje: «No sé dónde está el límite, pero sí sé dónde no está». Queremos que las personas se den cuenta de lo que están consiguiendo.

El punto principal es el deporte, pero tanto en el deporte como en la vida, los límites se los pone uno mismo.

Todo el mundo es capaz de hacer lo que se proponga siempre y cuando luche por ello y agote todos los recursos posibles antes de rendirse.

El objetivo no es ganar, sino que el objetivo debe ser sentirte bien, tener la disciplina del entrenamiento día a día, estar cómodo contigo mismo… y terminar lo que has empezado, sobre todo eso, porque, de lo contrario, la gente se obsesiona con el cronómetro. El cronómetro existe, es un hecho que no podemos obviar, pero cada vez más tendríamos que pensar que el reto de verdad es terminar, y tanto da si terminas el número 40 o el 400, lo importante es intentarlo hasta el final.

Participar en la Marathon des Sables me ayudó mucho a visualizar este concepto. En esa prueba, hay un promedio de 850 participantes; 650 de ellos caminan y los otros 200 corren o corren y caminan. Entonces te das cuenta de que realmente el cronómetro da igual. No importa.

Esto, sin quererlo, también ha ido a mi favor, porque, cuando aprendes esta manera de pensar y la interiorizas, las personas se dan cuenta de que realmente consiguen lo que se proponen, y esto les sorprende gratamente.

La gente se da cuenta de que no vale la pena rendirse tan rápidamente. Es importante luchar un poco y agotar todos los recursos. Naturalmente, llegará un punto en que, si no puedes, pues no puedes. Pero la clave está en no rendirse con facilidad.

8.
Broker

Y decir Josef Ajram significa, también, hablar de la otra cara de la moneda, de la Bolsa…

La Bolsa es, hasta cierto punto, el contraste, un mundo aparentemente serio y árido, que choca muchísimo con el aspecto deportivo.

Bueno, la Bolsa es un mundo complicadísimo. Para entendernos, es un mundo que, si la gente supiera qué es
aquello
, nadie invertiría un euro en su vida, porque es rebuscado, está manipulado. En cambio, curiosamente todo el mundo depende de la Bolsa.

Yo tenía claro que me quería dedicar a la Bolsa desde que tuve uso de razón. Siempre me había llamado la atención que hoy una cosa valga 10 y mañana pueda valer 10,40. Este dinamismo, esta incertidumbre de decir: «Hoy ha pasado esto, pero mañana ¿qué sucederá?» me fascinaba. En realidad, nadie lo sabe, y esto es lo que más me atrae de este mundo.

A los 18 años fui al edificio de la Bolsa en el Paseo de Gracia de Barcelona con un dinero que tenía ahorrado, poco. Una vez allí, abrí una cuenta en una agencia de valores y empecé a realizar alguna pequeña operación. Y esto fue el detonante, porque, cuando inviertes dinero de tu bolsillo en la Bolsa, inevitablemente el sistema nervioso se te pone en funcionamiento, aunque sólo sean 300 o 600 euros, da igual. El sistema nervioso se pone en marcha y te preocupas por aquel dinero, sufres por él.

Sin quererlo, me estaba poniendo en este mundo; me encontraba cómodo en medio de aquella vorágine y estaba totalmente enganchado por esta dinámica y por la incertidumbre que genera.

Esto coincidió con el momento en que entré en la Universidad. Me matriculé en Administración de Empresas e iba compaginándolo con la Bolsa. Durante el primer año me fui sacando las asignaturas, pero a partir del segundo curso ya opté por dejar la carrera para dedicarme por completo a la Bolsa. Me quería centrar en la Bolsa y decidí ir cada día de nueve de la mañana a cinco de la tarde. Cada día. Iba con el espíritu de ser una esponja, de aprender, de adquirir conceptos y asumirlos… Paralelamente, hice algunos cursillos de aprendizaje y leí algunos libros.

He aquí que un buen día, Josep Trullàs, una persona que estaba siempre por la agencia, me dijo:

–Hombre, te veo por aquí cada día…

–Sí –le respondí–, es que me gustaría trabajar en esto.

–Pues algo haremos –me animó.

Y, efectivamente, al cabo de un tiempo, me llamó:

–Mira, he pensado que te podemos poner de comercial, captas clientes, vienes por aquí, miras, sigues aprendiendo y, bueno, te llevas una comisión según lo que estos clientes operen. Si lo haces así, por lo menos podrás mirarte el partido desde dentro.

A partir de ese día, negociamos las condiciones, firmamos un contrato y empecé a captar clientes. La verdad es que era una época muy buena; corrían los años 1999-2000, el final de la época
buena
antes de la crisis tecnológica, y tuve la suerte de captar a muchos clientes, y la mayoría de ellos acostumbraban a hacer grandes operaciones, de modo que tenía unos ingresos francamente elevados.

En febrero del año 2000 me pagaron el primer cheque de las comisiones correspondientes a los tres primeros meses de prueba durante los que había realizado operaciones con dinero ajeno, y ¡fueron unos 8.000 euros, si no recuerdo mal!

Me iba repitiendo a mí mismo: «¡Me están dando 8.000 euros!». No me lo podía creer. Tenía 21 años y pasé de cobrar 300 euros en el Telepizza, donde trabajé de repartidor durante un tiempo, a los 8.000 euros de estas primeras operaciones en Bolsa… ¡Fue brutal! Había conseguido un cliente que operaba muchísimo.

Parecía algo mágico. Y perdí el norte. No es de extrañar: no tenía gastos y me veía con mucho dinero en el bolsillo, un coche y… 21 años. Era inevitable. Fueron un par de años de juerga total, salir de noche, ir a los
afters
… En fin, de hacer de todo.

Fue una época de desmelene, pero muy positiva, porque en este ambiente ves cosas que, ahora, me doy cuenta de que me supusieron otro gran aprendizaje.

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