El Ángel caído: El Gremio de los Cazadores 1 (37 page)

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Authors: Nalini Singh

Tags: #Fantástico, infantil y juvenil, romántico

BOOK: El Ángel caído: El Gremio de los Cazadores 1
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—Slater Patalis —terminó Rafael en su lugar—. Veneno ha venido a encargarse de la limpieza. Sobrevolaré la zona. Le he pedido a Dmitri que permanezca lejos de aquí.

—Bien. —Elena se dio la vuelta, incapaz de mirar a la mujer que había en la cama—. ¿Qué pasa con mi padre?

—Él solo sabe que su amante fue asesinada por un vampiro renegado. Y nos conviene que se extienda ese rumor.

La esencia de Veneno envolvía la escalera cuando ellos comenzaron a bajarla.

—La mujer tenía familia —dijo el vampiro—, aunque nadie en la ciudad.

De repente, a Elena se le ocurrió una terrible idea.

—¿Tenía hijos? —¿Un hermano o una hermana de cuya existencia ella nunca se había enterado?

Fue Rafael quien respondió.

—No. De eso estoy seguro.

Ella asintió al oír su firme respuesta. Rafael se dirigió de nuevo a Veneno.

—Nadie debe encontrar su cadáver.

—Por supuesto que no. Me aseguraré de que aparezcan unos cuantos documentos que la sitúen fuera de la ciudad. —El vampiro empezó a subir—. Jason ha regresado.

Cuando llegó al pasillo, Elena luchó contra el impulso de ir al despacho de su padre, ya que sabía que aquello solo terminaría en otro enfrentamiento a gritos.

—¿Quién es Jason? —preguntó mientras se concentraba en descartar la esencia de Veneno para poder percibir la de Uram.

—Uno de los Siete.

El Ángel de Sangre había salido por la puerta trasera, pensó antes de encaminarse hacia allí.

—¿Por qué vais a deshaceros del cuerpo? Esa mujer estaba destrozada, pero parece el típico asesinato de un vampiro.

—Porque es posible que Uram haya dejado algún rastro en ella.

Elena abrió la puerta trasera, sintió algo pegajoso en la palma y bajó la mirada. Tenía una mancha de color óxido en la piel. Sangre seca.

—Nos está provocando. —Se frotó la mano contra los pantalones, lo bastante para limpiársela pero no para perder la esencia. Aquel era un aroma fresco, «limpio», vibrante en la claridad del día tras la tormenta. Aquello era una bonificación extra: puesto que todas las demás habían sido borradas, las nuevas esencias eran más ricas, más intensas.

Gotas de sangre a pocos pasos de la puerta. Elena no quería ni pensar de dónde procedían, no cuando lo de llevarse trofeos era algo típico de Uram. Y aquello le recordó que...

—¿Y Michaela?

—La he avisado.

Casi podía «ver» la esencia de Uram en aquel ambiente cargado de ozono, así que empezó a correr. Apenas fue consciente del viento que generaron las alas de Rafael cuando alzó el vuelo. Estuvo a punto de chocar con un grupo de gente que se dirigía al trabajo temprano cuando salió a toda velocidad del callejón trasero en dirección a la calle que había al otro lado, pero nadie miró hacia arriba. El glamour, pensó. Le ponía los pelos de punta pensar que Uram podría haber estado observándola en cualquier momento desde que comenzó la búsqueda.

Otra gota de sangre, aquella enterrada en el asfalto por el peso de los pies que caminaban sobre la calle a medida que la ciudad despertaba. Elena la vio, pero siguió corriendo, esquivando a los ejecutivos bien vestidos y a los vagabundos con carritos de supermercado. Más sangre: una gota lo bastante grande para que la gente la rodeara con una mirada extrañada. Se preguntó si alguien habría llamado a la policía. Como estaban en Nueva York, supuso que no.

Rafael tendría que enviar a un grupo de limpieza allí también. Tras tomar nota mental del lugar, continuó siguiendo la esencia. La excitación inundaba su sangre como la más poderosa de las drogas. Su habilidad estaba presente en su piel, en cada elemento de su ser.

Así era ella. Una cazadora nata.

Se sentía como si estuviera nadando a través de un ácido impregnado en la luz del sol cuando de pronto llegó a un edificio que le resultaba de lo más familiar. ¿Dónde estaba? Parpadeó para salir del estado de trance en el que se había sumido y leyó el cartel.

EL NUEVO MUSEO INFANTIL, PATROCINADO

POR DEVERAUX ENTERPRISES

Se le heló la sangre y el horror llenó su boca, hasta que leyó la letra pequeña y se enteró de que el museo estaba cerrado debido a unas reformas. Por fortuna. Si hubiera entrado algún niño...

¿Está Uram en el edificio?

Era tentador dejarse envolver por el aroma de la lluvia, por la esencia de Rafael, pero se resistió. En lugar de aquello, siguió los ecos del rastro de Uram.

—Si no lo está, lo hemos perdido.

Examinó la puerta, preguntándose si Uram habría entrado. Estaba cerrada. Su frente se llenó de arrugas de concentración.

—La esencia no es tan fuerte al lado de la puerta.

Dio unos cuantos pasos hacia atrás y realizó un lento círculo. ¡Allí estaba! Se dirigió hacia uno de los laterales del edificio y lo recorrió hasta la parte trasera. El miedo, la furia y la emoción de la caza burbujeaban en su sangre. La zona de aparcamiento estaba vacía, pero no era aquella zona la que le interesaba. Había una pequeña puerta abierta en la parte de atrás que se mecía con suavidad de un lado a otro al compás de la brisa.

Con el corazón en la garganta, Elena siguió la esencia y entró. No tuvo que ir muy lejos.

Geraldine se encontraba hecha un guiñapo junto a la entrada, como si se hubieran desecho de ella a toda prisa. Al percibir señales de vida, Elena se agachó a su lado y...

—¡Maldita sea! —Geraldine tenía la garganta abierta, pero estaba consciente y sus ojos estaban llenos de terror. Elena no sabía cómo demonios era posible que siguiera con vida—. Aguanta. —Cogió su móvil con manos temblorosas—. Llamaré a una ambulancia.

—No lo hagas. —La sombra de Rafael llenó el vano de la puerta e impidió el paso de la luz—. Haré que Illium la lleve con nuestro sanador. Está a punto de llegar.

Elena lo miró a los ojos, ya que sabía que no tenía tiempo para discusiones.

—Está bien. —Su tono exigía una promesa de que no se le haría daño a aquella mujer.

—Tendremos que borrarle la memoria. —Las palabras que no había pronunciado: «Si logra sobrevivir».

Geraldine empezó a toser cuando Rafael la cogió en brazos.

—Vam... Vamp...

Su voz era más un resoplido que otra cosa, ya que tenía la mano firmemente apretada contra la garganta, pero Elena lo entendió. No era una acusación, sino una petición. Antes de que pudiera decir nada, sin embargo, Rafael desapareció.

Elena examinó las esencias que la rodeaban y comprendió que Uram no se había adentrado más en el edificio. Regresó al aparcamiento y recorrió el perímetro exterior del museo en busca de otra marca. Nada. El cabrón había dejado tirada a Geraldine y había echado a volar cuando Rafael y ella se acercaron demasiado.

Cuando el arcángel regresó, Elena se encontraba al lado del museo otra vez.

—Tu equipo de limpieza tendrá que hacer horas extra hoy.

—Es necesario.

—Tengo que ir a casa de Michaela.

—Pareces muy segura de que él irá hacia allí.

—Geraldine llevaba un anillo de diamantes cuando la conocí ayer. Hoy no estaba, y por la marca blanca que tenía en la piel de su dedo, me parece que nunca se lo quitaba.

—Será más fácil si te llevo yo. —Puesto que le parecía lógico, Elena asintió y Rafael la cogió colocando un brazo bajo su espalda y el otro bajo sus rodillas. El glamour se extendió sobre su piel como si fuera agua.

—¿Lo has hecho? —preguntó mientras se elevaban. Se sujetó a él con fuerza y cerró los ojos para no ver cómo sus huesos desaparecían en el aire—. Me refiero a iniciar el proceso para convertir en vampiro a Geraldine.

—No.

—¿Por qué no? Es probable que no sobreviva de otro modo. Y a ella la haría feliz, así que todo son ventajas. —El viento, cargado con la promesa de más lluvias, le sacudía el pelo y le acariciaba las mejillas.

—Una vez más, preguntas por conocimientos prohibidos.

—Me has colocado en el camino de un monstruo... y no solo a mí, también a la gente que me rodea, incluso a la que solo tiene una relación superficial conmigo. —De pronto la asaltó el pánico—. ¡Sara! ¡Mi hermana!

—Ya hemos advertido a todas las personas cercanas a ti de la posibilidad de que se conviertan en el objetivo de un vampiro.

Ella se aferró a él con más fuerza.

—Sin embargo, eso no servirá de mucho contra un arcángel, ¿verdad?

—No. Lo único que lo detendrá es la muerte.

—¿Cómo lo matarás?

—Le arrancaré el corazón e introduciré mi energía en el agujero de su torso para desgarrarlo de dentro afuera.

Elena tragó saliva al oír una descripción tan gráfica.

—¿Él puede hacerte lo mismo a ti?

—Es un arcángel.

En otras palabras: sí. El miedo penetró en su corazón. Miedo por un ser que había vivido más de lo que ella podía imaginar.

—¿Por qué solo un arcángel puede matar a otro arcángel?

—Ganamos poderes a medida que envejecemos... y entre esos poderes está el de poner fin a la vida de un inmortal. —Y quizá, pensó Rafael al recordar las enigmáticas palabras de Lijuan, también el de otorgar la vida. Aunque no una vida parecida a lo que la vida debía ser—. Es uno de los requisitos previos necesarios para convertirse en un miembro del Grupo de los Diez. Debemos ser capaces de destruirnos los unos a los otros si es necesario.

—¿Y no es esa demasiada información?

—Lo habrías deducido tú sola. —Era muy inteligente, y fuerte, testaruda e implacable. En todos los siglos que había vivido, no había conocido a ninguna guerrera que lo desafiara como ella—. La mujer que encontramos, ¿quién es?

—Geraldine, la secretaria de mi padre.

—¿La empleada de tu padre es una amante de vampiros?

—Vaya... ¿no lo sabías? —Soltó un resoplido—. Creí que conocías hasta el más pequeño detalle de mi historia.

—Los asistentes no me interesaban mucho.

—Bueno, lo cierto es que Jeffrey no conocía sus actividades extracurriculares.

—Illium dice que la ha visto en Erotique. Baila allí. —Erotique era un club al que solo se accedía mediante invitación y en el que se atendían las necesidades de los vampiros de alto rango que querían relajarse en compañía de humanos a quienes se les había enseñado lo que era aceptable y lo que no.

—He oído decir que las bailarinas de Erotique son las geishas occidentales.

Rafael captó el matiz cortante del comentario y se preguntó a qué se debía.

—Una comparación bastante adecuada.

Elena le clavó las uñas en el cuello.

—Lo más probable es que sepan cómo complacer a los hombres que no se molestan en hacer esfuerzos.

—Erotique es un club frecuentado tanto por vampiros como por vampiras. —Hizo una pausa—. A los ángeles no les interesa tanto.

Las uñas se aflojaron un poco.

—Esas bailarinas... ¿consiguen mucho dinero?

Rafael contactó con Illium para averiguar la respuesta.

—Sí.

—En ese caso, ¿por qué había aceptado Geraldine un empleo como secretaria de Jeffrey? Supongo que tendremos que apretarle las tuercas, si logra sobrevivir.

—No es necesario. Lo más seguro es que fuera una espía de algún competidor con colmillos.

—¿Y por qué estaba allí Campanilla, si se puede saber?

—Siente fascinación por los mortales. —La debilidad de Illium había sido la caída de Illium. Era una lección que se les enseñaba a todos los ángeles jóvenes.

—¿Y si se enamora de nuevo? ¿Qué ocurrirá?

—Siempre que guarde nuestros secretos, puede amar a su mortal.

—Aunque ella moriría en unas cuantas décadas y el vivirá durante siglos.

—Sí. —Sabía que Elena ya no hablaba de Illium—. La inmortalidad tiene su precio.

Ella lo estrechó entre sus brazos.

—Demasiado alto, en mi opinión. ¿Inclinarse y arrastrarse ante un amo? Joder, no —dijo con un tono mordaz—. Tal vez sea esa la razón por la que vosotros Convertís a tantos imbéciles en vampiros. Solo la gente estúpida solicita algo así.

Rafael le dio un apretón.

—Estás insultando al Grupo de los Diez.

—Sabes quién es el señor Ebose. Y sabes a quién rastreé para él. Vamos, en serio... ¿Qué cualidad tenía ese para convertirse en inmortal, aparte de su sumisa estupidez?

—Eso no puedes saberlo.

—Ya conozco demasiados secretos... ¿qué importancia tiene uno más?

Rafael bajó en picado siguiendo una corriente de aire, y aquello hizo que ella se sujetara con más fuerza.

—Hemos llegado.

Elena suspiró, pero le dio un beso en la mandíbula.

—Estar contigo es una fuente constante de frustraciones.

El arcángel aterrizó en el bosque que separaba su propiedad de la de Michaela. Luego retiró el glamour y se enfrentó a sus ojos plateados.

—Les he puesto escoltas a Sara, a Ransom, a tu padre, a tus parientes y a sus familias.

Una sombra atravesó el rostro de Elena y oscureció sus ojos, que adquirieron los tonos de una tormenta.

—Gracias.

—¿También piensas que Harrison es estúpido? —preguntó él, refiriéndose a su cuñado—. Después de todo, es un vampiro.

Ella entrecerró los ojos.

—Tengo una pregunta que hacerte... y necesito saber la respuesta.

—Beth —dijo Rafael mientras observaba su expresivo rostro. Para ser una cazadora, sus defensas eran bastante débiles, como las de una persona que, a pesar de todo, consiguiera ver inocencia en el mundo.

«Entonces ella te matará. Te convertirá en mortal.»

¿No merecía la pena perder un poco de inmortalidad para tener aquella extraña mezcla de inocencia y fuerza a su lado?

—Harrison sabía cuando fue Convertido que no había garantías de que aceptáramos a su esposa.

—Entonces, ¿es posible? —inquirió ella—. No sé cómo elegís a vuestros candidatos, pero ¿es posible que Beth sea uno de ellos?

—¿Y a ti qué más te da? —replicó él—. Te tratan como si fueras basura.

Elena convirtió su mano en un puño.

—Ya, bueno... considérame masoquista. —Se encogió de hombros—. Da igual que me saque de quicio la mayor parte del tiempo. Es mi hermana.

—¿Igual que Mirabelle y Ariel?

34

E
lena se puso rígida.

—Nunca hablo sobre eso.

Rafael conocía los hechos, pero al percibir la fragilidad de su voz comprendió que aquellos hechos no le decían nada.

—Beth no es adecuada —respondió, en vez de enfrentarse a ella.

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