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Authors: Darren Shan

Tags: #Terror, Infantil y Juvenil

El circo de los extraños (43 page)

BOOK: El circo de los extraños
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CAPÍTULO 6

Evra estaba viendo la tele cuando entré.

—¿Alguna novedad? —preguntó.

—No —respondí —. ¿Mr. Crespley no me ha echado en falta?

—Apenas se dio cuenta de tu ausencia. Ha estado actuando de modo extraño últimamente.

—Lo sé —dije—. Necesito tomar sangre humana, pero él ni lo ha mencionado. Normalmente es muy exigente en que realice las tomas con puntualidad.

—¿Vas a alimentarte sin él? —preguntó Evra.

—Es posible. Me metí en una de las habitaciones la última noche y tomé un poco de sangre de un huésped dormido. Utilicé una jeringa. —Yo aún no era capaz de cerrar los cortes con saliva como hacían los vampiros completos.

Había recorrido un largo camino en un año. No hacía tanto tiempo, habría dejado pasar la oportunidad de conseguir alimento; ahora me alimentaba porque quería, y no porque me lo mandaran.

—Más vale que tengas cuidado —me advirtió Evra—. Si te pillan, a Mr. Crepsley le dará un ataque.

—¿Pillarme? ¿A mí? ¡Imposible! Entraré como la brisa y saldré como un fantasma.

Lo hice, además, a las dos de la mañana. Era fácil para alguien con mis habilidades: pegando el oído a la puerta y escuchando los sonidos de adentro, podía decir cuánta gente había en una habitación y tanto si estaban ligera como profundamente dormidos. Cuando encontré una habitación abierta con un hombre solo, roncando como un oso, me permití entrar y tomé la cantidad de sangre que necesitaba. De regreso en mi habitación, vacié la sangre en un vaso y bebí.

—Con esto tendré suficiente —dije al acabar—. Hasta mañana, en cualquier caso, y eso es lo que importa.

—¿Qué habrá de especial mañana? —preguntó Evra.

Le conté lo de mi encuentro con Debbie y que habíamos quedado para ir al cine.

—¡Tienes una cita! —rió Evra encantado.

—¡No es una cita! —resoplé—. Sólo vamos a ir al cine.

—¿
Sólo?
—sonrió Evra—. Para una chica, no es
sólo
eso. Es una cita.

—De acuerdo —dije—, es una
especie
de cita. No soy estúpido. Sé que no debo involucrarme.

—¿Por qué no? —preguntó Evra.

—Porque ella es una chica normal, y yo sólo medio humano —dije.

—Eso no tiene por qué ser un impedimento para que salgáis juntos. Ella no podría adivinar que eres un vampiro, a menos que empieces a morderle el cuello.

—Ja, ja —reí secamente—. No es eso. En cinco años más ella será una mujer, mientras que yo seguiré igual.

Evra sacudió la cabeza.

—Preocúpate por los próximos cinco
días
—me aconsejó—, no por los próximos cinco
años
. Has estado demasiado pegado a Mr. Crepsley... Te estás volviendo tan sombrío como él. No hay nada que te impida citarte con chicas.

—Supongo que tienes razón —suspiré.

—Claro que la tengo.

Me mordí el labio, nerviosamente.

—Asumiendo que
fuera
una cita —dije—, ¿qué
hago
? Nunca había tenido una cita antes.

Evra se encogió de hombros.

—Ni yo tampoco. Pero imagino que actuar con normalidad. Charlar con ella. Contarle algunos chistes. Tratarla como a una amiga. Y luego...

—¿
Luego
? —pregunté cuando se detuvo.

Frunció los labios.

—¡Darle un beso! —rió.

Le arrojé una almohada.

—Lamento habértelo contado —rezongué.

—Sólo estoy bromeando. Pero te diré algo. —Se puso serio—.
No
se lo cuentes a Mr. Crepsley. Probablemente nos haría marcharnos a otra ciudad de inmediato, o como mínimo a otro hotel.

—Tienes razón —convine—. Guardaré silencio sobre Debbie cuando él esté cerca. No será difícil: apenas le veo. Y cuando lo hago, casi nunca dice nada. Parece como si estuviera en su propio mundo.

Aunque entonces no podía saberlo, se trataba de un mundo del que Evra y yo pronto formaríamos parte... y también Debbie.

* * *

El siguiente día transcurrió lentamente. Mi estómago era un manojo de nervios. Tuve que beber leche caliente para calmarlos. Evra no era de mucha ayuda. Se pasaba mirando la hora y anunciando en voz alta: “¡Faltan cinco horas!” “¡Faltan cuatro horas!” “¡Tres horas y media...!”

Afortunadamente no tenía que preocuparme por la ropa: sólo tenía un traje, así que no habría problema para elegir lo que me pondría. Pero me pasé un par de horas en el baño, asegurándome de estar inmaculadamente limpio.

—Tranquilízate —dijo Evra finalmente—. Estás estupendo. Casi me siento tentado de salir contigo.

—Cállate, estúpido —le espeté, pero sin poder evitar sonreír.

—Bueno, de todas formas —dijo Evra—, ¿quieres que me esfume antes de que llegue Debbie?

—¿Por qué? —pregunté.

—Quizá no quieras que esté aquí —musitó.

—Quiero presentártela. Ella cree que eres mi hermano. Sería un poco raro que no estuvieras aquí cuando aparezca.

—Es que... Bueno... ¿Cómo explicártelo? —se preguntó Evra.

—¿Explicarme
qué
?

—Mi aspecto —dijo, mientras se sonrojaban unas cuantas escamas a lo largo de su brazo.

—Oh —dije, comprendiendo al fin. Debbie no sabía que Evra era un niño-serpiente. Ella esperaría encontrar a un chico normal.

—Podría intimidarla —dijo Evra—. Mucha gente se asusta cuando se encuentra cara a cara con alguien como yo. Quizá sea mejor que...

—Escucha —dije con firmeza—. Tú eres mi mejor amigo, ¿vale?

—Sí —sonrió Evra débilmente—. Pero...

—¡No! —mascullé—. Sin peros. Debbie me gusta mucho, pero si no puede aceptarte como eres, es su problema.

—Gracias —dijo Evra, con seriedad.

* * *

Cayó la noche y Mr. Crepsley despertó. El vampiro tenía un aspecto macilento. Cociné para él (bacon, salchichas, chuletas de cerdo), comió rápidamente y se dispuso a marcharse antes de que Debbie llegara.

—¿Se siente bien? —le pregunté tras verle engullir la comida.

—Muy bien —murmuró.

—Pues tiene un aspecto terrible —le respondí francamente—. ¿Se ha alimentado últimamente?

Sacudió la cabeza.

—No he tenido tiempo. Lo haré esta noche.

—Tomé sangre de un huésped la noche pasada —dije—. Eso me mantendrá durante otra semana o así.

—Está bien —dijo con aire ausente. Era la primera vez que me alimentaba por mí mismo, y esperaba que me felicitara o algo así, pero no pareció importarle. Era como si hubiera perdido todo interés en mí.

Me puse a limpiar cuando se hubo marchado, y luego me senté a ver la tele con Evra, y a esperar a Debbie.

—No va a venir —dije, cuando me pareció que habían transcurrido un par de horas—. Me ha plantado.

—Relájate —rió Evra—. Sólo has estado ahí sentado diez minutos. Todavía es pronto.

Miré mi reloj... y tenía razón.

—No podré pasar por esto —gemí—. Nunca había salido con una chica antes. Meteré la pata. Pensará que soy aburrido.

—No te preocupes tanto —dijo Evra—. Tú
quieres
salir con ella, y
vas
a salir con ella, así que ¿por qué preocuparse?

Me dispuse a responderle, pero me interrumpí cuando Debbie llamó a la puerta. Me olvidé de mis nervios en un segundo, y me levanté de un salto para dejarla pasar.

CAPÍTULO 7

Esperaba que Debbie se hubiera puesto elegante, pero llevaba unos tejanos y un holgado jersey bajo un largo y grueso abrigo.

Advertí que llevaba puestos un par de guantes rojos.

—¿Encontraste los guantes? —pregunté.

Hizo una mueca.

—Estuvieron en mi habitación todo el tiempo —rezongó—. Se habían caído detrás del radiador. Y naturalmente, sólo los encontré
después
de haberle dicho a mamá que había estado paseando sin ellos... ¿Tu padre y tu hermano están aquí? —preguntó.

—Mr. Cre... Quiero decir,
papá
ha salido. Evra está aquí. —Hice una pausa—. Hay algo que deberías saber sobre Evra —dije.

—¿Qué?

—No es como otras personas.

—¿Cómo es? —rió Debbie.

—Verás —comencé a explicar—, Evra es un...

—Mira —me interrumpió Debbie—, no me importa lo raro que sea. Tú sólo déjame entrar y preséntanos.

—De acuerdo —sonreí vacilante, y le hice un gesto invitándola a pasar. Debbie entró decididamente, caminando delante de mí. Dio un par de pasos hacia la habitación, descubrió a Evra y se detuvo.

—¡Guau! —exclamó—. ¿Eso es un disfraz?

Evra sonrió con nerviosismo. Estaba frente a la televisión, con los brazos cruzados, totalmente rígido.

—Debbie —dije—, éste es Evra, mi hermano. Él es...

—¿Eso son
escamas
? —preguntó Debbie, acercándose a él.

—Pues... huh... —dijo Evra.

—¿Puedo tocarlas? —preguntó Debbie.

—Claro —le dijo Evra.

Ella deslizó los dedos por su brazo izquierdo (él llevaba una camiseta) y luego por el derecho.

—¡Guau! —dijo Debbie sofocadamente—. ¿Siempre has sido así?

—Sí —dijo Evra.

—Es un niño-serpiente —expliqué yo.

Debbie se giró hacia mí con fiereza.

—¡Eso que has dicho es horrible! —me espetó—. No deberías llamarle así sólo por tener un aspecto diferente.

—No le llamo así... —comencé a decir, pero ella me interrumpió.

—¿Cómo te sentirías tú si alguien se burlara de ese estúpido disfraz que llevas? —chispeó. Yo miré mi traje—. ¡Oh, sí! —dijo con desdén— Podría haber dicho muchas cosas de ese atuendo tan estrafalario, pero no lo hice. Imaginé que si querías parecer una especie de
Peter Pan
, era cosa tuya.

—Está bien —dijo Evra suavemente—.
Soy
un niño-serpiente. — Debbie clavó los ojos en Evra, insegura —. De veras, lo soy —le juró—. Tengo algunas características serpentinas: mudo la piel, tengo la sangre fría, tengo ojos de serpiente...

—Aún así —dijo Debbie—, no es agradable que te comparen con una serpiente.

—Lo es si te
gustan
las serpientes —rió Evra.

—Oh. —Debbie se volvió hacia mí, algo avergonzada—. Lo siento —dijo.

—Está bien —dije, secretamente complacido de que ella hubiera reaccionado de aquel modo... Eso significaba que no tenía prejuicios.

Debbie estaba fascinada con Evra y no paraba de hacerle preguntas. ¿Qué comía? ¿Con cuánta frecuencia? ¿Podía hablar con las serpientes? Después de un rato le dije que le enseñara la lengua (él tenía una lengua realmente larga y era capaz de tocarse la nariz con ella).

—¡Es la cosa más asquerosa y genial que he visto nunca!

Debbie aulló cuando Evra le mostró su habilidad para lamerse los orificios nasales.

—Me encantaría poder hacer
yo
eso. Horrorizaría a todos los del colegio.

Finalmente llegó la hora de ir al cine.

—No volveré tarde —le dije a Evra.

—Por mí no tengas prisa —dijo él, y me guiñó un ojo.

* * *

Fue un corto paseo hasta el cine, y llegamos con tiempo de sobra hasta que empezara la película. Compramos palomitas de maíz y bebidas y entramos. Hablamos el uno del otro durante los anuncios y los avances.

—Me gusta tu hermano —dijo Debbie—. Parece un poco tímido, pero supongo que es por su aspecto.

—Sí —convine—. La vida no ha sido fácil para él.

—¿Hay alguien más en tu familia que sea así? —preguntó.

—No —dije—. Evra es único en su especie.

—¿Tu madre es normal? —Le conté a Debbie que mis padres estaban divorciados y que Evra y yo pasábamos medio año con cada uno—. ¿Y tu padre?

Sonreí.

—Mi padre también es raro —dije—, pero no como Evra.

—¿Cuándo podré conocerle? —preguntó.

—Pronto —mentí. Debbie se había entusiasmado inmediatamente con el niño-serpiente, pero ¿cómo reaccionaría ante un vampiro? Yo tenía el presentimiento de que no le gustaría tanto Mr. Crepsley, no si llegaba a saber lo que él era.

La película resultó ser una estúpida comedia romántica. Debbie se rió más que yo.

Hablamos más tarde sobre la película mientras paseábamos por el barrio. Fingí que me había gustado más de lo que en realidad me gustó. Mientras caminábamos por un oscuro callejón, Debbie deslizó su mano en la mía y la apretó de un modo tan agradable que me hizo sentir genial.

—¿No te da miedo la oscuridad? —preguntó ella.

—No —dije. El callejón resultaba bastante luminoso para mi desarrollada visión de vampiro—. ¿Qué hay en ella para que se la deba temer? —pregunté.

Ella se estremeció.

—Sé que es una tontería —dijo—, pero siempre he temido que un vampiro o un hombre-lobo saltaran de repente sobre mí. —Se echó a reír—. Es estúpido, ¿eh?

—Sí —dije, riendo débilmente—. Estúpido.

Si ella supiera...

—Tus uñas son realmente largas —comentó.

—Lo siento —dije. Mis uñas eran increíblemente duras. Las tijeras no podían cortarlas. Tenía que morderlas con mis dientes para mantenerlas a raya.

—No hace falta que te disculpes —dijo ella.

Cuando salimos del callejón, sentí que me observaba a la luz de las farolas.

—¿Qué miras? —pregunté.

—Hay algo diferente en ti, Darren —musitó—. Algo que no puedo definir.

Me encogí de hombros, intentando trivializar el tema.

—Es que soy tan atractivo... —bromeé.

—No —dijo ella, seriamente—. Es algo en tu interior. A veces lo veo en tus ojos.

Aparté la mirada.

—Vas a hacer que me sonroje —protesté.

Ella apretó mi mano.

—Mi papá siempre dice eso. Dice que soy demasiado curiosa. Mi mente no para de divagar y siempre digo lo que se me pasa por la cabeza. Debería aprender a callarme.

Llegamos al barrio y acompañé a Debbie hasta la puerta de su casa. Me detuve torpemente ante la entrada, preguntándome qué debía hacer a continuación.

Debbie resolvió el problema por mí.

—¿Quieres entrar? —preguntó.

—¿No están tus padres en casa? —repuse.

—No pasa nada... A ellos no les importará. Les diré que eres el amigo de una amiga.

—Bueno... vale —dije—. Si estás segura...

—Lo estoy —dijo ella, sonriendo, y entonces me tomó de la mano y abrió la puerta.

¡Al entrar me sentía casi tan nervioso como la noche en que me deslicé sigilosamente en los sótanos del viejo teatro de mi ciudad natal y le robé a Madam Octa a Mr. Crepsley mientras dormía!

CAPÍTULO 8

Resultó que no tenía nada de qué preocuparme. Los padres de Debbie eran tan simpáticos como ella. Se llamaban Jesse y Donna (no me permitieron llamarles señor y señora Hemlock) y me hicieron sentir bienvenido nada más entrar.

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