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Authors: Darren Shan

Tags: #Terror, Infantil y Juvenil

El circo de los extraños (39 page)

BOOK: El circo de los extraños
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Allí delante, le descubro... al vampiro... Mr. Crepsley. Se mueve tan despacio como yo, con la mirada fija en el hombre gordo, a poca distancia más adelante.

El hombre gordo. Él es el motivo de que yo esté aquí, en este gélido matadero. Es el humano que Mr. Crepsley intenta matar. El hombre que debo salvar.

El hombre gordo se detiene y comprueba uno de los trozos de carne que cuelgan. Sus mejillas son regordetas y coloradas. Lleva guantes de plástico limpios. Da una palmada al animal muerto (el chirriante sonido del gancho cuando la res oscila me da dentera) y entonces comienza a silbar. Echa a andar de nuevo. Mr. Crepsley le sigue. Yo también.

Evra está en alguna parte, lejos, atrás. Lo he dejado fuera. No tengo la menor intención de arriesgar la vida de los dos.

Me apresuro, moviéndome despacio, más cerca. Nadie sabe que estoy aquí. Si todo sale como lo he planeado, nadie lo sabrá, al menos hasta que Mr. Crepsley ataque. Al menos hasta que me vea obligado a actuar.

El hombre gordo vuelve a detenerse. Se agacha para examinar algo. Doy un rápido paso atrás, temiendo que me descubra, pero entonces veo a Mr. Crepsley acercándose. ¡Mierda! No hay tiempo para esconderse. Si éste es el momento que ha elegido para atacar, tengo que acercarme más.

Avanzo varios pasos, arriesgándome a que me oiga. Por suerte, Mr. Crepsley está completamente pendiente del hombre.

Ahora estoy sólo a tres o cuatro pasos del vampiro. Levanto el largo cuchillo de carnicero que llevaba sujeto al costado. Mis ojos están fijos en Mr. Crepsley. No quiero hacer nada hasta que él lo haga (le daré la oportunidad de demostrar que mis sospechas son erróneas), pero en un segundo le veo tensarse para saltar...

Sujeto con más firmeza el cuchillo. He estado practicando mi golpe cada día. Sé el punto exacto donde debo clavarlo. Un rápido corte a la garganta de Mr. Crepsley y todo habrá terminado. Adiós al vampiro. Una carroña más que añadir al montón.

Los segundos se deslizan lentamente. No me atrevo a mirar lo que el hombre gordo está observando. ¿Es que nunca va a levantarse?

Y entonces, ocurre. El hombre gordo forcejea con sus pies. Mr. Crepsley sisea. Se dispone a atacar. Preparo el cuchillo y templo mis nervios. El hombre gordo está ahora de pie. Escucha algo. Mira al techo (¡te has equivocado, idiota!) y Mr. Crepsley salta. Y cuando el vampiro salta, lo hago yo también, gritando desaforadamente, empuñando el cuchillo, decidido a matarle...

CAPÍTULO 1

Un mes antes
...

Mi nombre es Darren Shan. Soy un semi-vampiro.

Antes era humano, hasta que robé la araña de un vampiro. Después de eso, mi vida cambió para siempre. Mr. Crepsley (el vampiro) me obligó a convertirme en su asistente, y me uní a un circo lleno de extraños personajes, llamado Cirque Du Freak.

Adaptarse fue difícil. Beber sangre fue aún más difícil, y durante mucho tiempo no pude hacerlo. Finalmente lo hice, para preservar el recuerdo de un amigo muerto (los vampiros pueden guardar los recuerdos de una persona si beben toda su sangre). No disfruté haciéndolo (las siguientes semanas fueron horribles, plagadas de pesadillas) pero después de aquel primer trago sangriento ya no había vuelta atrás. Acepté mi papel de asistente de un vampiro, y aprendí a aprovechar lo mejor de ello.

Durante el transcurso del año siguiente, Mr. Crepsley me enseñó a cazar y a beber sin ser pillado; a beber sólo lo suficiente para sobrevivir; a ocultar mi identidad de vampiro cuando me mezclara con los demás. Con el tiempo dejé atrás mis miedos humanos y me convertí en una auténtica criatura de la noche.

* * *

Un par de chicas se detuvieron a mirar a Cormac
el Trozos
, con expresión seria. Él extendía brazos y piernas, y hacía girar el cuello, relajando sus músculos. Entonces, les guiñó un ojo, se metió entre los dientes tres dedos de su mano derecha hasta la mitad y se los mordió.

Las chicas chillaron y huyeron. Cormac estiró y se retorció los nuevos dedos que estaban creciendo en su mano.

Me eché a reír. Te acostumbras a cosas así cuando trabajas en el Cirque Du Freak. El espectáculo ambulante estaba lleno de gente increíble, rarezas de la naturaleza con fascinantes y a veces estremecedores poderes.

Aparte de Cormac
el Trozos
, el elenco incluía a Rhamus
Dostripas
, capaz de comerse un elefante entero o un tanque de guerra; Gertha
Dientes
, que de un mordisco podría traspasar el acero; el hombre-lobo (medio hombre, medio lobo, que mató a mi amigo Sam Grest)­; Truska, una hermosa y misteriosa mujer que podía hacer que le creciera una barba a voluntad; y Mr. Tall (N.de la T: Tall significa “Alto”, en alusión a su estatura), que se movía tan rápido como el relámpago y era capaz de leer la mente de los demás. Mr. Tall era dueño y administrador del Cirque Du Freak.

Estábamos actuando en un pueblecito, acampados tras una vieja fábrica, en cuyo interior se presentaba el espectáculo cada noche. Era una ruinosa chatarrería, pero yo estaba acostumbrado a ese tipo de locales. Podíamos haber actuado en los más grandes teatros del mundo y dormido en hoteles de lujo (el Cirque tenía mucho dinero) pero era más seguro tratar de pasar desapercibidos y permanecer en lugares donde la policía y otros representantes de la ley no acostumbraran a pasear.

Mi aspecto no había cambiado mucho desde que dejé mi hogar con Mr. Crepsley casi un año y medio antes. Como yo era un semi-vampiro, sólo envejecería un año por cada cinco, lo que significaba que aunque habían pasado dieciocho meses, mi cuerpo sólo era tres o cuatro meses mayor.

Aunque no era muy distinto por fuera, por dentro me sentía una persona completamente nueva. Era más fuerte que ningún chaval de mi edad, capaz de correr más rápido, saltar más lejos, y excavar con mis uñas extra largas en una pared de ladrillos. Mi oído, mi vista y mi sentido del olfato habían mejorado enormemente.

Como no era un vampiro por completo, había muchas cosas que todavía no podía hacer. Por ejemplo, Mr. Crepsley podía correr a una velocidad súper rápida, lo que él llamaba cometear. Podía exhalar gases que dejaban inconsciente a la gente. Y podía comunicarse telepáticamente con vampiros y algunas personas, como Mr. Tall.

Yo no sería capaz de hacer nada de eso hasta que me convirtiera en un vampiro por completo. No era algo que me quitara el sueño, porque ser semi-vampiro tenía sus ventajas: no tenía que beber demasiada sangre humana y (lo mejor) podía moverme durante el día.

Fue durante las horas diurnas, cuando exploraba un vertedero con Evra, el niño-serpiente, buscando comida para las Personitas, extrañas criaturas bajitas que llevaban capuchas azules y nunca hablaban. Nadie (excepto tal vez Mr. Tall) sabía quiénes o qué eran, o de dónde venían, o por qué trabajaban en el Cirque. Su amo era un hombre estremecedor llamado Mr. Tiny (N.de la T: Tiny significa “Pequeñito”: Mr. Tiny es el contrapunto de Mr. Tall) (¡le gustaba comer niños!), pero no le veíamos mucho por el Cirque.

–¡Encontré un perro muerto! –exclamó Evra, sujetándolo por encima de la cabeza–. Apesta un poco. ¿Crees que les importará?

Olfateé el aire (Evra estaba lejos, pero yo podía oler al perro desde donde me encontraba, tan bien como un humano que estuviera a su lado) y asentí con la cabeza.

–Está bien –dije. Las Personitas se comían cualquier cosa que les trajéramos.

Yo tenía un zorro y algunas ratas en mi saco. Me sentía mal por haber matado a las ratas (las ratas son amistosas con los vampiros y normalmente se acercan a nosotros como mascotas amaestradas si las llamamos), pero el trabajo era el trabajo. En la vida, todos tenemos que hacer cosas que no nos gustan.

Había un grupo de Personitas en el Cirque (una veintena) y una estaba cazando con Evra y conmigo. Estaba en el Cirque desde antes de que Mr. Crepsley y yo nos uniéramos. Podía distinguirle de los otros porque cojeaba con la pierna izquierda. Evra y yo le llamábamos
Lefty
(N.de la T: Lefty significa “Izquierdista”).

—¡Hey,
Lefty
! —grité—. ¿Cómo vamos?

La pequeña figura de la capucha azul no respondió (nunca lo hacía), pero se palmeó el estómago, con lo cual quería decir que necesitábamos encontrar más comida.


Lefty
dice que sigamos —le dije a Evra.

—Me lo figuraba —suspiró.

Mientras merodeaba en busca de otra rata, descubrí una pequeña cruz plateada entre la basura. La recogí y le quite los restos de porquería. Estudiando la cruz, sonreí. ¡Y pensar que solía creer que a los vampiros les aterrorizaban las cruces! La mayor parte de lo que muestran las viejas películas y los libros es una chorrada. Las cruces, el agua bendita, el ajo: nada de eso afecta a los vampiros. Podemos atravesar el agua corriendo. No necesitamos ser invitados antes de entrar en una casa. Proyectamos sombra y nos reflejamos (aunque un vampiro completo no puede ser fotografiado; tiene algo que ver con el rebote de los átomos). No podemos cambiar de forma ni volar.

Una estaca que atraviese el corazón de un vampiro le matará. Pero también lo hará una bala certera, o el fuego, o un objeto contundente. Somos más difíciles de matar que los humanos, pero no somos inmortales. Nada más lejos de eso.

Puse la cruz en el suelo y me coloqué detrás. Concentré mi voluntad, intentando hacer que saltara a mi mano izquierda. La miré intensamente durante un minuto, y chasqueé los dedos de la mano derecha.

No ocurrió nada.

Lo intenté de nuevo, pero seguía sin poder hacerlo. Lo había intentado durante meses, sin éxito. A Mr. Crepsley le bastaba una simple mirada (un chasqueo de sus dedos y el objeto volaba a su mano, aunque estuviera a varios pasos de él), pero yo no era capaz de imitarle.

Me llevaba muy bien con Mr. Crepsley. No era tan mal tipo. No éramos amigos, pero lo había aceptado como profesor y ya no le odiaba como al principio, cuando me convirtió en semi-vampiro.

Me guardé la cruz en el bolsillo y proseguí con la caza. Después de un rato, encontré un gato medio muerto de hambre entre los restos de un viejo microondas. También iba tras las ratas.

El gato me silbó con el pelo del cuello erizado. Fingí que le volvía la espalda, y entonces me giré velozmente, lo agarré por el cuello, y se lo retorcí. Emitió un breve chillido estrangulado y su cuerpo quedó flácido. Lo metí en la bolsa y fui a ver cómo le iba a Evra.

Yo no disfrutaba matando animales, pero cazar formaba parte de mi naturaleza. De todos modos, no me simpatizaban los gatos. La sangre de los gatos es veneno para los vampiros. Beber de uno no me mataría, pero me haría enfermar. Y los gatos también son cazadores. Según yo lo veía, a menos gatos, más ratas.

Aquella noche, en el campamento, volví a intentar mover la cruz con mi mente. Había terminado mis tareas diarias, y el espectáculo no empezaría hasta dentro de un par de horas, así que tenía mucho tiempo que matar.

Era una fría noche de finales de Noviembre. Todavía no había nieve, pero se anunciaba. Yo llevaba mi colorido traje de pirata: una camisa verde pálido, unos calzones púrpura oscuro, una chaqueta amarilla y azul, un paño rojo satinado alrededor de la cintura, un sombrero marrón con una pluma, y zapatos flexibles con la punta curvada.

Deambulé distraídamente entre las caravanas y las tiendas y encontré un lugar apartado en los alrededores de la vieja fábrica.

Coloqué la cruz sobre un trozo de madera delante de mí, respiré profundamente, concentrado en la cruz, y deseé que se posara en la palma de mi mano extendida.

No funcionó.

Me acerqué más, hasta que mi mano estuvo sólo a un pulgada de la cruz.

—Te mando que te muevas —dije, chasqueando los dedos—. Te lo ordeno. —Chasqueo—. Muévete. —Chasqueo—. ¡Muévete!

Pronuncié la última palabra más alto de lo que pretendía y pateé el suelo enfadado.

—¿Qué estás haciendo? — preguntó una voz familiar detrás de mí.

Me volví y vi a Mr. Crepsley emergiendo de las sombras.

—Nada —dije, intentado ocultar la cruz.

—¿Qué es eso? —inquirió él. A sus ojos no se les escapaba nada.

—Es sólo una cruz que me encontré mientras Evra y yo estábamos cazando — dije, tendiéndosela.

—¿Y qué estás haciendo con esto? —preguntó Mr. Crepsley con suspicacia.

—Intentaba hacer que se moviera —respondí, decidiendo que ya era hora de que le preguntara al vampiro por sus secretos mágicos—. ¿Cómo lo hace usted?

Una sonrisa se extendió sobre su rostro, haciendo que la larga cicatriz que le surcaba la mejilla izquierda se arrugara.

—Así que es eso lo que te ha estado fastidiando —rió entre dientes. Extendió una mano y chasqueó los dedos, haciéndome pestañear. Lo siguiente que supe fue que la cruz
estaba
en su mano.

—¿Cómo lo ha hecho? —pregunté—. ¿Sólo pueden hacerlo los vampiros completos?

—Te haré otra demostración. Esta vez mira atentamente.

Volvió a colocar la cruz sobre el trozo de madera, se apartó y chasqueó los dedos. Una vez más, la cruz desapareció y reapareció en su mano.

—¿Lo has visto?

—¿Ver qué? —Yo estaba confuso.

—Una última vez —dijo—. Intenta no parpadear.

Clavé los ojos en el pequeño trozo de plata. Oí cómo chasqueaba los dedos y (manteniendo los ojos bien abiertos) me pareció ver un levísimo borrón que pasaba como una flecha entre yo y la cruz.

Cuando volví a mirarle, hacía saltar la cruz de una mano a otra, sonriendo.

—¿Ya lo has entendido? —preguntó.

Frunciendo el ceño, respondí:

—Creí ver... Me pareció como si... —Mi rostro se iluminó—. ¡No movió la cruz! —Y exclamé excitado—: ¡Se movió
usted
!

Asintió satisfecho.

—No eres tan torpe como pareces —me felicitó a su típico modo sarcástico.

—Hágalo otra vez —dije.

Esta vez no aparté los ojos de la cruz: vi al vampiro. No fui capaz de seguir sus movimientos (era demasiado rápido) pero capté un breve destello cuando se lanzó hacia delante, atrapó la cruz y saltó hacia atrás.

—¿Así que no es capaz de mover cosas con la mente? —pregunté.

—¡Por supuesto que no! —rió.

—¿Entonces a qué viene lo de chasquear los dedos?

—Es para distraer al ojo —explicó.

—Entonces, es un truco —dije yo—. No tiene nada que ver con ser un vampiro.

Se encogió de hombros.

—No podría moverme tan rápido si fuera humano, pero sí, es un truco. Me interesaba el ilusionismo antes de convertirme en vampiro, y todavía me gusta practicar.

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