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Authors: Arthur C. Clarke & Gentry Lee

Tags: #Ciencia ficción

El jardín de Rama (15 page)

BOOK: El jardín de Rama
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Ahora, ya hace siete horas que he estado sentada al lado de Richard. La mayor parte del tiempo de esta mañana, otros miembros de la familia también estuvieron aquí, pero, durante la última hora, Richard y yo estuvimos solos. Mis ojos se regodearon contemplando su rostro durante varios minutos seguidos, mis manos vagaron por su cuello, sus brazos y su espalda. Al tocarlo, se evocaron en mí un aluvión de recuerdos y, a menudo, los ojos se me llenaban de lágrimas. Nunca creí que volvería a verlo o a tocarlo de nuevo. Oh, Richard, bienvenido a casa. Bienvenido a casa, a tu esposa y a tu familia.

12

13 de abril de 2209

Tuvimos un día increíble. Inmediatamente después del almuerzo, mientras estaba sentada al lado de Richard y hacía una revisión rutinaria de toda su biometría, Katie me preguntó si podía jugar con el Príncipe Hal y Falstaff. Le dije que sí, sin pensarlo. Estaba segura de que los robotitos no funcionaban y, para ser sincera, quería que la niña estuviera fuera de la habitación de modo que yo pudiera intentar otra técnica para sacar a Richard de su estado de coma.

Nunca he visto un coma que se parezca siquiera remotamente al de Richard: la mayor parte del tiempo tiene los ojos abiertos y, en ocasiones, hasta parece que siguen un objeto dentro de su campo visual. Pero no hay otras señales de vida o de conciencia. Ningún músculo se mueve jamás. He utilizado variedad de estímulos, algunos mecánicos, la mayoría químicos, para tratar de despertarlo del estado de coma: ninguno de ellos funcionó. Ésa es la razón por la que no estaba preparada en absoluto para lo que ocurrió hoy.

Diez minutos después de que Katie se fuera oí una mezcla muy extraña de sonidos que provenía de la sala de los niños. Me levanté de al lado de Richard y salí al corredor. Antes de llegar a la sala de los niños, el extraño ruido se transformó en un diálogo entrecortado que tenía un ritmo muy peculiar.

—Hola —decía una voz que sonaba como si estuviera en el fondo de un pozo—. Somos pacíficos. Aquí está su hombre.

La voz provenía del Príncipe Hal, que estaba parado en el medio de la habitación cuando ingresé en la sala Las niñas estaban en el piso rodeando al robot, un tanto vacilantes, con la salvedad de Katie: la niña estaba claramente exaltada.

—Simplemente estaba jugando con los botones —me dijo Katie como explicación cuando le lancé una mirada inquisitiva—, y de repente empezó a hablar.

Ningún movimiento acompañaba el discurso del Príncipe Hal. Qué peculiar, pensé, recordando que Richard se enorgullecía del hecho de que los robots siempre se movían y hablaban en forma coordinada. «Richard no hizo esto», me dijo una voz dentro de mí pero, en principio, deseché la idea. Me dejé caer en el suelo, al lado de los niños.

—Hola. Somos pacíficos. Aquí está su hombre —dijo el Príncipe Hal otra vez, varios segundos más tarde. Esta vez, una sensación de temor sobrenatural me invadió. Las niñas todavía estaban riendo pero se detuvieron al advertir la extraña expresión que yo tenía en la cara. Benjy gateó hacia mí, se puso a mi lado y me aferró la mano.

Estábamos sentados en el piso de espaldas a la puerta. Súbitamente tuve la sensación de que había alguien detrás de mí. Me di vuelta y vi a Richard parado en la puerta. Quedé sin aliento y me puse de pie de un salto, justo en el momento en que él se desplomaba y perdía la conciencia.

Todos los niños gritaron y empezaron a llorar. Traté de consolarlos después de hacer un rápido examen a Richard. Puesto que Michael estaba en la parte superior en Nueva York, llevando a cabo su caminata de las lardes, atendí a Richard en el piso, fuera de la sala de los niños, durante más de una hora. Durante ese lapso lo observé con mucho detenimiento: estaba exactamente igual que cuando lo dejé antes, en el dormitorio. No había señales evidentes de que hubiera estado despierto durante treinta o cuarenta segundos en el ínterin.

Cuando Michael regresó, me ayudó a cargar a Richard hasta el dormitorio. Charlamos durante más de una hora acerca de por qué Richard habla despertado de manera tan brusca Más tarde leí y releí todos y cada uno de los artículos sobre coma que había en mis textos de medicina. Estoy convencida de que el coma de Richard se produce por una mezcla de problemas físicos y psicológicos. En mi opinión, el sonido de esa voz extraña indujo en él un trauma que, en forma temporal, anuló los factores que producían el coma.

Pero, ¿por qué volvió, entonces, a recaer tan pronto? Ése es un asunto más difícil. Quizás había agotado su reducida base de energía al recorrer la sala de estar. No hay manera de que podamos saberlo en realidad. De hecho, no podemos responder la mayoría de las preguntas sobre lo que ocurrió hoy y entre ellas la que Katie sigue formulando:

¿
Quiénes
son los que dicen ser pacíficos?

1 de mayo de 2209

Debemos registrar que hoy Richard Colin Wakefield realmente reconoció a su familia y pronunció sus primeras palabras. Durante casi una semana se estuvo preparando para este momento, al principio dando señales de reconocimiento con el rostro y los ojos y después moviendo los labios como si formara palabras. Me sonrió esta mañana y casi dijo mi nombre pero su primera palabra real fue «Katie», pronunciada esta tarde después de que su adorada hija le brindó uno de sus enérgicos abrazos.

En la familia hay una sensación de euforia, especialmente entre las niñas, que están celebrando el regreso de su padre. Respectivamente les dije a Simone y a Katie que la rehabilitación de Richard, casi con seguridad, va a ser larga y dolorosa, pero supongo que son demasiado jóvenes como para comprender lo que eso quiere decir.

Soy una mujer muy feliz. Me fue imposible contener las lágrimas cuando Richard, en forma perfectamente reconocible, susurró «Nicole» en mi oído, inmediatamente antes de la cena. Aun cuando me doy cuenta de que mi marido está todavía muy lejos de lo normal, estoy segura de que, con el tiempo, se va a recuperar y esto me llena el corazón de alegría.

18 de agosto de 2209

Lenta pero seguramente Richard sigue mejorando. Ahora solamente duerme doce horas por día, puede caminar cerca de un kilómetro sin fatigarse y es capaz de concentrarse en algún problema, si éste es realmente interesante. Todavía no empezó a interactuar con los ramanes a través del teclado y de la pantalla. Sin embargo, ha desarmado al Príncipe Hal y tratado, infructuosamente, de determinar qué produjo la extraña voz en la sala de los niños.

Richard es el primero en admitir que no es el mismo de antes. Cuando puede hablar al respecto, dice que se encuentra «en medio de una niebla, como si fuera un sueño no muy definido». Han pasado más de tres meses desde que recuperó la conciencia pero todavía no puede recordar mucho sobre lo que le ocurrió después de que nos dejó. Cree que estuvo en coma durante casi todo el último año y su estimación se basa más sobre vagas sensaciones que sobre algún hecho en particular.

Richard insiste en que vivió en la guarida de los avianos durante algunos meses y que estuvo presente cuando se llevó a cabo una espectacular cremación. No puede brindar más detalles. También sostuvo, dos veces, que exploró el Hemicilíndro Austral y que encontró la ciudad principal de las octoarañas cerca del Tazón Austral, pero, dado que lo que
puede
recordar cambia de un día a otro, es difícil darle mucho crédito a algún recuerdo específico.

Ya cambié el equipo biométrico de Richard dos veces y tengo registros muy extensos de todos sus parámetros críticos. Sus gráficas son normales salvo en dos áreas: la actividad mental y la temperatura. Sus ondas cerebrales diarias desafían las descripciones. En mi enciclopedia médica no hay ninguna información que me permita interpretar alguna de estas gráficas y mucho menos todo el conjunto. En ocasiones el nivel de actividad de su cerebro es astronómicamente elevado; en otras parece detenerse por completo. Las mediciones electroquímicas son también igualmente peculiares. Su hipocampo está virtualmente aletargado y eso podría explicar por qué Richard está experimentando tales dificultades con la memoria.

Su temperatura también es absolutamente anormal. Se mantuvo estable durante dos meses en 37,8 grados Celsius, ocho décimas de grado por encima de lo que es normal para un ser humano. Revisé todos sus registros previos al vuelo: la temperatura “normal” de Richard en la Tierra era un valor muy constante de 36,9. No puedo explicar por qué persiste esta temperatura elevada. Es como si su cuerpo y algún agente patógeno estuvieran en equilibrio estable, ninguno con la suficiente fuerza como para vencer al otro. Pero, ¿qué agente patógeno podría ser el que elude todos mis intentos por identificarlo?

Todos los niños se sintieron particularmente decepcionados por el comportamiento indiferente de Richard. Es probable que durante su ausencia, le hayamos dado a Richard un leve carácter mítico, pero no hay dudas de que antes era un hombre pleno de energías. Este nuevo Richard no es más que la sombra de su antigua manera de ser. Katie jura y perjura que luchaba y jugaba vigorosamente con su papito cuando no tenía más que dos años (es indudable que los recuerdos de Katie se vieron reforzados por los cuentos que Michael, Simone y yo le narramos mientras Richard estaba ausente) y, a menudo, está muy enojada por el hecho de que Richard pase tan poco tiempo con ella ahora. Trato de explicarle que “papito todavía está enfermo”, pero no creo que mi explicación la apacigüe.

A las veinticuatro horas del regreso de Richard, Michael mudó todas mis cosas de vuelta a esta habitación. ¡Es un hombre tan dulce! Pasó por otra intensa fase religiosa durante varias semanas (supongo que, en su mente, necesitaba obtener el perdón por algunos pecados bastante penosos) pero desde ese entonces se moderó debido a la enorme carga que debo soportar. Ha sido maravilloso con los niños.

Simone actúa como una segunda madre. Benjy la adora y ella tiene una paciencia increíble con él. Desde que comentó varias veces que Benjy era “un poquitín lento”, Michael y yo le hemos hablado a Simone sobre el síndrome de Whittingham. Todavía no se lo hemos contado a Katie. En este preciso momento, Katie está pasando por una etapa difícil. Ni siquiera Patrick, que la sigue por todas partes como un cachorrito, le puede levantar el ánimo.

Todos sabemos, incluso los niños, que alguien nos vigila. Revisamos muy cuidadosamente todas las paredes de la sala de los niños, casi como si fuera un juego, y en el acabado de la superficie encontramos varias diminutas irregularidades, a las que denominamos cámaras. Las arrancamos con nuestras herramientas pero no pudimos decir en forma definitiva que realmente habíamos encontrado dispositivos de vigilancia. Quizás sean tan pequeños que no los podamos ver sin microscopio. Por lo menos, Richard recordó su dicho favorito respecto de que la tecnología evolucionada de los extraterrestres sería indistinguible de la magia.

Katie fue la más perturbada por las cámaras intrusas de las octoarañas. Habló abiertamente y con resentimiento de la intrusión de esos seres en su “vida privada”. Es probable que Katie tenga más secretos que cualquiera de nosotros. Cuando Simone le dijo a su hermana menor que realmente eso no era importante porque «después de todo, Dios también nos está observando todo el tiempo», tuvimos nuestra primera discusión sobre religión entre hermanos. Katie replicó con un «Mierda», una palabra bastante desagradable para que la use una niña de seis años. Esa expresión de Katie me recordó que debo ser más cuidadosa con mi propio lenguaje.

Un día del mes pasado llevé a Richard a la guarida de los avianos para ver si, a lo mejor, el estar ahí la refrescaba la memoria. Se asustó mucho cuando estuvimos en el túnel que da al corredor vertical.

—Oscuro —le oí murmurar—. No puedo ver en la oscuridad. Pero
ellas
pueden ver en la oscuridad.

Después de que pasamos el agua y la cisterna, no caminó más, de modo que lo traje de vuelta al túnel.

Richard sabe que tanto Benjy como Patrick son hijos de Michael y, probablemente, sospecha que Michael y yo vivimos como marido y mujer durante parte del tiempo que él estuvo afuera, pero nunca hizo comentarios al respecto. Tanto Michael como yo estamos preparados para pedirle perdón a Richard y para subrayarle que no fuimos amantes (salvo por la concepción de Benjy), hasta que Richard estuvo desaparecido durante dos años. Sin embargo, por el momento, Richard no parece estar muy interesado en el tema.

Desde poco después de que despertó de su coma, Richard y yo hemos compartido la antigua estera conyugal. Nos hemos tocado mucho y hemos actuado en forma muy amistosa pero hasta hace dos semanas no hubo contacto sexual alguno. De hecho, yo estaba empezando a pensar que el sexo era otra de las cosas que se le habían borrado de la memoria por lo falto de reacción que había estado ante mis ocasionales besos provocativos.

Llegó una noche, sin embargo, en la que repentinamente el antiguo Richard estuvo en la cama conmigo. Ésta es una pauta de conducta que también se estuvo produciendo en otros campos: de vez en cuando, su agudeza, energía e inteligencia antiguas están presentes. Todas durante un breve lapso. De todos modos, el antiguo Richard era ardiente, divertido e imaginativo. Era como el paraíso para mí. Recordé niveles de placer que yo había enterrado hacía mucho tiempo.

Su interés sexual continuó durante tres noches consecutivas. Después desapareció de manera tan brusca como había llegado. Al principio quedé decepcionada. (¿No es esa la naturaleza humana? La mayor parte del tiempo queremos que las cosas sean mejor y cuando son tan buenas como pueden ser, queremos que duren para siempre), pero ahora acepté que esta faceta de su personalidad también tiene que sufrir un proceso de curación.

Anoche Richard computó nuestra trayectoria, por primera vez desde que regresó a nosotros. Tanto Michael como yo estábamos encantados.

—Todavía estamos manteniendo la misma dirección —declaró con orgullo—, ahora nos encontramos a menos de tres años luz de Sirio.

6 de enero de 2210

Cuarenta y seis años de edad. Ahora mi cabello está gris, principalmente en los costados y en la parte delantera. Allá en la Tierra yo habría estado debatiendo respecto de teñirlo o no. Aquí, en Rama, no importa.

Soy demasiado vieja como para estar embarazada. Debería decirle eso a la niñita que está creciendo dentro de mi útero. Quedé sumamente asombrada cuando me di cuenta de que, en verdad, estaba embarazada otra vez. La aparición de la menopausia ya había comenzado con sus extrañas oleadas de calor, con momentos en los que yo perdía la cabeza y con menstruaciones totalmente impredecibles. Pero el esperma de Richard ha producido un bebé más, otro agregado a esta familia que flota a la deriva en el espacio.

BOOK: El jardín de Rama
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