Lloras por todos tus sueños infantiles que se han desvanecido con los años.
Lloras por tu dignidad que ha sido corrompida por el fracaso.
Lloras porque tu potencialidad ha sido cambiada por seguridad.
Lloras por toda su individualidad que ha sido pisoteada por la gente.
Lloras por todo tu talento que ha sido desperdiciado por el mal uso.
Te consideras desgraciado y te volteas aterrado a causa de la imagen que ves en el estanque. ¿Quién es esta mofa humana que te observa con insensibles ojos de vergüenza?
¿En dónde esta la gracia de tus modales, la belleza de tu figura, tu agilidad de movimientos, tu claridad de pensamiento, el esplendor de tu conversación? ¿Quién robó tus bienes? ¿Conoces la identidad del ladrón, como la conozco yo?
En una ocasión posaste la cabeza en una almohada de hierba en el campo de tu padre y observaste una catedral de nubes y supiste que, a su tiempo, todo el oro de Babilonia sería tuyo.
En una ocasión leíste muchos libros y escribiste muchas cuartillas, convencido, sin temor a equivocarte, que igualarías y superarías toda la sabiduría de Salomón.
Y las estaciones desembocarían en los años hasta la eternidad; serías el rey supremo en tu propio paraíso.
¿Recuerdas quién implantó en tu ser aquellos planes, sueños y semillas de esperanza?
No puedes recordarlo.
No recuerdas ese momento en el cual emergiste del vientre de tu madre y posé mi mano sobre tu suave frente.
¿Y el secreto que, murmure en tu pequeño oído cuando te concedí mis bendiciones?
¿Recuerdas nuestro secreto?
No puedes recordarlo.
El paso de los años ha destruido tus recuerdos, ya que ha llenado tu mente con el miedo, la duda, la ansiedad, el remordimiento, el odio, porque no hay lugar para los recuerdos agradables en donde habitan estas bestias.
No llores más. Estoy contigo… y este momento es la línea divisoria de tu vida. Todo eso que ha tenido lugar antes no fue más que un lapso parecido al que pasaste durmiendo en el vientre de tu madre. Lo pasado está muerto. Permite que los muertos entierren a sus muertos.
En este día regresas de tu muerte viviente.
Este día, al igual que Elías con el hijo de la viuda, me extiendo sobre ti tres veces y te devuelvo la vida.
En este día, al igual que Eliseo, con el hijo de la sunamita, pongo mi boca sobre la tuya, mis ojos sobre los tuyos y mis manos sobre tus manos, y tu carne recobra el calor.
En este día, al igual que Jesús en la tumba de Lázaro te ordeno que salgas de tu sepultura para empezar una nueva vida.
Este es tu aniversario. Esta es tu nueva fecha de nacimiento. Tu primera vida, al igual que en una obra de teatro era solamente un ensayo. Esta vez el telón está subido. Esta vez el mundo observa y espera para aplaudir. Esta vez no fallarás. Enciende tus velas. Comparte tu pastel. Sirve el vino. Has renacido,
Al igual que una mariposa al salir de su crisálida, volarás… vuela tan alto como desees, y ni las avispas ni las libélulas ni las cadenas de la humanidad obstaculizarán tu misión o búsqueda de las verdaderas riquezas de la vida.
Siente mi mano sobre tu cabeza.
Atiende a mi sabiduría.
Déjame compartir contigo, otra vez, el secreto que escuchaste a la hora de tu nacimiento y que has olvidado.
Tú eres el milagro más grande.
Eres el milagro más grande del mundo.
Ésas fueron las primeras palabras que escuchaste. Después lloraste. Todos lloran.
Entonces no me creíste… y nada que corrija tu incredulidad ha pasado en los años intermedios. ¿Cómo podrías ser un milagro cuando te consideras un fracaso hacia las tareas más sencillas? ¿Cómo puedes ser un milagro cuando tienes poca confianza para manejar la más trivial de las responsabilidades? ¿Como es posible que seas un milagro cuando llega a estremecerte la duda y permaneces alerta sobre cómo obtener el alimento de mañana?
Es suficiente. La leche que se derrama es amarga. Sin embargo, ¿cuántos profetas, cuántos sabios, cuántos poetas, cuántos artistas, cuántos compositores, cuántos científicos, cuántos filósofos y mensajeros he enviado para que te hablaran de tu divinidad, de tu potencialidad para asemejarte a mí, y los secretos para lograrlo? ¿Cómo les trataste?
Sin embargo, te sigo amando y estoy contigo ahora a través de estas palabras, para cumplir con el profeta que anuncia que el Señor posará nuevamente su mano, por segunda ocasión, para recuperar los indicios de su pueblo.
He posado mi mano nuevamente.
Esta es la segunda vez.
Eres mi indicio.
Es inútil preguntar, ¿no sabías, no escuchaste, no se te dijo desde el principio? ¿No entendiste la creación de la Tierra?
No has sabido; no has escuchado; no has entendido.
Se te ha dicho que eres una divinidad en desgracia, un dios que juega a hacer el tonto.
Se te ha dicho que eres una pieza especial del trabajo, noble en razón, infinito en facultades, expreso y admirable en forma y movimiento igual que un ángel en acción, como un dios encarcelado.
Se te ha dicho que eres la sal de la tierra.
Se te dio hasta el secreto para mover montañas, para realizar lo imposible.
No le creíste a nadie. Quemaste tu mapa de la felicidad; abandonaste tu derecho a tener paz mental; apagaste las velas que habían sido colocadas a lo largo de tu ruta hacia la gloria, y después vacilaste, perdido y aterrado, en la oscuridad de la futilidad y la autocompasión, hasta que caíste en el infierno que era tu propia creación.
Entonces lloraste y golpeaste tu pecho y maldijiste la suerte que se había adueñado de ti. Rehusaste aceptar las consecuencias de tus propios pensamientos mezquinos e insignificantes acciones, y buscaste un chivo expiatorio a quien culpar de tu fracaso. ¡Con cuanta rapidez lo encontraste!
¡Me culpaste a mí!
¡Gritaste que tus defectos, tus mediocridades, tu falta de oportunidad, tus fallas… eran la voluntad de Dios!
¡Estabas equivocado!
Hagamos un inventario. Primero hagamos la cuenta de tus defectos. ¿Como voy a pedirte que construyas una nueva vida si no cuentas con las herramientas?
¿Estás ciego? ¿Sale y se mete el sol sin que tú lo atestigües?
No. Puedes ver… y los cien millones de receptores que deposité en tus ojos te permiten gozar de la magia de una hoja, de un copo de nieve, de un estanque, una águila, un niño, una nube, una estrella, una rosa, el arco iris… y la mirada del amor. Anota un don.
¿Estás sordo? ¿Puede reír o llorar un bebé sin que te des cuenta?
No. Puedes oír… y los veinticuatro mil filamentos que puse en cada uno de tus oídos vibran con el viento de la arboleda, con las marcas que chocan contra las rocas, con la majestuosidad de una ópera, con el canto de un petirrojo, con el juego de los niños… y con la palabra te amo. Anota otro don.
¿Eres mudo? ¿Se mueven tus labios y solo emiten saliva?
No. Puedes hablar… ninguna otra de mis criaturas puede hacerlo, y tus palabras pueden calmar al enojado, animar al abatido, estimular al cobarde, alegrar al triste, acompañar al solitario, premiar al valeroso, alentar al vencido, enseñar al ignorante… y decir te amo. Anota otro don.
¿Estás paralítico? ¿Ocasiona tu invalidez que te despojen de tu tierra?
No. Te puedes mover. No eres un árbol condenado a una pequeña porción de tierra, mientras el mundo y el viento abusan de ti. Puedes pasear, correr, bailar y trabajar, ya que dentro de tu ser he diseñado quinientos músculos, doscientos huesos y siete mil nervios que están sincronizados para obedecerte. Anota otro don.
¿Ni amas ni te aman? ¿Te oprime la soledad día y noche?
No. Jamás. Ahora conoces el secreto del amor, que consiste en que para recibir amor debe entregarse sin reciprocidad. Amar por satisfacción u orgullo, no es amar. El amor es un regalo por el cual no se exige nada a cambio. Ahora sabes que el amar sin egoísmo es su recompensa. Y aun cuando el amor no sea devuelto no está perdido, ya que el amor que no es recíproco regresará a ti y ablandará y purificará tu corazón. Anota otro don. Cuenta doble.
¿Es débil tu corazón? ¿Tiene que luchar y esforzarse para mantenerte con vida?
No. Tu corazón es fuerte. Pon tu mano sobre el pecho y siente su ritmo, bombeando hora tras hora, día y noche, treinta y seis millones de latidos al año, año tras año, despierto o dormido, impulsando la sangre a través de cien mil kilómetros de venas, arterias, y que llevan… más de dos millones de litros de sangre al año. El hombre jamás fue creado como una máquina. Anota otro don.
¿Estas enfermo de la piel? ¿Las personas se vuelven horrorizadas cuando te acercas?
No. Tu piel esta limpia y es una maravillosa creación que solo necesita que la cuides con jabón, aceite, cepillo y cariño. Con el tiempo todas las armaduras se oxidarán y aherrumbrarán, no así tu piel. Finalmente, hasta el más fuerte de los metales se deteriorará por el uso, más no la cubierta que he creado a tu alrededor. Se renueva constantemente; las células viejas son remplazadas por las nuevas, de igual forma que tu viejo ser es remplazado por el nuevo. Anota otro don.
¿Se están desbaratando tus pulmones? ¿Lucha un aliento de vida por poder entrar en tu cuerpo?
No. Las puertas a la vida te sostienen hasta en el más vil de los ambientes que tú has creado, y trabajan siempre para filtrar el oxígeno que da la vida a través de seiscientos millones de alvéolos que se encargan de librar a tu cuerpo de los desperdicios gaseosos. Ahora, anota otro don.
¿Esta envenenada tu sangre? ¿Esta diluida por el agua y la supuración?
No. En tus cuatro litros de sangre existen veintidós millones de células sanguíneas y dentro de cada célula existen millones de moléculas, y dentro de cada molécula hay un átomo que oscila más de diez millones de veces por segundo. Cada segundo mueren dos millones de tus células sanguíneas para ser remplazadas por dos millones más en una resurrección que ha continuado desde el día de tu nacimiento. De la forma en que esto ha sucedido siempre en tu interior, sucede ahora en tu exterior. Anota otro don.
¿Eres retrasado mental? ¿No puedes pensar por ti mismo?
No. Tu cerebro es la estructura más compleja del universo. Lo se. Dentro de sus mil o más gramos hay trece mil millones de células nerviosas, más de tres veces más células que personas habitan tu planeta. Para ayudarte a archivar cada percepción, cada sonido, cada sabor, cada olor, cada acción realizada por ti desde el día en que naciste, he implantado en tus células más de mil trillones de moléculas proteicas. Todos los sucesos de tu vida se encuentran ahí esperando a que los recuerdes. Y, para ayudar a tu cerebro en el gobierno de tu cuerpo, he dispersado en tu organismo cuatro millones de estructuras sensibles al dolor, quinientos mil detectores táctiles y más de doscientos mil detectores de temperatura. Ninguna nación protege sus reservas de oro mejor de lo que tú estas protegido. Ninguna de sus antiguas maravillas está mejor protegida que tu.
Tú eres mi creación más fina.
Dentro de tu ser existe la suficiente fuerza atómica para destruir cualquiera de las grandes naciones de tu mundo… y para reconstruirla.
¿Eres pobre? ¿No posees oro ni plata?
No. ¡Eres rico! Hemos contado juntos tu riqueza. Analiza la lista. Vuelve a contar. ¡Tasa tus bienes!
¿Por qué te has traicionado? ¿Por qué gritaste que, todos los dones de la humanidad te habían sido negados? ¿Por qué te engañaste pensando que eras débil para cambiar tu vida? ¿Careces de talento, sentidos, capacidades, placeres, instintos, sensaciones y orgullo? ¿Por qué te arrastras en las sombras, como un gigante derrotado, esperando sólo el trasporte hacia la vacía y húmeda bienvenida del infierno?
Tienes demasiadas cosas. Tus dones se derraman de tu copa y tú has sido negligente con ellos, como un niño echado a perder por los lujos, debido a que los he implantado en ti con regularidad y generosidad.
Contéstame.
Contéstate a ti mismo.
¿Qué hombre rico, viejo o joven, retardado o inútil no cambiaría todas sus riquezas por los dones que tú has tratado tan a la ligera?
Conoce entonces el primer secreto de la felicidad y el éxito… que posees aún ahora, todos los dones necesarios para obtener la gran gloria. Esos son tus tesoros, tus herramientas con las cuales construir, empezando hoy, la base para una nueva y mejor vida.
Por lo tanto, haz como te digo; cuenta tus dones y está consciente de que eres mi creación más grande. Ésta es la primera ley que debes obedecer para realizar el milagro más grande del mundo, el regreso de tu humanidad de la muerte viviente.
Y agradece las lecciones aprendidas de la pobreza. El pobre no es el que tiene poco, sino el que desea mucho… y la verdadera seguridad descansa no en las cosas que uno posee sino en las cosas que puede hacer sin ellas.
¿Dónde están los defectos que ocasionaron tu fracaso? Sólo existen en tu mente.
Cuenta tus dones.
Y la segunda ley se parece a la primera. Ten conciencia de tu individualidad.
Te has condenado a una fosa común, y ahí permaneces, incapaz de perdonar tu propio error, destruyéndote con odio hacia tu ser, autoincriminación, repulsión hacia los crímenes que has cometido contra ti y contra otros.
¿No estas perplejo?
¿No te preguntas por que soy capaz de perdonar tus faltas, tus trasgresiones, tu vergonzoso comportamiento… aun cuando, tú no puedes perdonarte?
Ahora me dirijo a ti por tres razones. Me necesitas. No eres una horda de destrucción dentro de una masa gris de mediocridad. Y… eres una gran rareza.
Analiza una pintura de Rembrandt, o un bronce de Degas o un violín de Stradivarius o una obra de Shakespeare. Son de mucho valor por dos razones: sus creadores eran maestros y son pocos en cantidad. Sin embargo, existe más de uno en cada especialidad,
Siguiendo este razonamiento, eres el tesoro más valioso en la superficie de la tierra, pues sabes quien te creó y no hay nadie como tu.
Nunca ha habido entre los setenta mil millones de seres humanos que han caminado sobre el planeta desde que este fue creado, un ser que haya sido exactamente igual a ti.
Nunca, hasta el fin del mundo, habrá otro igual a ti.
No has mostrado conciencia o aprecio de tu individualidad.
Más, eres una creación única en el mundo.
De tu padre emanaron en su momento de amor supremo, un sinnúmero de semillas de amor, más de cuatrocientos millones. Todas ellas, mientras nadaban dentro de tu madre, entregaron el alma a Dios y murieron. ¡Todas, excepto una! Tu.