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Authors: Alan Dean Foster

Tags: #Ciencia ficción

El ojo de la mente (27 page)

BOOK: El ojo de la mente
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La princesa y Halla hicieron lo mismo.

—¡Luke! —gritaron simultáneamente.

No necesitaba que lo acuciaran. Sólo precisaba uno o dos segundos. Los bordes del nuevo agujero del techo se ensanchaban ligeramente.

El destino le concedió el primer segundo y le entregó de mala gana el siguiente.

—¡Luke! —la princesa corría hacia él al mismo tiempo que cesaba el trueno y la última piedra caía pesadamente.

Halla estaba inmóvil, dubitativa entre la pila de piedras bajo la cual estaba enterrado Luke y la atormentadora proximidad del cristal. Ebria a causa de su cercanía, siguió avanzando hacia la estatua.

Leia llegó al pequeño montículo de piedras recién caídas y miró frenéticamente a su alrededor.

—Por… aquí —murmuró una voz lenta y llena de dolor.

Luke yacía cerca, tendido de espaldas. Leia apartó las piedras e ignoró el polvo pegajoso y los cortes que los fragmentos apilados producían en sus manos y brazos. Pero no logró mover el sólido bloque que chocó contra el suelo del templo y después cayó hasta apoyarse en el muslo y la pantorrilla derechos de Luke.

—Vuelva a intentarlo —le pidió Luke.

Hicieron fuerza juntos. Leia apoyó la espalda bajo el borde de la piedra y empujó hacia arriba con las pocas fuerzas que le quedaban. El bloque no se movió.

Descansaron mientras respiraban afanosamente. El rostro de Luke mostraba una mezcla de dolor y esperanza que se desvanecían.

—No está con todo su peso sobre mí —explicó a la princesa—. De ser así, ahora no tendría una pierna que liberar —dirigió la mirada hacia la entrada silenciosa—. Maldición, ¿dónde están esos dos? Podrían mover fácilmente esta piedra.

—Sospecho que sus compañeros poco inteligentes ya no podrán ayudarle a usted ni a nadie, Skywalker.

Luke quedó helado. Una forma alta que congelaba la sangre se encontraba encima de los cascajos de la entrada. Totalmente cubierta por una armadura negra, los miraba expectante.

—Están muertos los dos —informó satisfecha, con una voz carente de la menor chispa de humanidad—. Los maté.

En cuanto a sus androides, han sido programados para que obedezcan órdenes. Hice que se desconectaran.

Leia movió lentamente los labios y formó un nombre. Pero de su boca perfecta no surgió ningún sonido.

Darth Vader bajó sin prisa la pila de cascajos y se dirigió a ellos con un frío tono de voz:

—Skywalker, sabrá que tuve dificultades para averiguar que fue usted quien disparó contra mi caza encima de la estación Estrella de la Muerte. Es difícil y costoso encontrar espías de la Rebelión. También descubrí que fue usted quien lanzó el torpedo que destruyó la estación. Tiene mucho que expiar por mí. Esperé mucho tiempo —desenvainó indiferente el sable de luz y comenzó a balancear la hoja energética activada, rebanando juguetonamente fragmentos de piedra y de tallas—. Aquella vez, en la nave chata, tuvo suerte —prosiguió mientras Luke intentaba liberar su pierna inmovilizada. El muchacho hundió los dedos en el suelo de piedra hasta que la sangre manó debajo de las uñas—. Probablemente no tendré paciencia para permitir que dure tanto como se merece. Puede considerarse afortunado —su voz se convirtió en un murmullo de mal agüero—. Leia Organa, espero no tener tantas dificultades para contenerme en lo que a usted se refiere. En diversos sentidos, usted es mucho más responsable de mis contratiempos que este muchacho simplón.

— Monstruo —logró escupir Leia furiosa y asustada.

—¿Recuerda aquel día en la estación —musitó Vader con deliberada paciencia—, en que el fallecido gobernador Tarkin y yo la entrevistamos? —acentuó especialmente la palabra «entrevistamos».

Leia tenía las manos cruzadas sobre los hombros y temblaba como si un frío intenso la recorriera.

—Sí —agregó Vader con un tono de perversa diversión—, veo que lo recuerda. Lamento realmente no contar esta vez con algo tan complejo para ofrecerle. Sin embargo —agregó y balanceó ligeramente el arma—, usted sabe que se pueden hacer cosas interesantes con un sable. Haré lo posible para demostrárselo si coopera y no se desmaya.

Leia dejó caer las manos a los costados. El temor no la abandonó pero, mediante un esfuerzo supremo de la voluntad, lo obligó a internarse en los callejones oscuros de su mente. Avanzó los pocos pasos que la separaban de Luke, se arrodilló y buscó a tientas su muñeca. Cuando se irguió, sostenía cuidadosamente el sable de luz con una mano.

Vader la miró con aprobación.

—Va a combatir. Bien. Esto se pone interesante.

Leia escupió al gigante que avanzaba un gesto lastimosamente débil mientras esgrimía el sable de luz.

—Que la fuerza me permita matarlo antes de morir —declaró Leia.

Una horrible risa ronca surgió de detrás de la máscara respiratoria parecida a una gárgola.

—Niña tonta. La fuerza está conmigo, no con usted —se encogió amaneradamente de hombros—. Pero ya veremos —adoptó la posición de preparado—. Vamos, niña—mujer… diviértame.

La princesa avanzó hacia él torvamente decidida y con la boca apretada. Al verla, Vader dejó caer bruscamente el brazo y el rayo ondulante de su sable colgó flaccidamente a su lado.

—¡Leía, no! —gritó Luke—. Es una estratagema… la está desafiando. Máteme, liquídese después… ya no hay nada que hacer.

Vader miró desdeñosamente a Luke y luego volvió a concentrarse en la princesa.

—Vamos —instigó a Leia—, si quiere, deje que él pelee por usted. Pero no permitiré que lo mate. Me han robado con excesiva frecuencia.

Leia pareció titubear y luego arremetió en línea recta hacia Vader con la punta del sable. El Oscuro Señor levantó simultáneamente su rayo en un gesto cegador a fin de rechazar el de ella.

Pero Leia dibujó un rayo giratorio y oscilante en el aire y bajó el sable con un cortante resplandor de luz azul. La energía estalló al contactar la máscara respiratoria blindada del Oscuro Señor. Sólo los reflejos sobrehumanos permitieron que Vader evitara las consecuencias totales del golpe.

Si en la inmensa cámara había alguien más sorprendido que Vader, ése era Luke. Intentó liberar la pierna atrapada con una leve punzada de esperanza.

—Casi, princesita, casi —murmuró Vader sin ira—. He sido culpable de un exceso de confianza —

acomodó su postura—. No volverá a ocurrir.

El sable de Vader se curvó, trazó un círculo y cayó. Leia apenas logró desviar el golpe mientras retrocedía. Él volvió a avanzar y atacó; ella desvió nuevamente el corte.

Continuaron el duelo y Vader aumentó constantemente el asedio. La princesa necesitaba toda la habilidad y las fuerzas que poseía para defenderse. Ni siquiera podía pensar en lanzarse al ataque.

Un ocupante de la cámara del templo no presenciaba el combate. En lo alto y lejos de los duelistas, Halla permanecía cara a cara con un cristal carmesí palpitante y multifacético tan grande como su cabeza. Extendió sus manos temblorosas y lo acarició. Un giro y un tirón lo separaron del hueco de la estatua con inesperada facilidad.

Durante un largo instante, la anciana sostuvo la joya con ambas manos y observó atentamente una luminescencia que casi tenía vida. Después comenzó a descender por los salientes y los huecos del ídolo y apretó el cristal fuertemente contra su pecho con la mano derecha.

Vader hizo un corte, la princesa levantó una vez más el sable para rechazarlo y, a último momento, el Oscuro Señor cambió el balanceo. La punta del rayo energético acuchilló el torno de Leia, cortó su traje de minera y dejó una quemadura negra a través de su estómago. Leia se estremeció de dolor y se sostuvo la herida con la mano libre. Vader no le dio tregua y siguió apremiándola.

Los esfuerzos de Luke por liberarse lo dejaron tan preso como antes y totalmente agotado. Yacía en el suelo mientras se esforzaba por recuperar el aliento y las energías, obligado a observar sin poder hacer nada el juego del gato y el ratón que Vader practicaba con la princesa.

Otro complicado giro y embestida. Esta vez el sable abrió la mejilla de la princesa y dejó otra horrible marca chamuscada. Los ojos de Leia se llenaron de lágrimas cuando se llevó la mano a la mejilla quemada.

Ahora se movía cada vez más lentamente y la mano que sostenía el sable de Luke temblaba insegura.

—Vamos, princesa—senadora Organa, ¿dónde está su noble fortaleza, su decisión de traidora? —la acosó Vader—. Seguramente esas pequeñas quemaduras no le duelen tanto.

Furiosa, dirigió el sable hacia él con renovado vigor. Sin esfuerzo, Vader bloqueó el golpe y siguió avanzando para volver a cortarla. Aunque lo bloqueó, la fuerza del golpe hizo que Leia tropezara y rodara por el suelo. Vader la siguió implacable mientras ella intentaba alejarse a gatas y volver a ponerse en pie.

El sable del Oscuro Señor abrió una larga hendedura negra en la parte trasera de la pierna izquierda de la princesa.

La princesa gritó y se las ingenió para rodar y terminar de pie. Luego se alejó de él cojeando y apoyó la pierna herida.

Incapaz de mirar un segundo más, Luke hundió la cabeza entre las manos. Oyó un sonido de piedra contra piedra. Levantó la cabeza, la giró y miró hacia atrás. El sonido se repitió. Intentó mirar al otro lado de la piedra que lo retenía.

Una mano, aparentemente independiente del brazo o el cuerpo, se abrió camino con infinita lentitud y decisión por el costado del enorme bloque de piedra volcánica. Luego apareció una cabeza. Una terrible herida se veía en la parte superior del cráneo.

—…¡Hin! —le llamó Luke suavemente ya que apenas se atrevía a respirar. Un rápido vistazo demostró que Vader seguía concentrado en la princesa.

El yuzzem mortalmente herido se llevó una mano al hocico y ordenó a Luke que guardara silencio. A gatas, Hin rodeó la piedra hasta situarse debajo de un borde sobresaliente. Se apoyó contra las piedras y comenzó a erguirse. Los sólidos hombros cerdosos se apretaron contra la gran roca con los brazos tensos.

La piedra no se movió y Hin cayó al suelo. Respiraba con dificultad y tenía los ojos entrecerrados.

—¡Vamos, Hin, vamos! —le apremió Luke frenéticamente, mientras sus ojos saltaban del combate al yuzzem caído—. Puedes moverla… un poquito más. ¡Vuelve a intentarlo, por favor!

Hin parpadeó y pareció mirar a Luke sin verlo. Se movió mecánicamente y una vez más colocó los brazos y los hombros de músculos potentes bajo el saliente.

—Vamos, princesita. Ahora es el momento de mostrar su valor —la reprendió Vader—. Todavía le queda una oportunidad —la acosó mientras ella retrocedía y la amenazó con cortes y embestidas falsas que ella débilmente intentaba bloquear al tiempo que cojeaba con la pierna herida—. Levántese y luche —insistió.

Vader trazó otro movimiento descendente del sable letal, que cortó el pecho y el traje de la princesa. Leia lanzó un gemido agonizante, se agachó y estuvo a punto de caer. Vader se acercó a ella.

Entonces escucharon un sonido demoledor que hizo que ambos levantaran la mirada.

En un último esfuerzo, Hin había movido hacia un costado el inmenso bloque de piedra. Cayó acurrucado, ya casi sin vida, mientras Luke se levantaba desesperadamente. La presión en la pierna había bastado para retenerlo pero no había sido suficiente para lastimarlo. Ahora Luke corría hacia los dos combatientes y aunque encogía la pierna derecha, sentía que a cada paso que daba recuperaba su fuerza.

—¡Leia!

La princesa conservó la serenidad suficiente para desconectar el sable antes de arrojárselo a pesar de que Vader intentó interceptar el arma. El Oscuro Señor erró por un dedo de distancia pero alcanzó a la princesa.

Pero el pase había sido corto. Luke intentó correr más rápido y notó que cojeaba ligeramente con su pierna todavía dolorida. Vader gruñó algo ininteligible y empujó a la princesa con la mano libre. Ella cayó contra el duro suelo y permaneció allí jadeante y agotada.

Luke vio que Vader disminuía la distancia entre ellos. El Oscuro Señor sería el primero en alcanzar el sable. Saltó y se arrojó al suelo. Sintió que renacía cuando su mano apretó la empuñadura del sable y rodó con renovado vigor hacia la derecha. El sablazo de Vader llegó una milésima de segundo tarde y abrió un profundo surco en el suelo de piedra en donde Luke había caído.

Luke ya estaba de pie y en su mano el sable emitía una brillante luz azul. El deslizamiento lo había situado detrás de Vader. Se encontraba entre el Oscuro Señor y la princesa. Vader lo observaba en silencio.

—¿Leia? —no obtuvo respuesta y miró hacia atrás—. ¿Princesa?

Una voz delgada y trémula respondió:

—Luke, no te preocupes por mí.

Vader pareció respirar profundamente.

—No, Skywalker —rugió—, no se preocupe por ella. Preocúpese por usted.

Luke experimentó una salvaje sensación de júbilo cuando empuñó el arma de su padre.

—Nada me preocupa, Vader, ahora no. Ya no tengo preocupaciones pero sí una inquietud —su voz reflejaba un insólito convencimiento—. Voy a matarle, Darth Vader.

Nuevamente la carcajada sin humor.

—Skywalker, tiene usted una elevada opinión de sí mismo.

—Soy… soy Ben Kenobi —murmuró Luke de un modo extraño.

Durante un segundo, Vader pareció estremecerse.

—Ben Kenobi está muerto. Yo mismo lo maté. Usted sólo es Luke Skywalker, ex granjero de Tatooine. No es un maestro de la fuerza y jamás será semejante a Ben Kenobi.

—Ben Kenobi me acompaña, Vader —replicó Luke, que a cada segundo recuperaba la confianza—, y la fuerza también me acompaña.

—Muchacho, tiene cierta fuerza a su alrededor —reconoció Vader—. Pero no es un maestro. Y eso le condena. Sólo un maestro podría hacer… esto.

El Oscuro Señor atacó y Luke lo esquivó. Al mismo tiempo, Vader no miraba a Luke sino al suelo. Un pequeño fragmento del techo caído se elevó y salió disparado hacia la cabeza de Luke. Al verlo venir, Luke reaccionó como Kenobi le había enseñado… sin pensar.

Una piedra mucho más pequeña se elevó e interceptó la trayectoria de la roca embestidora. Se encontraron.

Aunque el misil de Vader era indiscutiblemente mayor, la piedra de Luke lo desvió lo suficiente para que pasara inofensivamente junto a su hombro.

Sin resuello, miró desafiante a Vader.

—Bien, muchacho —confesó el Oscuro Señor—, muy bien. Pero mi piedra era la más pesada. Mis poderes son más potentes.

—No lo suficiente, Vader —insistió Luke mientras embestía. Pensaba en Kenobi, en las técnicas del sable y la fuerza que el anciano caballero jedi le había enseñado laboriosamente. Intentó dejar que la fuerza guiara su brazo.

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