Steven Stallings estaba satisfecho porque en el rodaje de su nueva película ya lo tenía todo perfectamente organizado. Contaba con una buena compañera de trabajo Las relaciones entre ambos serían muy placenteras, y él no tendría que andar buscando sexo por ahí. Por si fuera poco, jamás a lo largo de toda su dilatada experiencia había mantenido relaciones con una mujer tan bella e inteligente como Athena, ni tan buena en la cama, ni tan locamente enamorada de él; cosa que a lo mejor más adelante sería un problema, claro.
Lo que ocurrió a continuación sirvió para consolidar su amor. Ambos se levantaron de un salto de la cama diciendo:
Volvamos al trabajo.
Cogieron los guiones y, desnudos, perfeccionaron sus lecturas. La única nota discordante que se produjo, a juicio de Athena; fue cuando Steven se puso los calzoncillos. Eran unos calzoncillos de color rosa festoneado, especialmente diseñados para moldear las curvas de sus nalgas, aquellas nalgas que eran una fuente de éxtasis para todas sus admiradoras. Otra nota extraña fue el orgullo con el que él le explicó que había utilizado un preservativo fabricado por una empresa en la que él tenía una participación, a lo que añadió que se los hacían especialmente para él. Jamás se hubiera podido adivinar que llevaba puesto un preservativo. Eran absolutamente seguros. Después Steven le preguntó qué nombre resultaría más idóneo para comercializarlos. Excalibur o Rey Arturo? A él le gustaba más Rey Arturo. Athena reflexionó un instante.
Después preguntó con fingida seriedad:
—¿No sería mejor un nombre políticamente más correcto?
—Tienes razón —dijo Steven. Su fabricación resulta tan cara que los tendremos que vender a los dos sexos. Nuestro lema comercial será: El condón de los Astros. ¿Qué tal te suena Star Condoms?
Tanto la película como las relaciones amorosas de los protagonistas cosecharon un éxito enorme. Athena consiguió subir el primer peldaño de la escalera que la conduciría al estrellato, y cada una de las películas que protagonizó a lo largo de los cinco años siguientes sirvió para consolidar su éxito.
La relación entre ambos, como casi todas las de los astros del cine, constituyó un éxito, aunque naturalmente efímero. Se amaban con la ayuda del guión, pero con el humor y la frialdad que exigían la fama de Steven y la ambición de Athena. Ninguno de ellos podía permitirse el lujo de estar más enamorado que el otro, y semejante igualdad amorosa equivalía a la muerte de la pasión. Estaba además la cuestión geográfica. Las relaciones terminaron cuando terminó la película. Unos exteriores en la India, y luego Steven se fue a Italia. Se llamaban por teléfono, se enviaban felicitaciones y regalos navideños e incluso se fueron a pasar en un paradisíaco fin de semana en Hawai. El hecho de trabajar juntos en una película era algo así como ser unos caballeros de la Tabla Redonda, y la búsqueda de la fama y la fortuna era semejante a la del Santo Grial. Athena disfrutaba intensamente con las relaciones, pero siempre le veía su lado cómico. Por mucho que se empeñara en aparentar como profesional de la interpretación que era ella la que estaba más enamorada de Steven que él de ella, le era casi imposible reprimir la risa, Steven era un amante tan sincero, perfecto, ardiente y sensible que a veces ella tenía la sensación de que estaba viendo una de sus películas.
Podía gozar de su belleza física, pero no admirarla sin descanso. Su constante consumo de drogas y alcohol era tan comedido que ni siquiera se podía censurar. La cocaína era para él una especie de medicamento, y el alcohol acrecentaba su encanto, El éxito no lo había convertido en un ser testarudo ni caprichoso.
Así pues, Athena se llevó una sorpresa enorme cuando Steven le propuso matrimonio. Sabía que él follaba con cualquier cosa que se movía, tanto cuando rodaba exteriores como cuando estaba en Hollywood, e incluso la vez que se le fue de las manos el problema de la droga y tuvo que ingresar en una clínica para someterse a un tratamiento de desintoxicación. No era la clase de hombre que Athena hubiera deseado convertir en una parte semipermanentede su vída.
Steven no se ofendió por su negativa. Había sido una momentánea debilidad, fruto de un consumo de cocaína superior al habitual. Casi lanzó un suspiro de alivio.
A lo largo de los cinco años siguientes; Athena ascendió a la cima del estrellato, y Steven empezó a desvanecerse. Seguía siendo un ídolo para sus admiradores, sobre todo para las mujeres, pero no había tenído suerte o no había sabido elegir bien sus papeles, La droga y el alcohol lo habían hecho más descuidado en su trabajo. A través de Melo Stuart le pidió a Athena el papel de protagonista masculino principal de mesalina. Ahora era ella quien tenía la sartén por el mango pues gozaba de la prerragativa de elegir a su pareja de reparto. Athena le dijo que sí por una especie de perverso sentido de la gratitud, y porque él era ideal para el papel. Pero con la condición de que no iba a acostarse con ella.
En el transcurso de aquellos cinco años, Athena había mantenido algunas cortas relaciones; una de ellas con el jóven productor Kevin Marrion, tenía su misma edad pero ya era un veterano de la industria cinematográfica. Había producido su primera película importante a los veintiún años con un éxito extraordinario, lo cual le convenció de que era un genio. Desde entonces había producido tres fracasos, y el único que confiaba en él era su padre.
Kevin Marrion era extraordinariamente apuesto, lo cual no tenía nada de extraño pues la primera esposa de Elí Marrion había sido una de las grandes bellezas del sector. Por desgracia sus rasgos se endurecían ante las cámaras, y todas las pruebas cinematográficas a que se había sometido habían sido un fracaso. Su futuro artístico estaba pues en la producción.
Athena lo había conocido porque el joven se había empeñado en ofrecerle el principal papel de su nueva película. Sus palabras la dejaron estupefacta y horrorizada a la vez. Kevin hablaba con la peculiar inocencia de las personas muy serias.
—Es el mejor guión que he leído en mi vida —le dijo. Debo decirle con toda sinceridad que yo he participado en la adaptación. Usted es la única actriz que se merece este papel, Athena. Podría elegir a cualquier actriz del sector, pero quiero que lo haga usted. —Añadió, mirándola con la cara muy seria para convencerla de su sinceridad.
Athena escuchó fascinada el relato que él le hizo del guión. Era la historia de una mendiga que vivía en la calle, y a quien el hallazgo de un niño abandonado en un contenedor de la basura le cambia la vida. La protagonista acababa convirtiéndose en líder de los sin techo de Estados Unidos. La mitad de la película se la pasaba empujando un carrito de la compra que contenía todas sus pertenencias. Tras sobrevivir al alcohol, las drogas, el hambre, la violación y un intento de las autoridades de arrebatarle al niño, proseguía su lucha y llegaba a presentarse candidata a la presidencia de Estados Unidos en una lista independiente. Pero no ganaba, y en eso estribaba la gracia del guión.
La reacción de Athena fue más bien de horror. El guión le hubiera exigido convertirse en una andrajosa y miserable mendiga en un deprimente ambiente de pobreza. Desde el punto de vista suyo hubiera sído un desastre. El sentimentalismo era burdo, y la estructura dramática, pura estupidez. El guión era uno en el que no había nada aprovechable.
—Si usted acepta el papel, me moriré de felicidad —dijo Kev. Soy yo la que está loca o este tío es un chiflado? se preguntó Athena. Pero Kevin era un poderoso productor, estaba claro que hablaba en serio y que sin lugar a dudas era un hombre capaz de hacer cosas. Miró angustiada a Melo Stuart y éste le dirigió una sonrisa de aliento, pero ella se había quedado sin habla.
—Maravilloso. Una idea maravillosa —dijo Melo. Un tema clásico. Ascenso y caída. Caída y ascenso. El núcleo esencial del drama. Pero usted ya sabe lo importante que es para Athena elegir producciones adecuadas, después de haber conseguido abrirse camino en su profesión. Leeremos el guión y volveremos a ponernos en contacto con usted.
—Por supuesto —dijo Kevin, entregándoles a cada uno un ejemplar. Estoy seguro de que les encantará.
Melo acompañó a Athena a un pequeño restaurante tailandés de Melrose. Pidieron los platos y empezaron a hojear el guión.
—Primero me mato —dijo Athena. Este Kevin es un tarado.
—Sigues sin comprender lo que es la industria cinematográfica —dijo Melo. Kevin es inteligente. Lo que ocurre es que hace algo para lo que no está preparado. He visto cosas peores.
—¿Dónde? ¿Cuándo? —preguntó Athena.
—Así de repente, no lo recuerdo —contestó Melo. Eres una estrella lo suficientemente importante como para decir que no, pero no lo bastante como para crearte enemigos innecesarios.
—Elí Marrion es demasiado listo como para apoyar a su hijo en este proyecto —dijo Athena. Estoy segura de que sabe muy bien que el guión es un disparate.
—Pues claro —dijo Melo. Incluso comenta en broma que tiene un hijo que hace películas comerciales que siempre fracasan, y una hija que hace películas serias que pierden dinero.
—Pero Elí está obligado a hacer felices a sus hijos, nosotros no.
—Podemos decir que no, pero hay una pega. La LoddStone ha adquirido los derechos de una gran novela en la que hay un fabuloso papel para ti Si rechazas el ofrecimiento de Kevin puede que no consigas el otro papel.
Athena se encogió de hombros.
—Esta vez esperaré.
—Por qué no aceptas los dos papeles? Puedes poner como condición hacer primero la versión cinematográfica de la novela. Después ya encontraremos la manera de salirnos de la película de Kevin.
—¿Y esa no nos va a crear enemígos? —preguntó Athena sonriendo.
—La primera película alcanzará un éxito tan extraordinario que ya no importará. Entonces podrás permitirte el lujo de crearte enemigos.
—¿Estás seguro de que después podré salirme de la película de Kevin? —preguntó Athena.
—Si no lo conseguimos, te dejo que me despidas —contestó Melo.
Ya había hecho un trato con Elí Marrion, que no podia decirle directamente que no a su hijo y prefería evitar el desastre, convirtiendo a Melo y Athena en los malos de la película, cosa que a Melo no le importaba. Una parte de la misión de cualquier agente cinematográfico consistía en ser el malo de la película.
Todo salió a pedir de boca. El papel protagonista de la versión cinematográfica de la novela convirtió a Athena en una estrella de primera magnitud, pero por desgracia la indujo a pasar por un período de celibato.
Durante la comedia de la fase preliminar de la producción de la película de Kevin, que jamás se podría hacer, estaba previsto que Kevin Marrion se enamorara de Athena. Para ser un praductor, Kevin era un joven relativamente ingenuo, lo cual le indujo a perseguir a Athena con descarado ardor. Su entusiasmo y su conciencia social eran su mayor encanto. Una noche, en un momento de debilidad mezclada con el remordimiento que sentía por su traición, Athena se lo llevó a la cama. La experiencia fue muy placentera, y Kevin insistió en casarse con ella.
Entre tanto, Athena y Melo habían convencido a Claudia de Lena de que hiciera una adaptación del guión. La hizo en clave cómica, y Kevin la despidió. El joven estaba tan furioso que no había quien lo aguantara.
Aquellas relaciones amorosas le fueron muy útiles a Athena Encajaban perfectamente con su horario de trabajo, y el entusiasmo de Kevin resultaba muy agradable en la cama. Por otra parte era muy halagadora su insistencia en casarse con ella, incluso sin acuerdo económico previo, teniendo en cuenta que algún día heredaría los Estudios LoddStone.
Una noche, después de oirle hablar sin descanso de las películas que iban a hacer juntos, sintió un impulso repentino.
Como tenga que escuchar a este tío un minuto más, me mato
. Y tal como suelen hacer las personas amables cuando pierden la paciencia, llegó hasta el fondo. Aunque sabía que más tarde se arrepentiría de y lo que había hecho, lo soltó todo de golpe. le dijo a Kevin que no sólo no se casaría con él sino que ya no volvería a acostarse con él y tampoco actuaría en su película.
Kevin la miró estupefacto.
—Tenemos un contrato —le dijo, y te obligaremos a cumplirlo. Me estás traicionando en todos los frentes.
—Lo sé —dijo Athena. Habla con Melo.
Se avergonzaba de sí misma. Estaba claro que Kevin tenía razón, pero lo más curioso era que el joven estuviera más preocupado por la película que por su amor.
Después de aquella relación, y una vez consolidada su carrera cinematográfica, Athena perdió el interés por los hombres, y se abstuvo de cualquier relación con ellos. Tenía otras cosas más importantes que hacer, cosas en las que el amor de los hombres no intervenía para nada.
Athena Aquitane y Claudia de Lena se hicieron íntimas amigas porque Claudia buscaba con mucha insistencia la amistad de las mujeres que le gustaban. Había conocido a Athena durante la adaptación del guión de una de las primeras películas que esta había interpretado, cuando todavía no era una gran estrella.
Athena se empeñó en ayudarla en su tarea, cosa que normalmente solía ser un calvario para un guionista, pero la actriz resultó ser una colaboradora inteligente y extraordinariamente útil. Sus aportaciones a los personajes y al argumento eran siempre acertadas y casi siempre desinteresadas, porque sabía que cuanto mejores fueran los personajes que la rodeaban, tantas más posibilidades se le ofrecerían de bordar su própio papel.
Solían trabajar en la casa de Athena en Malibú, y allí fue donde ambas descubrieron las muchas aficiones que tenían en común. Eran unas excelentes deportistas buenas nadadoras, magníficas jugadoras de golf y estupendas tenistas. Hacían pareja en partidos de dobles y derrotaban a casi todos sus contrincantes varones en las pistas de Malibú. Cuando finalizó el rodaje de la película siguieron siendo amigas. Claudia le contó a Athena toda su vida, pero Athena no le contó nada de la suya a Claudia. La amistad se había establecido sobre este fundamento. Claudia lo sabía, pero no le importaba. Ésta le comentó a su amiga sus relaciones con Steven Stallings. Athena se rió de buena gana; compararon notas y estuvieron de acuerdo en que se lo habían pasado muy bien en la cama con Steve, un hombre inteligente; un actor maravilloso y un auténtíco encanto.
—Era casi tan guapo como tú —dijo Claudia, que siempre admiraba generosamente la belleza de los demás.