Read Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero Online
Authors: Álvaro Mutis
Tags: #Relatos, Drama
De nuevo reinó el silencio en la biblioteca del párroco. Era evidente que no había nada que decir. Todo comentario era inútil y, en cambio, hubiera de seguro lastimado al Gaviero.
Este, pasado un momento, nos sirvió vino de la botella que se terminó en esa ronda y dijo con voz ya firme:
—Esto ha sido todo lo que tenía para contarles. Bien saben, estoy seguro, el alivio que me dio el que me hayan escuchado. Alejandro Obregón, como siempre, cuando les insinuó la oportunidad de visita, dio muestras de eso que, en otros tiempos, los franceses llamaron
gentillesse de coeur
.
Luego, dirigiéndose a mí en especial, prosiguió:
—Usted, que ha contado tantos episodios de mi vida, estoy seguro de que nunca pensó en escuchar de mis labios una historia como la que me ha hecho el favor de oír. No sé si valga la pena contarla. A veces pienso que forma parte, simplemente, de lo que un poeta que admira mucho llamó «los comunes casos de toda suerte humana». No lo sé. Es a usted a quien le toca juzgarlo. Lo que me apena es que les he tomado un día de su visita a Pollensa y mañana regresan a Palma. Nos hemos de ver en otra ocasión. Siempre decimos lo mismo y siempre los dioses nos son propicios.
Apuró su vaso y se puso de pie para despedirse. Insinuó un besamanos a mi esposa mientras le decía con una pálida sonrisa:
—Buenas noches, señora, y a usted, muy en especial, mi gratitud por haber mostrado interés por este Gaviero descarriado.
Nos estrechó la mano a mossèn Ferran y a mí y se dirigió a la puerta. Lo acompañamos hasta la calle y lo vimos perderse en la noche sin luna mientras doblaba un pequeño promontorio tras el cual se ocultaban los astilleros. Mossèn Ferran nos acompañó hasta nuestro hotel y al despedirse nos dijo:
—Mañana en la mañana vendré a decirles adiós. Váyanse tranquilos. Lo peor ya pasó para nuestro amigo. Jamil forma parte ahora de los recuerdos que, según él, lo sostienen en la tarea de vivir cada día. Queden con Dios y pasen buena noche.
Ya en nuestra habitación hice a mi esposa algún comentario sobre el desamparo en que vivía el Gaviero. La respuesta fue contundente:
—Pero si él mismo se encargó de explicarlo en una ocasión con toda claridad. Cuando no quiso quedarse con la fotografía de Abdul niño frente a los despojos de un avión incendiado, dijo que no podía guardarla porque a él todo se le iba de las manos. También las personas se le van en la misma forma: o la muerte se las lleva o quedan rezagadas en el camino mientras él sigue en su vagar sin descanso. El ha creado ese fantasma. Lo que nunca pensó era que en una esquina le esperaba una prueba como la de Jamil. Ya veremos qué inventa ahora para escapar de Pollensa.
En verdad, no había mucho que argumentar a estas palabras. No había duda, Jamil era la trampa que esperaba a nuestro amigo, escondida en el intrincado laberinto de su irremediable odisea. Como él mismo solía decir: «La piedad de los dioses, si existe, es para nosotros indescifrable o nos llega con el último aliento de vida. Nada se puede hacer para librarnos de su arbitraria tutela».