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Authors: Max Brooks

Tags: #Terror, #Zombis

Guerra Mundial Z (8 page)

BOOK: Guerra Mundial Z
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¿
Tan bien lo hicieron los chinos
?

Y tan mal lo hicimos nosotros. No fue el mejor momento de la agencia, todavía estábamos recuperándonos de las purgas…

¿
Se refiere a las reformas
?

No, me refiero a las purgas, porque eso fueron. Cuando Stalin asesinó o encarceló a sus mejores comandantes militares no hizo tanto daño a su seguridad nacional como cuando nuestra administración inició sus «reformas». La última guerra fue una catástrofe, y adivine quién se llevó el golpe. Se nos ordenó justificar una agenda política, pero, cuando esa agenda se convirtió en una desventaja, los que habían dado la orden se echaron atrás para unirse a la multitud y señalarnos con el dedo: «¿Quién nos dijo que fuésemos a la guerra? ¿Quién nos metió en este lío? ¡La CIA!».

No podíamos defendernos sin violar la seguridad nacional, así que tuvimos que quedarnos sentados y aguantarnos. ¿Cuál fue el resultado? Fuga de cerebros. ¿Por qué quedarse para ser la víctima de una caza de brujas política cuando podías escapar al sector privado? Más dinero, un horario decente, y, quizá, sólo quizá, un poquito de respeto y aprecio por parte de la gente para la que trabajas. Perdimos a muchos hombres y mujeres buenos, un montón de experiencia, iniciativa y valioso razonamiento analítico. Lo único que nos quedó fueron los posos, un puñado de eunucos miopes lameculos.

Pero no todos serían así
.

No, claro que no. Algunos nos quedamos porque realmente creíamos en lo que hacíamos. No estábamos en esto por el dinero o por las condiciones de trabajo, ni siquiera por la ocasional palmadita en la espalda, sino porque queríamos servir a nuestro país. Queríamos que nuestra gente estuviese a salvo; pero, incluso con ideales, llega un momento en que te das cuenta de que la suma de toda tu sangre, sudor y lágrimas al final se queda en nada.

Entonces, usted sabía lo que pasaba de verdad
.

No…, no…, no podía. No había manera de confirmar…

Pero tenía sospechas
.

Tenía… dudas.

¿
Podría ser más específico
?

No, lo siento, aunque puedo decir que abordé el tema en algunas ocasiones con mis colegas.

¿
Qué pasó
?

La respuesta era siempre la misma: «Será tu funeral».

¿
Y lo fue
?

[Asiente.] Hablé con… alguien con autoridad…, sólo fue una reunión de cinco minutos en la que expresé algunas de mis preocupaciones. Él me dio las gracias por ir a verlo y me dijo que lo investigaría de inmediato. Al día siguiente recibí órdenes de traslado: Buenos Aires, con efecto inmediato.

¿
Alguna vez oyó hablar del informe Warmbrunn-Knight
?

Ahora sí, por supuesto, pero entonces… La copia que entregó en mano Paul Knight en persona, la que tenía la nota «Confidencial», sólo para el director… la encontramos en el fondo del cajón de un secretario en la oficina de campo de San Antonio del FBI, tres años después del Gran Pánico. Al final no sirvió de nada, porque, justo antes de que me trasladaran, Israel hizo pública su declaración de cuarentena voluntaria. De repente, el tiempo para las advertencias llegó a su fin; los hechos salían a la luz, y sólo quedaba ver quién se los creía.

Vaalajarvi (Finlandia)

[Es primavera, temporada de caza. Cuando la temperatura sube y los cuerpos de los zombis congelados empiezan a reanimarse, algunos miembros de la F-N (Fuerza Norte) de la ONU llegan para su operación anual de «Barrido y limpieza». Cada año se reduce el número de muertos vivientes. Si la tendencia sigue así, se espera que esta zona sea completamente segura dentro de una década. Travis D'Ambrosia, comandante supremo aliado en Europa, está aquí para supervisar en persona las operaciones. En la voz del general se percibe algo triste y débil; le cuesta mirarme a los ojos durante la entrevista.]

No negaré que se cometieron errores, ni que podríamos haber estado mejor preparados. Seré el primero en reconocer que defraudamos al pueblo estadounidense, aunque me gustaría que supieran por qué.

«¿Y si los israelíes tienen razón?», ésas fueron las primeras palabras que salieron de la boca del presidente la mañana después de la declaración israelí en la ONU. «No digo que la tengan —enfatizó—; pero ¿y si la tienen?»

Quería opiniones abiertas, no cerradas; así era el presidente de la Junta de Jefes de Estado. Siempre mantenía la conversación en términos hipotéticos, permitiendo la fantasía de que se trataba de una especie de ejercicio intelectual. Al fin y al cabo, el resto del mundo no estaba preparado para creerse algo tan extravagante, ¿por qué iban a hacerlo las personas de aquella habitación?

Mantuvimos la farsa todo lo que pudimos, hablando con una sonrisa o salpicando los comentarios con alguna que otra broma… No estoy seguro de cuándo empezó la transición, porque fue tan sutil que no creo que nadie se diera cuenta, pero, de repente, tenías una habitación llena de militares profesionales, todos ellos con décadas de experiencia en combate y más formación académica que un neurocirujano medio, y todos hablaban abierta y sinceramente de la posible amenaza de los muertos vivientes. Era como… una presa que se rompía; el tabú se resquebrajó, y la verdad empezó a salir a chorros. Resultaba… liberador.

Entonces, ¿usted tenía sus propias sospechas
?

Meses antes de la declaración israelí, igual que el presidente. Todas las personas de aquella habitación habían oído algo o sospechaban algo.

¿
Alguno había leído el informe Warmbrunn-Knight
?

No, ninguno. Había oído el nombre, pero no tenía ni idea de su contenido. Al final di con una copia unos dos años después del Gran Pánico. La mayoría de las medidas militares que aconsejaba aparecían en la nuestra, casi punto por punto.

¿
Su qué
?

Nuestra propuesta a la Casa Blanca. Desarrollamos un programa exhaustivo, no sólo para eliminar la amenaza dentro de los Estados Unidos, sino también para seguir adelante y contenerla en el resto del mundo.

¿
Qué ocurrió
?

A la Casa Blanca le encantó nuestra Fase Uno, porque era rápida, barata y, si se ejecutaba bien, cien por cien secreta. La Fase Uno consistía en la inserción de unidades de las Fuerzas Especiales en zonas infestadas. Sus órdenes eran investigar, aislar y eliminar.

¿
Eliminar
?

A fondo.

¿
Esos eran los equipos Alfa
?

Sí, señor, y tuvieron mucho éxito. Aunque sus archivos permanecerán sellados durante los próximos ciento cuarenta años, puedo decir que se trata de uno de los momentos más destacados de la historia de los soldados de élite estadounidenses.

Entonces, ¿qué salió mal
?

Nada, al menos con la Fase Uno, pero se suponía que los equipos Alfa eran sólo una medida provisional. Su misión no era extinguir la amenaza, sino retrasarla lo suficiente para dar tiempo a la Fase Dos.

La Fase Dos no llegó a completarse, ¿verdad
?

Ni siquiera empezó, y ésa es la razón de la vergonzosa falta de preparación del ejército estadounidense.

La Fase Dos requería una enorme colaboración nacional, algo nunca visto desde los días más oscuros de la Segunda Guerra Mundial. Ese tipo de esfuerzo exige cantidades hercúleas de dinero y apoyo del estado, pero, en aquel momento, ambos eran inexistentes. Los estadounidenses acababan de pasar por un conflicto largo y sangriento, y estaban cansados; habían tenido bastante. Como en los setenta, el péndulo había pasado del apoyo militar a un enorme resentimiento.

En los regímenes totalitarios (comunismo, fascismo, fundamentalismo religioso), el apoyo popular se da por hecho. Puedes empezar guerras, prolongarlas, poner en uniforme a cualquiera durante todo el tiempo que quieras sin tener que preocuparte por una reacción política. En una democracia, es justo lo contrario: el apoyo público debe cuidarse como un recurso finito. Debe gastarse sabiamente, con parquedad y ofreciendo mucho a cambio. Estados Unidos es especialmente sensible al cansancio bélico, y no hay nada tan perjudicial como la percepción de la derrota. Y digo percepción porque nuestro país es una sociedad de extremos, de todo o nada; nos gusta ganar a lo grande, tanto en los deportes como en la vida; nos gusta saber y que todos sepan que no sólo hemos ganado sin oposición, sino que hemos ganado de forma arrolladora. Si no…, bueno, mire cómo estábamos antes del Pánico. No perdimos el último conflicto armado, ni de lejos; en realidad, logramos realizar una tarea muy difícil con pocos recursos y en circunstancias extremadamente desfavorables. Ganamos, pero el público no lo vio así, porque no fue la paliza relámpago que nuestro espíritu nacional exigía. Había pasado demasiado tiempo, habíamos gastado demasiado dinero y se habían perdido o dañado para siempre demasiadas vidas; el apoyo de la ciudadanía no era escaso, sino que estaba en números rojos.

Piense en lo que costaría la Fase Dos sólo en dólares. ¿Sabe el precio de poner a un ciudadano estadounidense de uniforme? Y no me refiero sólo al tiempo en que está activamente de uniforme: el entrenamiento, el equipo, la comida, el alojamiento, el transporte y la atención médica. También hay que tener en cuenta el precio a largo plazo que el país, los contribuyentes estadounidenses, tienen que pagarle a esa persona durante el resto de su vida. Es una carga económica aplastante, y, en aquellos días, apenas lográbamos la suficiente financiación para mantener lo que teníamos.

Incluso si los cofres no hubiesen estado vacíos, si hubiésemos tenido todo el dinero necesario para hacer todos los uniformes que necesitábamos para poner en práctica la Fase Dos, ¿quién cree que habría querido meterse dentro de ellos? Todo era porque el corazón de los Estados Unidos estaba cansado de guerra: por si los horrores «tradicionales» no fueran suficientes (los muertos, los desfigurados, los destrozados psicológicamente), ahora teníamos una nueva hornada de dificultades: los Traicionados. Éramos un ejército de voluntarios, y mire lo que le pasó a nuestros voluntarios. ¿Cuántas historias recuerda sobre soldados a los que alargaron su tiempo de servicio, o sobre reservistas que, después de diez años de vida civil, de repente se encontraron llamados a filas? ¿Cuántos guerreros de fin de semana se quedaron sin trabajo o sin casa? ¿Cuántos regresaron para encontrarse con una vida destrozada? O peor, ¿cuántos no volvieron? Los estadounidenses son una gente honrada y esperan un trato justo. Sé que muchas otras culturas pensaban que era una actitud ingenua e incluso infantil, pero es uno de nuestros principios más sagrados. Ver que el Tío Sam se desdice de su promesa, le quita a la gente su vida privada, su libertad…

Después de Vietnam, cuando era jefe de pelotón en la Alemania del Oeste, tuvimos que establecer un programa de incentivos para evitar que nuestros soldados desertaran. La última guerra consiguió que ningún tipo de incentivo pudiese reponer nuestras reducidas filas, ni primas, ni reducciones del servicio, ni herramientas de reclutamiento en línea disfrazadas de videojuegos civiles
[16]
. Esta generación había tenido más que suficiente, y, por eso, cuando los muertos vivientes empezaron a devorar nuestro país, casi estábamos demasiado débiles y vulnerables para detenerlos.

No estoy echándole la culpa a los líderes civiles y no estoy sugiriendo que los de uniforme no estemos en deuda con ellos. Éste es nuestro sistema, y es el mejor del mundo, pero debemos protegerlo y defenderlo, y no debería volver a abusarse tanto de él.

Base Vostok (Antártida)

[Antes de la guerra, este puesto avanzado era el más remoto de la Tierra. Situado cerca del polo sur magnético del planeta, sobre la capa de hielo de cuatro kilómetros del lago Vostok, en este lugar se ha alcanzado el récord de temperatura mínima, con menos ochenta y nuevo grados Celsius, mientras que las máximas rara vez llegan a los menos veintidós. Este frío tan extremo y el hecho de que se tarde más de un mes en llegar a la base por tierra, hacen que Vostok le resulte muy atractiva a Breckinridge «Breck» Scott. Nos reunimos en «La Cúpula», el invernadero geodésico reforzado que se alimenta de la planta geotérmica de la estación. El señor Scott puso en funcionamiento estas y otras mejoras cuando le alquiló la base al gobierno ruso. No ha salido de aquí desde el Gran Pánico.]

¿Entiende de economía? Me refiero a capitalismo global del bueno, el de antes de la guerra. ¿Entiende cómo funcionaba? Yo no, y cualquiera que diga que lo entiende es un puto mentiroso. No existen reglas, ni absolutos científicos; ganas, pierdes, es todo cuestión de suerte. La única regla que entendía la aprendí de un profesor de Historia en Wharton, no de uno de Economía. «El miedo —decía—, el miedo es la mercancía más valiosa del universo. —Eso me dejó pasmado—. Encended la televisión —decía—. ¿Qué veis? ¿Gente vendiendo productos? No: gente vendiendo el miedo que tenéis de vivir sin sus productos.»

Joder, tenía toda la razón: miedo a envejecer, miedo a la soledad, miedo a la pobreza, miedo al fracaso… El miedo es la emoción más básica que tenemos, es primitiva. El miedo vende; ése era mi mantra: el miedo vende.

Cuando oí hablar por primera vez del brote, cuando todavía lo llamaban rabia africana, vi la oportunidad de mi vida. Nunca olvidaré el primer reportaje, el del brote de Ciudad del Cabo, sólo diez minutos de reportaje de verdad, más una hora entera de especulaciones sobre lo que sucedería si el virus llegaba hasta Estados Unidos. Dios bendiga las noticias. Me puse a llamar como loco treinta segundos después.

Me reuní con algunos de mis colaboradores más cercanos, y todos habían visto el reportaje. Yo fui el primero en dar con un lanzamiento viable: una vacuna, una vacuna real para la rabia. Gracias al cielo, no hay cura para la rabia, porque una cura sólo la compraría la gente que se creyese infectada. ¡Pero la vacuna es preventiva! ¡La gente no dejará de tomársela mientras tenga miedo de que la enfermedad esté ahí afuera!

Teníamos muchos contactos en la industria biomédica, y unos cuantos más en el Congreso y la Casa Blanca; podíamos tener listo un prototipo funcional en menos de un mes, y una propuesta escrita en un par de días. Cuando llegamos al hoyo dieciocho, todo el mundo se estaba dando la mano.

¿
Qué me dice de la FDA
[17]
?

Por favor, ¿lo dice en serio? Por aquel entonces la FDA era una de las organizaciones con menos fondos y peor gestión del país. Creo que todavía se daban palmaditas en la espalda por haber quitado el colorante rojo n.° 2
[18]
de los M&M's. Además, estamos hablando de una de las administraciones más blandas con las empresas de toda la historia de los Estados Unidos. Aquel tío de la Casa Blanca hacía que J. P. Morgan y John D. Rockefeller se pusieran como motos dentro de sus tumbas. Su personal ni siquiera se molestó en leer nuestro informe de evaluación de costes, porque creo que ya estaban buscando una bala mágica. Hicieron que la FDA lo aprobara en cuestión de dos meses. ¿Recuerda el discurso que dio el
presi
ante el Congreso, diciendo que lo habían probado durante un tiempo en Europa y que lo único que lo retrasaba era nuestra «inútil burocracia»? ¿Recuerda todo eso de que «la gente no necesita tanto gobierno, sino más protección, ¡de inmediato!»? Dios bendito, creo que medio país se corrió en los pantalones al oírlo. ¿Cuánto subió aquella noche su índice de popularidad, hasta el sesenta por ciento, el setenta? Yo sólo sé que consiguió que nuestra entrada en bolsa subiese un trescientos ochenta y nueve por ciento el primer día. ¡Chúpate ésa, baidu.com!

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