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Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock

Tags: #Historia

Historia del Antiguo Egipto (14 page)

BOOK: Historia del Antiguo Egipto
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El Estado de comienzos de la I Dinastía

En c. 3000 a.C. el Estado del Dinástico Temprano ya había aparecido en Egipto y controlaba gran parte del valle del Nilo, desde el delta hasta la primera catarata en Asuán, una distancia de más de mil kilómetros a lo largo del río. Si bien la presencia de la cultura Nagada es evidente en el delta durante Nagada II y III, el alcance del control político egipcio hacia el sur durante la I Dinastía queda demostrado por los restos de una fortaleza en el punto más elevado de la orilla de la isla de Elefantina, una región que en época predinástica había estado ocupada por gentes del Grupo A. Con la llegada de la I Dinastía, el centro del desarrollo se trasladó desde el sur hacia el norte, siendo el temprano Estado egipcio una unidad política controlada por un dios-rey desde la región de Menfis.

Un rasgo que resulta ciertamente único del primer Estado egipcio es la unificación del gobierno a lo largo de una extensa región geográfica, al contrario que las unidades políticas contemporáneas de Nubia, Mesopotamia y Siria-Palestina. Si bien hay indudables pruebas de contactos extranjeros en el cuarto milenio a.C., el Estado Dinástico Temprano aparecido en Egipto era único y de carácter autóctono. Es probable que una lengua común, o dialectos de la misma, facilitara la unificación política; pero nada se sabe realmente de la lengua hablada, pues en este momento de su desarrollo cultural, los primeros textos contienen información especializada de una naturaleza muy superficial.

Uno de los resultados de la expansión de la cultura Nagada por todo el norte de Egipto habría sido una administración (estatal) mucho más elaborada, que a comienzos de la I Dinastía se dirigía en parte mediante el uso de la primera escritura, utilizada en sellos y etiquetas fijados a los bienes estatales. Las pruebas arqueológicas del control del Estado consisten en los nombres de los reyes de la I Dinastía (serekhs) en vasijas, sellos, etiquetas (en origen atadas a recipientes) y otros objetos hallados en los principales yacimientos dinásticos de Egipto. Semejantes pruebas sugieren la existencia de un sistema impositivo estatal ya desde las primeras dinastías.

Los estratos arqueológicos más antiguos de Menfis excavados hasta el momento datan del Primer Período Intermedio, si bien los estratos de la ciudad del Dinástico Temprano pueden estar enterrados bajo grandes cantidades de depósitos fluviales. Hacia el oeste, las muestras obtenidas por David Jeffreys mediante perforación han revelado cerámica tanto del Reino Antiguo como del Dinástico Temprano. Sin embargo, en la región se conocen tumbas desde la I Dinastía, por lo que es posible que la ciudad fuera fundada en torno a ellas. En la cercana Sakkara Norte se han encontrado tumbas de altos funcionarios, mientras que funcionarios de todos los niveles fueron enterrados en otros lugares de la región menfita. Semejante prueba funeraria sugiere que la región de Menfis era el centro administrativo del Estado y que éste ya estaba altamente estratificado en su organización social.

En el sur, Abydos siguió siendo el principal centro de culto y se ha sugerido que fue durante la I Dinastía cuando los pequeños asentamientos predinásticos, que han dejado unas pruebas arqueológicas más efímeras, fueron reemplazados por una ciudad construida con ladrillo. Los reyes de la I Dinastía fueron enterrados en esta ciudad, otro indicio de los orígenes altoegipcios del Estado. Desde el comienzo mismo del Período Dinástico la institución de la realeza fue fuerte y poderosa, permaneciendo así durante la mayor parte de los períodos históricos. En ningún otro lugar de Oriente Próximo tuvo la realeza semejante importancia en fechas tan tempranas, ni fue tan vital para el control del Estado.

Por todo Egipto se desarrollaron y se fundaron otras ciudades como centros administrativos del Estado, pero la organización espacial de las comunidades no era como la de la coetánea Mesopotamia meridional, donde inmensas ciudades se organizaban en torno a grandes centros de culto. Por otra parte, tampoco fue Egipto una «civilización sin ciudades», como se sugirió en su momento. Las ciudades y pueblos egipcios pueden haber estado organizados espacialmente de una forma menos rígida que los mesopotámicos y se sabe que la residencia real cambió de emplazamiento. Debido a diferentes factores, las ciudades y pueblos del Antiguo Egipto no se han conservado bien, o están profundamente enterrados bajo capas de aluvión o asentamientos modernos, por lo que no pueden ser excavados. No obstante, se ha conservado alguna que otra prueba arqueológica de estas primeras ciudades. En Hieracómpolis, una fachada de ladrillo decorada profusamente con nichos y situada dentro de la ciudad (Kom el Ahmar) se ha interpretado como la entrada a un «palacio», quizá un centro administrativo del primer Estado. En Buto, en el delta, es posible que un edificio rectangular de ladrillo fechado a comienzos de la I Dinastía, construido sobre niveles anteriores datados en Nagada II, Nagada III y Dinastía 0, sean los restos de un templo en el interior de la ciudad.

Con todo, la mayor parte de los egipcios del Dinástico Temprano (y de los períodos posteriores) eran granjeros que vivían en pequeños poblados. La base económica del antiguo Estado egipcio era la agricultura del cereal. En el transcurso del cuarto milenio a.C. los poblados egipcios se fueron volviendo cada vez más dependientes del cultivo del trigo y la cebada, extremadamente fructífero en el entorno de la llanura aluvial egipcia.

Es posible que a finales del Dinástico Temprano se practicara una sencilla irrigación mediante estanques que permitió ampliar la cantidad de tierra cultivada y producir cosechas más abundantes. Al contrario que prácticamente cualquier otro sistema de irrigación del mundo, éste no salinizaba el suelo, puesto que la inundación anual del Nilo lavaba todas las sales. Dado que en esta época la lluvia caída era insignificante, era la inundación anual la que proporcionaba la humedad necesaria en el momento preciso del año —julio y agosto—, de modo que el trigo pudiera plantarse en septiembre después de la retirada de las aguas. Las especies de trigo introducidas en Egipto maduraban durante los meses de invierno y se cosechaban antes de la primavera, cuando el retorno de las altas temperaturas y la sequía podían echar a perder la cosecha. En este entorno era posible conseguir enormes excedentes agrícolas y en el momento en el que éstos fueron controlados por el Estado pudieron sostener la floreciente civilización egipcia que vemos en la I Dinastía.

El cementerio real de Abydos

La naturaleza de la temprana civilización egipcia se expresó sobre todo por medio de la arquitectura monumental, en especial en las tumbas reales y los recintos funerarios de Abydos, así como en las grandes tumbas de los altos funcionarios en Sakkara Norte. Durante Nagada III/Dinastía 0 y el Dinástico Temprano también aparecieron estilos artísticos formales que eran característicamente egipcios. En la arquitectura monumental y el arte conmemorativo (como la Paleta de Narmer), lo inequívocamente faraónico es un reflejo de la existencia de artesanos a tiempo completo mantenidos por la Corona. En las tumbas de la élite del período aparecen objetos de la mayor calidad artesanal. Entre los ejemplos figuran discos de esteatita con incrustaciones de alabastro egipcio donde dos perros dan caza a dos gacelas (procedentes de la Tumba 3035 de Sakkara) o brazaletes con cuentas de oro, turquesa, amatista y lapislázuli (procedentes de la tumba del rey Djer en Abydos). Un nivel similar de calidad artesanal se puede ver en los objetos de ébano y marfil y en las herramientas y recipientes de cobre encontrados en las tumbas de la élite, los cuales reflejan el patrocinio de la corte. La presencia de objetos de cobre en las tumbas probablemente sea resultado de las expediciones reales a las regiones ricas en este mineral en el Desierto Oriental y/o al cada vez mayor comercio con las zonas mineras del Neguev/Sinaí, así como la expansión del trabajo del cobre en Egipto.

Si bien con anterioridad se pensaba que los soberanos de la I Dinastía se habían enterrado en Sakkara Norte, donde Bryan Emery excavó unas grandes superestructuras de adobe con elaboradas fachadas de palacio, en la actualidad la mayor parte de los especialistas considera que estas tumbas pertenecen a altos funcionarios de la I y II Dinastías, habiendo sido enterrados sus reyes en el cementerio real de la zona de Umm el Qaab, en Abydos. Sólo aquí se conserva un pequeño número de grandes tumbas que se corresponden a los reyes (y una reina) de esta dinastía y sólo en Abydos se encuentran los restos de los recintos funerarios de todos los soberanos de la dinastía excepto uno, como demostraron las excavaciones de David O'Connor en las décadas de 1980 y 1990.

Lo que es claramente visible en el cementerio de Abydos es la ideología de la realeza, tal cual está representada en el culto mortuorio. El desarrollo de la arquitectura monumental simbolizó un orden político a una escala desconocida hasta entonces, con una religión estatal encabezada por un dios-rey mediante la cual se legitimaba el nuevo orden político. Gracias a la ideología y su forma simbólica material, manifestada en las tumbas, unas creencias relativas a la muerte ampliamente difundidas pasaron a reflejar la organización social jerárquica de los vivos y del Estado controlado por el rey: una transformación del sistema de creencias motivada políticamente y que tuvo consecuencias directas en el sistema socioeconómico. Al rey se le concede el enterramiento más elaborado, símbolo de su papel como mediador entre los poderes del más allá y sus súbditos difuntos, mientras que la creencia en un orden terrenal y cósmico proporcionaría al Estado del Dinástico Temprano una cierta cohesión social.

En la década de 1890, siete complejos tumbales de la I Dinastía fueron excavados por Émile Amélineau y luego reexcavados de forma más concienzuda por Petrie. Pertenecen a los siguientes reyes: Djer, Djet, Den, Anedjib, Semerkhet y Qaa, además de a la reina Merneith, que puede haber sido la madre de Den y quizá la regente durante la primera parte del reinado de éste. Las tumbas no sólo habían sido saqueadas, además hay pruebas de que fueron quemadas a propósito. En el Reino Medio las tumbas fueron excavadas y reconstruidas para el culto a Osiris y la tumba de Djer se convirtió en un cenotafio para este dios. Con semejante historia a sus espaldas, resulta notable que el trabajo de Petrie en 1899-1901 y la reexcavación emprendida por el Instituto Arqueológico Alemán a partir de 1970 hayan permitido reconstruir el aspecto de las primeras tumbas. Si bien sólo se conservan las cámaras subterráneas de adobe, las tumbas habrían estado originalmente techadas y quizá cubiertas por un montículo de arena delante del cual es probable que se colocaran estelas de piedra grabadas con el nombre real (varias de las cuales han sobrevivido).

En la zona noreste del cementerio real, llamada Cementerio B, se encuentra el complejo tumbal de Aha, al que hoy se considera convencionalmente como el primer rey de la I Dinastía. En este mismo Cementerio B,Werner Kaiser ha identificado varias tumbas como pertenecientes a los últimos tres reyes de la Dinastía 0: Irihor, Ka y Narmer. Consisten en cámaras dobles, mientras que el complejo de Aha está formado por varias cámaras separadas construidas en tres etapas, con diversas tumbas subsidiarias al noreste. Pese a haber sido saqueado, en el complejo tumbal de Aha se puede apreciar claramente una nueva dimensión en los enterramientos: en tres de las cámaras se encontraron restos de grandes santuarios de madera, mientras que treinta y tres tumbas subsidiarias contenían los restos de varones jóvenes, de entre veinte y veinticinco años de edad, que probablemente fueran asesinados en el momento de la muerte del rey. Cerca de estas tumbas subsidiarias se encontraron restos de los enterramientos de al menos siete leones jóvenes.

Todas las tumbas reales de la I Dinastía en Abydos cuentan con tumbas subsidiarias con ataúdes de madera. Es el único período del Antiguo Egipto en el que se sacrificaron personas para los enterramientos reales. Nancy Lowell, que ha estudiado los esqueletos de algunas de esas tumbas subsidiarias, sugiere que sus dientes presentan pruebas de muerte por estrangulación. Es posible que funcionarios, sacerdotes, criados y mujeres de la casa real fueran sacrificados para servir al rey en la otra vida. Crudas estelas talladas con los nombres del difunto acompañan a muchos de estos enterramientos, en los cuales se encontraron bienes funerarios como cuencos, recipientes de piedra, herramientas de cobre y artefactos de marfil. En estas tumbas también se hallaron enanos (encargados quizá de divertir al rey) y perros, bien mascotas o bien de caza. La tumba de Djer es la que cuenta con mayor número de tumbas subsidiarias (338) y en general las tumbas más tardías tienen menos. Por motivos que se desconocen, la práctica parece haber desaparecido tras la I Dinastía y en épocas posteriores las pequeñas estatuas de sirvientes y después los
shabtis
(figurillas funerarias) pueden haberse convertido en sustitutos más aceptables.

Todas las tumbas de la I Dinastía en Abydos cuentan con sepulcros de madera donde se situó el enterramiento. El complejo de Djer es el mayor de todos, con una superficie de 70 X 40 metros (incluidas las tumbas subsidiarias dispuestas en hileras). El enterramiento real estaba situado en el centro de una cámara de 18 X 17 metros (con una superficie de 306 metros cuadrados) y 2,6 metros de profundidad forrada con adobe; muros cortos perpendiculares en tres de los lados de esta habitación formaban almacenes independientes. Si bien la cámara central sería convertida después en el santuario del dios Osiris, Petrie encontró en ella un brazo envuelto en lino y adornado con brazaletes que aparentemente procedía del enterramiento original; el brazo no se conserva, pero las joyas se pueden ver en el Museo Egipcio de El Cairo.

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