Read James Potter y la Encrucijada de los Mayores Online
Authors: George Norman Lippert
Se produjo otro silencio cargado, precipitado por la mención de Señor Tenebroso, después otro estallido de aplausos, igual en volumen que el anterior, pero salpicado por exuberantes aullidos y silbidos.
—Una corta pero directa declaración de la señorita Morganstern —dijo el locutor. James vio al hombre del sombrero púrpura y leyó sus palabras mientras fluían de la varita al embudo—. Aparentemente centrada en un punto como respuesta a las tres ramificaciones de la señorita Corsica. Esto promete ser una discusión directa y apasionada, damas y caballeros.
Durante los siguientes cuarenta minutos, los miembros de cada equipo ocuparon el pódium, ofreciendo argumentos y contra argumentos, todo regulado y oficiado por el profesor Franklyn. A la audiencia se le había indicado que refrenara los aplausos, pero estos habían sido imposibles de impedir. Una vez sonaba una ronda de aplausos provocada por la argumentación de un equipo, esta parecía animar a los defensores del punto de vista opuesto a vitorear a su propio lado igualmente.
La noche descendió sobre el Anfiteatro, amenazadoramente oscura, con solo un ralo rayo de luna en el horizonte. Flotaban linternas encantadas sobre las escaleras y arcos de entrada, dejando las zonas de los asientos entre las sombras. El escenario relucía en el centro, iluminado casi como si fuera mediodía por los globos fosforescentes del profesor Flitwick que flotaban gentilmente en el aire. Zane se enfrentaba a Heather Flack, debatiendo la afirmación de que los informes históricos siempre eran alterados por los vencedores.
—Yo soy de los Estados Unidos, ya sabes —dijo Zane, dirigiéndose a Heather Flack desde el otro lado del escenario—. Si tu afirmación es cierta, resulta que es mentira todo lo que he aprendido sobre el ocasionalmente terrible pasado de mi país, desde nuestro trato a los nativos americanos, a las cazas de brujas de Salem, o los tiempos de la esclavitud. Si los vencedores escriben la historia, ¿cómo es que sé que incluso Thomas Jefferson tuvo una vez esclavos?
Benjamin Franklyn hizo una mueca ante eso, después asintió lentamente, aprobadoramente. Los seguidores del equipo A aplaudieron a rabiar.
Finalmente, sin haber sacado nada en claro, los capitanes de ambos equipos se aproximaron a los pódiums para la argumentación final. Tabitha Corsica seguía teniendo el primer turno.
—Aprecio —empezó, mirando fijamente a Petra—, que mi oponente en este debate haya restringido la discusión a esta doctrina central: que la historia reciente del mundo mágico ha sido realzada y estilizada para instigar el terror a algún monstruoso y legendario enemigo. Para ser más específicos, continuamente sacan a colación la imagen del Señor Tenebroso, como prefieren llamarlo. Si la señorita Morganstern desea evadir las demás facetas válidas de la discusión de esta noche, la complaceré. Si, como parece, está dispuesta a debatir los detalles de la figura de la que se derivan todos los demás detalles, discutamos el tratamiento dado a Lord Tom Riddle.
Un jadeo de inconfundible sorpresa y temor recorrió la multitud ante la mención del nombre de Voldemort.
Hasta para Tabitha Corsica, pensó James, sacar a colación a Tom Riddle parecía un riesgo terrible, incluso si él estaba, de hecho, en el corazón del asunto. James se sentó inclinado hacia adelante en su asiento, con el corazón palpitante.
—El “Señor Tenebroso”, como al Departamento de Aurores le gusta llamar a Tom Riddle —dijo Tabitha hacia la apagada oscuridad— fue de hecho un mago poderoso, y quizás incluso desencaminado. Demasiado entusiasta, puede ser. Pero en realidad, ¿qué sabemos seguro sobre sus planes y sus métodos? La señorita Morganstern les dirá simplemente que era malvado. Que era un mago "oscuro", dirá, que anhelaba sólo poder y muerte. Pero ¿existe en realidad gente así? En los libros de cómics, quizás. Y en las mentes de aquellos que alimentan el miedo. Tom Riddle andaba desencaminado, pero era un mago bienintencionado cuyo deseo de la igualdad mago-muggle fue simplemente una noción demasiado radical para la clase mágica dirigente. Los poderes urdieron una campaña muy cuidadosa de medias verdades y mentiras categóricas diseñadas para desacreditar las ideas de Riddle y demonizar a sus seguidores, a quienes los medios de comunicación controlados por el ministerio apodaron "mortífagos". A pesar de todo, las reformas de Riddle finalmente ganaron suficiente apoyo como para asumir el control del Ministerio de Magia durante un corto tiempo. Sólo después de un cruento y vicioso enfrentamiento los viejos poderes derrotaron a Riddle y sus reformistas, matando a Tom Riddle en el proceso y difamándolo tan implacablemente como pudieron.
Mientras Tabitha hablaba, un gruñido se propagó por la asamblea reunida. El gruñido creció hasta convertirse en gritos aislados de rabia, otros gritaban "¡Dejadla hablar!". Finalmente, justo cuando terminaba, la multitud estalló en un agitado frenesí que James encontró aterrador. Miró alrededor. Muchos estudiantes estaban de pie y gritando con las manos ahuecadas sobre la boca. Varios se habían subido a sus asientos, machacando o sacudiendo los puños. James no podía ver quién, entre la multitud, estaba gritando en apoyo o contra Tabitha.
A esas alturas del disturbio, tuvo la vaga sensación de que Ted Lupin y Noah Metzker estaban acuclillados alrededor de algo. De repente, se produjo un estallido de luz cegadora entre ellos, lo que los convirtió en siluetas recortadas. El rayo de luz ascendió, llenando el anfiteatro con su brillo. A alrededor de cien pies de altura, la bola de luz explotó en un millón de diminutas luces. La gente se quedó en silencio, desconcertada, todos con los ojos en alto. Las luces diminutas se unieron, tomando forma. Se oyó un jadeo colectivo cuando las luces formaron la enorme forma de la legendaria Marca Oscura: una calavera con una serpiente saliendo de su boca. Después, casi instantáneamente, la forma quedó apagada por la forma estilizada de un relámpago. El relámpago pareció golpear la calavera, que mordió, partiendo la serpiente por la mitad. La mitad delantera de la serpiente dio vueltas, y sus ojos se convirtieron en pequeñas cruces, y entonces la calavera se partió por la mitad. El relámpago se desvaneció mientras el siguiente mensaje salía de la calavera rota:
"¡Vuestra Calavera de la Risa solo en Sortilegios Weasley!"
Tiendas en el Callejón Diagon y Hogsmeade
Los pedidos por correspondencia son nuestra especialidad"
Se hizo un largo momento de silencio, de absoluto desconcierto, mientras todo el mundo se quedaba con la mirada fija en las letras brillantes. Entonces las letras se quebraron y cayeron, lloviendo hermosamente sobre el Anfiteatro. Se oyó una risita disimulada en alguna parte.
—Bueno —dijo el profesor Franklyn, habiéndose puesto en pie y avanzado hasta el centro del escenario—. Esa ha asido, debo admitirlo, una oportuna y en cierto modo asombrosa diversión. —Hubo algunas risas desperdigadas y avergonzadas. Lentamente, la gente empezó a volver a sus asientos. James se giró hacia Ted y Noah, que estaban ahora parpadeando y guiñando los ojos deslumbrados, cegados por los fuegos artificiales por encargo
Hermanos Weasley.
—Malditos Weasley, lo han convertido en un servicio de anuncios público —mascullaba Ted.
Noah se encogió de hombros.
—Supongo que por eso fue gratis.
—Damas y caballeros —continuó Franklyn—. Este es ciertamente un tema que despierta mucha pasión entre muchos de nosotros, pero no debemos permitirnos dejarnos llevar. La señorita Corsica ha hecho algunas afirmaciones que muchos encontramos difíciles de oír. Sin embargo, esto es un debate, y de donde yo vengo no —dijo con gran énfasis— acallamos un debate simplemente porque el tema nos resulte incómodo. Espero que podamos completar esta discusión con dignidad, de otro modo, estoy seguro en que la directora estará de acuerdo conmigo en que posponer las argumentaciones finales serán el único recurso que nos quede. Señorita Morganstern, creo que es su turno.
Franklyn volvió a sentarse, y James tuvo el presentimiento de que estaba mucho más enfadado de lo que dejaba entrever. Petra se quedó de pie tras el pódium varios segundos, con los ojos bajos. Finalmente, levantó la mirada, obviamente sacudida.
—Admito que no sé por dónde empezar a responder a la francamente increíble hipótesis de la señorita Corsica. El Señor Tenebroso no era malvado simplemente porque fuera conveniente para los que estaban en el poder afirmarlo así. Utilizó métodos infames para ganar y mantener poder. Era conocido por utilizar libremente, y por instruir a sus seguidores a que utilizaran, las tres Maldiciones Imperdonables. Lord Voldemort no estaba más interesado en la igualdad para los muggle que... que... —se detuvo, buscando la palabra. James apretó los labios furioso. Lo sentía por ella. Había tantas mentiras que rebatir. Y ese resbalón sería interpretado como renuencia a admitir la verdad.
—Señorita Morganstern —dijo Tabitha, su voz imploraba—. ¿Tiene alguna base para esas reclamaciones, o simplemente está repitiendo lo que se le ha dicho?
Petra miró a Tabitha, con la cara pálida y furiosa.
—Solo la totalidad de la historia escrita, y los recuerdos vivos de los que lo experimentaron de primera mano —escupió—. Y le corresponde a usted, supongo, proporcionar pruebas de su reclamación de que Lord Voldemort no era todo lo que la historia dice que fue.
—Ya que lo menciona —dijo Tabitha llanamente—. Creo que hay individuos aquí esta noche que presenciaron de primera mano la Batalla de Hogwarts. Podríamos aclararlo ahora mismo, si lo desean, entrevistándolos en persona. Esto no es un juzgado, sin embargo, así que simplemente preguntaré lo siguiente: ¿Puede algún asistente, alguien que estuviera en la Batalla, negar que el propio Lord Tom Riddle declaró de forma que todos pudieran oírle que deploraba la pérdida de cualquier vida en la batalla? ¿Puede alguien negar que suplicó a sus enemigos que se reunieran con él personalmente, para que tanta violencia pudiera evitarse?
Tabitha examinó a la audiencia. Había un silencio perfecto excepto por el sonido distante de los grillos y el crujir del viento entre los árboles del Bosque Prohibido.
—No, nadie lo niega porque es cierto —dijo, casi amablemente—. Muchos murieron, por supuesto. Pero es un hecho para los que le conocieron qué él era más que un loco asesino.
Petra había recuperado la compostura. Habló ahora, clara y firmemente.
—¿Y es también un hecho que ese reformador amante de la paz asesinó personalmente a la familia de un bebé, e intentó asesinar al propio niño también?
—¿Hablas de Harry Potter entonces ? —dijo Tabitha, sin perder un latido—. ¿El hombre que, irónicamente, encabeza el Departamento de Aurores?
—¿Niegas que es cierto entonces?
—No niego nada. Simplemente cuestiono y desafío. Solo puedo suponer que la verdad es mucho más compleja de lo que se nos ha permitido creer. Expongo que las alegaciones de asesinato a sangre fría y ataques a niños, todas las cuales carecen convenientemente de pruebas, encajan muy favorablemente con la doctrina de miedo que nos ha controlado durante los pasados veinte años.
—¡Cómo te atreves! —James oyó su propia voz antes de comprender que estaba hablando. Estaba de pie, señalando a Tabitha Corsica, temblando de rabia—. ¡Cómo te atreves a llamar mentiroso a mi padre! ¡Ese monstruo mató a sus padres! Mis abuelos fueron
asesinados
por él y tú te pones ahí de pie y nos dices que es una especie de historia inventada! ¡Cómo te atreves! —Su voz se rompió.
—Lo siento —dijo Tabitha, y su cara, de hecho, era el vivo retrato de la compasión—. Sé que crees que es cierto, James.
El profesor Franklyn estaba de pie y se adelantaba, pero James gritó de nuevo antes de que Franklyn pudiera hablar
—¡Mi padre mató a tu gran héroe! —gritó, sus ojos ardían con lágrimas de rabia—. Ese monstruo intentó matarle dos veces, la segunda porque mi padre mismo se entregó a él. ¡Tu gran
salvador
era un
monstruo
, y mi padre finalmente le derrotó!
—Tu padre —dijo Tabitha, su voz se alzó y se volvió severa— era un mago mediocre con un gran departamento de relaciones públicas. Si no fuera por el hecho de que estuvo rodeado de grandes magos en todo momento, ni siquiera conoceríamos su nombre hoy.
Ante eso, la multitud explotó de nuevo, gritando furiosa y los gritos llenaron el espacio como un caldero. Hubo un estrépito en el escenario. James miró y vio que Ralph, que ni siquiera había hablado aún, se había levantado de un salto, volcando su silla. Tabitha se giró y le miró fijamente, y sus ojos se encontraron durante un segundo.
Siéntate
, dibujó ella silenciosamente con los labios, su cara estaba lívida. Ralph le devolvió la mirada furiosa, después se giró resueltamente y abandonó el escenario. James lo vio, e incluso en medio de la angustia y del gentío amotinado, su corazón se regocijó.
No tenía sentido continuar ya con el debate. La directora McGonagall se unió al profesor Franklyn sobre el escenario y ambos dispararon chispas rojas con las varitas, reinstaurando el orden en el anfiteatro. Sin preámbulos, la directora ordenó a todos los estudiantes que volvieran inmediatamente a sus salas comunes. Su cara era severa y estaba muy pálida. Mientras la multitud murmuraba y gruñía, dirigiéndose hacia las entradas de vuelta el castillo propiamente dicho, James vio a Ralph abriéndose paso entre ella. Se hizo a un lado hasta que el otro chico le alcanzó.
—No podía más —dijo Ralph a James, su voz era baja al igual que sus ojos—. Lamento que ella haya dicho esas terribles estupideces. Puedes seguir odiándome si quieres, pero no podía más con toda esta basura del Elemento Progresivo. No sé mucho de ello en realidad, excepto que es demasiado trabajo ser tan... tan
político.
James no pudo evitar sonreír.
—Ralph, eres un ladrillo. No te odio. Soy yo el que debería disculparse.
—Bueno, dejemos las disculpas para luego, ¿vale? —dijo Ralph, abriéndose paso hacia el arco mientras James seguía su estela—. Ahora mismo, solo quiero salir de aquí. Tabitha Corsica me ha estado perforando con la mirada desde que abandoné el escenario. Además, Zane dice que Ted nos ha invitado a vuestra sala común. Quiere presumir de haber conquistado a un miembro del equipo B.
—¿Y eso no te molesta? —preguntó James.
—No —replicó Ralph, encogiéndose de hombros—. Vale la pena. Gryffindor tiene los mejores aperitivos.