James Potter y la Encrucijada de los Mayores (41 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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—Kreacher los había hechizado para cantar villancicos, también, así es —les dijo Kreacher a James y Ralph un poco caprichosamente—, pero los amos decidieron que era quizás un poco demasiado... festivo. Aunque a Kreacher le gustaba igual. —Parecía ansioso de que se le permitiera reinstaurar las cabezas cantarinas. James aseguró a Kreacher que había sido una idea maravillosamente inventiva y que hablaría con su madre de ello. Sentía, de hecho, una morbosa curiosidad por ver y escuchar a las cabezas en acción.

Lily y Albus rondaron a James y Ralph casi toda la noche, pidiendo ver lo que los chicos podían hacer con sus recientemente aprendidas habilidades.

—¡Venga James! —exigió Albus—. ¡Muéstranos una levitación! ¡Levita a Lily!

—¡No! —gritó Lily—. ¡Levita a Albus! ¡Hazle salir volando por la ventana!

—Ambos sabéis que no puedo hacer magia fuera del tren y por tanto oficialmente fuera de Hogwarts —dijo James cansinamente— Me meteré en líos.

—Papa es el Jefe de Aurores, tonto. Seguramente ni recibirás un aviso.

—Sería una irresponsabilidad —dijo James seriamente—, cuando crezcas, sabrás lo que significa eso.

—No puedes hacerlo, ¿verdad? —se burló Albus—. ¡James no puede hacer una levitación! Menudo mago estás hecho. El primer squib en la familia Potter. Mamá se morirá de vergüenza.

—El mismo Albusblabbus de siempre, pequeño escreguto.

—¡No me llames eso!

—¿Qué, escreguto o Albusblabbus? —sonrió James—. Sabes que Albusblabbus es tu verdadero nombre, ¿verdad? Está en tu certificado de nacimiento. Lo he visto.

—¡Albusblabbus! —cantó Lily, bailando alrededor de su hermano mayor.

Albus saltó sobre James, luchando con él en el suelo.

Más tarde, cuando James y Ralph se dirigían hacia el dormitorio de James para pasar la noche, pasaron junto a una cortina que parecía cubrir una sección de pared. Un murmullo amortiguado llegaba de detrás de ella.

—La anciana señora Black —explicó James— Vieja loca chiflada. Divaga sobre gente profanando la casa de sus padres y todo eso cada vez que nos ve a cualquiera. Papa y Neville han hecho todo lo que se les ha ocurrido para quitar a la vieja murciélago de la pared, pero está incrustada ahí. Incluso se consideró cortar la sección de pared con el retrato en ella y todo, pero es una pared maestra. Cortarla probablemente haría que el piso de arriba se desplomara sobre nosotros. Además, por extraño que pueda parecer, Kreacher le tiene bastante cariño, ya que ella fue su propietaria original. Así que supongo que es parte de la familia para siempre.

Ralph echó un vistazo tentativamente tras la cortina. Frunció la frente.

—¿Está… viendo la televisión?

James se encogió de hombros.

—Lo descubrimos hace unos años. Teníamos la puerta delantera abierta porque estábamos metiendo un nuevo sofá. Vio una tele a través de la ventana al otro lado de la calle y se calló por primera vez en semanas. Así que pagamos a un artista mago para que viniera y pintara una directamente en su retrato. A la vieja murciélago le encantan los programas de entrevistas. Desde entonces, bueno, ha sido mucho más soportable.

Ralph dejó caer lentamente la cortina otra vez sobre el retrato. Una voz de hombre estaba diciendo,

—¿Y cuándo se dio cuenta por primera vez de que su perro tenía el Síndrome de Tourrete, señora Drakemont?

Kreacher había preparado una cama para Ralph en la habitación de James. Su baúl estaba pulcramente colocado en un extremo, y había una piña envuelta en cinta en cada almohada, al parecer esa era la idea Kreacher de una golosina navideña.

—Esta solía ser la habitación del padrino de mi padre —dijo James medio dormido, una vez que se establecieron.

—Genial —murmuró Ralph— ¿Era buen tipo? ¿O un chiflado, como la vieja bruja del retrato?

—Uno de los mejores tipos que ha habido nunca, según papá. Tendremos que hablarte de él alguna vez. Estuvo encarcelado por asesinato durante más de una década.

Hubo un minuto de silencio, y luego la voz de Ralph habló en la oscuridad.

—Vosotros los magos podéis ser endemoniadamente confusos, ¿lo sabías?

James sonrió. Un minuto más tarde, ambos estaban dormidos.

11. Las Tres Reliquias

Tras la excitación inicial del viaje y la llegada, la Navidad en Grimmauld Place se volvió bastante monótona. James presentó a Ralph a todo el mundo, y Ralph en poco tiempo se convirtió simplemente en uno más de la multitud de amigos y familia que atestaban la casa. El miércoles antes de Navidad llegaron tío Ron y tía Hermione, junto con sus hijos Hugo y Rose. Fueron seguidos al poco tiempo por tío Bill y tía Fleur, los padres de Victoire. James estaba muy encariñado con todos ellos, y aunque la capacidad de la casa empezaba a flaquear, le excitaba que estuviera a punto de resquebrajarse.

—Menos mal que mamá y papá están con Charlie este año —comentó Ron, tirando de su equipaje y el de Hermione escaleras arriba hasta su dormitorio en el tercer piso—. Este lugar parece mucho más pequeño que cuando éramos críos.

—Eres tú el que es mucho más grande, Ron —le regañó Hermione, codeándole afectuosamente en el estómago—. Deja de quejarte.

—No me quejo. Al menos nosotros tenemos habitación. Si Percy hubiera venido habría tenido que dormir con Kreacher.

James y Ralph, junto con sus primos y primas, pasaban los días junto al fuego, jugando al ajedrez mágico con tío Ron, o vagando por las calles cercanas, llevando a cabo recados de último momento y haciendo compras navideñas con Ginny o tía Hermione. Fleur y Bill reclutaron la ayuda de James y Ralph para recoger y transportar un árbol de Navidad, que había parecido encantador fuera, pero que ocupaba dos tercios del salón cuando consiguieron meterlo dentro.

—Parece una vergüenza hacerlo —dijo Bill, sacando la varita y señalando al árbol—.
¡Reducio!

El árbol se encogió un tercio, pero se las arregló para mantener su densidad, así que terminó pareciendo más un arbusto de navidad que un árbol de navidad. Ralph, James, Rose y Victoire pasaron la mayor parte del día antes de Nochebuena haciendo cadenas de palomitas, decorando el árbol, y envolviendo regalos. Esa noche, Hermione reunió a toda la casa con la intención de levantar el ánimo de todo el mundo y salir a cantar villancicos.

Sin embargo, ni Ron ni Harry parecían particularmente entusiasmados con la idea.

—Danos un respiro, Hermione —dijo Harry, dejándose caer en una silla junto al fuego—. Hemos estado de pie todo el día.

—Sí —intervino Ron, algo alentado—. Acaban de empezar las vacaciones. Ni siquiera hemos tenido oportunidad de sentarnos aún, ¿verdad?

—Ronald Weasley, levanta el culo y coge el abrigo y el sombrero —replicó Hermione, tirando ambas cosas a Ron en el regazo—. La familia solo se reúne una vez al año, si tenemos suerte, y no voy a dejar que te sientes sobre el trasero toda la noche como si estuvieras en casa. Además —añadió bastante truculentamente—, de camino hacia aquí pensabas que lo de cantar villancicos sonaba divertido.

—Eso fue antes de saber que ibas en serio —masculló Ron, poniéndose en pie y embutiéndose en su abrigo.

—Tú también —sonrió Ginny, agarrando la mano de Harry y tirando para sacarle de la silla—. Puedes echarte todo el día de Navidad si quieres. Esta noche vamos a divertirnos un poco, te guste o no.

Harry gimió, pero dejó que Ginny le pusiera el abrigo. Ella le dio un puñetazo juguetonamente en el estómago y él sonrió, cogiendo la bufanda. En contraste con la aparente molestia de Ron y Harry, Bill estaba ansioso por ir, ensayaba escalas en el vestíbulo con la mano en el pecho. Fleur, vestida tan esplendorosamente como su hija, le sonreía con adoración. Mientras salían por la puerta, James oyó a tío Ron murmurar a su padre.

—Tu juro que actúa tanto para fastidiarnos cómo para impresionarla.

La noche se había convertido en tal perfecta e ideal noche navideña que James se preguntó si su madre y la tía Hermione no la habrían embrujado de algún modo. Gordos y silenciosos copos de nieve empezaron a caer, amortiguando los sonidos distantes de la ciudad y cubriendo las mugrientas aceras y paredes de centelleante blanco. Hermione repartió unas partituras de música y después colocó a todo el mundo para que los más jóvenes estuvieran delante y los mayores y más altos detrás.

—Si mamá no estuviera todavía entre nosotros —dijo Ron a Harry en voz baja—, juraría que Hermione es su reencarnación.

Durante las prácticas del coro, Hermione empezó a sermonear a Ted, que insistía en cantar divertidas variaciones de las letras, para gran deleite de Albus y Hugo. Finalmente satisfecha, condujo a la tropa a través de las calles que rodeaban a Grimmauld Place, llamando a los timbres y dirigiendo los coros. La mayor parte de los muggles que respondían a la puerta se quedaban de pie y escuchaban con algo parecido a una cansada diversión en la cara. Una vez un viejo que llevaba un gran sonotone en la oreja les gritó que no contribuía a ninguna causa de caridad excepto a la
Casa Hortnese para Felinos Feroces
, y les cerró la puerta en las narices.

—McGonagall le debe una postal navideña entonces —dijo Ted, apenas perdiendo un latido.

James ondeó una mano hacia Ralph antes de que este pudiera preguntar.

—Animagos. Te lo explico luego.

La mañana de Navidad amaneció con un brillo brumoso, el sol había cubierto de escarcha las ventanas convirtiéndolas en un tablero cegador. Ralph y James se encontraron con Albus y Rose en las escaleras, de camino a desayunar.

—Es inútil —dijo Rose apenada—. Mamá ha jurado que maldecirá a cualquiera que intente abrir un regalo antes del desayuno.

James parpadeó.

—¿Qué dijo tía Hermione a eso?

—Bueno —respondió Albus—, no dijo mucho. Pero está realmente irritable desde que nos pilló utilizando un par de gafas de rayos Z del tío George con los regalos para ver qué había dentro. Dijo algo de enviarle un Dementor. ¡Fue espeluznante!

—¿Tío George está aquí? —preguntó James, mientras bajaba trotando el resto de las escaleras y se dirigía a la cocina—. ¡Excelente!

—Sí, pero trajo a Katie Bell con él —dijo Albus, pronunciando el nombre con su voz más melosa. Albus desaprobaba a Katie Bell tanto como a cualquiera que amenazara con alterar la traviesa soltería de George Weasley.

Cuando James y Ralph giraron la esquina para entrar en la vieja cocina, oyeron la voz de George diciendo:

—Esa es la clase de publicidad que ha permitido que
W
crezca hasta tener dos sucursales y se haya convertido en líder de las tiendas de artículos de broma del mundo mágico, ya sabéis. No puedes rechazar una demostración como esa en un evento transmitido radiofónicamente como fue el debate. De eso va el espectáculo.

Katie Bell, una mujer atractiva con un largo pelo castaño, removió su té.

—Deberías haber oído como lo describió Myron Madrigal en antena —dijo, ahogando una sonrisa.

Ted frunció el ceño, entonces la curiosidad le superó.

—¿Qué dijo?

—Lo llamó "un despliegue pueril de un mal gusto monumental" —dijo George orgullosamente, alzando su vaso de zumo en un saludo.

—¡Eso es genial! —sonrió Ted, chocando su vaso con el de George.

—¡James, me alegro de verte! —dijo George, dejando su zumo sobre la mesa y palmeando el asiento que tenía al lado—. Toma asiento y cuéntanos como te está tratando la vieja alma máter.

—Genial —dijo James, sentándose y agarrando un trozo de tostada—. George, este es mi amigo Ralph.

—Oh, lo sabemos todo de ti, ¿verdad? —dijo George, inclinándose hacia Ralph, y golpeándose un lado de la nariz—. Nuestro hombre de dentro, ¿eh? Infiltrado en la viscosa barriga de la máquina de guerra Slytherin. Espiando y saboteando por aquí y por allá, sin duda.

Ralph puso los ojos en blanco hacia Ted.

—Yo no he dicho nada —dijo Ted petulantemente—. Solo le mencioné que estabas en el equipo B, antes, cuando encargamos nuestro paquete sorpresa. Se figuró el resto por sí mismo cuando averiguó que estabas aquí.

Ralph se removió.

—Bueno. No es realmente cierto, ya sabe. Sólo soy un crío.

—Nunca subestimes lo que un crío puede hacer, Ralphie —dijo George seriamente.

—Eso es cierto —asintió Kate—. George y su hermano Fred provocaron el mayor altercado en la historia de Hogwarts en medio del reinado de Umbridge la Terrible.

—Como he dicho, en eso consiste el espectáculo —dijo George.

—Con un poco de venganza para condimentarlo —dijo Katie, sonriendo.

—¿Cómo te atreves a sugerir semejante cosa?

Ralph y James intercambiaron miradas.

James, Ralph, Ted y George fueron los últimos en la mesa del desayuno. Los primos y primas más pequeños los echaron a todos de la mesa, consiguiendo finalmente que la casa entera se reuniera para abrir los regalos.

—¿No hiciste lo que te dije —dijo George, riendo mientras Albus le empujaba hasta la sala—. Abrir los regalos en medio de la noche y después volver a envolverlos con el encantamiento
reparo
?

—¡Lo intenté! —replicó Albus seriamente—. Le escamoteé la varita a James y practiqué con una caja de galletas. ¡No pude hacer que funcionara! Quedó hecho un lío. Mamá me habría matado.

—¡Me cogiste la varita! —gritó James, abalanzándose sobre Albus—. ¡Te voy a dar una paliza! ¡Devuélvemela!

Aullando, Albus salió corriendo con James a la zaga.

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