James Potter y la Encrucijada de los Mayores (42 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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Hubo muchos gritos y rotura de papel, y James no pudo evitar pensar en que las navidades en Grimmauld Place probablemente no fueran muy diferentes a las que Zane había descrito con su familia en los Estados Unidos, con hinkypunks y todo. Cuando los Weasleys y Potters más jóvenes hubieron abierto sus regalos y partieron corriendo a disfrutarlos, el resto de los regalos fueron abiertos con algo más de reserva. Harry había regalado a Ginny un nuevo caldero de lo más inusual, que ella desenvolvió y miró fijamente de forma bastante inexpresiva.

—Es un Caldero Conjurador —explicó él, un poco a la defensiva—. ¡Hace la cena en un chasquido! Solo tienes que tirarle dentro algunos ingredientes cada mañana, cualquier cosa que tengas en la alacena. No importa qué. El Caldero Conjurador averigua cual es el mejor plato que se puede hacer con ellos y lo prepara y cocina durante el día. Todos llegan a casa para la cena y voilá, comida misteriosa. Ideal para las mamás trabajadoras.

—Al menos eso es lo que dice el cartel de
Tristan's and Tupperworth
—remarcó Ron, sonriendo. Harry le dio una palmada en la parte de atrás de la cabeza.

Fleur resopló.

—De donde yo vengo, se considega impgopio que un hombge regale utensilios de cocina.

—Oh, vamos, abre el siguiente —dijo Harry, molesto.

El siguiente regalo de Ginny resultó ser un par de pendientes de perlas marinas, que tuvieron mucho más éxito.

Ginny pareció a la vez perturbada y muy contenta con ellos.

—¡Harry! ¿Cómo los has pagado? ¡Perlas marinas! ¡Nunca hubiera esperado...! —Los ojos le brillaban cuando parpadeó para contener las lágrimas.

—Póntelos —sonrió Harry—. Si te hace sentir mejor, son falsos. Perlas leprachaun. Vinieron de regalo con el Caldero Conjurador.

—No es cierto —sonrió ella y le besó.

Ron había regalado a Hermione un pequeño pero aparentemente caro frasco de perfume llamando "Encantamiento Whimsies" con el que Hermione quedó muy complacida. Ginny y Hermione habían comprado juntas para Harry y Ron entradas para el Campeonato Mundial de Quidditch.

—Sabíamos que los dos habéis estado deseando ir desde hace varios años —explicó Hermione mientras Harry y Ron se felicitaban el uno al otro—. Pero nunca se os ocurría comprar por adelantado las entradas. Tenemos nueve entradas en total, así que podéis llevar a los chicos, si queréis. Les encantará. Y a vuestras esposas, por supuesto, si queréis. Es cosa vuestra.

Pero Harry y Ron ya habían empezado a discutir sobre qué equipos estarían en el Campeonato y apenas oyeron lo último.

James abrió su regalo y le sorprendió ver que sus padres le habían regalado una escoba nueva.

—Guau —jadeó—. ¡Una Thunderstreak! Mamá, papá, ¿me habéis regalado una Thunderstreak?

—Bueno —dijo Harry lentamente—. Sé que tuviste algunos problemas al principio con la escoba, pero hablé con tu amigo Zane y él me dijo que ya lo estabas haciendo realmente bien. Pensé que podrías querer practicar con tu propia escoba. Esas escobas de la escuela son demasiado viejas. Lentas, poco manejables, y los mangos están todos pastosos. Prueba con esta y notarás la diferencia al instante.

—Por supuesto, si no la quieres —se ofreció George—, siempre puedes cambiársela a Ted. Esa vieja Nimbus suya puede ser tan lenta como un
gusarajo
, pero tiene el
valor
de toda una antigüedad.

Ted arrojó una bola de papel de regalo hacia George, acertándole directamente en la cara.

James sentía un poco de pena por Ralph, que no había tenido noticias de su padre desde el mensaje en el que le había dicho que estaría de viaje durante las vacaciones. Ralph se había encogido de hombros, diciendo que probablemente su padre le enviara su regalo de navidad a la escuela. James y Ralph se sorprendieron los dos cuando Ginny ofreció a Ralph un pequeño paquete envuelto.

—No es mucho —sonrió Ginny, pero pensamos que te gustaría.

Ralph desenvolvió el paquete y lo examinó. Era un libro muy usado y ruinoso, las palabras de la portada eran casi ilegibles por la edad. Se titulaba
Pociones Avanzadas.

—Perteneció a un gran Slytherin, como serás tú, sin duda —dijo Harry seriamente—. Francamente, creía que lo había perdido, pero apareció hace unas semanas. No sabía qué hacer con él hasta que llegaste. Entonces pareció tener sentido que lo tuvieras tú. Pero no dejes que el profesor Slughorn lo vea. Solo úsalo como... referencia.

Ralph hojeó cuidadosamente el viejo libro. Los márgenes estaban repletos de dibujos y anotaciones.

—¿Quién escribió todas estas cosas de dentro?

—En realidad no tiene importancia —dijo Harry enigmáticamente—. No le conoces. Pero ten cuidado con él, y cuidado con cómo utilizas algunas de esas cosas. Son un poco... cuestionables, a veces. Aún así, parece correcto que esté en manos de un buen hombre Slytherin. Feliz Navidad, Ralph.

Ralph dio las gracias a Harry y Ginny, un poco desconcertado por las miradas serias que él y el libro estaban consiguiendo. Había que reconocer que, misterioso como era el libro, aparentemente escondía algún significado. Lo envolvió con un trozo de tela que Ginny le dio y lo colocó en el fondo de su baúl.

James se mostró entusiasmado cuando Neville y Luna Lovegood llegaron por la tarde. Los dos se habían estado viendo durante los últimos meses, pero James había oído a su madre decir a Andromeda Tonks que "eso no va a ninguna parte". James no podía ni adivinar cómo sabía su madre cosas así, pero nunca dudaba de que tuviera razón. Por lo que a James concernía, Neville y Luna parecían más hermano y hermana que una pareja.

Después de la cena, la abuela Weasley apareció en la chimenea para desear a todo el mundo feliz navidad.

—Estamos pasando unos días deliciosos aquí con Charlie —dijo desde la rejilla—. Y Praga es simplemente encantadora. Sin embargo chicos, creo que tenéis que hablar con vuestro padre. Se ha encariñado con la arquitectura muggle de aquí y está hablando de quedarnos unas semanas más. Se ha vuelto tan impredecible ahora que se ha retirado del Ministerio. Oh, es tan difícil tener a tus hijos repartidos por todo el mundo. ¿Cómo se supone que voy a seguir la pista a todos mis nietecitos?

—¿Cómo están Charlie, Claire y los niños, Molly? —preguntó Hermione, esquivando gentilmente el tópico para pasar a temas más placenteros.

—Bastante bien, aunque Charlie insiste en llevar a los pequeños Harold y Jules a trabajar con él en ocasiones. Cómo pueden soportar esos pobres niños la visión de semejantes criaturas sin tener pesadillas constantes es simplemente algo que me sobrepasa.

James, que había visto a sus primos pocas veces, sabía que era probable que, de hecho, fueran ellos los que provocaran pesadillas a los dragones y no a la inversa.

Más tarde ese día, cuando la mayor parte de la casa estaba empezando a irse a la cama, James y Ralph se encontraron sentados junto al fuego con Luna Lovegood, que les estaba hablando de su última expedición a las montañas de las Highlands en busca del umgubular slashkitler.

—Todavía no hay identificación positiva —dijo— pero he descubierto una vasta red de huellas y desechos. Su dieta parece consistir casi exclusivamente de blusterwermps y figgles, así que es bastante fácil identificar sus excrementos sólo por el olor. Una especie de olor a menta. No es desagradable en absoluto.

—¿Unglubulous... slashkillers? —intentó Ralph.

—Casi —dijo Luna amablemente—. Son una especie de aves de rapiña incapaces de volar, lejanamente emparentadas con los hipogrifos y los octogators. Hice un molde de una de sus huellas y cogí una muestra de uno de sus excrementos. ¿Os gustaría olerlo?

—Luna —dijo James, inclinándose hacia adelante en su silla y bajando la voz—. ¿Podemos preguntarte algo? Nadie sabe mucho del tema.

—Estoy especializada en cosas de las que nadie parece saber mucho —dijo Luna suavemente.

—Quiero decir, que quiero mantenerlo en una especie de secreto.

—Oh —dijo Luna, con cara plácida. James esperó, pero Luna simplemente se le quedó mirando, sonriendo cortésmente.

Luna, recordó, en ocasiones tenía una forma bastante particular de aproximarse a una conversación. Decidió plantearlo.

—No es sobre slashkilters o warkspurts ni nada de eso. En realidad, sería mejor pregunta para tu padre, si todavía estuviera entre nosotros, pero supongo que tú podrás responderla también. ¿Qué puedes contarnos sobre... Austramaddux y Merlinus Ambrosius?

Luna era la única persona que James conocía que no se sorprendía con facilidad. Simplemente miró al fuego y dijo.

—Ahhh, sí, no es exactamente mi especialidad. Sin embargo fue el hobby de toda la vida de mi padre. Austramaddux fue el historiador que recogió los últimos días de Merlinus y su promesa de retornar, por supuesto. Tema de muchas especulaciones e intrigas durante siglos, ya sabéis.

—Sí —dijo James—. Lo sabemos. Hemos leído sobre él y la predicción del retorno. Nos preguntábamos como podría ocurrir. ¿Qué haría falta?

Luna pareció pensar en ello.

—Es una pena que mi padre no esté aquí. Podía hablar del tema durante días. De hecho, lo hizo una vez, en una reunión de editores y locutores alternativos mágicos en Belfast. Dio un discurso sobre las implicaciones de las conspiraciones Merlinus y su hipotética plausibilidad, si no recuerdo mal. Duró tres días y medio, hasta que se quedó dormido en el pódium. En realidad, creo que ya estaba dormido desde mucho antes de que lo notaran. Era un notable orador. Dio más de un discurso en camisón. La mayor parte de la gente pensaba que era excéntrico, pero yo creo que era simplemente multitarea. —Suspiró cariñosamente.

James sabía que no tenía mucho tiempo antes de que alguien, George, o peor aún, su padre o su madre, entrara en la habitación.

—Luna, ¿qué decía él sobre el tema? ¿Creía que el retorno de Merlín era posible?

—Oh, indudablemente. Tenía cientos de teorías al respecto. Esperaba vivir para ver ese día, de hecho, aunque ni siquiera estaba seguro de que cuando Merlinus retornara fuera exactamente lo que él llamaría un mago bueno. Escribió una serie completa de artículos para
El
Quisquilloso
hablando de las tres reliquias y ofreciendo una recompensa de cien galeones para cualquiera que proporcionara pistas válidas sobre su paradero.

James intentó no interrumpir a Luna.

—¿Qué son las tres reliquias?

—Oh —dijo Luna, mirándole—. Creía que habías leído al respecto.

Ralph tomó la palabra.

—Lo hicimos, pero no decían nada de ninguna reliquia. Solo decían que Merlinus abandonó el mundo de los hombres y que volvería cuando los tiempos estuvieran maduros para él o algo así.

—Ah, bueno, esa es la clave entonces, ¿no? —dijo Luna plácidamente—. Las reliquias determinan cuando el momento está maduro. Merlín requería tres elementos mágicos, su trono, su túnica y su báculo. Los dejó a cargo de Austramaddux. De acuerdo con la predicción, una vez las tres reliquias se reúnan de nuevo en un lugar llamado Senda de la Encrucijada de los Mayores, Merlinus reaparecerá para reclamarlas.

James jadeó. La Encrucijada de los Mayores, pensó, recordando la leyenda inscrita en la verja de la isla secreta. Sentía el corazón palpitar y estaba seguro de que Luna lo oiría en su voz. Luchó por parecer simplemente curioso.

—¿Y dónde están las tres reliquias de Merlín entonces?

—Nadie lo sabe seguro —contestó Luna frívolamente—, pero mi padre había desarrollado algunas teorías bastante firmes. De acuerdo con la leyenda, La Túnica Negra ceremonial de Merlín estaba hecha de una tela incorruptible, lo que permitía que sobreviviera eternamente. Se supone que se utilizó como mortaja para el cuerpo de Kreagle, el primer rey del mundo mágico, con la creencia de que evitaría su corrupción. Oh, destino, nadie sabe la localización de la tumba de Kreagle, su guardianes se inhumaron dentro de ella a fin de conservar el secreto para siempre. —Ralph se estremeció mientras Luna seguía—. El trono de Merlín como consejero de los reyes de los muggles pasó de régimen en régimen siempre listo para el retorno del mago, hasta que finalmente se perdió entre las neblinas del tiempo. Algunos creen que fue recuperado por un rey mago en el siglo dieciséis, y que hoy en día está guardado en el Ministerio de Magia, olvidado en una de las interminables cámaras del Departamento de Misterios. Finalmente —dijo Luna, entrecerrando los ojos mientras buscaba en su memoria—, la más grande de las reliquias de Merlín, su báculo. Por aquel entonces, los magos utilizaban varas en vez de varitas. Largas ramas tan altas como el propio mago. La de Merlín estaba tallada del tronco de un raro árbol knucklewood parlante. Se dice que hasta podía hacer que su vara hablara con la voz de la dríada que se la había dado. Austramaddux se quedó con la vara, reclamando que sería su único guardián hasta el día en que Merlín retornara. La ocultó, y el secreto de su localización se dice que murió con él.

—Guau —dijo Ralph en voz baja.

—Pero aún así —dijo James— digamos que alguien consigue reunir todas las reliquias. ¿Dónde estaría la Encrucijada de los Mayores?

—Una vez más, nadie lo sabe —contestó Luna—. Austramaddux habla de ello como si esperara que los lectores la conocieran, como si fuera un lugar familiar. Quizás lo fuera por aquel entonces, pero ahora está completamente perdido para nosotros.

—¿Pero tu padre creía que sería posible traer a Merlinus de vuelta? ¿Creía que podía ocurrir? —animó James.

Por primera vez, la cara de Luna se puso seria. Miró a James.

—Mi padre creía en una gran variedad de cosas, James, y no todas ellas eran técnicamente consistentes con la realidad. Creía en el retorno de Merlinus. También creía en el poder curativo de los nargle warts, en la fuente de la respiración agradable, y en la existencia de toda una civilización subterránea de criaturas medio humanas a los que llamaba Mordmunks. En otras palabras, sólo porque mi padre lo creyera, eso no lo convierte en verdad.

—Sí, supongo —dijo James, pero distraídamente.

Luna siguió.

—Ningún mago ha vuelto nunca de la muerte. Muchos la han engañado un tiempo, utilizando artes que se extienden de lo creativo a lo cuestionable, hasta el mal categórico. Pero ni un solo mago en la historia ha saboreado la muerte y vuelto para contarlo. Es la ley de la mortalidad. Una vida, una muerte.

James asintió, pero apenas estaba escuchando ya. Su mente corría. Finalmente, Ginny se asomó y envió a los dos chicos a la cama.

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