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Authors: José Rodrigues dos Santos

Tags: #Bélica, Romántica

La amante francesa (51 page)

BOOK: La amante francesa
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—¿Y nadie disparó?

—Nadie disparó. Supongo que nos pareció que, en aquellas circunstancias, eso habría sido asesinato a sangre fría. Comenzaron entonces a gritar en inglés, deseándonos feliz Navidad. «
A Happy Christmas to you all
!», vociferaban. Algunos hasta tenían acento
cockney
, ¿no es increíble? Otros gritaban: «
Friede auf der Erde
». Yo pillo algo de alemán, pero no entendí. El capitán Collins, que hablaba con fluidez el alemán, me dijo que eso significaba «paz en la Tierra». No les respondimos. Una hora después, repitieron la gracia. Lanzaron varios gritos de
Happy

Christmas
y, en un momento dado, se pusieron en pie sobre los parapetos, desarmados, totalmente a merced de nuestros fusiles y ametralladoras. Nosotros estábamos perplejos. Los soldados apuntaron las Lee-Enfield para acabar con los prusianos, pero el capitán Collins dio una orden prohibiendo disparar. Todo quedó en suspenso, ellos saludando, nosotros quietos. La situación era anormal y, medio vacilantes, algunos de nuestros hombres se pusieron también de pie y saludaron, lo que provocó una fiesta del lado de los
jerries
. Ellos gritaron diciendo que podían darnos unos puros y que nos acercásemos, que no dispararían, que era Navidad. Desconfiamos. Salió entonces un prusiano que cogió una caja de puros, saltó a la Tierra de Nadie y avanzó en nuestra dirección. —El capitán Gleen señaló un sitio a la izquierda, en una parte de la Tierra de Nadie cubierta de neblina—. Vino por allí, me parece que lo estoy viendo, con el
pickelhaube
en la cabeza, una gabardina manchada de barro, la caja de madera a la altura del pecho, sostenida con las dos manos como si fuese un tesoro. Como nadie se movía, yo salté también a la Tierra de Nadie y fui a reunirme allí con él. —Señaló a la izquierda, indicando el punto de la trinchera de Neuve Chapelle que había ocupado en esa tarde memorable—. Yo estaba nervioso, me temblaban las piernas, sentía fusiles invisibles apuntados a mi cabeza, a mi pecho, a mis piernas. Hasta pensé en dar media vuelta y echar a correr, pero me controlé y seguí adelante, preguntándome mil veces qué estaba haciendo en medio de la Tierra de Nadie. Nos encontramos en el centro, junto al alambre de espinos. Él me entregó la caja y me dijo: «
A Happy Christmas to you
». Me quedé pasmado, sin saber qué hacer ni qué decir. Le estiré el brazo y le di la mano, le dije: «
Danke schön und Merry Christmas
». Cuando nos vieron en el
handshake
, los
jerries
del otro lado comenzaron a gritar como locos, parecían los de Cambridge festejando la victoria sobre Oxford en la regata, muchos saltaron a la Tierra de Nadie y vinieron en nuestra dirección, nuestros hindúes los imitaron y fueron a reunirse con ellos, era de no creer. Se dieron la mano unos a otros, se entregaron regalos, nosotros les dábamos cigarrillos,
corned-beef
, bizcochos, chocolates, ron, té y mermeladas Tickler; ellos nos obsequiaban con
schnapps, sauerkraut, cognac
, vino y dulces. Pero tenían sobre todo muchos puros que, por lo visto, se distribuían en abundancia en la retaguardia como presentes del káiser. Los puros eran tantos que el capitán Collins comentó que habíamos caído en medio de un batallón de millonarios. —Gleen soltó una carcajada y suspiró—. Ah, fue una fiesta increíble, tendrían que haberlo visto, aquélla fue realmente una Navidad en serio. Pensándolo bien, fue tal vez, en cierto modo, la mejor Navidad de mi vida, el ambiente era absolutamente fantástico.

—¿Conversaron? —preguntó Afonso.

—Claro. Había muchos
handshakes
y sonrisas, pero logramos hablar un poco. Me quedé con la impresión de que ellos creían estar ganando la guerra y se sorprendían de que nosotros siguiésemos combatiendo. Hubo uno que dijo incluso que había tropas alemanas en Londres, lo que provocó una risotada general entre los oficiales británicos. Creo que se quedaron desconcertados con nuestra reacción. —Gleen enterró el cigarrillo en la nieve y la punta incandescente se hundió en el hielo blando y se apagó con un
fssssh
—. Después, un oficial
jerry
propuso que enterrásemos los cuerpos que yacían abandonados en la Tierra de Nadie, y estuvimos de acuerdo. Entregamos todos los
jerries
que encontramos de nuestro lado y ellos nos entregaron los hindúes que había de su lado. Un cura
jerry
ofició allí una misa campal. Aún lo veo rezando con las manos juntas el padrenuestro, con sus rodillas en la nieve y la cabeza gacha diciendo: «
Vater unser, der Du bist im Miel, Geheiligt verde Dein Name
». Después nos sacamos fotos, volvimos a saludarnos y nos despedimos. Quedó acordado que habría una nueva tregua en Año Nuevo para que, una vez reveladas las fotografías, nos diésemos copias. Volvimos a las trincheras y el resto del día siguió en paz. A veces nos lanzábamos mensajes de un lado al otro, unos ofreciendo puros, otros prometiendo suvenires, y por la noche volvieron los cánticos. Ellos tenían el mismo repertorio de la mañana. Nosotros, los oficiales británicos, además del Tipperary, les brindamos una valiente interpretación del
My little grey home in the west
, del
Home sweet mome
y, claro, del
God save the King
, todo con muchos aplausos y aclamaciones efusivas al mismo tiempo. —Suspiró—. Fue realmente un día extraordinario.

—Al día siguiente volvieron los tiros —dijo Afonso.


Not really
—replicó Gleen, meneando la cabeza—. Las cosas se mantuvieron en calma hasta el 26, nadie quería disparar el primer tiro. La artillería abrió fuego de la retaguardia, pero la infantería seguía quieta. A veces, cuando un alto oficial aparecía en las trincheras, disparábamos unos tiros al aire, para disimular. Ellos también disparaban y, una o dos horas después, se disculpaban, alegando que un general había pasado por allí. En Año Nuevo todo siguió igual. Algunos hombres se encontraron junto al alambre de espinos de la Tierra de Nadie para entregar las fotografías de Navidad. Las cosas siguieron así durante meses; sólo nuestra gran ofensiva de marzo de 1915, lanzada justamente aquí, en Neuve Chapelle y Ferme du Bois, puso fin a ese estado de cosas.

—¿Y toda esa confraternización de Navidad sólo se dio en este sector? —quiso saber el capitán portugués.

—No, fue generalizada —replicó Gleen—. Creo que dos tercios de la línea del frente británico, que en aquel momento se situaba entre Saint Eloi y La Bassée, interrumpieron la guerra. Se dice que hasta los franceses y los belgas, que odian a los
jerries
por haber invadido sus tierras, confraternizaron con el enemigo. Fue todo muy parecido en todas partes. Los cánticos, las luces de los pequeños árboles de Navidad, los apretones de mano, las fotografías, los intercambios de regalos, el rechazo a reanudar la guerra…

—He oído decir que hasta jugaron al
football
—apuntó el teniente Cook con una sonrisa.

—También yo lo he oído, sí, pero no vi nada y nunca conocí a nadie que diese testimonio de ello de primera mano. Pero se habló mucho. Se decía que, en ciertos sectores, nuestros hombres jugaron al
football
con los Fritz. Unos aseguran que todos anduvieron chutando una lata de
corned-beef
, otros hablan de pelotas improvisadas con trapos. Llegó incluso a publicarse en un periódico de Londres la noticia de que un partido entre nuestros
tommies
y los
jerries
terminó 3-2, a favor de ellos. Pero ésos son rumores. Yo personalmente no vi nada.

—¿Las otras navidades fueron también así? —quiso saber Afonso.

—No fue tanto, aunque efectivamente hubo confraternización. El Alto Comando dio instrucciones rigurosas para que no hubiese comportamiento amistoso con el enemigo, pero esas órdenes no se cumplieron en todas partes. En 1915, los soldados confraternizaron en Laventie, por ejemplo. —Señaló la retaguardia de la izquierda, detrás de Fauquissart—. Y el año pasado, aunque no hubo diálogo ni encuentros entre
tommies
y
jerries
, tampoco hubo combates, a pesar de que se dieron algunos disparos de artillería. De cualquier modo, y en lo que respecta a la infantería, casi puede decirse que no se dispararon tiros en las tres navidades de esta guerra.

Los tres oficiales se quedaron sentados en el borde del parapeto, con la mirada perdida en la neblina de la Tierra de Nadie, escrutando las líneas enemigas, adivinando intenciones, buscando señales. Una bandada de aves irrumpió con fragor sobre las trincheras. Era una visión rara, los pájaros nunca venían a visitar aquel volcán de fuego y muerte. Afonso suspiró, casi feliz, observando a las pequeñas aves posándose en los árboles calcinados y rompiendo el silencio con sus alegres canciones de enamoramiento.

—Me muero de curiosidad por saber qué va a ocurrir esta noche —comentó Afonso.

—Usted lo que quiere es conversar con los boches. —Cook se rio, con tono de provocación.

—Bien…, ¿y por qué no? —admitió el portugués—. Debe de ser interesante conocer así al enemigo, hablar con él. Los únicos boches que he visto al natural eran prisioneros o eran bultos distantes que desaparecían en un santiamén.

—Pero mire que el Alto Comando no lo va a consentir.

—Al Alto Comando que lo parta un rayo. ¿Qué harán ellos si yo, en Nochebuena, converso con el enemigo? ¿Me mandarán a las trincheras?

—Si usted fuese británico, lo enviarían ante el tribunal de guerra.

—¿Qué? No me digas que detuvieron a todos los que confraternizaron en 1914…

—No, claro que no. Pero hubo oficiales que sufrieron sanciones disciplinarias en 1915, y los reglamentos, desde entonces, se hicieron más duros en lo que se refiere a la confraternización con el enemigo.

—Pues entre nosotros no existe esa preocupación —sonrió Afonso—. Las ventajas de ser portugués.

—¿Qué pretende hacer?

—¿Yo? Nada. Pero, cuando surjan los cánticos, no me callaré, será un concierto fabuloso. Si los boches se ponen a cantar el
O Tannenbaum
, respondemos con el
Malhão, Malhão
, ya verás. Y si ellos nos sueltan el
Wacht am Rhein
, la gente del 8 les devuelve un
vira
del Miño. Y si los tipos insisten con el
Stille Nacht
, nosotros le respondemos con un
fadiño
de la Severa. —Se frotó las manos, anticipando con impaciencia el espectáculo que montaba en su imaginación—. Será una maravilla.

El teniente Cook le explicó al capitán Gleen las intenciones de Afonso. Gleen meneó la cabeza.

—Usted no puede hacer eso.

—¿Por qué?

—Porque los
jerries
no deben ver el estado en que se encuentran las tropas portuguesas.

—¿Por qué?

—Si ellos ven cómo están ustedes, todos rotos y desharrapados, cansados y ansiosos por salir de aquí, delgados, sucios y sin afeitar, yo no quiero estar cerca. Saltarán sobre ustedes con toda la fuerza que tienen.

—¿Rompen la tregua?

—No. Saltan encima después de la tregua. Después.

—Ah —exclamó Afonso, que se quedó cavilando sobre esa observación.

—Es imprescindible que no haya contacto entre portugueses y
jerries
, el Alto Comando insiste mucho en eso. Si hay confraternización, el enemigo se da cuenta en un instante de que ustedes son potencialmente vulnerables en nuestro sistema defensivo.

—¿Combatimos mal?

—No es exactamente eso —atenuó Gleen—. Digamos que da la impresión de que sus hombres ya llevan demasiado tiempo en las trincheras. ¿Cuándo llegaron aquí?

—¿Adónde? ¿A Francia?

—A las trincheras.

—Bien, la 1ª División ocupó sus posiciones en el frente de combate a finales de mayo, y nuestra brigada, que pertenece a la 2ª División, entró en las trincheras exactamente el día 23 de septiembre.

—Hum, mayo y septiembre… —repitió Gleen, haciendo las cuentas mentalmente y contando los dedos como si fuesen meses—. Por tanto, si no entiendo mal, la 1ª División está combatiendo desde hace siete meses seguidos y la 2ª División desde hace tres. Mire, si fuesen fuerzas británicas, ya habría llegado la hora de regresar a la retaguardia para un descanso prolongado, en especial la 1ª División. Ningún soldado aguanta estar tantos meses seguidos hundido en charcos de barro con bombas que estallan a su alrededor y balas que vuelan constantemente sobre su cabeza. Fíjese en los
jerries
de ahí enfrente, por ejemplo. Hace poco tiempo estaban en aquellas trincheras, del otro lado, los hombres de la 50ª División. Pues los últimos prisioneros que capturamos nos revelaron que ésos ya se fueron a descansar. Ahora están allí los tipos de la 44ª División, también pertenecientes al VI Ejército de Von Quast. Así pues, de un lado hay
jerries
frescos y del otro unos portugueses fatigados. —Se sorbió la nariz—. Si quiere que le diga la verdad, esto huele mal.

—¿Y qué quiere que hagamos?

—Consigan refuerzos.
For Christ'sake
! —respondió, se sorbió de nuevo y echó un escupitajo a la nieve—. Ustedes necesitan tropas frescas y aún no han recibido ninguna. El cansancio se acumula, la moral se resiente y eso comienza a notarse en la forma en que los hombres se presentan.

Sintieron movimiento en la trinchera, justo detrás, y volvieron la cabeza para ver qué era. Pasaba un lanudo muerto de frío, envuelto en una pelliza sobada y con las mangas del uniforme rasgadas y largas, más grandes que los brazos, pero lo que más se destacaba en él eran las botas abiertas por delante, la suela se despegaba del cuero, parecía una boca abierta con la lengua fuera, la lengua eran los pies, claro, los calcetines rotos y apolillados iban cubiertos de trapos inmundos en el extremo, para protegerse los dedos. El cuero se había curtido sin grasa, lo que era común en Portugal y adecuado a las benignas condiciones climáticas del país, pero allí era diferente, el clima de Flan-des resultaba mucho más húmedo y, en aquellas condiciones, el calzado portugués se volvía más permeable al agua y al barro, lo que facilitaba la putrefacción de los hilos que unen la suela con la pala y provocaba aquel lamentable y ridículo espectáculo.

El capitán Gleen señaló con el pulgar al miserable soldado que se arrastraba con dificultad por las tablas de la trinchera y que tan oportunamente les había brindado su inspiradora aparición.

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