Nigel pensó: «¿Por qué lo ha traído Blount, cuando debía traerlo Violeta Rattery? ¿Querrá decir que Blount ha descubierto algo acerca de Violeta?»
Felix pensó: «Phil..., ¿qué hace el policía con Phil? ¡Dios! ¿Habrá arrestado a Phil? Claro que no, no seas absurdo; si lo hubiera hecho, no lo traería aquí. Pero la sola idea de verles juntos...; enloqueceré si esto dura.»
—He tenido una conversación muy interesante con la señora Rattery —dijo Blount cuando quedó a solas con Nigel.
—¿Violeta? ¿Qué dijo?
—Bueno, primero le pregunté por esa pelea que había tenido con su marido. Fue muy franca en ese sentido; por lo menos, ésa es la impresión que me dio. Se pelearon, según parece, a causa de la señora Carfax.
Blount calló para aumentar el énfasis dramático. Nigel examinaba atentamente la punta de su cigarrillo.
—La señora Rattery pidió a su marido que pusiera fin a su relación, o lo que fuera, con Rhoda Carfax. De acuerdo con su relato, ella no se refirió para nada a sus sentimientos personales, sino al daño que podía causar a Phil, que, según me han contado, sabía muy bien lo que pasaba, aunque sin duda no lo comprendía del todo. Entonces Rattery le preguntó directamente si quería divorciarse. Ahora bien: Violeta Rattery había estado leyendo un libro, una novela sobre dos niños cuyos padres se habían divorciado; es una mujer, me parece, que toma muy en serio los libros; hay personas así, ¿no? Bueno, esos niños, los del libro, sufrieron mucho a consecuencia del divorcio de sus padres; uno de ellos era un varoncito, que le recordó a Phil. Por eso le dijo a su marido que de ninguna manera consentiría en un divorcio.
Blount respiró profundamente. Nigel esperó con impaciencia; estaba muy seguro de que Blount, como buen escocés, no perdonaría ningún detalle.
—Esta actitud de la señora Rattery irritó singularmente a su marido. Especialmente en lo que respecta a Phil. Sin duda, le dolía que todo el afecto del niño estuviera dedicado a su madre. Pero sobre todo le disgustaba que Phil fuera tan diferente de él; más fino, por decir así. Quería herir a Violeta, y sabía que la mejor manera de hacerlo era a través de Phil. Entonces le dijo bruscamente que había decidido no mandar a Phil a la escuela secundaria, sino emplearlo en el taller, en cuanto acabara su período legal de educación. No sé si Rattery lo decía en serio; pero así lo entendió su mujer; y ahí empezó la verdadera pelea. En un momento dado, ella dijo que preferiría verle muerto antes que permitirle arruinar la vida de Phil, y esto es lo que la vieja señora Rattery oyó. De todos modos, siguió una discusión terrible, y por fin Rattery perdió la cabeza y empezó a pegar a su mujer. Phil la oyó gritar e irrumpió en la habitación para detener a su padre. Hubo un alboroto espantoso —concluyó Blount sin emocionarse.
—¿Así que Violeta sigue siendo sospechosa?
—Bueno; yo diría que no. Por esto: Después de esa escena se dirigía a la madre de George para que le persuadiera de no poner a trabajar al chico en el taller. La vieja es bastante esnob, me parece, y por una vez estuvo de acuerdo con Violeta. Le pregunté acerca de esto y me dijo que consiguió que George le diera su palabra de que Phil seguiría estudiando. Así que ya no existe ese motivo para la posible culpabilidad de Violeta.
—Tampoco es probable que fuera por celos de la señora Carfax; porque de ser así, la habría envenenado a ella, y no a su marido.
—Todo esto es razonable, aunque, por supuesto, se trata sólo de teorías —Blount continuó con su sistemática exposición: —Durante mi entrevista con Violeta Rattery conseguí otra información importante. Estaba preguntándole acerca del sábado por la tarde. Parece que después de hablar con la señora Rattery, Carfax cambió algunas palabras con Violeta, y que ella le acompañó hasta fuera de la casa. Así que él tampoco tuvo oportunidad de envenenar el tónico del señor Rattery.
—¿Por qué nos dijo entonces una mentira innecesaria, haciéndonos creer que había salido directamente de la casa?
—Bueno, no nos dijo ninguna mentira. Recuerde que contestó: «Si usted quiere decir que hice un rodeo para poner el veneno en el tónico de Rattery, la contestación es negativa.»
—Pero esto es un subterfugio.
—Sí, estoy de acuerdo. Pero me parece más probable que lo haya utilizado porque no quería referirse a la breve conversación sostenida con Violeta Rattery.
Nigel preparó sus oídos. Por fin llegaba a algo concreto.
—¿Y de qué trató esa conversación? —preguntó.
Blount se detuvo solemnemente antes de contestar. Luego con el grave aspecto de un juez, dijo:
—Protección de la infancia.
—¿Quiere decir protección de Phil? —dijo Nigel perplejo.
—No, quiero decir protección de la infancia. Nada más —Los ojos de Blount brillaban. No tenía muchas oportunidades de burlarse de Nigel; y, cuando conseguía una, trataba de aprovecharla minuciosamente—: De acuerdo con Violeta Rattery, y no veo ninguna razón para no creerla, existe el propósito de crear en este pueblo un centro de protección de la infancia. Las autoridades locales contribuyen parcialmente y el resto del dinero será obtenido por suscripción privada. La señora Rattery pertenece al comité encargado de recolectar esas contribuciones, y el señor Carfax fue a decirle que quería contribuir con una suma elevada, anónimamente. Es el tipo de hombre que no permite que su mano izquierda sepa lo que hace la derecha. Por eso mantuvo en secreto su breve conversación con Violeta Rattery.
—¡Dios mío! La dulce plática de una mente inocente. Así que Carfax ha sido eliminado. ¿O podría haberse deslizado en el comedor cuando subía para encontrarse con la vieja señora Rattery y charlar con ella?
—También ha sido eliminada esa posibilidad. Hablé un poco con el chico cuando veníamos. Parece que él estaba en el comedor cuando el señor Carfax entró; la puerta estaba abierta, y vio cómo Carfax subía las escaleras.
—No nos queda más que la vieja señora Rattery entonces —dijo Nigel.
Bordeaban la parte del jardín que daba al río. A su izquierda, unos diez metros más allá, había un pequeño macizo de laureles. Nigel notó descuidadamente una leve agitación en los arbustos, impropia de una tarde tan tranquila; seguramente, pensó, se trataba de un perro. Si hubiera investigado esa agitación, con toda seguridad se habría alterado profundamente el curso de varias vidas. Pero no lo hizo. Blount estaba diciendo, con un tono de discusión en la voz:
—Usted es terco, señor Strangeways. Pero no me convenceré de que todas las pruebas que hasta ahora tenemos no señalan inequívocadamente a Frank Cairnes. Hay argumentos contra la señora Rattery, lo admito; pero son demasiado teóricos, demasiado fantásticos.
—¿Quiere usted arrestar a Felix, entonces? —dijo Nigel.
Habían dado la vuelta y pasaban ahora al lado del macizo de laureles.
—No veo otra alternativa. Tuvo la oportunidad; tenía un motivo bastante más serio que el de la señora Rattery; puede decirse que ha confesado con sus propios labios. Por supuesto, queda todavía bastante trabajo de rutina por hacer; no pierdo las esperanzas de que alguien le viera sacando el matarratas del taller; o tal vez encontremos restos microscópicos del veneno en su habitación, en casa de Rattery, aunque confieso que hasta ahora no los hemos encontrado. Quizá tengan los fragmentos de la botella huellas dactilares, aunque también es muy improbable, a causa de su larga exposición a la intemperie, en la canaleta, y, por otra parte, un escritor de novelas policíacas es la última persona que dejaría por ahí sus huellas dactilares. De modo que por ahora no arrestaré a Cairnes; pero le haré vigilar, y, como usted bien sabe, es después del crimen, no antes, que el criminal comete su peor equivocación.
—Bueno, así será, supongo. Pero mañana iré a ver a un señor que se llama general Shrivenham. Y no me sorprendería nada que volviera con una buena cosecha. Señor jefe inspector Blount, sería mejor que comenzara a reconciliarse con la idea de sufrir una nueva decepción. Estoy convencido de que la solución de este problema se encuentra en el diario de Felix Cairnes; deberíamos tan sólo saber cómo y dónde buscarla. Tengo la sensación de que se trata de algo muy evidente. Por eso quiero averiguar algo más sobre la historia de la familia Rattery: creo que esto puede iluminar algún punto del diario que hasta ahora ha permanecido en la oscuridad.
Esa noche, Georgia se fue a acostar porque sabía que no debía entrometerse cuando Nigel estaba en uno de esos intensos estados de abstracción, durante los cuales parecía mirarla sin verla. «Por Dios —pensó— cómo me hubiera gustado no haber venido a este lugar; está agotado; si no tiene más cuidado acabará en un serio
surmenage
.»
Nigel estaba sentado en el escritorio del hotel. Una de sus excentricidades más notables consistía en que su cerebro podía funcionar con eficacia en los escritorios de los hoteles. Frente a él había varias hojas de papel. Empezó lentamente a escribir...
Lena Lawson:
¿Oportunidad para obtener el veneno? Sí.
¿Oportunidad para envenenar el tónico? Sí.
¿Motivo para el crimen? a) Afecto por Violeta y Phil: eliminar a George Rattery, que les arruinaba la vida. Inadecuado, b) Odio personal hacia G. R. Resultado de su anterior relación con él y a consecuencia de la conmoción que le produjo el accidente de Martie Cairnes. No, ridículo: Lena era muy feliz con Felix, c) Dinero. Pero G. R. dejó su dinero en partes iguales a su mujer y a su madre, y además no tenía mucho que dejar. L. L. está definitivamente eliminada.
Violeta Rattery:
¿Oportunidad para obtener el veneno? Sí.
¿Oportunidad para envenenar el tónico? Sí.
¿Motivo del crimen? Cansada de George: a) a causa de Rhoda; b) a causa de Phil. Pero el asunto de Phil estaba arreglado y V. había soportado a G. durante quince años. ¿Por qué rebelarse tan bruscamente? Si el motivo hubieran sido los celos de Rhoda, la hubiera envenenado a ella y no a G. V. R. queda eliminada.
James Harrison Carfax:
¿Oportunidad para obtener el veneno? Sí. (Mucho más que los otros.)
¿Oportunidad para envenenar el tónico? Aparentemente ninguna.
El sábado subió directamente al cuarto de Ethel Rattery, declaración de Phil. Bajó para hablar con Violeta, que le acompañó hasta el exterior de la casa; declaración de Violeta. Tiene coartada segura desde ese momento; ref. investigaciones de Colesby.
¿Motivos para el crimen? Celos. Pero, como nos indicó el otro día, si hubiera querido poner fin al asunto entre G. y Rhoda, no tenía más que amenazar a G. con echarle de la sociedad, que el dominaba financieramente. C. parece quedar eliminado.
Ethel Rattery:
¿Oportunidad para obtener el veneno? Sí. (Aunque iba al taller mucho menos que los otros.)
¿Oportunidad para envenenar el tónico? Sí.
¿Motivo para el crimen? Extravagante orgullo de familia; cualquier cosa para terminar el escándalo del asunto George-Rhoda, y especialmente para evitar el escándalo de un divorcio. Ruega a Carfax que adopte una actitud decidida, pero sin éxito. Él le dice que se divorciará de Rhoda si así lo desea ella. Su conducta con Violeta y con Phil demuestra que es capaz de ser abiertamente cruel; una autócrata para quien el poder es un derecho.
Nigel estudió cuidadosamente cada hoja de papel, y luego las rompió en muchos pedacitos. Se le había ocurrido una idea. Tomó otra hoja de papel y empezó a escribir...
¿Habremos descuidado la posibilidad de una relación más íntima entre Violeta y Carfax? Es interesante notar que, hasta cierto punto, se proporcionan mutuamente coartadas psicológicas y materiales.
Carfax podría haber sustraído el matarratas mucho más fácilmente que los otros tres; Violeta podría haberlo puesto en el tónico. No es inconcebible que cada uno de ellos, desilusionado por el comportamiento de su cónyuge respectivo, se haya sentido atraído hacia el otro. Pero ¿por qué no se fueron? ¿Por qué algo tan drástico como el envenenamiento de George?
Respuestas posibles: Que George se hubiera negado a divorciarse de Violeta y/o Rhoda del dicho Carfax: que, yéndose juntos, habrían dejado a Phil en manos de George y Ethel Rattery, cosa que Violeta no hubiera admitido. Plausible. Hay que investigar cuidadosamente las relaciones entre V. y C. Pero a menos que sea una coincidencia que el crimen haya tenido lugar el mismo día que la fracasada tentativa de Felix (lo cual es increíble), el asesino debe haber conocido el plan de Felix, o por confidencias de George o por haber descubierto independientemente el diario. Lo primero es improbable en el caso de Violeta y Carfax; pero V. pudo haber descubierto el diario.
Conclusión. No puede eliminarse la posibilidad de una alianza entre Carfax y Violeta. Es de notar de paso, que cada vez que he ido a casa de los Rattery, Carfax no estaba allí. Como socio del marido y amigo de la familia, Carfax debería haberse encontrado presente, proporcionando a Violeta toda la ayuda y el consuelo posibles. El hecho de no haber estado allí sugiere que no desea dar motivo para que sospechemos una relación culpable entre ellos. Pero por otro lado, la actitud de Carfax, cuando Blount le interrogó, era notablemente franca, sincera y abierta, y también suficientemente excepcional, como para ser creída. Es muy difícil para un criminal mantenerse en una actitud moral falsa hacia su reciente víctima, y hacerlo de una manera verosímil, mucho más difícil que un plan prefijado (coartada, ocultación de motivos, etc.). Estoy dispuesto a creer, provisionalmente, en la inocencia de Carfax.
Quedan Ethel Rattery y Felix. Las posibilidades de que haya sido Felix son superficialmente mucho mayores que las de los demás. Medios, motivo, todo, hasta una confesión de propósitos; pero es justamente ahí, en el diario, donde está la dificultad. Es concebible —aunque no demasiado— que Felix haya preparado otra arma (el veneno) para que surtiera efecto en el caso de fracasar el plan del
dinghy
. Pero, en realidad, no puedo llegar a creer que tenga la sangre fría o la locura necesaria para permitirse una tan complicada estrategia. Pero supongamos, por un momento, que lo hubiera hecho. Lo inconcebible es que, después del fracaso en el
dinghy
, y sabiendo que su diario está en manos de un abogado, y que se leerá si muere George, Felix persista en el plan de la estricnina.
Obrar así era ponerse una soga al cuello y saltar. Si Felix hubiera envenenado el tónico, inevitablemente, en cuanto hubiera sabido que la muerte de George significaba su propia destrucción, se lo habría dicho a George o hubiera penetrado en la casa y retirado la botella. A menos que, por supuesto, estuviera tan ciego de odio contra George por la muerte de Martie, que no le importara cometer ese suicidio con tal de que George muriera. Pero si no le importaba salvar su vida, ¿por qué desarrollar un plan tan complicado para que pareciera un accidente de navegación, y por qué hacerme venir hasta aquí para probar su inocencia? La única respuesta posible es que Felix no puso el veneno dentro del tónico. No creo que haya matado a George Rattery: está contra toda probabilidad y toda lógica.
Nos queda Ethel Rattery. Una mujer malvada; pero ¿mató a su hijo? Y si lo hizo, ¿habrá alguna manera de probarlo? El asesinato de George es típico de la altanería egoísta que uno tan fácilmente asocia con Ethel Rattery. Ninguna tentativa de su parte para despistar, aunque no hacía mucha falta, si sabía que toda las sospechas recaerían sobre Cairnes. Ninguna tentativa de buscarse una coartada para la tarde del sábado, cuando la botella fue envenenada. Vierte tranquilamente su medicamento y reposa en sus excesivas asentaderas, hasta que George lo bebe. Y luego publica un edicto ordenando a Blount que el asunto sea considerado accidente. «Supremo dictador y juez de la tierra»; ése es el papel que quiere representar. Hay una casi agresiva falta de sutileza en el envenenamiento de George, que armoniza con el carácter de Ethel Rattery. Pero ¿es suficientemente serio el motivo? Llegado el caso, ¿sería ella capaz de actuar de acuerdo con su propio dictado de que «matar no es asesinar cuando se trata del honor?» Tal vez reúna bastante material de manos del viejo Shrivenham, o de alguno de sus camaradas, para decidir este punto. Mientras tanto...