La Edad De Oro (21 page)

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Authors: John C. Wright

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: La Edad De Oro
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—¡Esperad! —dijo Gannis—. ¡Tengo objeciones! ¡Tengo muchas objeciones!

—Faetón —dijo el cubo ardiente—, si te abstienes de abrir el cofre de recuerdos durante noventa días, ocurrirá todo lo que deseaba tu antiguo yo.

—Explícate.

—A partir de ahora ya no soy tu empleado ni tu subordinado. No tengo por qué explicar nada. La causa está resuelta.

—¿Estarías dispuesto a decirme, entre caballeros, qué…?

—No. No deseo pasar otro segundo hablando contigo ni escuchándote. Salvo para decir esto. Con frecuencia se afirma que vivimos en un paraíso. Es una grosera exageración. Vivimos en una época de gran libertad, belleza, comodidad y riqueza. Pero hay injusticias e imperfecciones del sistema que no se pueden subsanar. Es una injusticia que hombres inescrupulosos como tú puedan poner en riesgo a toda la sociedad, pero que nuestras leyes sean tan celosas de tus derechos que nadie puede valerse de ninguna fuerza para detenerte a menos que el peligro sea manifiesto. Otra injusticia es que las mentes como la mía deben cumplir con la letra de nuestro deber, aunque nuestro deber nos exija servir a hombres que detestamos. Mi deber hacia ti ha concluido; tu victoria está asegurada. Es un deber al que renuncio con gran placer.

Faetón apretó la mandíbula y los puños.

—Lamento haberte disgustado. Como no recuerdo los actos míos que tanto te consternan, no sé si tu gran grosería está justificada o no. Sea como fuere, agradezco tus servicios si, tal como interpreto, me han sido útiles.

El cubo plateado se había enfriado y se opacaba.

—Pido a la Curia que me excuse de nuevos deberes ante este cliente. Una composición supramental temporal de asociados de la Mente Oeste me ha ofrecido que ingrese en su meditación profunda para explorar cuestiones fundamentales de matemática abstracta durante los doscientos próximos, años sin distracción externa. Tuve que abandonar esas importantes contemplaciones para regresar a cumplir estos deberes menores; mi alejamiento de ese significativo trabajo puede haber atentado contra el éxito de la expedición. Señorías, el caso está resuelto; cualquier otro programa legal de habilidad común puede explicar a mi cliente los otros detalles y ramificaciones de estas transacciones. ¿Se me puede excusar de este servicio?

—Estás excusado por ahora, pero quizá te volvamos a convocar para que presencies la declaración de Helión dentro de noventa días. Y cabe señalar que los hermanos de la Curia están sumamente complacidos y divertidos por la destreza con que has resuelto esta cuestión.

—¿Qué cuestión? ¿Y cómo se ha resuelto? —exclamó Faetón, avanzando hacia los cubos flotantes—. ¡Alguien me debe una explicación!

—Te equivocas, Faetón —dijo el cubo negro de la izquierda—. Nuestra sociedad se basa en el valor supremo de la libertad humana, el cual significa que nadie tiene deudas con nadie excepto cuando las contrae voluntariamente. Gannis, ¿deseas presentar alguna objeción esta vez?

Gannis miraba pensativamente a Faetón.

—Si puedo reservarme mis objeciones, sin prejuicio, para una oportunidad posterior, así lo haré, señorías. Las piruetas de Monomarcos pueden haber divertido al tribunal, pero no a mí. Él apuesta a que Helión no podrá probar su identidad cuando comparezca ante este tribunal dentro de tres meses. Yo sólo acepté estos términos porque estoy seguro de que Helión Reliquia será indistinguible de Helión Primo en mucho menos de tres meses. Aquello que le haya sucedido en esa última hora de vida no tendrá efecto en la decisión final de esta causa. Más aún, no creo que Faetón tenga a firmeza para no abrir el cofre de recuerdos hasta después de esa fecha, Siempre ha sido un sujeto impulsivo.

Faetón estaba irritado por la hostilidad de Monomarcos. Con un toque de malicia, imitó la voz de Gannis para decir:

—Quisiera que sus señorías noten que mi docto oponente acaba de expresar la creencia de que soy el Faetón original.

—Él no está atestiguando —dijo el cubo central—, y su opinión no tiene peso en este caso. Ahora estamos en receso.

Los cubos dejaron de irradiar su aire de presión meditabunda. Faetón se volvió para decir algunas palabras más a Monomarcos, pero el cubo plateado se había oscurecido y enfriado y comenzaba a desintegrarse, disolviéndose en la pared.

Faetón se volvió hacia Gannis, pero él ya se había alejado, agitando con irritación los tentáculos y borlas de su barroco traje.

—¿Entiendes lo que sucede? —le preguntó a Atkins.

Atkins extendió las manos.

—Soy sólo el ministril. No puedo ofrecer asesoramiento legal. Permíteme activar tu armadura.

Atkins insertó una sonda en el cuello de la armadura. Mientras trabajaba, habló con tono familiar.

—Pero creo que lo que sucedió es bastante obvio. Ahora eres Faetón Reliquia a ojos de la ley. Si abres tus viejos recuerdos, te transformas en Faetón Primo, y heredas todas las posesiones de Helión. Pero luego te expulsarán. Si no abres esos recuerdos, heredarás lo que Faetón Primo habría poseído, porque acabas de declararlo en tu testamento. Si Gannis de Júpiter no puede probar que Helión Reliquia es Helión Primo, obtienes todo. Si lo demuestra, quedas en la misma posición que ahora, y no pierdes nada. Así que tu prestigioso abogado elaboró un modo de que obtengas todo lo que deseabas sin riesgo; o bien ganas, o bien te quedas igual. ¿Lo ves? Y el hecho de que se te perdonaran tus deudas fue sólo una bonificación adicional, la guinda del pastel. Me pareció bastante listo. Sólo tienes que obedecer las órdenes y mantener tus recuerdos guardados durante noventa días. Regresa a la fiesta. Durará por lo menos ese tiempo. Siéntate y relájate. Tienes todo resuelto.

Faetón le dio las gracias y subió la escalera con pasos pesados.

Al llegar al escalón superior, notó que una sensación de descontento k carcomía. No parecía una victoria. Atravesó la roca. Una muchedumbre de seres monstruosos y grotescos aguardaba en la hierba. Cuando vieron a Faetón, lo ovacionaron.

Como el filtro sensorial de Faetón aún no estaba encendido, no podía leer los carteles ni el hipertexto que la vocinglera muchedumbre agitaba e irradiaba. Por el momento sólo veía rostros de espantosa fealdad o asimetría deforme que le sonreían. Las criaturas agitaban las garras, sacudían las manos, trazaban movimientos vertiginosos con alas, pólipos y apéndices braquiales mientras saltaban y brincaban.

La más adelantada, sin duda el líder, era un inmenso cono rugoso. Cuatro anchos tentáculos surgían del ápice de su cuerpo, terminando en pinzas, manipuladores o racimos de órganos sensoriales, globos oculares o bocinas. Hacía un gesto desconcertante con bucles complejos que se anudaban y desanudaban, con los cuatro tentáculos al mismo tiempo.

—¡Salve, oh salve, audaz, bello, destructor Faetón! ¡Te acogemos con mil millones de saludos, y expresamos la ilimitada esperanza de que tu aterradora victoria de hoy envíe el peso plúmbeo y opresivo de la generación mayor (la generación muerta tiempo atrás, como me gusta llamarla) temblando y tiritando a su merecido olvido! Al fin la rueda del progreso, aunque con muchos chirridos, ha dado un giro de un millonésimo de pulgada sobre su eje eternamente herrumbrado. La Ecumene Dorada (la Ecumene Oxidada, como me gusta llamarla) ha visto la primera de muchas de esas revoluciones: ésa es nuestra ferviente esperanza.

Faetón se preguntó qué se proponía esa gente. Ante esta pregunta, su casco dorado salió de la gorguera y le cubrió la cara. Un paño de nanomaquinaria negra se desplegó como una capa desde su espalda, y él lo hizo ondear sobre sus extremidades y sus hombros mientras plegaba los brazos para formar una barrera protectora contra cualquier suciedad microscópica que esas criaturas mugrientas pudieran despedir.

—Creo que no tengo el gusto de conocerte —dijo. Los reconocía como Nuncaprimeristas, de la generación nacida cuando Orfeo hubo perfeccionado el registro numénico, y miembros de las escuelas Neomórfica y Antiantropomórfica.

Una risotada estruendosa recorrió la multitud. El líder agitó los tentáculos en un gesto cómico.

—¡Vaya! Escuchad a este idiota envarado y presumido. Oye, Faetón, estás entre amigos y compañeros del corazón. ¡Nuestras metas son tus metas! ¡Te ofrecemos adoración, amor infinito! ¡Sólo te pedimos que permitas que nuestras escuelas te adopten como mascota y héroe definitivo! ¡Ven! Preparamos un festín de amor en tu honor.

En el fondo, Faetón vio un organismo que tenía la forma de una torpe pila de órganos internos, todo mucosidad e intestinos retorcidos, que entregaba agujas de placer a quienes le rodeaban. Esas agujas estaban sintonizadas para dirigir el estímulo de los centros de placer, según se veía en el aire de nirvana vidrioso que dominaba los ojos de esos seres deformes y grotescos. Además debían de tener los filtros sensoriales afinados para rechazar toda evidencia del daño que les causaba su hedonismo, pues vio que las criaturas pisoteaban ciegamente el cuerpo de un monstruo hembra aturdido por el placer.

Faetón luchó contra su repugnancia. Sin Radamanto para ayudarle a controlar sus reacciones corporales, la tarea no era fácil. Pero pensaba que esa gente podía conocer el secreto de su pasado; decían que él era su héroe. Quizá tuvieran información útil.

—Me halaga que me consideréis heroico. Sin duda veréis que lo que hago ahora no es más que una consecuencia natural de mis actos pasados.

La criatura movió los tentáculos en un enérgico movimiento de bombeo.

—¿Qué es el pasado sino una pila de carne muerta, ya cubierta de moscas? No, no, el futuro («nuestro futuro», como me gusta llamarlo) es lo que atrae nuestros ojos ávidos, brillantes y relucientes de promesas.

Pero otra parte del cuerpo de la criatura (o quizá fuera una segunda criatura, un parásito) se irguió para ofrecer un zarcillo fungoide y rancio a Faetón. En las ventosas del zarcillo había una tarjeta.

—¡Ten! ¡Mira! ¡Acepta! —dijo la criatura—. Esto contiene todo lo que necesitas saber sobre tus logros pasados, y nuestra evaluación de su valía relativa.

Faetón cogió la tarjeta en su guantelete. Estaba en blanco, destinada 1 cargar un archivo en su cerebro desde el Sueño Medio. ¿Debía abrir un archivo desconocido en sí mismo sin que Radamanto lo revisara primero?

Por otra parte, ¿quién se atrevería a cometer una fechoría en la escalinata del juzgado, con Atkins a tan poca distancia? Y quizá tuviera información sobre su pasado…

Abrió un filtro sensorial temporal (no conectado a través de Radamanto y miró la tarjeta a través del Sueño Medio.

La tarjeta, negra y vacía, emitía una sensación de frío doloroso. En trazos angulosos y blancos como hielo, el signo dragontino de la tarjeta decís «Nada».

La negrura brotaba de la superficie de la tarjeta hacia su rostro, llenaba su visión. Sintió dolor en los ojos, un remolino de movimiento, sentía vértigo.

Apartó la tarjeta, desactivó el filtro sensorial y salió del Sueño Medio. Sus confundidas percepciones sensoriales regresaron de inmediato a la normalidad. El espacio de seguridad de su espacio mental personal mostró un virus de diseño tosco y primerizo. Se llamaba Conejo Ebrio; había tratado de entrar en su cerebro y había encendido sus señales neurales internas para inundar su sistema con endorfinas e intoxicantes. ¿Había sido un ataque? Pero él había aceptado la tarjeta voluntariamente.

—¿Cómo os atrevéis a atacarme? —exclamó—. ¿No respetáis la ley ni la decencia?

Estallaron carcajadas; algunos de esos trozos de carne se burlaron; otros monstruos rugieron con júbilo desganado, abriendo anchas bocas erizadas de dientes o colmillos negros.

El cono rugoso se retorció, llevando el tentáculo de donde colgaba su cabeza esférica de muchos ojos hasta donde el pólipo parásito relucía sobre la carne azul rojiza.

—¿Qué haces, Temible? —dijo—. ¡Faetón es nuestro querido amigo!

El segmento de carne que controlaba ese engendro fungoide replicó:

—No aprietes tanto el trasero, jefe, o la inmundicia te inundará el cerebro. ¿No tienes sentido del humor? ¡Quería que Faetón se nos uniera en nuestra hora feliz! Un poco de fango le viene bien. ¡Mira qué envarado parece! ¿No quiere que lo festejemos?

La criatura más grande extendió los tentáculos en una parodia de indiferencia.

—Mi amigo Temible tiene razón, Faetón, viejo amigo (¿o puedo llamarte Fafá)? Pareces envarado. ¡Tome, métete un abalorio en un orificio! Cualquier agujero servirá.

—No, gracias —dijo Faetón con voz firme—. ¿Qué causa tengo para festejar con criaturas de vuestra calaña? ¿Quiénes sois? ¿Para qué habláis conmigo?

La criatura alzó los tentáculos. Los monstruos callaron.

—Soy Unmoiqhotep Cuatro Neomorfo de la Escuela Ctónica. Alabamos tu victoria sobre la opresión de la insidiosa inercia de este mundo de odio y horror en que vivimos. Por una vez, la generación ascendente (los Hijos de la luz Divina, como yo los llamo) ha recibido su debida recompensa por parte de los sofocantes y mediocres mayores (los Opresores, como me gusta 11amarlos). ¡Y nada menos que de un Par! Nos regocijamos porque la fortuna injustamente amasada por Helión pasa finalmente a un hijo suyo; también nosotros somos hijos de hombres ricos e importantes. ¡Te consideramos nuestra inspiración! ¡Oh, día feliz!

La multitud, aleteando con brazos deformes, lanzó otro gorgoteo de celebración.

La furia martillaba en las sienes de Faetón. Su rostro ardía de ira.

—¿Osáis festejar porque han declarado la muerte de mi padre, a quien yo amaba? ¡Os burláis de mi pérdida y mi luto! ¿Qué clase de buitres crueles sois?

Otra monstruosidad avanzó a los trompicones sobre una maraña de pies torpes.

—¡No seas engreído, codicioso cazador de dinero, monopolista, ingeniero! ¡Somos hijos de la ilustración! ¡El placer y la libertad nos pertenecen! Despreciamos a los sucios materialistas y sus máquinas pensantes que nos esclavizan con su utopía! ¿Dónde está la auténtica humanidad? ¿Dónde están el dolor, la muerte y el sufrimiento? ¿Cómo te Breves a ser tan egoísta, tan cerrado? ¡Ah, tirano psíquico, eres llorón y petulante!

La criatura que gritaba estas palabras parecía salida de una pesadilla. De una enorme cabeza, dos cuellos descendían a dos cuerpos, un varón y una mujer desnudos. Los cuerpos de esa cabeza estaban abrazados en una convulsiva cópula.

Faetón encendió su filtro sensorial y visualizó la muchedumbre desde su perspectiva.

Ahora parecía estar en un imponente jardín. Reinaba una dichosa soledad. Salvo por el gorjeo de pájaros distantes, todo estaba en silencio. El tufo de personas mugrientas se había disipado; en cambio, un aroma se elevaba de la hierba perlada de rocío, o los pétalos curvos de las exuberantes flores que había más allá del seto.

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