Los refugios de piedra (72 page)

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Authors: Jean M. Auel

BOOK: Los refugios de piedra
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Ayla cerró los ojos y soñó que algún día tendría su propia morada, con paredes. A su juicio, las paredes de una morada zelandonii permitían una intimidad imposible en el clan, o incluso entre los Mamutoi. Las divisiones internas aumentaban esa intimidad. Era cierto que a veces se había sentido muy sola, pero también había disfrutado de su soledad en el valle, y viajar sola con Jondalar había reforzado su deseo de poner algo entre ella y los demás. No obstante, la proximidad de las otras moradas le daba la seguridad de saber que había más gente cerca.

Si quería, aún podía escuchar los reconfortantes sonidos de las personas que se disponían a pasar la noche, sonidos que había oído toda su vida: voces bajas, el llanto de los niños, una pareja haciendo el amor. Mientras vivió sola había añorado aquellos sonidos; ahora, en la Novena Caverna, podía escucharlos, pero también era posible disfrutar de cierta privacidad. Una vez dentro de los confines de las estrechas paredes de cada morada, era fácil olvidarse de que había más gente fuera, aunque siempre llegase un murmullo apagado de sonidos que a su vez proporcionaban una sensación básica de seguridad. Decidió que la manera de vivir de los zelandonii era la buena.

Al día siguiente, cuando se pusieron en marcha, Ayla notó que había aún más gente. Se habían añadido al grupo muchas personas de la Vigésimo novena Caverna, pero no de Roca del Reflejo, al menos ella no conocía a nadie. Cuando comentó a Joharran que habían crecido en número, él le contestó que viajaría con ellos casi toda la gente de Campamento de Verano, más o menos la mitad de los habitantes de Heredad Sur y algunos de Roca del Reflejo. Los demás emprenderían el viaje al día siguiente o al otro. Ayla recordó que Jondalar había comentado que volverían a Campamento de Verano para colaborar en la recolección de piñas, y le dio la impresión de que la Novena Caverna tenía lazos más estrechos con la Heredad Oeste que con las otras heredades de la Vigésimo novena Caverna. A partir de Roca del Reflejo, siguiendo corriente arriba, primero se dirigirían hacia el norte, al inicio de un gran recodo que doblaba hacia el este; desde allí, irían en dirección sur, y después trazarían un gran bucle para acabar yendo hacia el norte, dibujando una gran curva en forma de ese. El cauce seguía entonces con curvas más suaves hacia el noreste. Había unos cuantos refugios de piedra pequeños en el extremo norte del primer bucle que los viajeros o los cazadores solían utilizar para hacer un alto, pero ellos pretendían llegar a la siguiente colonia, que estaba situada en el extremo más meridional del segundo bucle, donde un pequeño río confluía con el Río, atravesando Valle Viejo, el hogar de la Quinta Caverna de los zelandonii.

Si no se viajaba en balsa, lo cual exigía remontar unos quince kilómetros contra corriente, era más fácil llegar a Valle Viejo desde Roca del Reflejo caminando campo a través en lugar de seguir el Río en su amplio recodo hacia el norte y después retroceder. Por tierra, el hogar de la Quinta Caverna estaba a sólo cinco kilómetros hacia el este y un poco al norte, pero el trayecto en sí tomando el camino más fácil que atravesaba los montes no era tan directo.

Cuando Joharran llegó al inicio del hollado camino, se apartó del Río y tomó el sendero que atravesaba el borde de una cadena de montañas hasta alcanzar una cumbre redondeada, donde confluía con el camino alto que venía de la Tercera Caverna a Roca de los Dos Ríos y bajaba por el otro lado hasta el nivel del río. Mientras caminaba, Ayla empezó a pensar en la Quinta Caverna y pidió a Jondalar que le explicara más cosas.

–Si la Tercera Caverna es famosa por sus cazadores, y la Decimocuarta por el modo en que pescan, ¿por qué se conoce a la gente de la Quinta Caverna, Jondalar?

–Yo diría que es famosa por ser muy autosuficiente –contestó él. Ayla vio que los cuatro jóvenes que se habían ofrecido voluntarios el día anterior para levantar las angarillas cuando atravesaban el Río aún viajaban cerca de ellos, y que se habían acercado más al escuchar la pregunta de ella. Habían vivido en la Novena Caverna toda su vida, y conocían a vecinos de otras cavernas zelandonii, pero nunca habían oído a nadie describirlas a un forastero, así que se sintieron interesados por las explicaciones de Jondalar.

–Se enorgullecen de ser buenos cazadores, pescadores y expertos en todos los oficios –prosiguió Jondalar–. Incluso construyen balsas y aseguran que fueron los primeros en hacerlo, si bien la Decimonovena Caverna no está de acuerdo. Sus zelandonia y artistas siempre han sido muy respetados. Tienen grabados en las paredes de muchos de sus refugios, y también pueden verse pinturas o placas grabadas, sobre todo de bisontes y caballos, porque la Quinta Caverna mantiene una relación especial con estos animales.

–¿Por qué se llama Valle Viejo? –preguntó Ayla.

–Porque es la colonia donde vive gente desde hace más tiempo. Por su numeración ya se ve que es antigua, aunque la Segunda y la Tercera Cavernas lo son aún más. En todas las cavernas corren historias acerca de los lazos con la Quinta. Casi todos los grabados de las paredes son tan antiguos que no se sabe quién los ha hecho. Hay uno de cinco animales, obra de un antepasado que aparece mencionado en las Leyendas de los Ancianos, que es el símbolo del número de la caverna. Según los zelandonia, el cinco es un número muy sagrado.

–¿Qué quieren decir con eso de que es sagrado?

–Tiene un significado especial para la Madre. Pídele un día a la Zelandoni que te hable del número cinco –propuso Jondalar.

–¿Qué fue de la Primera Caverna? –Ayla guardó silencio por un momento para repasar mentalmente las palabras de contar–. ¿Y de la Cuarta?

–En las Historias y Leyendas de los Ancianos se habla mucho de la Primera Caverna, como tú misma tendrás ocasión de comprobar en la Reunión de Verano, pero nadie sabe qué le ocurrió a la Cuarta. Todo el mundo cree que hubo alguna tragedia. Algunos piensan que un enemigo utilizó a un Zelandoni malvado para provocar una enfermedad que los mató a todos. Otros creen que hubo un enfrentamiento con un jefe inepto tras el cual la mayoría de la gente decidió marcharse y sumarse a otras cavernas. Pero cuando a una caverna se le unen personas nuevas, ello suele quedar reflejado en sus historias, y no hay referencias de adopciones de personas de la Cuarta en ninguna de las historias de las cavernas, al menos de las que circulan ahora –explicó Jondalar–. Hay quienes creen que el número cuatro trae mala suerte, pero La Que Es la Primera sostiene que no es el número, sino las asociaciones con el número las que traen mala suerte.

Después de recorrer unos seis kilómetros, ascendieron a una última sierra y se acercaron a un valle estrecho con un tumultuoso torrente que lo dividía por la mitad y altos precipicios a ambos lados que ofrecían ocho refugios de piedra de distintas dimensiones. Cuando la larga procesión, con Joharran al frente, tomó el camino hacia Valle Viejo, dos hombres y una mujer salieron a recibirlos. Después de la formalidad de los saludos, informaron a los viajeros de que casi toda la Quinta Caverna había salido ya hacia la Reunión de Verano.

–Podéis quedaros, claro está, pero como aún no es siquiera mediodía, imaginamos que preferiréis seguir –dijo la mujer.

–¿Quién se ha quedado? –preguntó Joharran.

–Dos ancianos que no pueden hacer el viaje, uno apenas puede levantarse de la cama, y una mujer que está a punto de dar a luz. La Zelandoni ha considerado que no era prudente que viajara porque en embarazos anteriores ha tenido problemas. Y, naturalmente, dos cazadores. Se quedarán aquí hasta la luna nueva.

–Eres la Primera Acólita del Zelandoni de la Quinta, ¿verdad? –preguntó la Primera.

–Sí. Me he quedado para ayudar a la mujer en el parto.

–Ya me parecía que te conocía. ¿Necesitáis ayuda?

–No. La mujer aún no está a punto. Tardará unos días, y también se han quedado su madre y su tía. Está bien atendida.

Joharran convocó a unas cuantas personas de la Novena Caverna y de las cavernas que se habían sumado a la marcha para realizar una consulta.

–Los mejores sitios para instalar el campamento ya deben de estar ocupados –dijo–. En mi opinión, deberíamos seguir y no parar a descansar aquí.

Los demás estuvieron de acuerdo, y se decidió seguir adelante.

El curso del Río empezó a ser más recto después de la gran ese, justo en el punto donde se orientaba hacia el noreste. A lo largo del siguiente tramo del Río había diversos refugios. Todas las cavernas menos una habían partido ya hacia la Reunión de Verano, y la que aún permanecía allí se unió a ellos, colocándose a la cola de los viajeros. Joharran estaba cada vez más preocupado, temiendo no encontrar un sitio conveniente para instalar su gran caverna para pasar el verano.

A Ayla le sorprendía que hubiese tanta gente en la región, y que vivieran todos tan cerca. Al igual que los zelandonii, las personas con quienes ella había crecido se autoabastecían para todas sus necesidades. Recolectaban, cazaban y pescaban para alimentarse y vestirse; utilizaban los refugios naturales que encontraban o construían estructuras para protegerse de los elementos; fabricaban utensilios y armas de caza, con los materiales que tenían a su alcance, etcétera. Ayla intuía que si en la región viviera más gente de la que los recursos naturales podían mantener algunas personas saldrían perjudicadas; tendrían que marcharse o verse privadas de ciertas cosas. Comprendió que el territorio de los zelandonii tenía que ser extraordinariamente rico para que tantas personas buscaran cobijo allí; no obstante, se sintió preocupada por lo que podría ocurrir si se alteraban las condiciones.

A eso se debía que la Reunión de Verano se celebrara cada año en un lugar distinto. Una concentración tan grande de gente agotaba los recursos del área circundante y se requerían años para que la tierra se recuperase. Ese año la Reunión no se celebraba muy lejos del refugio de la Novena Caverna, quizá a unos treinta y cinco kilómetros río arriba si hubieran seguido de cerca el cauce del Río, pero se habían ahorrado una parte de esa distancia atajando campo a través desde la Vigésimo novena Caverna hasta la Quinta.

El lugar adonde se dirigían estaba a unos quince kilómetros de Valle Viejo, y Joharran decidió que convenía intentar llegar sin hacer ningún alto para dormir. Se preguntó si era necesario convocar una reunión para discutirlo y para animar a la gente a caminar a buen paso, pero había demasiadas personas, de distintas edades y capacidades, y el ritmo debería adaptarse inevitablemente a la velocidad del que fuera más lento. Una consulta sólo serviría para retrasarlos aún más. Decidió que era mejor tratar de avivar el paso un poco más de lo normal sin decir nada. Si alguien se quejaba, ya decidiría si debían detenerse. A mediodía pararon para comer, y cuando Joharran volvió a ponerse en marcha, todos lo siguieron.

Aún no era de noche pero el sol ya se ponía cuando el Río describió una curva hacia la derecha, cerca de una ladera empinada de la orilla izquierda, o la derecha mirando desde donde ellos estaban. Los viajeros se dirigieron tierra adentro, alejándose del agua, y ascendieron por un camino muy transitado de una ladera de moderada pendiente. Mientras subían, disfrutaron de una amplia vista panorámica del paisaje circundante.

Pero cuando llegaron a lo alto Ayla tuvo que contener la respiración ante una vista muy distinta: una gran multitud de gente pululando por el valle de abajo. Estaba convencida de que allí había más zelandonii que el número total de mamutoi que habían acudido a su Reunión de Verano, ¡y aún no habían llegado todos!

Aunque contara a todas las personas que había conocido a lo largo de su vida, tenía la certeza de que no había visto nunca a tanta gente, y menos aún junta. Estaba segura de que el número no era tan grande, pero aun así para ella la única cosa que podía compararse a aquella multitud eran las manadas de bisontes o renos que se congregaban a miles cada año. Aquello era una numerosísima y bulliciosa manada de humanos.

El grupo que había salido de la Novena Caverna había aumentado considerablemente, pero los que se habían añadido por el camino se dispersaron enseguida para ir a buscar a sus amigos y familiares y encontrar un sitio donde plantar su campamento. La Zelandoni se encaminó hacia la zona principal del lugar, donde la zelandonia tenía su alojamiento especial, en el centro, porque desempeñaba un papel preponderante en la Reunión de Verano. Ayla esperaba que la Novena Caverna encontrara un sitio un poco alejado de las actividades principales. Le sería más fácil sacar a los animales a pasear si no se veía obligada a pasar entre la muchedumbre de curiosos.

Jondalar había hablado ya con su hermano de las necesidades de los animales, y le había dejado claro que las concentraciones de gente los ponían nerviosos. Joharran lo había entendido y había dicho que lo tendría en cuenta, pero en el fondo consideraba que las necesidades de las personas de la Novena Caverna eran más importantes que las de los animales. Él quería estar cerca de los centros de actividad, y esperaba encontrar un sitio a la orilla del Río para que no requiriera tanto esfuerzo ir a buscar agua. También había pensado buscar la sombra de uno o dos árboles, y establecerse lo más cerca posible de la zona boscosa para poder recoger leña. Pensó que los grandes bosques cercanos al campamento se quedarían sin ramas cuando terminara la estación. Todo el mundo necesitaba leña.

Cuando él, Solaban y Rushemar empezaron a buscar, Joharran vio de inmediato que los sitios mejores, cerca de los bosques y del agua, ya estaban ocupados. La Novena era una caverna considerable, con más población que las otras, y necesitaba más espacio para acampar. Además, él quería encontrar sitio antes de que anocheciera. Joharran se vio obligado a inspeccionar la periferia del emplazamiento de la Reunión de Verano. El gran cauce del Río se estrechaba en el último recodo, y había observado que las orillas eran más altas en la parte del río situada más abajo del campamento, por lo que costaba más llegar al agua.

Los tres hombres volvieron al Río y caminaron corriente arriba. Tras un corto trecho, vieron un riachuelo que cruzaba un frondoso prado en dirección al río principal y giraba siguiendo el mismo curso. Un poco más allá del Río divisaron una zona despejada de árboles. Se acercaron y advirtieron que el terreno boscoso se componía de dos franjas de árboles dispuestas a ambos lados del río más pequeño. Se adentraron en el bosque. Caminando por la orilla del riachuelo, Joharran se dio cuenta de que éste circundaba la base de una ladera y de que el área boscosa se espesaba convirtiéndose en un bosque propiamente dicho, más grande y más denso de lo que parecía a simple vista.

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