Lyonesse - 3 - Madouc (2 page)

Read Lyonesse - 3 - Madouc Online

Authors: Jack Vance

Tags: #Fantástico

BOOK: Lyonesse - 3 - Madouc
12.53Mb size Format: txt, pdf, ePub

En las profundidades del bosque los colores se hacían más ricos e intensos; las sombras estaban teñidas de índigo o rojo oscuro. Cualquiera podía estar observando desde otro lado del claro, o encaramado en lo alto de un tocón.

Las Islas Elder habían presenciado el paso de muchos pueblos: faresmios, evadnioi de ojos azules, pelasgos con sus sacerdotisas ménades, danaans, lidios, fenicios, etruscos, griegos, celtas de Gaul, ska, llegados desde Noruega a través de Irlanda, romanos, celtas de Irlanda y godos del mar. La presencia de tantos pueblos había dejado un complejo legado: fortalezas en ruinas; tumbas y monumentos funerarios; estelas con crípticas inscripciones: canciones, danzas, giros idiomáticos, fragmentos dialectales, nombres de lugares; ceremonias de propósito olvidado pero de sabor persistente. Había gran variedad de cultos y religiones, aunque en todos los casos una casta de sacerdotes intercedía entre los legos y la divinidad. En Ys, escalones tallados en piedra descendían al templo oceánico de Atlante; cada mes, cuando se oscurecía la luna, los sacerdotes bajaban los escalones a medianoche, para emerger al alba con guirnaldas de flores marinas. En Dascinet, ciertas tribus se guiaban en sus ritos por muescas talladas en piedras sagradas que sólo podían leer los sacerdotes. En Scola, la isla adyacente, los adoradores del dios Nyrene vertían jarras de su propia sangre en cada uno de los cuatro ríos sagrados; los muy devotos a veces se desangraban hasta palidecer. En Troicinet, los rituales de la vida y de la muerte se celebraban en templos dedicados a Gea, la diosa de la tierra. Los celtas habían vagado por toda la extensión de las Islas Elder, dejando no sólo nombres de lugares, sino sacrificios druídicos en bosquecillos sagrados, y la «Marcha de los Árboles» en Beltane. Los sacerdotes etruscos honraban a su andrógina divinidad Votumna con ceremonias repulsivas y a menudo horrendas, mientras que los danaans introdujeron el más sobrio panteón ario. Con los romanos llegaron el culto a Mitra, el cristianismo, el parsismo, la doctrina de Zoroastro y muchas otras sectas similares. Con el tiempo, los monjes irlandeses fundaron un monasterio cristiano
[2]
, la isla Whanish, cerca de Dahaut y Avallon, que al final sufrió el mismo destino que Lindisfarne, en la costa de Gran Bretaña.

Durante muchos años las Islas Elder fueron gobernadas desde el castillo de Haidion, en la ciudad de Lyonesse, hasta que el rey Olam III, hijo de Fafhion Nariz Larga, trasladó la sede del gobierno a Falu Ffail, en Avallon, llevándose el trono sagrado Evandig y la gran mesa Cairbra an Meadhan, «Tabla de Notables»
[3]
y fuente de todo un ciclo de leyendas.

A la muerte de Olam III las islas entraron en un período turbulento. Los ska, expulsados de Irlanda, se establecieron en la isla Skaghane, donde frustraron todas las tentativas de desalojarlos. Los godos arrasaron la costa de Dahaut, saqueando el monasterio cristiano de la isla Whanish, internándose por el estuario del Camber hasta Rueda Dentada, desde donde amenazaron a la misma Avallon. Unos cuantos notables rivalizaban por el poder, derramando mucha sangre, sembrando pesadumbre y aflicción, agotando la tierra y sin llegar a resultado alguno, con lo cual las Islas Elder se dividieron en once reinos, todos enconados contra los demás.

Audry I, rey de Dahaut, nunca renunció a su pretensión de ejercer la soberanía sobre la totalidad de las islas, basándose en su posesión del trono Evandig. Esta pretensión encontraba feroz oposición por parte del rey Phristan de Lyonesse, el cual insistía en que Evandig y Cairbra an Meadhan le pertenecían por derecho y que Olam III se los había arrebatado. Afirmaba que Audry I era un traidor y un cobarde y al fin los dos reinos se declararon la guerra. En la decisiva batalla de la colina de Orm, ambos bandos sólo lograron desangrarse mutuamente. Phristan y Audry I murieron, y los restos de sus ejércitos se alejaron abatidos del campo ensangrentado.

Audry II fue rey de Dahaut y Casmir I fue el nuevo rey de Lyonesse. Ninguno renunció a las antiguas pretensiones, y la paz entre ambos reinos fue frágil y precaria.

Así transcurrían los años, y la paz era sólo un recuerdo. En el Bosque de Tantrevalles pululaban semihumanos, duendes, ogros y otros seres difíciles de definir, realizando actos malignos que nadie se atrevía a castigar; los magos ya no se molestaban en ocultar su identidad, y los gobernantes les pedían ayuda para asuntos mundanos.

Los magos dedicaban cada vez más tiempo a arteras luchas y ruinosas intrigas, y una buena parte de ellos desapareció. El hechicero Sartzanek fue uno de los más desalmados; había destruido al mago Coddefut por medio de una purulencia, y a Widdefut a través del «Hechizo de la Iluminación Total». En represalia, sus enemigos conspiraron para transformar a Sartzanek en un poste de hierro, el cual clavaron en la cima del monte Agón. Tamurello, vástago de Sartzanek, se refugió en su mansión Faroli, en las profundidades del Bosque de Tantrevalles, y allí se protegió por medio de la magia.

Para evitar la repetición de estos episodios, Murgen, el más poderoso de los magos, pronunció su famoso edicto, prohibiendo a éstos servir a gobernantes seculares, pues semejante actividad inevitablemente crearía nuevos conflictos entre los magos, poniendo en peligro a todos ellos.

Dos magos, Snodbeth el Alegre, así llamado por sus campanillas tintineantes, sus cintas y sus jocosas ocurrencias, y Grundle de Shaddarlost, tuvieron la temeridad de ignorar el edicto, y sufrieron severas penas por su atrevimiento. Snodbeth fue clavado dentro de una tina donde lo devoraron un millón de insectos negros; Grundle despertó de su sueño y se encontró en una lúgubre región detrás de la estrella Achernar, entre géiseres de azufre y fumarolas azules; tampoco logró sobrevivir.

Aunque los magos optaron por contenerse, los afanes y conflictos prevalecían por doquier. Los celtas, que se habían establecido pacíficamente en la provincia daut de Fer Aquila, soliviantados por bandas de goidels procedentes de Irlanda, asesinaron a todos los dauts que hallaron a su paso, nombraron rey a un corpulento ladrón de ganado llamado Meorghan el Calvo y llamaron Godelia a esa tierra. Los dauts no pudieron recobrar su provincia perdida.

Pasaron los años. Un día, casi por casualidad, Murgen realizó un descubrimiento que lo consternó tanto que permaneció inmóvil durante varios días, mirando al vacío. Poco a poco recobró la voluntad y al final inició un programa que, de tener éxito, lograría detener el impulso de un destino funesto.

El esfuerzo absorbió las energías de Murgen y eliminó la alegría de su vida.

Para conservar su intimidad, Murgen levantó barreras disuasorias en las inmediaciones de Swer Smod, y apostó a un par de guardianes demoníacos para ahuyentar a los visitantes obstinados; Swer Smod se transformó en un lugar de silencio y desolación.

Murgen acabó por sentir una necesidad de alivio. Por esa razón creó un vástago, para poder vivir dos existencias en tándem.

El vástago, Shimrod, fue creado con gran cuidado, y no era una réplica de Murgen, ni en apariencia ni en temperamento. Quizá las diferencias fueran mayores de lo que Murgen había pretendido, pues el temperamento de Shimrod era a veces superficial, rayano en la frivolidad; una condición que no concordaba con el ánimo reinante en Swer Smod. Aun así, Murgen amaba a su vástago y lo adiestró en las habilidades de la vida y las artes de la magia.

Al fin Shimrod se impacientó y con la bendición de Murgen se marchó alegremente de Swer Smod. Durante un tiempo deambuló por las islas como un vagabundo, a veces aparentando ser un labriego, a menudo como un caballero errante en busca de aventuras románticas.

Shimrod se instaló finalmente en Trilda, una morada en el prado de Lally, a poca distancia del Bosque de Tantrevalles.

Con el tiempo los ska de Skaghane perfeccionaron su aparato militar e invadieron Ulflandia del Norte y del Sur. Fueron derrotados por Aillas, el gallardo y joven rey de Troicinet, quien luego ocupó el trono de ambas Ulflandias, para gran consternación de Casmir, rey de Lyonesse.

Quedaban menos de doce magos en las Islas Elder. Éstos eran algunos: Baibalides, de la isla de Lamneth; Noumique; Myolander; Triptomologius el Nigromante; Condoit de Conde; Severin Starfinder; Tif del Troagh; y otros, que eran apenas aprendices o iniciados. Los demás habían muerto, de lo cual podía deducirse que la magia podía ser una profesión peligrosa. La bruja Desmëi, por razones desconocidas, se había disuelto durante la creación de Faude Carfilhiot y Melancthe. Tamurello también había actuado con imprudencia; ahora, con la apariencia de un esqueleto de comadreja, colgaba dentro de un pequeño globo de vidrio en el gran salón de Swer Smod, en la residencia de Murgen. El esqueleto estaba acurrucado, con el cráneo hundido en la cavidad formada por las ancas erguidas, y dos ojillos negros miraban desde el vidrio, sugiriendo una voluntad casi palpable de causar mal a quien siquiera mirase la botella.

2

La más remota provincia de Dahaut era la Marca, gobernada por Claractus, duque de la Marca y de Fer Aquila. Éste era un título vacío, pues hacía tiempo que los celtas habían incluido el ducado de Fer Aquila en su reino de Godelia.

La Marca era una comarca pobre y escasamente poblada, con una sola ciudad, Blantize. Algunos campesinos cultivaban cebada y criaban ovejas; en algunos castillos ruinosos, una nobleza venida a menos vivía apenas mejor que los campesinos, consolándose en su honor y en su devoción a las doctrinas caballerescas. Comían más gachas que carne; corrientes de aire soplaban por sus salones, haciendo oscilar las llamas de las antorchas; de noche circulaban fantasmas por los corredores, lamentando viejas tragedias.

En el oeste de la Marca había un páramo que albergaba sólo espinos, cardos, juncos y algunos bosquecillos de cipreses negros y achaparrados. Ese páramo, llamado la Llanura de las Sombras, lindaba con el gran bosque por el sur, bordeaba los pantanos de Squigh y al oeste limitaba con el Dann Largo, una escarpa de cien metros de altura y ochenta kilómetros de longitud, más allá de la cual se extendían los brezales de Ulflandia del Norte. La única ruta hasta los brezales era a través de una grieta en el Dann Largo. En tiempos antiguos se había construido una fortaleza en la grieta, cerrando la brecha con bloques de piedra, de modo que la fortaleza se transformó en parte del peñasco. Una puerta daba a la llanura, y encima de una línea de muralla había una terraza o pasarela. Los danaans la habían llamado «Poelitetz la Invulnerable»; nunca había sido tomada mediante un ataque frontal. El rey Aillas de Troicinet había atacado desde la retaguardia, y así había frustrado lo que hubiera sido la incursión más profunda de los ska en Hybras.

Aillas y su hijo Dhrun se encontraban ahora en la muralla, mirando hacia la Llanura de las Sombras. Era cerca del mediodía y el cielo era diáfano y azul; la llanura no mostraba esas sombras de nubes a las que debía su nombre. Aillas y Dhrun eran muy parecidos. Ambos eran esbeltos, de hombros cuadrados, fuertes y ágiles, más membrudos que musculosos. Ambos eran de estatura media, y ambos lucían rasgos claros y limpios, ojos grises y pelo castaño claro. Dhrun era más informal que Aillas, y revelaba una exuberancia apenas contenida, junto con una alegre elegancia, cualidades que infundían encanto y colorido a su personalidad. Aillas, agobiado por graves responsabilidades, era un poco más envarado y reflexivo que Dhrun. Su rango le exigía ocultar su apasionamiento detrás de una máscara de cortés distanciamiento, hasta tal extremo que ese rasgo se había transformado en costumbre. A menudo actuaba con una templanza adulta para ocultar su audacia, que era casi una exuberancia de valentía. Era un magnífico espadachín; su ingenio llameaba con firme delicadeza, como rayos de sol atravesando las nubes, y en esos momentos de picardía se le transfiguraba el rostro, que por momentos parecía tan juvenil y radiante como el de Dhrun.

Muchas personas, viendo juntos a Aillas y Dhrun, los tomaban por hermanos. Luego, al saber que eran padre e hijo, se intrigaban ante la precoz paternidad de Aillas. En realidad, el pequeño Dhrun se había criado en Thnpsey Shee
[4]
; había vivido entre las hadas durante ocho, nueve o diez años. No había manera de saberlo. Entretanto, había transcurrido un solo año en el mundo exterior. Por razones de peso, las circunstancias de la infancia de Dhrun se mantenían en secreto, aunque ello alentara especulaciones y curiosidad.

Apoyados en el parapeto, ambos observaban a aquellos con los que iban a encontrarse. Aillas evocó viejos tiempos.

—Nunca me siento cómodo aquí; la angustia parece pender en el aire.

Dhrun miró hacia ambos lados de la terraza, donde la brillante luz del sol parecía inofensiva.

—Es un lugar viejo. Debe de estar impregnado de sufrimiento, el cual pesa sobre el alma.

—¿Entonces también tú lo sientes?

—No demasiado —admitió Dhrun—. Tal vez me falte sensibilidad.

Aillas sonrió, meneó la cabeza.

—La explicación es simple: nunca te trajeron aquí como esclavo. Yo he caminado entre estas piedras con una cadena en el cuello. Siento el peso y oigo el tintineo. Quizá podría hasta recordar dónde apoyé los pies. Estaba en un estado de profunda desesperación.

Dhrun rió con nerviosismo.

—El presente es el presente; el pasado es el pasado. Deberías sentir euforia por haberte desquitado.

Aillas rió de nuevo.

—¡Y la siento! ¡La euforia mezclada con el espanto causa una extraña emoción!

—Sí. Es difícil de imaginar.

Aillas se inclinó nuevamente en el parapeto.

—A menudo me hago preguntas sobre el presente, el pasado y el futuro, y sobre sus diferencias. Jamás he oído una explicación sensata, y el pensamiento me turba más que nunca —Aillas señaló un lugar de la llanura—. ¿Ves esa loma con chaparrales en las laderas? Los ska me pusieron a cavar un túnel que tenía que llegar hasta esa loma. Una vez que el túnel se terminara, la cuadrilla sería eliminada para que no se difundiera el secreto. Una noche cavamos hasta la superficie y escapamos, y por eso todavía estoy vivo.

—¿Y alguna vez se terminó el túnel?

—Supongo que sí. Nunca pensé en mirar.

Dhrun señaló la Llanura de las Sombras.

—Vienen jinetes: un grupo de caballeros, a juzgar por el destello del metal.

—No son puntuales —dijo Aillas—. Es significativo.

Other books

Vengeance by JL Wilson
Cry for Help by Steve Mosby
When Colts Ran by Roger McDonald
The Coffin Club by Ellen Schreiber
Wild Rendezvous by Victoria Blisse
Watch Dogs by John Shirley
Friends Forever by Danielle Steel