Lyonesse - 3 - Madouc (58 page)

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Authors: Jack Vance

Tags: #Fantástico

BOOK: Lyonesse - 3 - Madouc
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—¡Una lástima! ¡Pero alégrate! Ahora te entrego dos demonios híbridos, Desmëi y Tamurello, ambos apestando a verdor.

—Un acontecimiento agradable.

—En efecto. Puedes enviar un zarcillo para coger a este par, y buscar cualquier mancha o filtración de verdor que hayan rezumado.

Una deslumbrante luz rosada iluminó por unos instantes el salón; cuando se apagó, el hacha y la pila de huesos se habían esfumado.

—Lleva a este par hasta los pozos más hondos de Myrdal —dijo Murgen—, y busca los fuegos más ardientes. Destrúyelos por completo, para que ni siquiera sus últimos arrepentimientos permanezcan en el flujo. Esperaré hasta saber si se ha cumplido esta resolución final.

—¡Debes ser paciente! —dijo el efrit—. ¡Vale la pena hacer bien las cosas que valen la pena! Tardaré por lo menos diez de tus segundos, con otros dos segundos para mi purificación ritual.

—Esperaré.

Pasaron doce segundos. El efrit de Myrdal habló nuevamente:

—El acto está consumado. De los dos demonios no queda un fragmento, un átomo, un hálito, un pensamiento ni un ápice. Los pozos de Myrdal arden con fuerza.

—Excelente —dijo Murgen—. Te deseo un éxito continuo en tu lucha contra el verdor —cerró el gabinete y se volvió hacia la tabla, donde reforzó los lazos que sujetaban a Joald.

Shimrod miró con aire de desaprobación.

—También habría que destruir a Joald.

—Está protegido —murmuró Murgen—. Sólo esto se nos permite, y a regañadientes.

—¿Quién lo protege?

—Uno de los antiguos dioses, que todavía vive.

—¿Atlante?

Murgen guardó un largo silencio. Luego dijo:

—Es mejor no mencionar ciertos nombres ni comentar ciertos temas.

XII
1

Los rumores acerca del cataclismo que había arrasado la costa ulflandesa llegaron a Haidion tres días después. El rey Casmir oyó los informes con gran interés y aguardó los detalles con impaciencia.

Al fin llegó un correo que refirió la devastación que el océano había infligido a la costa de Ulflandia del Sur. A Casmir sólo le interesaba el daño causado al aparato militar del rey Aillas.

—¿Hasta qué punto del norte llegaron las olas?

—Casi hasta Oaldes. Las islas costeras desviaron las olas. También salvaron a Skaghane y la Costa Norte de los ska.

—¿Qué sabes de Doun Darnc?

—Es la capital ulflandesa del rey Aillas, pero se alza entre los brezales intermedios y no sufrió daños.

—Así que el ejército no sufrió pérdidas…

—No lo sé con certeza, majestad. Sin duda se perdieron los guerreros que estaban de permiso. Dudo de que el conjunto del ejército haya sido muy afectado.

Casmir gruñó:

—¿Dónde está ahora el rey Aillas?

—Por lo que se sabe ha embarcado en Troicinet y está en alta mar.

—Muy bien. Márchate.

El correo partió con una reverencia. El rey Casmir escrutó el rostro de sus asistentes.

—Ha llegado la hora decisiva. Nuestros ejércitos están entrenados y preparados; están dispuestos a un avance rápido y ansiosos por aplastar a los dauts. Cuando Dahaut sea nuestro, podremos enfrentarnos con Aillas sin inquietarnos por las molestias que nos inflija con su fuerza naval. ¿Qué opináis?

Uno tras otro, los asistentes dijeron lo que Casmir quería oír:

—Los ejércitos de Lyonesse son fuertes, numerosos e indómitos. Cuentan con buenos jefes y unos guerreros bien entrenados.

—Las armerías están bien provistas, los armeros trabajan noche y día. No sufriremos escasez.

—Los caballeros de Lyonesse están atentos y ansiosos; todos codician las ricas tierras de Dahaut para sus fincas. Sólo aguardan tu orden.

El rey Casmir asintió con aire amenazador. Descargó el puño sobre la mesa.

—Pues que sea ahora.

2

Los ejércitos de Lyonesse se congregaron en varias zonas, marcharon sigilosamente hasta el fuerte Mael, se reagruparon en batallones y partieron hacia el norte.

En la frontera de Pomperol la vanguardia se topó con una docena de caballeros al mando del príncipe Estornino. Cuando el ejército de Lyonesse se aproximó a la frontera, el príncipe alzó la mano, urgiéndolo a detenerse. Un heraldo se adelantó, llevando un mensaje al príncipe Estornino.

—El reino de Lyonesse se ve obligado a avanzar contra el reino de Dahaut, a causa de muchas e irritantes provocaciones. Para poder continuar nuestra campaña, requerimos el derecho de libre tránsito por Pomperol, y no protestaremos si en vuestra neutralidad extendéis el mismo privilegio a las tropas de Dahaut.

El príncipe Estornino declaró sin rodeos:

—Si os permitiéramos pasar, comprometeríamos nuestra neutralidad, y de hecho actuaríamos como aliados vuestros. Debemos negaros esa autorización. Id en cambio al oeste, hacia el valle del Lallis, y luego avanzad al norte por el camino de Bladey, y por éste entraréis en Dahaut.

—Estoy autorizado para responderte de este modo —respondió el heraldo—: «¡Imposible! Apartaos y dejadnos pasar, o saboread nuestro acero».

Los caballeros de Pomperol se apartaron en silencio y los ejércitos de Lyonesse fueron por el norte y a su debido tiempo entraron en Dahaut.

El rey Casmir había esperado sólo una resistencia simbólica por parte de los «petimetres verdes y grises», pero su invasión enfureció a todo el mundo sin distinción de rangos. Se libraron tres grandes batallas, en vez del simple y rápido combate que Casmir había esperado, con gran coste de hombres, material y tiempo. En el campo de Chastain, un improvisado ejército encabezado por el príncipe Graine, hermano del rey Audry, atacó a los invasores con implacable ferocidad y fue derrotado tras un día de feroces enfrentamientos. La segunda batalla se libró cerca de la aldea Mulvanie. Durante dos días los guerreros se desplazaron por entre las dunas. El acero chocó contra el acero; los gritos de guerra se mezclaron con los alaridos de dolor. Formaciones de caballeros entraban y salían de aquella batahola, mientras los infantes procuraban abatirlos con alabardas y garfios, para que los cuchillos pudieran cortar gaznates aristocráticos.

El ejército daut terminó por ceder y se replegó hacia Avallon. De nuevo el rey Casmir pudo alardear de una victoria, aunque esta vez también sufrió muchas bajas, y consumió un tiempo igualmente valioso para sus planes de conquista.

El ejército daut, ahora reforzado con tropas traídas de Wysrod, se apostó junto al castillo de Meung, cerca del Mercado de Chantry, cincuenta kilómetros al sudoeste de Avallon. El rey Casmir descansó dos días, reorganizó sus tropas, esperó otro día los refuerzos del fuerte Mael y avanzó sobre los dauts resuelto a destruirlos por completo.

Los ejércitos se enfrentaron en el Prado de la Manzana Silvestre, cerca del castillo de Meung, con los dauts encabezados por el mismo rey Audry. Ambos bandos enviaron escuadrones de caballería ligera para hostigar al enemigo con flechas. Los caballeros con armadura, con la caballería pesada y los portaestandartes a la espalda, formaron filas enfrentadas en las que el acero centelleaba amenazador. Los minutos transcurrían con ominosa lentitud.

Los heraldos daut, espléndidos en verde y gris, alzaron los clarines y soplaron dulces y estridentes notas. Los caballeros daut bajaron las lanzas y se lanzaron al galope; los caballeros de Lyonesse hicieron lo mismo. En el centro del Prado de la Manzana Silvestre las dos filas se estrellaron con gran estrépito de metal, y en un instante el orden dio paso a un caos aullante de cuerpos derribados, caballos encabritados y aceros relampagueantes. La carga de Lyonesse estaba respaldada por escuadras de lanceros y arqueros que empleaban tácticas disciplinadas; en cambio, la infantería daut llegó en grupos amorfos y fue recibida con andanadas de silbantes flechas. La batalla del Prado de la Manzana Silvestre fue más breve y decisiva que las dos anteriores, pues los dauts estaban desmoralizados y ya no esperaban vencer por mero ímpetu. Al fin debieron huir del campo de batalla.

El rey Audry y los sobrevivientes se retiraron a gran velocidad y se refugiaron en el Bosque de Tantrevalles, donde ya no constituían una amenaza y se los podía despachar sin obstáculos. El rey Casmir marchó sobre Avallen, donde entró sin resistencia. Cabalgó de inmediato hacia Falu Ffail, para tomar posesión de la mesa Cairbra an Meadhan y el trono Evandig y enviarlos al castillo de Haidion, en la ciudad de Lyonesse.

Casmir entró en el silencioso palacio sin ceremonias. Fue de inmediato al Salón de los Héroes, donde no encontró rastros de los muebles que tan importante papel desempeñaban en sus ambiciones. Un corpulento y joven vicechambelán le informó que una compañía de guerreros troicinos se había llevado la mesa Cairbra an Meadhan y el trono Evandig dos días atrás. Habían trasladado la mesa y el trono a una nave troicina y luego habían zarpado hacia un destino desconocido.

Casmir fue presa de una furia incontenible. La cólera le congestionaba el rostro; los ojos redondos y azules sobresalían mostrando bordes blancos. Separando las piernas, aferrando el respaldo de una silla con ambas manos, Casmir miró ciegamente los lugares vacíos. Finalmente logró ordenar sus pensamientos y pronunció juramentos de venganza que aterraron a Tibalt, el vice-chambelán.

Casmir terminó por aplacarse, pero sentía más rencor que nunca. Ese acto se había cometido en connivencia con los dauts. ¿Quiénes eran los responsables? Casmir le hizo la pregunta a Tibalt, quien sólo pudo tartamudear que los altos funcionarios de Falu Ffail habían huido de Avallen para reunirse con el rey fugitivo. Sólo quedaban subalternos para castigar.

Para acrecentar el disgusto del rey, un correo llegó en un sudoroso caballo con despachos de Lyonesse, informando que los guerreros ulflandeses habían irrumpido por las escarpas meridionales del Teach tac Teach en la provincia de Cabo Despedida, una zona cuyas fortalezas habían cedido sus guarniciones al principal ejército de Casmir. Los invasores habían tomado un castillo tras otro sin dificultad, y la ciudad de Pargetta estaba sitiada.

Casmir evaluó la situación. Había desbaratado los ejércitos daut y controlaba Dahaut, aunque el rey Audry aún sobrevivía y comandaba a algunos fugitivos desalentados. Debía perseguir a Audry y capturarlo o matarlo antes que pudiera convocar a los nobles de la provincia y reunir un nuevo ejército. Por esta razón Casmir no podía debilitar sus fuerzas expedicionarias destacando los efectivos necesarios para expulsar a los ulflandeses de Cabo Despedida. En vez de eso envió a Bannoy, duque de Tremblance, al fuerte Mael, y allí organizó como pudo un nuevo ejército, con reclutas que estaban aún en entrenamiento y contingentes de veteranos pertenecientes a las guarniciones de los fuertes costeros. También hubo que reforzarlos con levas de campesinos locales, en cantidad suficiente para resistir las inevitables incursiones que realizaría la fuerza naval troicina.

Bannoy llevaría ese nuevo ejército a Cabo Despedida y arrojaría a los bandidos ulflandeses a las anfractuosidades del Troagh. Entretanto, las tropas de Casmir completarían la conquista de Dahaut.

Un correo de Godelia llegó a Falu Ffail con un despacho del rey Dartweg. El correo presentó sus respetos formales al rey Casmir y abrió un pergamino de cuero de oveja enrollado sobre varas de haya. El mensaje estaba escrito en una bonita letra uncial irlandesa que ninguno de los presentes podía leer, ni siquiera el correo, y fue necesario llamar a un monje irlandés de la cercana abadía de San Joilly, quien abrió el rollo y leyó el mensaje. El rey Dartweg saludaba al rey Casmir usando varios y floridos apostrofes. Despreciaba a sus enemigos comunes y se declaraba, como de costumbre, desde el principio del tiempo y hasta el último pestañeo del sol, el tenaz aliado de Casmir, dispuesto a participar en la común refriega contra los tiranos Audry y Aillas, hasta la gran victoria final y el reparto de los despojos.

Para certificar su fe, el rey Dartweg había ordenado que sus invencibles aunque revoltosos guerreros cruzaran el Skyre y entraran en Ulflandia del Norte, donde esperaba tomar la vieja capital, Xounges, mediante una artera infiltración y ataques sorpresivos desde los peñascos marinos. Una vez que lo consiguiera, se desplazaría al sur para pulverizar a los intrusos troicinos. Tras haberlos liquidado o expulsado, los godelianos montarían guardia en las Ulflandias, para perpetua tranquilidad del rey Casmir. Eso declaraba el rey Dartweg, amigo afectuoso y aliado leal de Casmir.

Casmir escuchó con una sonrisa sombría y ofreció una respuesta cortés, agradeciendo al rey Dartweg su interés y deseándole buena salud. La cooperación del rey Dartweg sería apreciada, pero no se podían tomar medidas definitivas por el momento.

El correo hizo una reverencia y se marchó, su jovialidad algo aplacada por la brusquedad del rey Casmir. El rey volvió a sus reflexiones.

Primero lo primero; y primero estaba el golpe de gracia al desbaratado ejército daut. Parecía una operación rutinaria sin mayores dificultades, y Casmir la encomendó al príncipe Cassander.

El rey Casmir llamó a Cassander y le informó de su decisión. Incluyó instrucciones explícitas que el príncipe no tomó con gran entusiasmo: Cassander debía escuchar atentamente los consejos del caballero Ettard de Arquimbal, un astuto y experimentado guerrero. Cassander también debía escuchar y aprovechar el consejo de otros seis maduros caballeros de probada competencia.

El príncipe Cassander aceptó la misión confiadamente, tan confiadamente, en verdad, que el rey Casmir nuevamente estipuló que prestara oídos al consejo de Ettard. El príncipe hizo una mueca de disgusto, pero no protestó.

A la mañana siguiente el príncipe Cassander, montado en un enérgico corcel negro, vestido con armadura dorada, jubón escarlata y un yelmo dorado sobre el que ondeaba un penacho escarlata, condujo su ejército hacia el oeste. El rey Casmir se consagró a la reorganización de sus nuevos dominios. Ante todo, ordenó la construcción de doce nuevos astilleros junto al estuario del Camber, para construir buques de guerra iguales o superiores a los de Troicinet.

Las tropas de Cassander marcharon hacia el oeste. Durante el reinado del rey Audry, las moradas y castillos de la campiña, habían abandonado las funciones militares que habían desempeñado antaño y no ofrecieron resistencia, la cual, en todo caso, habría sido suicida para los ocupantes.

A medida que Cassander avanzaba, Audry se retiraba: siempre hacia el oeste, juntando refuerzos sobre la marcha. Al llegar a la Marca Occidental, continuó hacia el oeste y se internó en la Llanura de las Sombras. El ejército de Lyonesse lo seguía de cerca, con un día de retraso a lo sumo.

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