Maldito amor (16 page)

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Authors: Marta Rivera De La Cruz

Tags: #prose_contemporary

BOOK: Maldito amor
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   Que la tristeza se considere una emoción básica, con un patrón expresivo específico y universal, significa que cumple una función esencial en la vida: reorganizar las fuentes de apoyo en la vida y las estrategias de adaptación. Cuanto más importante o esencial es la relación que se acaba, más necesario es aprovechar el estímulo de la tristeza para analizar lo que sucede y entrar en contacto con otros para recibir su apoyo. La expresión triste genera empatía y promueve el consuelo y la ayuda.

 

   Pensemos en los primeros seres humanos. El llanto de los niños activaría (igual que ahora) rápidamente las actitudes de protección, una base fundamental para sobrevivir en un entorno peligroso o difícil. Gracias a que sentimos tristeza y la expresamos, los humanos hemos logrado sobrevivir y ser aceptados o cuidados por otros miembros del grupo no familiar. La tristeza genera cambios cerebrales que determinan reducir el ritmo de la actividad motora.¹ Sin duda, permanecer quietos debía de ser un medio de asegurar la supervivencia cuando se estaba desprotegido, sin recursos. Reducir la actividad motora también facilitaría conservar la energía para poder enfrentarse mejor a una vida de carencias, si la persona con la que se perdía el contacto era fuente de cuidados básicos.

 

   Pero ¿qué queda hoy de esas posibles funciones de la tristeza? La tristeza hoy sigue representando una parada en el camino y un análisis para reorganizar nuestra vida. Sentir tristeza ante una pérdida no debería ser percibido como un problema, el problema es cómo enfocar la vida, ahora que ya no vamos a estar con la persona que queríamos. La tristeza se va pasando poco a poco y, mientras lo hace, va dejando un poso de sabiduría, un terreno abonado de nuevos objetivos y planes que a medio plazo nos ayudarán. Para que ese sentimiento sea un abono eficaz es necesario, irremediablemente, pararse a sentir y aprovechar esa disposición anímica para la reorganización. Si huimos del sentimiento sólo aplazamos el cambio. Podemos evitar la tristeza a través de la hiperactividad o de relaciones alternativas para evitar tomar contacto con la pérdida de la persona amada, pero esa estrategia no hará más que aplazar la cuestión y nos pasará factura a nivel anímico, físico e intelectual.
Algunas formas de afrontar una pérdida

 

   
1. Enfrentarse a la pérdida con ira
. Nuestro narrador nos habla de una ex novia que se convierte en una «especie de bruja descontrolada» cuando le comunica que ya no quiere seguir con ella, y también recuerda con angustia el caso de la mujer elegante y prudente que se dedica a destrozarle la casa cuando se ha visto traicionada por él. ¿De dónde brota tanta ira?

 

   Sentimos ira cuando alguien o algo nos obstaculiza conseguir un objetivo y también cuando nos sentimos humillados, burlados o abusados, o bien cuando observamos que se están transgrediendo valores fundamentales para nosotros. Desde este punto de vista, la ira permite movilizar gran cantidad de energía para defender lo que se considera mío: ya sea mi objetivo, mi dignidad o mis valores. Los ataques de ira y de venganza ante la ruptura, parten de presupuestos egocéntricos, de la exigencia u obligación de ser queridos, comprendidos y satisfechos, como cuando estábamos en la cuna.

 

   En muchos casos, la ira se enquista y el rencor y la necesidad de venganza se apoderan de nosotros. Ocurre cuando nuestra imagen se ha visto muy dañada. El «abandono» se vive desde la vergüenza, desde el sentimiento de inferioridad. En estos casos, cuanto peor es el otro, mejor soy yo. Las críticas y maldiciones hacia la ex pareja son un modo a corto plazo de restaurar la visión positiva de uno mismo, pero a la larga sólo aumentará el sufrimiento, no sólo del ex hacia quien va dirigida la ira si se expresa de forma directa y como un acoso, sino también para uno mismo, ya que refuerza el vivir dependientes, obsesionados y encadenados al pasado.

 

   En otros muchos casos se tiene pánico a la tristeza. Esto quiere decir que las personas no toleran sentirse vulnerables. En estos casos, es peor sentirse débil que perder a alguien. Para esas personas es más fácil encallarse en la ira y vivir enfurecidos cuando han sido víctimas de una ruptura.

 

   Pero ni la ira ni la venganza están presentes en nuestro protagonista, quien se mueve guiado por la culpabilidad y el deseo de reconquista. El caso de nuestro protagonista es el de alguien que siente un fuerte arrepentimiento y se culpa de la ruptura. El culpable necesita reparar de algún modo su fallo y ser castigado por ello, lo que le da una base de tolerancia enorme para aceptar los golpes que le van asestando desde el nuevo rol de amigo.

 

   
2. Vivir instalado en la culpa
. La culpa excesiva y mantenida nos lleva a vivir en el pasado, a repasar una y otra vez de forma obsesiva lo que sucedió y lo que podría haber sido de no haber hecho lo que se ha hecho. Se basa en la creencia egocéntrica de que todo lo que ocurre, bueno o malo, se debe a nuestras actuaciones y se impone entonces un objetivo principal: recuperar la relación y así reparar los fallos: ser perfecto para el otro. Pero ¿se puede ser perfecto para el otro? Es incontrolable, una falacia, pero se intenta a base de abandonar las propias necesidades y deseos.

 

   Es muy frecuente encontrar una culpabilidad excesiva en las personas que han vivido de forma muy dependiente de sus parejas y que han cedido en exceso a los caprichos del otro sin haber sabido defender sus derechos, sin mostrar su enfado ante situaciones injustas por miedo al conflicto y a ser abandonadas. En estos casos, lo mejor es hacer una larga lista de derechos y de necesidades y empezar a defenderlos. De la culpa excesiva podemos pasar a vivir una nueva vida en la que nos acostumbremos a valorarnos, a expresar lo que nos enfada y a decir que no. Esta preparación nos ayudará a sentirnos más seguros y a disfrutar de una nueva relación en el futuro.

 

   
3. Romper con estilo
. No deja de ser curiosa la historia de nuestro protagonista la segunda vez que experimenta una ruptura no deseada: con Maya. Tuvo el fuerte control de expresarle «gratitud» por todos los momentos buenos pasados y abandonar la escena con una actitud casi cinematográfica. Ésta es la reacción de alguien a quien le preocupa tanto su imagen social como lo que está ocurriendo. ¿Por qué? Porque actúa para
demostrar
que es una buena persona. Una estrategia que puede facilitar sin duda el contacto en el futuro pero que implica la
supresión
de muchas emociones y pensamientos ligados a ellas. Si le hubiera expresado más directamente cómo se sentía y todas las dudas que se agolpaban en su cabeza ¿habría perdido puntos delante de ella? Probablemente sí, si lo hace a gritos o monta un número; pero probablemente no, si usa el derecho que todos tenemos en un momento como éste. Ese
derecho
que puede expresarse como
el derecho a comprender
.

 

   Es verdad que, de forma natural y desesperadamente, preguntamos: «¿Por qué? ¿Por qué?». No porque somos tontos, sino, porque necesitamos entender para resolver. Porque somos seres inteligentes que necesitamos encontrar sentido a todo lo importante que acontece en nuestra vida. Y a la persona que plantea la ruptura, lo mínimo que se le puede pedir es que nos hable de cómo ha llegado hasta ese punto. Dejar una relación es un acto de responsabilidad, y se puede afrontar con valentía y respeto hacia la persona a la que hemos querido y con quien nos habíamos comprometido, o se puede afrontar de forma cobarde.

 

   
4. Romper con cobardía
. Hay muchas maneras cobardes de dejar una relación: una es por escrito, dejando una nota breve y desapareciendo para siempre. Otra puede ser dejando que la relación se deteriore hasta el punto de que sea el otro el que acabe planteándolo (planteando algo que en el fondo no desea).² También se puede exagerar sobremanera el sufrimiento, culpabilizando tanto al otro que no le quede más remedio que decir: «Es mejor cortar». Otra forma frecuente en los últimos tiempos es mandar un sms: «Quedamos como amigos. Llámame tú, que no tengo saldo». También tenemos la modalidad del «mago»: desaparecer (sin que se encuentre la esquela).

 

   Todas estas modalidades tienen algo en común: escapar de la responsabilidad emocional. Nadie quiere responsabilizarse del sufrimiento de los demás, ya tenemos bastante con hacernos cargo del nuestro. Por eso, en la educación es tan necesario cultivar la empatía, la asertividad y la gestión inteligente de las emociones, para asimilar que la responsabilidad en una relación siempre es compartida. Ni de uno, ni de otro.

 

   
5. Dialogar (o buscar respuestas)
. Es verdad que resulta muy difícil explicar por qué se acaba el amor, pero hay que hacer un esfuerzo. Ya sabemos que no siempre hay «una causa», más bien suelen ser muchos factores los que intervienen para que una pareja se separe. Pero siempre hay motivos más importantes que otros. Hablar del tema es saludable tanto para el que ha propuesto poner fin a la relación, como para el que necesita comprender qué ha pasado. Puede que esa densa conversación no nos permita profundizar mucho, pero hay que intentarlo. Puede que dure varios días y que se llore en el transcurso, pero hay que insistir, la vía es la empatía y el respeto entre ambos; si no, no tiene sentido el diálogo. Debemos poner las notas sobre la mesa y componer una nueva melodía: la de hoy, que es diferente de la de ayer.

 

   Dialogar en estos momentos y expresar cómo nos sentimos nos proporciona un marco fabuloso para restaurar la autoestima y aprender de cara al futuro. Es más, este tipo de diálogos dan la oportunidad de replantearse el curso de la pareja si es lo que entre ambos se decide.
Algunos motivos importantes para dejar una relación

 

   Uno de los motivos más frecuentes que explican que una pareja deje de funcionar es:
la falta de atención
a la pareja. En este caso, había estado tan sumergido en el trabajo que apenas se había dedicado a ella. En el momento de enfrentarse a la terrible noticia, la mente se reorganiza y recoloca las prioridades: Lola es lo primero. Lo más importante nunca es urgente, hasta que lo es. Una relación de amor lo es en la medida en que nos permite mostrarnos tal como somos y ser reconocidos por el otro. La empatía y admiración mutua son componentes fundamentales en una relación amorosa. Si faltan estos ingredientes el amor se desvanece. Pero para que se desarrollen se necesitan tres recursos: tiempo, atención y comunicación.

 

   
Otros motivos fundamentales que pueden poner en peligro una relación amorosa son
:

 

   
• La pérdida de la atracción sexual
. Entre los factores que pueden incidir están la pérdida del atractivo físico, la ausencia de variedad y estímulos eróticos, el cansancio y estrés, y por último, la falta de confianza e intimidad.
   
• La ausencia de sincronía y sintonía en la evolución de las necesidades y deseos personales
. En estos casos, se frustra el proyecto de pareja. El estilo de relación no permite desarrollar la curiosidad y las iniciativas de uno de los miembros.
   
• La intrusión y el control de los familiares
. Impidiendo la intimidad y toma de decisiones independientes, obstaculizando el proceso de individuación y autonomía que aporta la relación amorosa respecto a consolidarnos como seres adultos.
   
• La infidelidad
. Suele ser uno de los motivos más frecuentes y afecta a la pérdida de la confianza. Sin confianza no es posible recuperar el amor.
   
• La ausencia de intimidad
. Supone un fallo en la comunicación y en la expresión libre y valiente de uno mismo. La pareja evoluciona en la medida en que nos desarrollamos en ella, y esto depende en buena medida del intercambio de nuestros pensamientos, deseos, preocupaciones, etc. Cada vez que nos expresamos íntimamente y recibimos empatía, se estrecha el vínculo.
   
• La falta de respeto y el desequilibrio del poder
. El poder en una pareja es compartido, las tomas de decisiones sobre los asuntos nuevos o conflictivos son negociadas o equilibradas. Existe desequilibrio cuando existe dominación y sumisión, controles y prohibiciones. La evolución en estos casos es el desprecio por el otro y por uno mismo: el final del amor.
El amor acaba o evoluciona

 

   Una relación amorosa es un proceso que está en constante evolución, reorganizándose y proyectándose en una dirección u otra dependiendo de las necesidades, deseos, pactos y compromisos que se van estableciendo entre los miembros de la pareja. Desde un punto de vista biologicista, se defiende la idea de que la pasión amorosa, con esa descarga de sustancias y activación cerebral que nos mantiene en un estado de euforia, excitación y atracción, tiende a desvanecerse hacia los tres años de relación, de un modo natural. Puesto que el cerebro no puede mantenerse en un estado de exaltación constante, la secreción de estimulantes naturales se reduce, con lo cual necesitaremos recurrir a estimulantes «externos». A medida que el enamoramiento decrece, un nuevo sistema químico entra en acción: los opiáceos de la mente, las endorfinas. Estas sustancias se encargan de serenar la mente, de eliminar el dolor y de reducir la ansiedad. Esto se traduce en la aparición de un sentimiento más sereno hacia nuestras parejas: el apego y la seguridad.³

 

   El caso es que, aunque dispongamos de un soporte biológico que nos predisponga hacia un apego, con el transcurrir de los años (el tiempo facilita la consolidación de la pareja y la posibilidad de tener descendencia y cuidar de ella), la evolución y el mantenimiento de una relación amorosa depende de lo que hagamos en ella, y según lo que hagamos, reactivaremos nuestro cerebro o no. Si somos capaces de construir y reconstruir el contexto en el que se satisfacen las necesidades y deseos mutuos, una relación amorosa puede mantenerse. Pero eso significa cuidar activamente el uno del otro.
Decálogo casero para superar una ruptura

 

   
1. Cambia el lenguaje catastrofista y agresivo («Hemos roto»... «Me ha abandonado»... «Sinvergüenza, aprovechado»...) para cambiar el valor de lo sucedido
.

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