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Authors: Steve Perry Michael Reaves

Medstar II: Curandera Jedi (16 page)

BOOK: Medstar II: Curandera Jedi
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Él miró su reloj.

—Mi turno empezará en unos minutos —dijo él, y se sintió ligeramente, sorprendido al darse cuenta de que se alegraba de tener una excusa para marcharse—. Te... te llamaré cuando termine, ¿te apetece?

—Sí..., vale —dijo ella.

Él le dio un abrazo, y ella pareció quedarse rígida de nuevo al tocarla. La besó, y ella le devolvió el beso, pero fue casi como un beso de hermana... No había el menor rastro de pasión.

Al avanzar por entre la nevada, hacia la SO, Jos sintió una repentina oleada de terror de origen desconocido. Tolk había vuelto cambiada. No sabía cómo o por qué, pero no era la misma que cuando se fue.

Algo iba mal. Algo iba muy mal...

~

Den percibió que había algo distinto cuando ocupó su puesto de costumbre en la mesa de sabacc. Tardó un rato en identificar lo que era. Luego fue a pedir una bebida y se dio cuenta de que Teedle no estaba de servicio. Aquello era raro. Los androides no trabajaban por turnos, como los organicos. Teedle siempre estaba allí si la cantina estaba abierta. Pero aquel dia no.

Y tampoco estaban Jos ni Tolk, algo que era de esperar, ya que ella acababa de regresar de la MedStar. Los jugadores, aparte de él mismo, eran Klo, Barriss, I-Cinco y una cara nueva, una que le encantaba tener delante: Eyar Marath, la cantante sullustana de la compañía. Den se sentó justo frente a ella. La cantante alzó la vista sobre su copa y le sonrió.

Den le devolvió la sonrisa. Él había estado preguntándose cómo abordarla de forma casual, y aquélla era una oportunidad de platino. Llevaba tanto tiempo sin ver a otro ejemplar de su especie que probablemente hubiera encontrado atractiva a la bruja de To'onalk. Pero aquello había terminado; Eyar estaba buenísima. Era joven, sí, probablemente Den tendría edad para poder ser su padre, pero, a juzgar por la mirada que ella le dirigía, no pensaba en él de esa forma. Tenía los ojos brillantes, oscuros como la obsidiana, y grandes incluso para ser sullustana. Sus orejas tenían una forma delicada, con grandes espirales y lóbulos. Sus mandíbulas relucían de saliva. Mostraron un tono rosa oscuro al sonreírle.

Oh, sí. Menudo terroncito de azúcar.

— Wa loota, maga un —dijo ella—. Mi nama Eyar Ahtram.

Den parpadeó. Estaba dirigiéndose a él en el inflexivo inferior, como debía hacer una hembra a su compañero.

— Wa denga, see't boas 'e. Mi nama Den Dhur.

Ella sonrió de nuevo, y de repente Den no sintió ni pizca de frío. Pero ni pizca. Allí no había ninguna relación padre hija, desde luego.

—¿Dónde está Teedle? —preguntó a la mesa en general. De repente sintió muchas ganas de tomarse una copa.

Nadie respondió.

Miró a Merit, y vio que el gran equani parecía ligeramente incómodo.

y dijo:

—Ya no está con nosotros.

—¿Qué? ¿Le han dado otro destino? Pero si acaba de llegar —quería tomarse un matabanthas o dos para relajarse. No es que lo necesitara, pero aun así...

Hubo otro silencio incómodo. Entonces, I-Cinco lo rompió:

—La unidad TDI-501 ha sido desensamblada.

—¿Disculpa?

—Fue necesario para extraer el componente de la unidad central. La unidad TDI-501 era uno de los últimos modelos de Cybot Galáctica, y su componente técnico YX-90 era compatible con el dispositivo secundario del generador armónico de la cúpula de fuerza. Fue...

Den alzó las manos para detener al androide.

—Espera un momento. ¿Me estás diciendo que la han "canibalizado"? La expresión y la voz de I-Cinco parecían más neutras que nunca, si es que aquello era posible.

—La Seccion de Ingenieria supo que la pieza de recambio tardaría unas cinco semanas en llegar, asi que buscaron lo mas parecido, solicitando la unidad de TDI-501.

—Teedle—dijo Den—. Se llama Teedle.

I-Cinco se detuvo un momento y prosiguió:

—Solicitaron la pieza YX-90 de la unidad. Sus parámetros de campo están dentro del alcance necesario para realinear el generador armónico de fase.

Den contempló al androide, completamente boquiabierto.

—No puedo creerlo. ¿La han destrozado para sacarle las piezas? ¿Cómo han podido? Era más que unos simples ... —se detuvo al darse cuenta de todo lo que conllevaba aquello que había dicho I-Cinco— parámetros de campo. Ya me acuerdo. Tú le preguntaste por su ...

Barriss dijo:

—Den, I-Cinco no está...

Den hizo caso omiso y dijo al androide. —¿Tú te chivaste?

I-Cinco dijo:

—Me pidieron que determinara la utilidad potencial de la unidad.

—No puedo creérmelo. Era una de los tuyos.

—.dio aguarte tu honrada indignación —dijo Barriss—, pero hay una o dos cosas sobre el tema que no sabes —había algo raro en su voz, Den se dio cuenta, pero no tenía tiempo de preocuparse por ello. Su mejor camarera s había ido y su "amigo" I-Cinco había sido el responsable.

—Ya sé todo lo que necesito saber...

— Teedle se presentó voluntaria, Den —dijo Merit.

Se quedó mirando al mentalista.

—¿Eh?

—Sabía cuáles serían las consecuencias —dijo Merit—. Fue Teedle lo que se dio cuenta de la compatibilidad del alcance. I-Cinco se limitó a confirmarlo. Pero no fue idea suya.

Den negó con la cabeza. La habían destripado. Estaba tan viva como cualquiera de los sentados a la mesa, y además era mucho más gracioso, ,Y ¡plaf! ya no estaba.

—Creo que le debes una disculpa a I-Cinco —dijo Barriss. De nuevo había algo en su voz, algo que no podía localizar del todo. Parecía... mayor. Mucho mayor. Pero aquello era una tontería.

—No hace falta —dijo I-Cinco—. Después de todo, sólo soy un androide. ¿Por qué iba a ofenderme?

Den suspiró.

—Lo siento, I-Cinco. Me he obcecado demasiado. Creo que me he excedido... Vamos a jugar...

Klo comenzó a barajar. Habían decidido prescindir de los servicios del Tiburón Crupier hacía unas cuantas partidas, y ahora solia permanecer en un rincón mientras echaban la partida.

Ahí estaba, pensó Den. Otro recuerdo de las diferencias entre androides y biológicos. Alguien con quien interactuaban como si fuera una persona podía... apagarse, asi, sin mas, porque tenia un dispositivo que iba a ser mas útil en otra parte. Si, la gente moria en las garras constantemente, compañeros con los que compartías borracheras y risas podían serte arrebatados de repente, pim pam, sin más, pero aquello era distinto. Era algo digno de reflexión para un sullustano como él.

Den cogió sus cartas mirando a Eyar Marath al hacerlo. Ella le devolvió la sonrisa. Bien. Al menos su demostración de mal genio no había provocado el rechazo de ella. Era preciosa. ¿Cuánto tiempo llevaba sin sentarse a la mesa con alguien de su propia especie, por no hablar de juntar las agallas? Demasiado.

Se le pasó una cosa por la cabeza.

—Bien. Lo siento. Después de todo, cuando llegue la pieza de recambio, siempre podrán reparar a Teedle y dejarla como nueva, ¿no?

Hubo otro momento de frío silencio. Entonces, I-Cinco dijo, casi con amabilidad:

—No han solicitado la pieza de recambio, Den. El ejército compensará a la corporación a la que pertenecía Teedle, pero no ven la necesidad de pagar dos veces por la reparación.

Den se quedó de piedra.

—Qué asco —dijo.

—Una expresión muy adecuada —respondió I-Cinco.

Merit repartió las cartas.

19

J
os había conseguido por fin obtener una chaqueta y un par de guantes termales, lo que significaba que la cúpula estaría reparada muy pronto. Era algo que nunca fallaba, si dejaba lo que estaba haciendo para prepararse para algo, esa necesidad pronto se desvanecía. Pero al menos de momento, el estaba calentito.

Estaba de camino al comedor cuando su intercomunicador pitó.

—Doctor Vendar, tenemos un problema en la SO.

—No estoy de guardia... —empezó a decir Jos.

—Si, señor, el coronel Vaetes es consciente, pero le ha pedido que, por favor se acerque, —Vale. Voy para allá.

La cosa estaba relejada en la Sala de Operaciones, ya que apenas había pacientes Alrededor de las mesas había una media docena de médicos y enfermeras. Vaetes estaba entre ellos. Se giró, vio a Jos y se alejó de su paciente, que quedo oculto por el grupo.

—Coronel, ¿Cuál es el problema?

—¿Has operado alguna vez a un nikto?

Jos alzo las cejas —¿Tenemos un cara—cuerno? No sabía que hubiera uno en el planeta.

—Me temo que sí. Uno de los recolectores del campo debata. Pasó por encima de un resto de explosivo e hizo saltar por los aires la cosechadora. El paciente está lleno de metralla y aquí no hay nadie que haya abierto nunca a unnikto. Tú has tratado a muchas especies. ¿Tienes experiencia con ésta?

Jos ahogó un suspiro.

—No, la última vez fue en mi primer año en cirugía. No estoy cualificado para...

—Aquí no hay nadie que haya tocado a uno, Jos. Ni siquiera el teniente Divini. Por poco que sepas, será mejor que nada.

Tenía razón.

—Enseguida me pongo —dijo Jos.

—Gracias. Tolk ya está aquí.

Jos asintió.

Se lavó a toda prisa y fue vestido y enguantado por la enfermera de esterilización, tras lo cual salió del campo. Vio a Tolk al otro lado de la mesa, alineando los instrumentos. Esperaba poder obtener más información sobre su humor, pero había mucha gente delante, y no era así como quería hablar con ella.

Como si alguna deidad bélica aburrida le hubiera leído los pensamientos, se comenzó a oír el zumbido de una aeroambulancia.

—¡Vienen pacientes! —gritó Vaetes—. Jos, ¿puedes con esto?

—Probablemente no, pero tampoco me ayudará mucho que te quedes ahí mirando. Vete. Si tengo algún problema, te pegaré un grito.

Los mirones se marcharon, dejando a Jos, Tolk y a los androides de esterilización. Jos miró al otro lado del campo. El brillo de los focos contra la frontera electrostática hacía que el rostro enmascarado de Tolk adquiriera una cualidad casi de otro mundo. Incluso con la máscara y el uniforme está preciosa, pensó él.

—Hola —dijo.

—Hola —dijo Tolk. Sus ojos, por encima de la mascarilla, no parecían alegres. No le miró.

Jos observó al paciente. Los nikto eran de apariencia reptiloide y tenían unas dos docenas de cuernecitos repartidos por toda la cara y la cabeza, y dos más grandes en la barbilla. Había cuatro o cinco subespecies distintas. Aquel ejemplar tenía la piel de color verde grisáceo, lo que significaba que procedía de las montañas o de los bosques. Le habían cortado la ropa y tenía varias heridas en el torso.

El procedimiento sería el mismo que con cualquier otro paciente, ya que Jos tendría que encontrar los canales de las heridas y extraer la metralla para luego reparar los órganos lesionados. Y tendría que arreglárselas con lo que hubiera, porque estaba seguro de que no tenían órganos nikto de reserva.

Alcanzar la metralla no era fácil. Las escamas del nikto se habían superpuesto sobre los puntos de entrada. Aquello era un acto reflejo, producto de una evolución milenaria, para mantener las heridas lo mas esteriles y protegidas posible hasta que se curaran. Algo que normalmente funcionaba bien, porque normalmente no había grandes trozos de duracero incrustados en las vísceras.

—Tenemos que relajar los músculos lo suficiente como para poder levantar las escamas abdominales —dijo a Paleel, una enfermera que no se había esterilizado—. Averigua cómo se le hace eso a un nikto.

—Ya lo he hecho —dijo la enfermera—. Myoplexaril, variante cuatro.

Tres miligramos por kilo de peso corporal, intravenosa.

—Vale. ¿Cuánto pesa?

—Sesenta kilogramos.

Jos realizó el cálculo.

—Dale ciento ochenta de myoplexaril, uve—cuatro, intravenosa.

Alguien le había puesto ya una intravenosa, lo cual le agradó. Poner inyecciones era un proceso cuanto menos primitivo, y además, a Jos jamás le había gustado hacerlo con reptiloides; encontrar una vena bajo la piel de escamas era siempre un desafío. Pero todos los goteos osmóticos estaban siendo utilizados en aquel momento, por lo que tendría que arreglárselas con lo que tenía a mano. Threndy, la otra enfermera, rellenó una jeringuilla de relajante muscular, comprobó una vez más la dosis y apretó el inyector contra el conducto de la intravenosa.

El medicamento tardaría un rato en hacer efecto.

— Threndy, ¿por qué no terminas de ordenar el instrumental? Paleel, ve a por otro kit reptiloide, por si acaso. Tolk, acércate a ayudarme a categorizar las heridas.

Las enfermeras se marcharon.

Con Tolk de pie junto a él, si hablaban en voz baja, podrían tener una conversación privada.

—¿Estás bien? —preguntó él.

Ella mantuvo la mirada fija en el paciente.

—Sí.

—No lo parece. Desde que volviste de la MedStar has estado un poco, bueno..., distante.

Ella le miró y luego volvió a centrarse en el paciente.

—Parece que le han dado en el bazo... si es que tiene bazo —señaló a una herida con un parche de coagulante.

—Tolk Ella suspiró.

—¿Qué quieres que te diga, Jos? No fue una visita a la cúpula del placer.

Vi gente salir despedida al espacio como si fueran semillas maduras de poparbol. Los más afortunados murieron inmediatamente.

—Aquí muere gente cada dia— dijo el—.Y eso si que pareces ser capaz do soportarlo.

—No es lo mismo— dijo ella.

—No fue culpa tuya, Tolk.

Ella le miro fijamente, y estaba a punto de decir algo cuando la placa abdominal del paciente se relajó y se retiró... De una de las heridas que quedaron expuestas salió disparado un chorro de hemolinfa morada que le acertó en el pecho.

Los siguientes minutos estuvieron dedicados a detener el fluido vital.

Las enfermeras y los androides se ocuparon de ello, mientras Jos se alejaba de la mesa. Iba a tener que cambiarse ropa y volver a lavarse. Lo cual significaba que no podría tener su conversación seria con Tolk.

Vaya.

Pero no iba a dejarlo estar. Algo iba mal, algo que estaba por encima del trauma de lo sucedido. Había algo que Tolk no le contaba. Y no descansaría hasta saber lo que era.

~

Barriss Offee estaba pasándolo mal para concentrarse en su trabajo.

Un soldado yacía ante ella, en una mesa del pabellón de recuperación ... o, más bien, la mayor parte de él. La metralla le había cortado las piernas hasta la mitad del muslo. La solución fue dotar al soldado de ortopedia cibertrónica: piernas robóticas que, una vez cubiertas con una capa de sintocarne, serían difíciles de distinguir. El trabajo de Barriss consistía en utilizar la Fuerza para preparar al soldado para los implantes e injertos de circuito, aliviando la reacción traumática del sistema. Era algo realmente sencillo, sólo debía facilitar el trabajo del sistema nervioso y estimular los modificadores de respuesta biológicos. Lo había hecho muchísimas veces antes. No había motivos para pensar que aquella vez sería distinta.

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