Medstar II: Curandera Jedi (6 page)

Read Medstar II: Curandera Jedi Online

Authors: Steve Perry Michael Reaves

BOOK: Medstar II: Curandera Jedi
2.77Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Puedo yo sola —dijo ella.

El chico, Uli, recordó ella, cuyo uniforme estaba repleto de barro del pantano hasta los muslos, dio un paso adelante y le examinó el pie.

—Creo que te has cortado un par de tendones. Habrá que cortar la hemorragia, y vas a necesitar al menos tres o cuatro grapas y un dermosello. Por aquí revolotean cantidad de pequeños microorganismos. —Abarcó todo el planeta con un gesto de la mano—. Mejor parcheada y sellada que infectada y lamentándolo, ¿no?

Tenía razón, por supuesto. Barriss asintió.

—¿Y cómo propones que lo hagamos?

Él sonrió.

—No hay problema. Voy preparado —se señaló un bolsillo del cinto—. Tengo aquí el equipo básico —señaló una zona del suelo relativamente seca—. Siéntese, señorita.

Barriss lo hizo, conteniendo una sonrisa, y Vli se agachó junto a ella en esa posición relajada de cuclillas que sólo podían realizar los de tobillos flexibles. Abrió la mediunidad, extendió la tela estéril, la activó y se puso un par de guantes mientras ella colocaba el pie. El campo palpitó cuando ella lo atravesó con el pie.

Él utilizó un brillo esterilizador en la herida, y tanto la reluciente sonda de azul actínido, como el ruido que se oyó a continuación indicaron que la herida había quedado limpia de bacterias y gérmenes. Luego cogió un nebulizador de nulicaína.

—Eso no lo necesito —dijo ella.

—Es verdad. Lo había olvidado.

Volvió a poner el anestésico en el equipo. Lubricó una zona con coagulante y empleó un hemostato para abrir el corte. Acercándose, Barriss pudo ver que los tendones de los dedos de sus pies tenían pequeños cortes superficiales que revelaban un par de elipsis blancas mas palidas, como perladas.

Se concentro en mantener el dolor a raya.

Uli untó de coagulante los cortes y esperó. En cinco segundos, los cortes cambiaron de color y recuperaron el de los tendones sanos.

—¿Qué habías olvidado? —preguntó ella.

—Estuve de interino en el Gran Zoo, en Alderaan —dijo él, cogiendo la biogropadora—. En cierta ocasión traté a un Jedi herido. Menudo control corporal. La capacidad de detener hemorragias menores y de rechazar el dolor es muy útil.

Insertó la punta de su grapadora en la herida y la activó. La grapa, hecha de un memoriplástico biodegradable, como ya sabía Barriss, formó un pequeño rizo. Aguantaría una semana más o menos, y después sería absorbido por su cuerpo. Para entonces, la herida ya se habría curado.

—¿Cómo pudo ser eso? —preguntó ella, refiriéndose a lo que le había contado—. Los Jedi tienen sus propios sanadores en casi todos los planetas del Núcleo, incluido Alderaan. No suelen acudir a médicos externos.

Él insertó otra grapa en la punta del aplicador.

—Una noche, una panda de borrachos decidió destrozar una cantina del centro de Aldara. Iniciaron un altercado que se extendió a la calle. Una senadora de la República pasaba por allí y su zumbador se vio en medio de In reyerta. Tenía un jedi protegiéndola. Eran treinta o treinta y cinco matones, y se les puso entre ceja y ceja volcar el zumbador de la senadora. El Jedi ... , creo recordar que era un cereano, puso objeciones a la acción. Los matones decidieron enseñar una lección al Jedi.

—¿Qué ocurrió?

Él se rió mientras le ponía la tercera grapa. Barriss le miró a la cara y pensó, Algún día, cuando tenga edad suficiente para tener arrugas de la risa, será increíblemente guapo.

—Lo que ocurrió fue que cuatro médicos internos de cirugía, yo incluido, y dos residentes nos pasamos el resto de la noche reinsertando manos, pies, brazos y piernas a los borrachos. Los sables láser dejan cortes muy limpios, quirúrgicos. Los tanques de bacta echaban humo. La senadora no resultó herida, pero la trajeron para revisión, y su guardaespaldas vino con ella. Tenía una herida de vibro cuchillo en un brazo, una laceración de tamaño considerable que llegaba justo hasta el cúbito. Pero no sangraba, y la verdad es que parecía que le daba igual. Yo le limpié y le puse las grapas.

Barriss sonrió. Se preguntó quién sería aquel Jedi. Ki—Adi—Mundi era el unico Jedi cereano que conocía, y la habilidad de un Maestro jedi no solía desperdiciarse en un papel de guardaespaldas, ni siquiera para una senadora, Probablemente sería uno de los muchos que murieron en Geonosis, pensó. Que pocos somos ahora, qué pocos ...

Uli puso cuatro grapas y luego examinó los bordes externos de la herida.

—Estoy pensando en poner un par de grapas más, aparte del dermosello, para cerrar la piel—le dijo.

Ella asintio. Eso evitaría que, al andar, la presión recayera en los bordes de las heridas del corte.

El comenzó la reparacion extorna con movimientos limpios y precisos.

—Está haciendo usted un buen trabajo, doctor Divini.

—Llámame Uli —dijo él—. El doctor Divini es mi padre. Y mi abuelo, Y mi bisabuelo. Y todos ellos siguen en activo juntos.

—Les decepcionó que no te unieras a ellos, ¿verdad?

Él rió.

—Una Jedi con sentido del humor. ¿Es que las sorpresas no se acaban nunca?

Cuando él terminó, ella le dio las gracias. Se puso en pie y realizó una pomposa inclinación.

—Encantado de servirla —le dijo—. Es mi trabajo —la contempló con el ceño fruncido mientras ella se ponía otra vez la bota—. Bien, un humano o humanoide normal tardaría en curarse unos cinco o seis días. Pero tú tardarás cuánto ... ¿tres?

— Dos. Dos y medio como mucho. Uli negó con la cabeza.

—.jalá se pudiera comercializar eso.

La inquietante imagen de los seres muriendo en la SO le vino a la mente sin censuras, y ella pudo ver por la cara del chico que él también se había acordado de eso. Cambió de tema.

—¿Pasas mucho tiempo merodeando por el pantano? Él sonrió, y una vez más aparentó catorce años.

—Mi madre colecciona alas—bengala de Alderaan —dijo él—. Algunos de los bichos de este planeta son muy parecidos. Igual son parientes panespérmicos. Vaya cogerle unos cuantos.

De repente, su nombre le sonó muy familiar.

—Una vez vi una exposición en el Museo Xenozoológico de Coruscant.

La colección de alas—bengala más exhaustiva de la galaxia conocida. Llenaba tres de las mayores salas del edificio. La presentaba la conocida mudopterista Elana Divini. ¿Es pariente tuya?

—A mi madre no le van las medias tintas —miró su crono—. Tengo que irme. Mi turno empieza otra vez en diez minutos. —Gracias otra vez por las puntadas.

—Gracias por la oportunidad.

Cuando se fue, Barriss caminó por el claro. Tenía bien el pie y se curaría pronto, pero no quedaba ni rastro de esa extraña brisa gélida que había sentido de repente. Llevaba en aquel horno de planeta tanto tiempo que casi se había olvidado de lo que era el viento fresco. ¿Cómo podía producirse en Drongar una brisa fría sin ayuda mecánica? ¿Y además dentro de un campo de fuerza? Normalmente, la temperatura se igualaba a la corporal antes de amanecer, y nunca llegaba a refrescar mucho, ni siquiera por la noche.

y lo que era más importante, en el supuesto de que le hubiera rozado una brisa gélida, ¿cómo había podido distraerse hasta el punto de cortarse a sí misma con un sable láser? La última vez que había ocurrido eso tenia nueve años, y apenas se hizo un cortecito en la muñeca. Nada ni remotamente parecido a aquello.

No había vuelta de hoja: se había portado como una auténtica principiante.

Barriss regresó a su tienda. Aquello era una mala señal. Cuanto más tiempo estaba en Drongar, parecía alejarse más y no acercarse a su meta de convertirse en una auténtica Jedi.

Se estremeció. Por un momento tuvo la impresión de que volvía a sentir aquella brisa. Pero esa vez no fue en la piel, sino en el corazón.

7

L
a cantina estaba repleta, pues era uno de esos pocos momentos en que los riclos plagados de esporas no estaban llenos de aeroambulancias, llenas a su Vez los soldados clon heridos. En la mesa de siempre estaban Den Dhur, Klo Merit, Tolk la Trene, Jos Vondar, I-Cinco y Barriss Offee. Solían reunirse para las dos partidas semanales de sabacc. De vez en cuando se les unían otros como Leemoth, pero casi siempre eran los mismos seis. El juego era una forma de relajarse, un reconstituyente para la siguiente carnicería de sangre y dolor. No podían olvidarse de la guerra, pero durante una hora o dos no sería la principal prioridad en sus mentes.

El aire acondicionado funcionaba bastante bien, lo cual resultaba muy inusual. Los filtros de las unidades de refrigeración eran especialmente sensibles a la plaga de las esporas y, como todos los Uquemer de Drongar teufun el mismo problema, las piezas de recambio eran un bien muy codiciado. Aunque las esporas no podían penetrar con el campo de fuerza encendido, solían colarse con las naves que entraban y salían del campamento, sin olvidar a la flora y la fauna local que ya estaba allí al instalarse la cúpula. Por tanto, la mayor parte del tiempo, las salas con ambiente fresco, limpio y seco solían escasear y estar muy distantes entre sí.

La cantina acababa de adquirir otros lujos además del frescor celestial, ya fuera por un envío accidental o por los esfuerzos del nuevo oficial de suministro, un twi'leko llamado Nars Dojah. Uno de los lujos era un juego du dejarik, con generador de holocriaturas incluido, con el que en ese momento jugaban dos enfermeras humanas. Otro lujo era una autonevera para bebidas. Pero lo más impresionante era un flamante androide camarera TDL-501 unimonitor, al que Den apodó inmediatamente Teedle, y que avanzaba diligentemente sobre su rueda por la repleta estancia, haciendo equilibrios con las bandejas de bebidas.

Teedle se detuvo en seco frente a la mesa de sabacc y colocó las bebidas de Jos, Tolk, Klo y Den.

—una fresca de Coruscant, un matabanthas, una cerveza alderaaniana y un whisky johriano— dijo expeditiva—. Diecisiete créditos, chicos.

Den hizo un gesto para que se alejara.

—Ponlo en la cuenta.

—¿La cuenta de quién, cariño? La tuya ya es tan elevada que casi ha entrado en órbita —un pop estático acompañó cada frase; sonaba casi como el chasquido de un chicle.

Den se giró lentamente y miró a Teedle.

—¿Disculpa?

Teedle señaló a la barra con un pulgar de duracero.

—Mohris dice que ya no puede fiarte más. Así que o pagas o la próxima vez te traes a alguien de fiar.

Jos vio que a los demás parroquianos de la mesa, exceptuando a I-Cinco, les costaba tanto aguantarse la risa como a él.

—Entonces ponlo en mi cuenta —dijo a Teedle—. Esta noche le invito yo.

—.ído cocina, capitán —respondió la androide camarera, y se alejó rápidamente.

Den la miró resentido mientras se alejaba.

—Gracias —dijo a Jos—. Es difícil programar un alma caritativa en estos tiempos que corren.

Jos estaba a punto de responder cuando se dio cuenta de que I-Cinco se había ido detrás de Teedle. Los demás también se dieron cuenta.

—¿Algún problema, I-Cinco? —preguntó Klo Merit.

—Es preciosa —dijo I-Cinco con adoración.

Todos se lo quedaron mirando. Jos dejó el vaso sobre la mesa con tanta fuerza que salpicó en el plato de patatas fritas.

—I-Cinco ... ¿estás diciendo que te atrae Teedle?

El androide siguió mirando a Teedle, y luego, de repente, pasó a concentrarse en sus cartas.

—No —dijo alegremente. Alzó la vista, y Jos hubiera jurado que sus rasgos inmóviles se habían contraído para generar una mueca astuta—. ¿Pero a que casi os engaño?

Los otros se echaron a reír. Jos sonrió.

—Maldito cacharro bañado en cromo ... debería ...

—Deberías callarte y jugar —le interrumpió Tolk de buen humor, mirando alrededor—.

¿Dónde está el Tiburón Crupier?

El otro nuevo androide de la cantina, y Jos seguía sin estar seguro de si era una mejora, era un crupier automático de sabacc, un Tiburón Crupier RH7-D. Era una versión móvil de menor tamaño de un autómata de gran casino que bajó flotando del techo para detenerse sobre la mesa gracias a sus retropropulsores. Barajó las cartas con movimiento veloz, y las puso sobre la mesa.

—Corte —dijo a Jos con su áspera voz electrónica.

Jos cortó las cartas sin hacer ver lo mucho que le desagradaba el tono del androide. El Tiburón Crupier repartió dos rondas con su apendices manipuladores.

—Estándar de Bespin =—anunció—c—. Primero ronda.Hagan sus apuestas, caballeros.

Oye —le replicó Tolk, alzando la vista para mirarle—. Límpiate los fotorecptores y vuelve a intentarlo.

Disculpe, señora —dijo el Tiburón Crupier con decisión—. Apuestas, por favor, distinguidos seres.

Tampoco ha mejorado mucho —gruñó Tolk mientras miraba sus cartas Habian estado hablando del último fichaje del equipo de cirugía.

—El problema del nuevo ha sido obvio desde el principio —comentó Den mientras tiraba al bote un chip de créditos—. Es demasiado joven para entrar en la cantina. Así que supongo que tardará bastante en jugar al sabacc.

—No es tan joven —dijo Barriss—. Y está muy lejos de casa. —Añadió su opuesta al bote y se dio cuenta de que Jos, Tolk, Den y Klo la miraban sonrientes—. ¿Qué pasa?

Deberías avergonzarte —dijo Den con severidad fingida—. Siendo una Jedi ...

—Estoy alucinado —añadió Jos. Sonrió aún más al ver que ella se ponía roja, lo cual producía un bonito contraste con sus tatuajes faciales.

No quise decir que ... —comenzó a decir ella, y miró a Den—. Tienes la mente sucia, Den. Nunca cambiarás.

El periodista se encogió de hombros.

—Es difícil, viviendo en un planeta tan sucio.

—Lo que quise decir —continuó Barriss— es que deberíamos hacer todo lo posible por incluirle en este tipo de cosas. Le haría sentirse más aceptado. —Tiene razón, por supuesto —dijo el equani—. La adolescencia, sobre todo la humana, es difícil de aguantar sin apoyo.

—¿Pero cuántos años tiene? —preguntó I-Cinco—. Confieso que el cálculo de edad es algo para lo que no me programaron intensivamente. —Serías un androide canguro espantoso —le dijo Tolk.

—Algo por lo que doy las gracias al Sumo Hacedor.

—Tiene diecinueve años estándar —dijo Klo Merit—. Es un poco niño prodigio, según creo. El primero de su promoción en todos los cursos, se licenció con matrícula de honor. Estuvo de interino en ...

—En el Gran Zoo —terminó Jos—. Casi todos hemos visto al Chico maravillas trabajando. Es muy bueno.

Other books

The Marked Girl by Lindsey Klingele
Midnight Diamonds by Cynthia Hampton
The Vice Society by James McCreet
Vowed by Liz de Jager
Song of the Spirits by Sarah Lark
Intel Wars by Matthew M. Aid
The Guv'nor by Lenny McLean
Resuscitation by D. M. Annechino