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Authors: Steve Perry Michael Reaves

Medstar II: Curandera Jedi (3 page)

BOOK: Medstar II: Curandera Jedi
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Las relaciones esporádicas con los ekster eran permisibles, y todo el mundo hacía la vista gorda ante estas locuras de juventud, pero no se podía llevar a una ekster a casa a conocer a tu familia, a menos que quisieras renunciar a tu clan y ser condenado para siempre al ostracismo. Por no mencionar la infamia que tal acto supondría para los tuyos: "¡ Se casó con una ekster! ¿Te lo imaginas? ¡sus padres estuvieron a punto de morirse de vergüenza! " Jos miró a Vli, y luego a Tolk.

—Vli parece apañarse bien —dijo ésta—. Los androides camilleros acaban de llevarse a su primer paciente y no se dirigían al depósito de cadáveres. Es un encanto.

Jos negó con la cabeza.

—Sí. Un encanto.

Se arriesgó a echar un rápido vistazo alrededor. Seguían faltando dos médicos y tres androides quirúrgicos FX-7 para que la unidad estuviera completa, y eso iba a costarles ...

Mientras pensaba aquello, vio que una figura enmascarada y cubierta con un hábito se acercaba a una de las mesas vacías. El campo de esterilización se activó, y la figura realizó un gesto para que los camilleros trajeran algo.

No se quien es —dijo Tolk cuando Jos fue a preguntarle.

Tras meses de trabajo en aquel estercolero tropical, los médicos de la SO podian conocerse incluso con las caras y las cabezas cubiertas por máscaras y gorros quirúrgicos. Lo que significaba que era nuevo y planteaba la siguiente pregunta: ¿por qué nadie le había contado a él, al capitán Vondar, cirujano jefe, que había alguien nuevo?

Una arteria se abrió, salpicando sangre a su alrededor, y, de repente,]os temía otras cosas de las que ocuparse.

~

Nueve pacientes más tarde, Jos pilló uno fácil, un pulmón con laceración simple que podía pegar y cerrar en cuestión de minutos. Tolk comenzó a sellar y Jos miró a su alrededor. No tenían otro paciente preparado. Las cosas por fin se habían calmado. Miró al androide de diagnóstico (aquel día era I-Cinco), y éste alzó los dedos de la mano, indicando los minutos que les quedaban antes de tener otro preparado.

Jos se quitó los guantes de finapiel estériles y se puso un par nuevo, agradecido por el momento de descanso.

—Me vendría bien que alguien me echara una mano —dijo el nuevo cirujano—. Si no tenéis nada importante.

La voz era profunda y parecía pertenecer a una persona mayor de lo que solía haber en la sala de operaciones, en la que casi todos los cirujanos y médicos tenían la edad equivalente a los veinte o veinticinco años humanos estándar. Jos avanzó hacia él, pasando junto a las tres mesas que les separaban y por delante de Leemoth, que trabajaba en un aqualish quaran desertado del frente separatista. Observó el procedimiento iniciado por el nuevo en un soldado clan.

—¿Trasplante de corazón y pulmón? —preguntó.

—Sí. Una onda sónica se lo llevó por delante y se dejó el miocardio y los alvéolos por el camino.

Jos observó los órganos nuevos, recién llegados de los bancos clan. Las grapas disolventes que sujetaban las arterias y las venas estaban dispuestas en X, algo que no veía desde sus años de facultad. Aquel tío era mayor. Los de reclutamiento debían de estar recurriendo a cualquiera por falta de personal. Primero un chaval, y ahora un abuelito, pensó. ¿Qué será lo próximo? ¿Estudiantes de la facultad?

—¿Te importaría juntar esos nervios de ahí?

—Claro —Jos volvió a ponerse los guantes, cogió la herramienta de sutura adaptopresora que le ofrecía la enfermera y comenzó las microsuturas.

—Gracias. Ohleyz Sumteh Kersos Vingdah, doctor.

Si aquel hombre le hubiera dado un bofetón en la cara, Jos se habría sorprendido menos. ¡Era un saludo de clan! Aquel hombre procedía de Corellia, su planeta natal, y, lo que era más, afirmaba pertenecer a la familia de su madre. ¡Aquello era increíble!

—¿Ya no tienes modales, hijo?

—.h, perdón Sumteh vendar Ohlegz —dijo Jos—. Soy, eh, Jos Vander.

—Sé quién eres, hijo. Soy Erel Kersos. El almirante Kersos, tu nuevo comandante.

Aquello sí que fue un bofetón en toda la cara. Erel Kersos era tío de su madre. Nunca se habían visto, pero Jos sabía quién era, por supuesto. Se habla Ido del planeta cuando era joven y no regresó ... porque había ...

Jos intentó no demostrar su conmoción. Aquello era absoluta y totalmente increíble. Entre todos los Uquemer de todos los planetas de toda la galaxia, ¿qué posibilidades tenía de encontrarse con el tío abuelo Erel en aquel sitio?

—Quizá luego haya tiempo de que hablemos tranquilamente si lo deseas –dijo Kersos.

—Eh, sí. Claro. Me encantaría, señor.

Sorprendentemente, no le temblaron las manos al terminar la sutura. Su tío abuelo, expulsado del clan sesenta años antes, estaba en Drongar, Y dirigiendo el catarro.

¿Qué posibilidades había de que pasara?

~

El nediji Kaird contempló a la curandera Jedi trabajando en un soldado herido. El soldado clonado acababa de llegar al postoperatorio desde la SO, y en su piel bronceada resaltaban las marcas de la sutura láser. La curandera estaba realizando una imposición de manos que, sin duda, tenía algo que ver con la Fuerza. Kaird sabía poco de ese tipo de cosas, y todavía le importaban menos. No dudaba de la realidad de la Fuerza, pero como los jedi le daban igual, también le daba igual su misteriosa fuente de poder. Su meta principal, como agente de Sol Negro, se centraba en cuestiones más prácticas.

Aun así, era interesante observar cómo funcionaba. Y él podía observarlo muy bien, tan cerca que casi podía tocar a la jedi en la sala de postoperatorio. Oculto, por así decirlo, a plena vista.

Kaird solía destacar en cualquier grupo de seres vivos, pues su especie era casi desconocida en la galaxia. Nedij era uno de los planetas más alejados de su centro y estaba bastante aislado. Sólo quienes habían violado los votos de la hermandad del Nido solían aventurarse por el espacio. De llevar su atuendo normal, su rostro afilado, el pico chato, los ojos color violeta y la piel de color azul celeste habrían atraído las miradas de todos. Pero ahora era invisible a todos los efectos, ya que había elegido el disfraz perfecto para un centro médico.

Los hermanos de la fraternidad de los Silenciosos estaban repartidos por toda la galaxia. Jamás hablaban, solían ocultar sus rasgos y cuerpos en hábitos amplios con capucha y lo único que hacían era limitarse a estar ahí. Ellos creían que su presencia meditativa cerca de enfermos y heridos ayudaba de algún modo a que los pacientes se recuperaran. Y lo más curioso de todo, pues ni los más reputados científicos y médicos conseguían explicarlo, era que los Silenciosos tenían razón. Las estadísticas demostraban, sin lugar a dudas, que heridos y enfermos se recuperaban más rápidamente y con más frecuencia cuando había cerca una de esas figuras ocultas bajo el hábito. Al parecer, tampoco era algo que tuviera que ver con la Fuerza. Los miembros de la Orden procedían de todas las especies y estamentos sociales, y no exhibian ningún indicio biológico que demostrara afinidad con ese campo de energía mística. El fenómeno tampoco podía atribuirse del todo al efecto placebo, ya que de él se beneficiaban tanto los pacientes que habían oído hablar do la Orden como los que no. Era una maravilla en verdad inexplicable.

Kaird no entendía cómo podía ocurrir algo así, y lo cierto era que le daba igual, aunque a veces se preguntaba si su presencia tendría el mismo efecto paliativo, dado que los pensamientos que solían pasarle por la cabeza estaban tan alejados de la serenidad de un Silencioso como Drongar del Núcleo galáctico. Daba igual. Se hacía pasar por un Silencioso porque era la identidad que mejor le permitía pasar desapercibido en aquel Uquemer. Había ingerido previamente un combinado herbal que se había traído de su planeta, y que enmascaraba su distintivo olor ante los sentidos de la mayoría de 108 especies. Eso y el hábito encapuchado garantizaban su anonimato, algo muy necesario para un agente de Sol Negro, cuya misión allí no tenía nada que ver con la guerra o con la curación de los caídos en ella.

Kaird estaba allí, simple y llanamente, por la bota. La valiosa planta era muy codiciada por los farmacéuticos, ya que podía actuar como antibiótico, narcótico, soporífero ... Tenía multitud de efectos, según la especie a la se lid ministrara. Era un paliativo más efectivo que las hojas de cambylictus o el fluido de bacta para los abyssinios, un psicotrópico más potente que la raíz tenho santheriana para los falleen, y un esteroide anabolizante que ayudaba a los whiphids a obtener sus mejores marcas. Sol Negro podía amasar una fortuna moviendo toda la bota que pudiera obtener. Era un producto con un atractivo realmente universal.

Irónicamente, el uso de la planta maravillosa estaba prohibido en los Uquemer de Drongar. Oficialmente se decía que era para no fomentar el contrabando, pero todo el mundo sabía que la verdadera razón era económica. La bota se reva1uaba proporcionalmente cuanto más lejos estaba de Drongar, ¿Por qué malgastarla en su lugar de origen con los soldados clon? Después de todo, tampoco se iban a quedar de repente sin ellos ...

Un grupo de médicos destinados en Drongar había solicitado que se anulara la prohibición. Y, según había oído Kaird, algunos se limitaban a pasar de la ley y buscaban formas de emplear la bota en curar a sus pacientes. Kaird, como individuo y guerrero, admiraba el valor y la dedicación de estos profesionales. Pero como miembro de Sol Negro debería hacer algo al respecto si se cambiaba el decreto.

El cártel del crimen había conseguido hacerse con cantidades considerables de bota oculta en placas de carbonita, que podían transportarse sin ser detectadas o sufrir daños gracias a un par de contrabandistas pertenecientes a las fuerzas de la República destinadas allí. Desgraciadamente, ninguno de ellos seguía en el mundo de los vivos. Al parecer, uno había eliminado al otro, Kaird tuvo que luego del superviviente. Por tanto, Sol Negro necesitaba otro contacto local, y los vigos le habían ordenado que permaneciera en el planeta hasta encontrarlo.

Sol Negro tenía un contacto en el planeta, dentro del propio Uquemer, pero lamentablemente no podía utilizar a ese operativo, ya que era un doble agente al servicio de los separatistas del Conde Dooku. El espía no se arriesgaría a convertirse en proveedor activo y ser descubierto por eso, cosa que a Kaird le parecía comprensible. Además, la tarea que realizaba Lente filtrando a la organización criminal información de ambos bandos era demasiado valiosa.

Se sintió inquieto. El hábito se le pegaba a la piel. Los refrigeradores de la base sólo operaban de forma esporádica, y los campos osmóticos no conseguían mantener a raya todo el calor y la humedad. El pestilente medioambiente de Drongar no se parecía en nada al aire limpio y despejado en el que crecían los nediji. Ya no tenían alas, y su plumaje de pelo suave era una pálida sombra del que lucieron sus lejanos antepasados, pero seguían prefiriendo las frescas alturas y los peñascos cubiertos de nieve, a las tierras bajas.

Ojalá pudiera estar allí ...

Kaird sonrió para sus adentros, con la expresión oculta por la capucha.

Ya puestos, también podría desear un harén de hembras y un montón de ratacorredores, la presa tradicional de los nediji. Y quizás un poco de thuilvino de cosecha para complementar la fantasía hedonística.

La sonrisa se tornó en gesto preocupado al ver a la padawan Offee moviendo lentamente las palmas de las manos sobre el pecho desnudo del soldado. Se preguntó si la jedi acabaría siendo un problema. Su presencia en aquel planeta le resultaba curiosa. Sí, era curandera, pero, en esos tiempos, los Jedi debían dispersarse demasiado. Parecía un desperdicio mandar uno allí, aunque fuera una padawan sin haber concluido su formación. Como agente de Sol Negro, Kaird sospechaba de todo y de. todos aquellos cuya presencia no pudiera explicar a la primera. En su profesión había agentes viejos y agentes descuidados, pero los segundos nunca llegaban a ser de los primeros. Uno sólo podía sobrevivir gracias a una vigilancia constante a ir siempre un paso por delante de un enemigo potencial.

Aquella mujer no era un peligro directo para él, por mucho que su conexión con la Fuerza le proporcionase habilidades mentales considerables. Pero las técnicas que empleaba el nediji para que no le leyeran el pensamiento estaban muy por encima de la media: su formación había sido la mejor que había podido permitirse su vigo. Un simple padawan, aunque fuera una curandera, no podría percibir en él nada que no quisiera transmitir. Aun así, .m preocupante. La persona a la que acabase convirtiendo en agente tendría que tener la capacidad de no transmitir sentimientos o pensamientos. A Sol Negro no le beneficiaría nada que la Jedi identificase a su nuevo operativo. tendrían que volver a empezar de nuevo, y eso sería ... un problema.

Igual debería matarla. Lo pensó un momento. Sería muy fácil, y con eso se acabarian las preocupaciones. Sí, quizá ...

No. En la galaxia había pocas cosas seguras, pero una de ellas era que si matas a un Jedi en alguna parte, en cualquier parte, otro jedi aparecerá inevitablemente para investigarlo. Podía quitarse de encima sin problemas a esa padawan, pero puede que el siguiente fuera un Caballero jedi, o incluso un Maestro, y, por tanto, su eliminación sería más problemática. Como dodo el viejo refrán: "Más vale d'javl conocido que d'javl por conocer".

La padawan terminó su ritual de curación. Los párpados del soldado temblaron. Kaird pudo ver a través del tejido de la capucha que el pecho del paciente subía y bajaba rítmica y suavemente, y sus ojos se movían bajo los parpados en un sueño reparador y tranquilo. La labor de la jedi había sido eficaz, Al pasar ante él, le saludó con una inclinación de cabeza, en un gesto de respeto y gratitud de un curandero a otro. Kaird le devolvió el saludo, manteniendo la mente en blanco hasta que creyó que había salido del edificio. Entonces sonrió.

De momento, pensó, tenía que concentrarse en encontrar y entrenar a un nuevo socio de Sol Negro. Luego, una vez reanudado el tráfico de bota, ya se enfrentaría a cualquier problema que pudiera surgir. Sol Negro era, ante todo, muy adaptable.

4

S
er espía en una base enemiga no es nada fácil. Es una observación que no tenía nada original ni sorprendente; la verdad no suele contar con esos atributos. Pero eso no lo hacía menos difícil. Para trabajar encubierto en una base militar enemiga hay que mantener los ojos bien abiertos y estar más alerta que un h'nemthe. Hay que pensar constantemente que un espía es un rebelde, un intruso. No se puede bajar la guardia ni un segundo.

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