Read Mentirosa Online

Authors: Justine Larbalestier

Tags: #det_police

Mentirosa (24 page)

BOOK: Mentirosa
10.67Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—¿El qué? —pregunté, haciéndome la tonta—. ¿Subir al árbol?

Zach resopló.

—Encontrarme, idiota. El parque es enorme, y debe de haber miles de árboles. Es imposible que me vieras desde abajo. No puedes… —Se detuvo y se inclinó hacia delante para mirarme más de cerca.

Me fijé en los poros de su piel, en las raíces de su pelo, en los puntos negros en la nariz.

—No eres como los demás. ¿Qué eres?

Ese podría haber sido el momento. Podría habérselo contado entonces. Casi lo había hecho hacía unas cuantas semanas, pero, bueno… nos distrajeron antes de que las palabras salieran de mi boca.

—Hay algo raro, ¿verdad? —dijo Zach.

¿Qué habría pasado si se lo hubiera contado? ¿Se habría reído de mí?

Le acaricié la mejilla con la punta de los dedos. Tenía una barba de tres días.

—Dímelo, Micah.

Pero en lugar de eso, me incliné y le besé la punta de la nariz, y después la boca. Nos besamos con indecisión, con cautela. Después de todo, estábamos subidos a un árbol; es mejor no jugar con la gravedad.

Cuando bajamos del árbol, estaba oscureciendo.

—¿Corremos hasta mi casa? —dijo él. Lo hicimos. Más de cien calles uno al lado del otro, con las mochilas saltando sobre nuestros hombros. Lo habíamos hecho otras veces. Pensaba que volveríamos a hacerlo muchas veces más.

Pero no.

Nos detuvimos frente a su edificio de apartamentos. Zach se secó con una mano el sudor de la frente, de su labio superior. Volvimos a besarnos.

—Hasta mañana —dijo.

Asentí.

—¿Me lo contarás mañana?

—Tal vez.

Se puso a reír.

Fue la última vez que le vi.

DESPUÉS

Brandon no me dirige la palabra; me evita. Pero no evita a Erin. A ella la acosa siempre que tiene oportunidad. A Erin, en quien nunca se había fijado y a quien ignoraba completamente antes de que desapareciera. Y también después, cuando todos creíamos que estaba muerta, como Zach.

Ahora que ha vuelto a la escuela y que su novio está encerrado en una cárcel de Florida es el objetivo de toda la atención de Brandon. Porque ahora se ha convertido en una presa. Se mueve con nerviosismo, mira a su alrededor, comprueba todas las salidas. Siempre parece dispuesta a salir corriendo, a encogerse, a ocultarse. Desprende el típico olor de las presas: el olor del miedo.

Brandon cree que por el hecho de ser una presa es un objetivo fácil. Alguien a quien puede torturar. Es probable que tenga razón.

Pobre Erin.

Sin embargo, quiero demostrarle que se equivoca. No me siento cómoda pensando que Brandon y yo tenemos algo en común. Yo soy el depredador, no él. Tengo que dejárselo claro. Se lo dejaré claro.

Ojalá los perros se hubiesen comido a Brandon en lugar de a Zach. Intento pensar en un modo para conseguir que ocurra. No me costaría mucho convertirlo en una presa.

Pero, sobre todo, procuro estar siempre muy cerca de Erin. Si Brandon me ve, mantiene la boca cerrada. Ni siquiera es capaz de mirarme a los ojos.

Me tiene miedo.

Hace bien.

DESPUÉS

La semana posterior al funeral como con Sarah y Tayshawn casi cada día. No hablamos de nada de lo que me gustaría hablar. Ni de Zach ni de lo que le ocurrió. Yo no les cuento nada del chico blanco ni de lo que tengo que hacer.

El jueves después de clase quedamos en casa de Sarah. En teoría, para estudiar. Aunque espero que sea para otra cosa.

Su padre trabaja hasta tarde y su madre está en una conferencia de abogados. Resulta que Sarah vive a unas cuantas calles de mi apartamento, pero su edificio es nuevo y reluciente. Tiene portero. Está sentado detrás de un mostrador de mármol. Anota mi nombre en un papel y comprueba mi carné escolar. Es la primera vez que estoy en un edificio con portero.

Me devuelve el carné y me dice que la señorita Washington me espera.

—Vale —digo.

—Piso dieciocho —me dice, y señala la ristra de ascensores.

—¿Y el apartamento? —le pregunto.

—Piso dieciocho —repite—. Ese es el apartamento.

Cuando se abre la puerta del ascensor, veo a Tayshawn. Estamos en una habitación mayor que mi cocina, las paredes cubiertas de estanterías para zapatos.

—Tienes que quitártelas —me dice Tayshawn, y señala sus deportivas, las cuales descansan ya en uno de los estantes—. Un poco raro, ¿verdad?

—Vaya. —Me quito las zapatillas y las dejo junto a las suyas. Levanto la cabeza y le sonrío. Tayshawn siempre me ha caído bien; es el único que siempre ha sido amable conmigo en la escuela.

Tayshawn me ofrece una mano para ayudarme a incorporarme. La acepto y siento una sacudida de intensa nostalgia.

Le beso fugazmente en los labios. He de ponerme de puntillas para que nuestros labios queden al mismo nivel. Abro ligeramente la boca; él hace lo mismo. Estamos besándonos de verdad.

El momento es muy intenso. Me agarro a sus bíceps para no caer al suelo.

Él se aparta pero yo no quiero que pare. Me aleja con los brazos. Estoy muy caliente, tanto que me flaquean las rodillas. He de concentrarme en todos los músculos de mi cuerpo para evitar lanzarme de nuevo a sus brazos.

—Lo siento —digo en un murmullo.

Hemos venido a casa de Sarah para estudiar juntos. No estoy segura de poder hacerlo. Creía que Tayshawn sentía lo mismo que yo. Pero veo que él no está temblando.

—Guau —dice con las palmas de las manos extendidas—. Frena un poco.

Aparto la mirada. Me suda el labio superior. No sé qué decir. Zach habría respondido. Zach se habría dejado llevar.

—Por aquí —dice Tayshawn. Mantiene la puerta abierta, evitando el contacto.

Es el apartamento más grande que he visto nunca. El comedor es tan grande como un apartamento entero de mi edificio. Todo está limpio y reluciente. Los sofás son de piel auténtica. La televisión ocupa toda una pared.

Me acerco a la ventana que da a Astor Place. Más allá veo el Chrysler y el Empire State. A mi derecha se extiende Brooklyn.

Tayshawn me da un puñetazo en el hombro medio en broma, y aquel ligero roce de sus nudillos en mi hombro desnudo es suficiente… Toso. Tayshawn se mira la mano, como si no supiera qué está haciendo.

—Menuda casa —dice finalmente—. ¿Nunca habías visto un apartamento como este?

—No —digo—. Pensaba que el de Zach era enorme.

Tayshawn se ríe.

Cree que estoy bromeando.

—¿Y Sarah?

—Aquí —dice desde detrás de nosotros—. Bienvenidos.

Parece una anfitriona en una fiesta. O, al menos, así es como imagino que deben de hablar. Su aspecto también es el de una anfitriona, incluso descalza. Sus preciosos rizos negros le enmarcan el rostro y se deslizan por su espalda.

Sabía que Sarah tenía mejor cuerpo que yo. Lo que no sabía era hasta qué punto.

Me detengo en su boca más de lo recomendable. Tengo ganas de besarla.

—¿Habéis traído los libros? —pregunta. Le doy un golpecito a mi mochila. Estamos aquí para estudiar biología. La única asignatura en la que Sarah no saca sobresalientes.

Nos acompaña a su dormitorio. La habitación es enorme, y el ventanal tiene una vista espléndida del edificio Woolworth. Con binoculares, probablemente desde allí pueda verse incluso la Estatua de la Libertad. Encima de la cama hay un osito y una jirafa de peluche. Comparado con las montañas de juguetes apilados que había imaginado, no está del todo mal. Las paredes están pintadas de azul y blanco, no rosa.

La puerta del armario está abierta. No, no es exactamente un armario; es otra habitación. Contiene más ropa de la que hay en una planta de unos grandes almacenes.

Nos conduce a una habitación situada en el otro extremo. Su estudio, supongo. Hay un escritorio, un sofá, sillas, una cadena musical y montones y montones y montones de libros. No sabía que una persona pudiera tener tantos.

El dormitorio de Sarah tiene tres habitaciones. Todo mi apartamento tiene cuatro.

—Lo sé —dice Sarah—. Es un poco excesivo.

Se sienta en el sofá con las piernas cruzadas. La falda le deja las rodillas al aire. Las tiene suaves, no resecas como las mías. Probablemente se dé baños de leche o algo así. Me hace sentir desgarbada, torpe, fea. Aun así, sigo teniendo ganas de besarla. Me pregunto por qué ninguno de los dos quería besarme. ¿No volverán a hacerlo?

Estoy bastante segura de que es por Zach.

—¿Por qué son tan ricos tus padres? —le pregunto, pese a saber que no es muy oportuno.

—No son tan ricos —dice ella, encogiéndose de hombros—. Aunque sí están por encima de la media.

Ni Tayshawn ni yo decimos nada.

—Vale, están muy por encima de la media, pero no diría tanto como ricos, ya sabéis.

—Joder —digo—. ¿Qué pensaste cuando viste mi casa?

Las paredes de mi apartamento no se han vuelto a pintar desde que nací, y la pintura está desconchada. No tenemos salón ni comedor, las tuberías hacen tanto ruido en invierno que no se puede pegar ojo, nunca sabes cuándo saldrá agua caliente y el techo que da al baño del piso de arriba tiene goteras pese a que el encargado lo ha reparado un millón de veces.

Sarah se sonroja.

—No pensé nada. Es decir, no es que no pensara
nada
. Yo… tu apartamento es muy mono. Es…

—Una mierda —termino por ella—. No hace falta compararlo con este para darse cuenta.

—No es culpa mía que seamos ricos —dice Sarah.

—Tampoco es culpa mía que nosotros no lo seamos —replica Tayshawn, riéndose de las dos. Aunque sobre todo de Sarah. Creo.

—Lo siento —digo. Aunque no es verdad—. No había pensado en eso.

—Sigo siendo la misma —dice Sarah—. Con o sin dinero.

Lo dudo mucho, pero no se lo digo. Ahora que sé que es rica, la entiendo mucho mejor. El modo en que actúa, cómo habla, la ropa que lleva (ahora me doy cuenta de que el vestido que llevaba el día del funeral en realidad
no
era de su madre). Puede que tenga miedo de ciertas cosas y que sea un poco inocente y todo eso, pero desprende mucha seguridad. Sabe que irá a la universidad. No necesita una beca ni ayudas al estudio. No tiene que preocuparse por nada de todo eso.

Y tampoco es un lobo. No tendrá que pasarse el resto de su vida en una granja de mierda, sin electricidad ni esperanza. De repente, tengo ganas de hacerle daño.

—¿Puedo ir al baño? —pregunto.

Sarah señala una puerta que no había visto. La cierro después de entrar.

Su baño es cuatro veces más grande que mi dormitorio

HISTORIA PERSONAL

Te estás preguntando por qué miento, ¿verdad?

Cada uno de los loqueros y consejeros que me han visitado a lo largo de los años tenía su teoría, pero todas ellas pueden reducirse a solo dos:

Resentimiento.

De mi hermano. (Inventado).

De la gente que tiene más dinero que yo (Es decir, prácticamente todo el mundo. No solo Sarah).

De la gente con menos pelo que yo. (Cuando era una niña peluda. Antes de la transformación).

De la gente más lista que yo. (Lo que no deja a muchos hacia los que sentir resentimiento, ¿no crees?).

Ira.

Hacia todo lo anterior.

Además de hacia mis padres por querer más a mi hermano imaginario que a mí. Hacia mi padre por haberme transmitido la enfermedad familiar. (Y por muchas otras razones que solo se les ocurren a los loqueros y consejeros).

También hacia mis profesores y el resto de mis compañeros.

De verdad. Según los loqueros, estoy cabreada permanentemente y con todo el mundo. Especialmente con ellos.

Solo soy ira y resentimiento, a todas horas.

Ni uno solo de ellos ha sugerido que, tal vez, miento porque de ese modo convierto el mundo en un lugar mejor.

DESPUÉS

Cuando salgo del baño, Sarah sigue en el sofá y Tayshawn se ha sentado en una silla delante de ella. Tan lejos como ha podido.

—Bonito baño —digo. No sé dónde sentarme yo. La silla vacía está demasiado cerca de Tayshawn, y no puedo sentarme en el sofá con Sarah. No quiero que piensen que quiero volver a hacer lo que hicimos durante el funeral. Aunque eso es exactamente lo que quiero. Me siento en el suelo. La alfombra es tan suave que parece hecha de pelo.

—No hace falta que te sientes ahí —dice Sarah, y a continuación le da un golpecito con la mano al cojín del sofá que queda a su lado.

—No pasa nada —digo. Ninguno de los dos está ruborizado ni suda. No sienten el calor que yo siento. ¿Será porque yo soy un lobo y ellos son humanos? Los humanos no se dejan llevar por el celo cuando y donde quieren. Pero en la cueva de Inwood lo hicimos. ¿Por qué ahora es diferente?

Tayshawn tose.

—Los tres echamos de menos a Zach —dice.

Le miro fijamente. Por primera vez en mucho tiempo no estaba pensando en él.

—Sí —dice Sarah.

Me doy cuenta de que los únicos momentos en que no he echado de menos a Zach es cuando he estado con ellos. Miro a Tayshawn detenidamente: las piernas separadas, los codos apoyados en las rodillas. A su lado, en la pared, hay una fotografía de Sarah cuando era niña. Sarah está sentada en el sofá, con las piernas cruzadas, repiqueteando el apoyabrazos con la punta de los dedos.

—No podemos traerlo de vuelta —dice Sarah. Es una de esas frases que de tanto repetirlas ha perdido su significado.

—Si lo hiciéramos, sería un zombi de lo más extraño —dice Tayshawn. Aunque sonríe, el gesto no es muy convincente.

—Sí —dice Sarah. Su risa es aún menos convincente que la sonrisa de Tayshawn.

Quiero hablarles del chico blanco y de lo que debo hacer. Quiero besarles.

Me cruzo de piernas, al revés que Sarah. Debería recordarles que estamos aquí para estudiar. No me apetece estudiar.

Sarah y Tayshawn se miran el uno al otro y vuelvo a preguntarme si estarán viéndose a mis espaldas, Tayshawn me ha apartado cuando le he besado. Tal vez porque están juntos y no se atrevía a decírmelo. El domingo fui la primera que se marchó. ¿Siguieron besándose después?

Sería natural que estuvieran juntos. Hacen una buena pareja. También tiene sentido: la chica de Zach acaba con su mejor amigo.

—Nada volverá a ser… —Sarah deja la frase en el aire—. Le echo de menos.

—Todos le echamos de menos —dice Tayshawn.

—¿Micah? —dice Sarah—. ¿Estás bien?

—Sí —dice Tayshawn—. Te estás balanceando.

—¿Eh? —digo antes de darme cuenta de que me estoy meciendo sobre los tobillos—. Lo siento. —No puedo añadir «
Es que estaba pensando en que volviéramos a enrollarnos
», ¿verdad?—. Me siento extraña estando aquí. Con los dos. Si Zach no hubiera muerto, no lo estaría. Aquí, quiero decir.

BOOK: Mentirosa
10.67Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Izzy and Eli by Moxie North
Bear No Defeat by Anya Nowlan
Tierra sagrada by Barbara Wood
The Winnowing Season by Cindy Woodsmall
Carnosaur Crimes by Christine Gentry
To Catch a Copperhead by Pro Se Press
The Bride Thief by Jennie Lucas