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Authors: Justine Larbalestier

Tags: #det_police

Mentirosa (9 page)

BOOK: Mentirosa
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No, no lo has entendido bien. En los lugares más
inoportunos.

En la cara, la espalda, el estómago.

Sí, en la
cara.

De ahí la píldora. Evita que me salga pelo, además de lo de la menstruación y el acné.

Sin ella sería un monstruo.

Aunque, según los chicos de la escuela, incluso con ella mi monstruosidad sigue siendo más que evidente. Pero para eso no hay cura.

Culpo a mi familia por haberme contaminado con su extravagancia y sus corruptos genes peludos. La enfermedad familiar, la llaman. Si hubiese nacido en el seno de otra familia —una familia normal—, no la tendría.

En beneficio de mi abuela debo decir que intentó diluir la enfermedad familiar. En lugar de casarse con su primo Hilliard, se marchó de la granja para encontrar un padre para su hijo. La abuela estaba convencida de que tantos matrimonios entre primos eran los responsables de la enfermedad familiar. Estaba dispuesta a tener un hijo de un hombre con el que no compartiera ningún tipo de parentesco.

La abuela viajó a San Francisco y se quedó preñada de un marinero negro. Dijo que habían pasado juntos una semana y que él era un gran amante del juego. Era de Marsella, y no hablaba muy bien inglés. Se alegraba de que papá no hubiese heredado su amor por el juego.

Ni la enfermedad familiar.

Eso estaba reservado para mí.

ANTES

Una vez estaba caminando por Broadway, jugando a esquivar a la multitud. Es algo que hago para ponerme a prueba, moviéndome tan rápido como puedo, sorteando a la gente sin esprintar, sin tocarlos ni que ellos me toquen a mí. Cada vez que entro en contacto con alguien, tengo que volver al principio de la calle.

Es un juego.

Se me da muy bien. Cuando juego a eso no pienso en nada más. Ni en Zach, ni en nadie.

Solo lo hago en calles y avenidas muy transitadas. Broadway está bien. Y también la Quinta Avenida. Pero el mejor sitio es Times Square.

Aquella vez estaba en Broadway. Era sábado.

Estaba esquivando a la gente, concentrada en los músculos, en el aire a mi alrededor. Era como si los pocos centímetros de aire que rodeaban mi cuerpo también formaran parte de mí. Una capa suplementaria. Antenas. Yo, dilatándome en el espacio.

Cuando me extiendo de ese modo puedo recorrer kilómetros y kilómetros sin tocar a nadie, con fluidez.

Puedo sentir a todo el mundo moviéndose a través del aire, la gente, la ropa, las mochilas, los brazos alargándose, las manos cogiendo móviles, refrescos, otras manos, paraguas cerrados para la lluvia que no caerá pese al olor a humedad que impregna mis fosas nasales.

Entonces me doy cuenta de que alguien me está observando mientras me muevo entre la multitud. Me está observando detenidamente. Una mirada mucho más intensa que la de mi madre. Que la de los Mayores.

Pierdo el equilibrio, me detengo y doy media vuelta para mirar a la persona de ojos sagaces.

Dos personas tropiezan conmigo y me lo recriminan. Les pido disculpas.

Era un chico blanco. Creo que de mi misma edad. Puede que más joven. Más bajito que yo, más delgado.

Me observaba completamente inmóvil; no hacía otra cosa que observarme.

Y entonces se marchó por donde yo también me habría marchado. Me quedé tan desconcertada que no pude seguirle. ¿Cómo lo habría hecho? ¿Cómo puede ser que me viera primero él?

DESPUÉS

Me obligo a ir a la escuela.

Aunque no tardo mucho en arrepentirme de haberlo hecho. Las primeras palabras que oigo al subir la escalera principal: «He oído que los mataron con un hacha».

En la escuela circulan todo tipo de rumores sobre lo que les sucedió a Zach y Erin Moncaster. Como él está muerto, ella también tiene que estarlo.

Lo hizo el asesino del hacha.

Un asesino en serie.

El padre de ella es religioso. Los sorprendió juntos. Si Zach salía con aquella chica, Micah, entonces podía salir con cualquiera.

Lo hizo el novio de ella.

Y todo esto pese a que nadie sabe con seguridad si Zach y Erin se conocían. Ni si ella tiene novio. Ni si su padre es religioso.

Los dos estaban encerrados en un sótano. El asesino en serie los torturó y se deshizo de los cuerpos en Times Square. ¿O era en el Rockefeller Center? Aunque el cuerpo de Erin aún no había aparecido. Y nadie en la escuela sabe dónde apareció el cuerpo de Zach.

Tal vez ella siga en el sótano. Junto a las orejas de Zach. Al asesino le gusta guardar algún recuerdo de sus víctimas.

Los peores rumores son los que tienen que ver conmigo. Algunos simplemente aseguran que yo le maté. Que los maté a los dos. Todo el mundo habla de mí. Incluso los profesores. Me miran fijamente. Algunos ni siquiera me dirigen la palabra. Cuando se cruzan conmigo, me cortan el paso. Apartan la mirada y susurran:
Sabemos que es una mentirosa. Una zorra. El asesinato es la consecuencia lógica.

Mentirosa. Zorra. Puta. Asesina.

Siempre susurrando.

No importa que también hablen en susurros de Brandon. (Aunque no tan a menudo). Y de Sarah y Tayshawn. ¿Se acostaban juntos? ¿Zach lo descubrió y Tayshawn le mató accidentalmente? Pero eso no explica lo de Erin. ¿Puede que la matara Brandon? Un asesinato por imitación, y ahora está esperando a encontrar otra persona sola para volver a hacerlo.

No importa que nada de todo esto sea verdad. Cuanto menos sabemos, más alocadas son nuestras habladurías.

Lo único que tenemos es un chico muerto, una chica desaparecida y un montón de rumores.

¿Cómo pueden decir esas cosas sobre Sarah y Tayshawn? Son los dos chicos más populares de la escuela. ¿Tienen que soportar esos estúpidos rumores mientras siguen llorando la muerte de Zach?

La escuela se ha convertido en un lugar asquerosamente perverso. Todo el mundo se ha vuelto majara.

Los profesores pasan de puntillas por los planes de estudio. Los alumnos se giran continuamente en clase para hablar de Zach, de Erin. (De mí. De Tayshawn. De Sarah. De Brandon). Intentan hablar de la escuela, de juegos, de programas de la tele, de novios/novias, el cotilleo habitual. Pero no pueden detenerse solo en eso. Zach. Erin. Tienen que hablar de ello, especular, imaginar, asustarse entre ellos hasta tal punto que ya nadie vuelve a casa caminando o en metro. A pesar del tráfico infernal, algunos padres acompañan a sus hijos a la escuela y los recogen en coche.

Todos se preguntan quién será el siguiente. Yo espero que sea Brandon. Aunque, ahora mismo, por mí todos ellos se pueden ir al infierno. Sobre todo los que me llaman
Mentirosa. Zorra. Puta. Asesina.

No sé cuándo acabará esto.

A veces creo que nunca me marcharé de esta escuela. Piel tersa, cabeza alta, actuando como si no me importara nada. Evitando todo y a todo el mundo. Solo cuando estoy corriendo por el parque deja de dolerme la cabeza.

Todo seguirá igual durante el resto del curso. Apuesto a que el año que viene, cuando todos los alumnos de último curso ya no estemos aquí y estemos haciendo lo que cada uno decida hacer, seguirán hablando de lo mismo.

Les deseo lo peor a todos ellos.

No estoy segura de lo que haré. Aunque he cumplimentado y enviado unas cuantas solicitudes, no soy muy optimista. La Universidad de NY es la mejor opción. Pero no estoy muy segura de que podamos permitirnos ni siquiera eso. Una parte de mí sería feliz marchándose a un lugar donde nadie haya oído hablar de Zach ni de lo que le ocurrió. Algún lugar lejos de esta ciudad.

Vaya donde vaya, dudo que siga con alguien de aquí. Sarah irá a una universidad de la Ivy League: Harvard o Yale o Princeton. O, como mínimo, a Vassar. Tayshawn entrará en el MIT. Brandon, en la cárcel. No volveré a verlos nunca más.

Me alegro.

Creo.

No quiero hablar de Zach. Pero ¿cómo me sentiré al no poder hacerlo con nadie?

Intento imaginarme en la universidad pero no lo consigo. Quiero seguir estudiando biología, aunque no sé muy bien por qué. Si me falla todo lo demás, supongo que siempre podré trabajar en la granja.

Una bonita forma de pasar el resto de mi vida.

DESPUÉS

En la segunda sesión de grupo con la consejera, Jill Wang nos pide que le digamos qué opinión nos merecía Zach.

—¿Vamos a hablar también de Erin? —pregunta Kayla.

Todo el mundo empieza a hablar al mismo tiempo. Cierro los ojos y deseo poder cerrar también los oídos.

—¿Por qué tendríamos que hablar de Erin? —grita Brandon por encima del resto de voces—. Es de primer curso. ¿Vas a decirme que la conoces? —No me gusta estar de acuerdo con Brandon, pero tiene razón. Echo un vistazo a los demás y veo a otros alumnos asintiendo.

—Pues, en realidad, sí la conozco —le responde Kayla con otro grito—. Su hermana y la mía son amigas desde hace años. Conozco a Erin desde que era un bebé.

—Bueno, pues yo no la conozco —dice Brandon.

—Solo porque tú…

—La desaparición de Erin —interrumpe Jill Wang levantando la voz, haciéndonos saber que ella es la que manda aquí—, es alarmante. Por supuesto que podemos hablar de…

—Sí, por ejemplo, de quién será el siguiente.

—¿De verdad crees eso? —dice Tayshawn—. Puede que haya huido de casa. He oído que discutía mucho con sus padres. Tal vez no tenga nada que ver con Zach.

—Erin es una buena chica —dice Kayla.

—Claro —dice Tayshawn—. Lo único que digo es que no parece que las dos cosas estén conectadas. Él es hispano; ella, blanca. Él va a último curso; ella, a primero. Él tenía una beca, ella tiene dinero. Ni siquiera viven en la misma zona de la ciudad. —Tayshawn habla como si no conociera a Zach, como si no hubiese sido su mejor amigo.

—Él
era
hispano —dice Brandon—. Él
iba
a primer curso.

—Todos sabemos que está muerto —dice Sarah—. No hace falta que sigas con ese rollo.

—¿No estamos aquí para eso? —pregunta Brandon, adoptando un aire despectivo—. ¿Para seguir con ese rollo?

Jill Wang levanta las manos, las palmas extendidas; intenta tranquilizarnos, pero en lo único en lo que puedo fijarme es en los callos entre los dedos y las palmas de sus manos. Me pregunto cómo se los habrá hecho.

—Estamos aquí —dice en voz alta y pronunciando muy bien cada palabra— para intentar superar lo que ha pasado. Un alumno de último curso, Zachary Rubin, a quien todos conocíais bien y apreciabais, ha muerto. Todos tenemos muchas cosas que decir y otras muchas que no sabemos cómo expresar. Por eso quiero que hagamos este ejercicio. ¿Qué pensabais de Zach? ¿Qué significaba para vosotros? ¿Sarah? —dice, bajando la voz—. ¿Quieres ser la primera?

—No —dice Sarah—. Sí. —Hace una pausa para mirar a cualquier sitio menos nuestras caras—. Era educado —dice, y Brandon se ríe por lo bajo tan fuerte que el sonido rebota en las paredes del aula.

—Ya es suficiente, Brandon —dice Jill Wang, clavándole a Brandon su mirada asesina.

—Quiero decir —dice Sarah— que es… era una persona educada. Amable. Nunca dijo nada malo de nadie.

Eso también es verdad. Era educado en sus dos acepciones.

—Gracias, Sarah. Brandon, como veo que tienes tantas ganas de hablar, ¿por qué no nos dices lo que opinas de Zachary Rubin?

Brandon se encoge de hombros.

—No estaba mal. No sentía nada contra él.

—No
tenía
nada contra él —le corrige Jill Wang. No creo que los consejeros deban hacer eso. La antipatía que siente por Brandon está empezando a desbordarse. Nos pasa a todos.

—Eso tampoco —dice Brandon, sonriendo ante su propia broma.

—¿Hemos de decir cosas distintas? —pregunta Lucy—. Porque yo iba a decir que era amable pero Sarah ya lo ha dicho.

—Puedes decir lo que quieras.

Quiero decir que esto es una chorrada y que todo el mundo debería cerrar el pico, pero sospecho que eso no es lo que la consejera tiene en mente.

—Era amable, entonces —dice Lucy—. Y divertido. Me hacía reír. Me caía bien.

No era amable. Educado, pero no amable. Están confundiendo los modales con la amabilidad. Una persona amable es la que modifica su conducta para hacer algo por alguien. Zach no era así. Zach prefería lo fácil. Una vida sin agitaciones.

—Le
caía
bien a todas las chicas —dice Brandon, y casi en un susurro, añade—: pero tú no tenías ninguna posibilidad, Lucy. Le gustaban las chicas de tez morena. Las morenas
de verdad
. —Mira a Sarah con una sonrisita en los labios—. Ni siquiera Micah era lo suficientemente morena para él.

—Ya no es tu turno, Brandon —dice Jill Wang.

Me pregunto si ha oído todo lo que acaba de decir. Sarah sí lo ha oído. Está mirando a Brandon como si quisiera pegarle. Yo quiero matarlo.

Llega mi turno. La consejera me mira y asiente.

—No lo sé —digo—. Paso.

—¿No se te ocurre nada que decir? —pregunta Jill—. ¿Ni siquiera algo pequeño? El ejercicio funciona mejor si participáis todos.

Se me ocurren muchas cosas que quiero decir. El sabor de su boca. Su olor después de correr. La sensación de mis dedos recorriendo su costado. Sarah me observa con atención.

—¿Micah? —insiste Jill Wang.

—Lo que ha dicho Lucy. Era divertido.

—¿Andrew?

Se encoge de hombros.

—No le conocía muy bien. No sé por qué tengo que asistir a estas sesiones.

—Todos estáis en el mismo curso que Zachary. Una muerte violenta e inesperada como esta os afecta a todos, tanto si le conocíais como si no.

—Supongo que sí —dice Andrew. Parece más aburrido que afectado—. Intento no pensar mucho en él. Supongo que Zach era un buen tío.

—¿Sabes una cosa? —dice Alejandro—. Solo los profesores le llamaban Zachary. Para el resto era Zach, u Hombre-Z.

—¿Hombre-Z? —se burla Brandon—. Menuda gilipollez. ¿Quién le llamaba así?

—Yo —dice Tayshawn—. Los otros chicos del equipo. Era un mote respetuoso. No puedes entenderlo.

—Yo creo que era muy mono —dice Chantal, y mira a Sarah con una sonrisa—. Estaba un poco celosa de Sarah. Ya sabéis, porque estaba saliendo con el chico más mono de la escuela. Lo siento, Sarah.

Sarah le devuelve la sonrisa, en su caso un poco forzada. El resto de la clase me mira a mí.

Lucy asiente.

—Muchas pensábamos que era mono. Nos sabe muy mal lo que ha pasado.

¿Qué les sabe mal? ¿Que Zach esté muerto o que nunca llegaran a salir con él? Nunca oí a Lucy decir nada de Zach cuando estaba vivo. Siempre ha estado colada por Tayshawn. ¿El hecho de que Zach esté muerto lo convierte en alguien más atractivo?

BOOK: Mentirosa
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