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Authors: Juan Miguel Aguilera,Javier Redal

Tags: #Ciencia Ficción

Mundos en el abismo (30 page)

BOOK: Mundos en el abismo
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—Es una cuestión curiosa. Se me construyó para que preservara la vida humana, no para que pensara en su aniquilamiento. Además, ¿a ti qué más te da? No eres humano.

—¡Respóndeme!

—Evidentemente habría que matar a todo ser humano de la Galaxia. Si sobreviviese un grupo de sólo cincuenta personas de ambos sexos, en algún lugar, la operación sería inútil. Nuestra civilización podría volver a su estado anterior en sólo medio millón de anos.

—¡Entonces, es preciso que encontremos la Tierra! Aunque la vida humana se hubiera extinguido en la Galaxia, con la tripulación de la Konrad Lorenz podríamos repoblar la Tierra, si aún existe.

Extraído del cuaderno de Bitácora de la Konrad Lorenz.

UNO

—Yo tenía razón! —exclamó Ban Cha desde su puesto sin poder contenerse.

Jonás percibió su figura inclinada sobre su consola gracias a la débil iluminación que emanaba de ésta.

El puente de la Vijaya era un mundo de maravillas, completamente distinto al abigarrado y claustrofóbico puente de las naves de la Utsarpini.

En realidad, uno no recibía la impresión de encontrarse en un lugar cerrado. La sala tenía forma de esfera, y sobre sus paredes se proyectaban imágenes captadas por las cámaras situadas sobre toda la superficie de la nave.

Los cuadros de mandos estaban situados sobre una plataforma circular dispuesta en el interior de esa esfera, y unida con la escotilla de acceso mediante una pasarela.

Con todas las luces de la sala apagadas, era como si viajaran por el espacio cabalgando sobre un disco volador.

En el mismo centro de esta plataforma, el Comandante Prhuna dirigía la nave desde su sillón de mando giratorio.

El propio Comandante había invitado a Jonás, a Gwalior, y a Hari Pramantha al puente. Jonás interpretó esto como un gesto de buena voluntad, ahora que el fin de su viaje estaba a la vista.

La verdad es que, a pesar de los amplios y cómodos camarotes que los imperiales les habían reservado, el viaje no se había caracterizado por su ambiente relajado o distendido. Durante las tres semanas que había durado la aproximación, los infantes de marina de la Utsarpini habían estado permanentemente alerta, con sus armaduras caladas y sus armas dispuestas. Jonás había captado en ellos el nerviosismo y la paranoia del soldado atrapado en campo enemigo, en un ambiente extraño y sólo en parte comprendido por algunos. Más de una vez Jonás había temido que esa tensión acabara por estallar provocando un nuevo enfrentamiento mortal.

Sin embargo ahora tenían ante ellos su punto de destino y, afortunadamente, la sangre no había llegado a correr por las limpias cubiertas de la Vijaya.

Sí, Ban Cha había tenido razón. Tras alcanzar la mitad de su viaje, la nave había girado sobre sí misma, e iniciado el período de frenado. El brillo de la llama de fusión eclipsaría su destino durante la siguiente semana y media, impidiéndoles captar más detalles de aquella estructura. Pero antes de esto, el analista en jefe de la Vijaya ya había deducido que no se trataba de un cuerpo sólido.

—Si el caparazón fuera sólido —había dicho —, tendría doscientos gramos de masa por centímetro cuadrado de superficie, y entre dos y tres metros de grosor, según la densidad del material. A la velocidad con que la Esfera gira sobre sí misma, debería de haber sido construida con un material imposiblemente tenaz para evitar que fuera destrozada por su propia inercia.

Si estas fuerzas desconocidas no pudieran preservar la rigidez del caparazón, éste se contraería en arrugas, como consecuencia del efecto de marea y su propia gravitación.

—Y los constructores de un objeto tan sorprendente, ¿no podrían disponer también de materiales igualmente sorprendentes? —replicó Yusuf.

Poco después, se inició el frenado, y aquella discusión quedó aplazada por espacio de una semana y media. Cuando finalmente la llama de fusión se extinguió, las imágenes reflejadas en las paredes del puente dieron la razón a Ban Cha.

La estrella enana amarilla parecía sucia o enturbiada por el fantasmal velo que la encerraba. A aquella distancia la Esfera parecía una nube de humo.

—¿Qué clase de color es ése para una estrella? —dijo alguien.

—Teniente Ban Cha, ¿tenemos la espectografía de ese sol? —preguntó el Segundo comandante Kharosthi.

—Sí... pero es demasiado asombroso para creerlo.

Ban Cha pasó los datos que había recibido en su terminal a las pantallas murales. Superponiéndose a la imagen de la estrella, aparecieron en letras luminosas los datos referentes a su composición.

—¡Es una estrella de Segunda Generación! —exclamó Dohin.

—Ese sol no se ha originado en Akasa-puspa —dijo Jonás mirando desafiante a Hari Pramantha—. Es una estrella típica de los brazos espirales de la Galaxia.

—¿Qué quieres decir exactamente con eso de que no se ha originado en Akasa-puspa?

—Alguien lo ha movido.

—¿De veras? —dijo Hari burlonamente.

—En Akasa-puspa todas las estrellas son de Primera Generación. ¿Se te ocurre una explicación mejor...? No, no hace falta que me contestes.

—¿Cómo moverías por el espacio una estructura así? —Hari Pramantha intentó dar un acento de seguridad a su voz—. No crees en Dios, y en cambio pareces dispuesto a aceptar fácilmente a criaturas capaces de mover las estrellas por el espacio como sí fueran canicas.

Jonás se encogió de hombros.

—No lo sé. Pero puedo imaginar algún tipo de impulsor sin reacción, capaz de mover cada átomo de la Esfera en un determinado sentido, sin inercia alguna.

—Sí, yo también soy capaz de imaginar un dharaní capaz de tocar la Esfera, y transportarla a donde desee. Francamente, Jonás, esperaba una explicación mejor por parte de un científico.

—Tal vez los datos del espectrómetro han sido falseados por ese velo que cubre la estrella... —dijo Lilith—. ¿Podemos saber de qué está compuesto?

Yo diría que son asteroides, o pedazos de roca, formando una biosfera de cuerpos en órbitas independientes, uno junto a otro, hasta completar el caparazón de la Esfera... —Aventuró Yusuf.

—Parece muy complicado —dijo Hari—. Seguimos con el problema de saber quién se ha tomado todas esas molestias, y para qué.

—Recordad que los juggernauts vienen de ahí... ¿Es Posible que sean una especie de abejas interestelares? Animales sociales, y que la Esfera sea su panal...

—¡Vamos, Yusuf...! No hablarás en serio.

—¡Es la mejor idea que se me ha ocurrido hasta el momento.

—Teniente ¿podemos obtener una ampliación parcial de la imagen?

—Estoy en ello, mi Comandante —replicó Ban Cha mientras tecleaba frenéticamente.

La Pantalla geodésica se cuadriculó en líneas de luz rojiza. La imagen de uno de esos cuadrados empezó a crecer ocupando el espacio del resto. Si se miraba sólo ese sector, era como si la Vijaya hubiera acelerado repentinamente a la velocidad de la luz, y se precipitara en forma suicida hacia la Esfera.

Jonás, que flotaba ingrávido, se agarró inconscientemente a la barandilla que rodeaba la plataforma del Puente.

—¡Krishna y Cristo! —musitó Hari a su derecha.

Durante un momento, la nube de insustancial humo que parecía rodear la estrella, se convirtió en una nube de Polvo.., y los granos de polvo crecieron ante sus atónitos ojos para convertirse en...

—¡Por todos los...! ¡Fíjense en eso!

—Por favor, señores, tranquilícense —dijo Prhuna dirigiéndose a los civiles que ocupaban el puente.

Empezaba a arrepentirse de haberles invitado. Sin duda que sus hombres estaban tan asustados como él mismo pero al menos no lo exteriorizaban. Aquellas voces de asombro podían degenerar en una histeria colectiva.

Se alegró de que al menos Jai Shing hubiera decidido seguir los acontecimientos desde las terminales de su camarote. En aquel momento no se sentía con humor para soportar al eunuco representante del Emperador.

La pantalla estaba llena de cientos de miles de millones de rocas de todas las formas y tamaños concebibles; giraban sobre sí mismas, y seguían apretadas órbitas en torno a la estrella amarilla, en una danza frenética.

Jonás apartó los ojos del mareante espectáculo de todos aquellos objetos, aparentemente diminutos, girando locamente.

—¿Qué son esas configuraciones? —Lilith señalaba la superficie de los asteroides que parecían envueltos por una tupida pelusa—. ¿No podemos obtener una ampliación mayor?

—Sólo a cambio de perder la nitidez de la imagen —respondió Ban Cha.

—Parece... vegetación —dijo Lilith sin apartar la vista de la imagen.

Cada roca estaba envuelta por un halo de finísimas y enmarañadas fibras plateadas, salpicadas de manchas verdosas.

—¡Es exactamente eso! —afirmó Jonás.

—Vegetación... ¿En el vacío?

—¿No comprendéis que es la verdadera función de la Esfera?

—Está claro que su función es aprovechar toda la energía desprendida por ese sol amarillo —dijo Yusuf pensativo—. Pero esas plantas...

—Al girar, cada asteroide expone alternativamente esas plantas a la estrella, y entre todas capturan casi hasta el último fotón desprendido por ésta. —Jonás se sentía tremendamente excitado ante aquella nueva maravilla biológica—. Estamos ante un embalse. Un embalse semejante al que usamos con nuestros ríos para obtener electricidad. Pero lo que aquí se contiene no es el agua, sino la propia luz de esa estrella.

Ante la sorpresa de Jonás, se abrió una "ventana" en la pantalla. En ella aparecieron los vulgares rasgos de Jai Shing.

—Comandante, le ordeno que dé la vuelta inmediatamente.

Prhuna suspiró; el eunuco debía de haber estado siguiendo los acontecimientos gracias a los repetidores de su camarote.

—¿Puedo preguntar por qué, gramani?

—¿Ha visto el tamaño de esas mandalas?

—¿Mandalas, gramani?

—Por supuesto. ¿Quién iba a ser tan estúpido como para dotar de vegetación a una roca muerta y sin aire? Eso son ciudades espaciales, comandante, ¡y hay miles de millones de ellas! —Jai Shing desorbitó los ojos al decir esto—. Eso significa, que si están todas habitadas, ese lugar tiene capacidad para contener una población infinitamente mayor que la de todos los planetas de Akasa-puspa juntos. Ahora yo le voy a hacer una pregunta, Comandante...

—Adelante.

—¿Por qué una cultura capaz de una hazaña de ingeniería tal no se ha extendido por el resto del Cúmulo y ha permanecido, en cambio, encerrada en un espacio tan limitado?

—Si nos acercáramos más, tal vez podríamos averiguarlo...

—¡No! Esa configuración cerrada indica una sociedad fanáticamente aislacionista. Hasta el momento no nos han molestado, pero sí violáramos su intimidad... ¿Qué podría hacer el Imperio contra una tecnología tal, si se decidieran a emplearla contra nosotros...? ¡Puede que ni siquiera sean humanos! No tenemos capacidad, ni representación, para enfrentamos a una decisión de esa envergadura. Le ordeno que dé la vuelta y regrese al Imperio.

—Temo que eso no es posible, gramani.

—¿Cómo se atreve? ¡Debe obedecer mis órdenes... como si las recibiera del Emperador en persona!

—Pero los infantes de la Utsarpini no están sometidos a la voluntad del Emperador —dijo Prhuna mirando de reojo al comandante Gwalior, que asintió silenciosamente con un gesto de complicidad—. Ellos no nos permitirán regresar antes de tener más datos sobre la Esfera, porque saben que nosotros no podremos liberar la Vajra sin conocer su verdadera naturaleza. En cuanto Kharole conociera la existencia de la Esfera, intentaría establecer con sus habitantes una alianza en contra nuestra. Recuerde que la Esfera está en el interior del espacio controlado por la Utsarpini. Y que en caso de problemas, los infantes de marina de la Vajra intentarían hacerse con el control de esta nave.

—Lo intentarían, Comandante.

—Con eso quizá sería suficiente. Por supuesto, siempre nos queda una posibilidad Podríamos anular los campos magnéticos del motor, y permitir que la Vijaya se desintegrase en una explosión nuclear. Al menos eso simplificaría, de momento, el problema... ¿Qué le parece, gramani?

Jai Shing rezongó alguna palabrota. La ventana de la pantalla se cerro.

—Bien —dijo Prhuna con una sonrisa —, salvado este pequeño inconveniente... ¿Dónde estábamos...? ¿Qué sugiere usted, comandante?

Gwalior tardó un instante en responder.

—Como usted bien ha dicho, no podemos decidir nada hasta disponer de más datos. Sugiero, por tanto, que orbitemos la Esfera.

—Lo mismo pienso yo, sólo que no voy a perder el tiempo orbitándola. No creo que aprendamos mucho más observándola desde fuera. Voy a llevar mi nave directamente a su interior.

Una voz rompió el silencio tenso que siguió.

—¿Cree que eso sería prudente, Comandante?

—¿Qué pasa, doctor Dohin? ¿Jai Shing le ha contagiado sus temores?

—No, no es eso, pero... ¿Podrá la Vijaya pasar a través de esos asteroides? Sus órbitas son tan cercanas, y tan rápidas, que...

—No tenemos por qué arriesgarnos —dijo Jonás—. La Esfera no puede estar completa, pues las rocas que forman el cascarón deben de girar en una misma dirección para evitar las colisiones entre ellas. Los polos de la Esfera deben estar libres de objetos en órbita...

—Buena idea —dijo el Comandante—. Lo comprobaremos. Karoshti, fije con el piloto la trayectoria más rápida y (dentro de lo posible) la menos cara, hacia uno de los polos.

El Segundo transmitió rápidamente las ordenes, y unos minutos después, una sucesión de pastillas de deuterio y helio—3 eran inyectadas en el centro del campo magnético del motor de fusión, en el que colisionarían simultáneamente con varios haces de electrones de alta energía, a razón de 250 explosiones por segundo.

El motor de la Vijaya volvía a estar en marcha, y Jonás percibía la sucesión de explosiones como un débil zumbido casi inaudible. La plataforma del puente impedía ver el penacho de llamas de fusión sobre el que cabalgaba la nave imperial, lo cual (desde el punto de vista de Jonás) era una suerte, pues no había esperado que fuese una visión tranquilizadora.

DOS

Frente a la puerta del camarote de Jai Shing, montaban permanentemente guardia dos infantes de marina.

La puerta se abrió cuando Jonás se acercó a ella, pero el biólogo se detuvo en el umbral totalmente desorientado.

Por el momento pensó que estaba sufriendo una alucinación.

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