Estiré esa parte de mí que conectaba con Jean-Claude y lo encontré. Estaba sentado en una celda sin ventanas. Miró hacia arriba, como si pudiera verme de pie delante de él.
Susurró:
—
Ma petite
—yo sabía dónde estaba. No sé por qué, pero lo sabía. Estaba en la cárcel de la ciudad de St. Louis, en las salas reservadas para cosas que no pueden soportar la luz del día. Me miró a los ojos y los vi llenarse con fuego azul, hasta que emitieron su propia luz en la oscura celda.
Se extendió hacia mí, como si nos pudiéramos tocar, y sintió el poder de Micah, la bestia de Micah rodando a través de mi cuerpo, arrancando a Jean-Claude lejos de mí. Abrí los ojos para encontrar mis brazos alrededor de Micah, mi cara apretada contra su hombro, mi boca muy cerca de la calidez de su largo cuello. No hubo movimientos en la habitación, y sabía vagamente que alguien había corrido a buscar un médico, pero lo que necesitaba no podía dármelo un médico.
De la piel de Micah olía a limpio, joven. Fue como si me pudiera decir, sólo por el olor, qué edad tenía. La sangre se corría por su tierna carne, y la parte de mí que pensaba en Micah como carne, no era de la conexión con Jean-Claude, era de la de Richard. No sabía cómo poner en palabras la necesidad que sentía. Micah volvió su rostro hacía mí, me miró a los ojos, y sentí que algo dentro de mí se abría, una puerta que ni siquiera sabía que existía se abrió de par en par. Un viento sopló a través de la puerta, un viento con la oscuridad y el silencio de tumba. Un viento que mantenía un borde de calor eléctrico, como el roce de piel desnuda. Un viento que venía del poder de mis hombres. Pero yo era el centro, lo que podría sostener a ambos dentro y no romperse. La vida y la muerte, la lujuria y el amor.
—¿Qué eres? —me preguntó Micah, su voz era un susurro sorprendido.
Siempre había creído que los vampiros tomaban a sus víctimas, robando su voluntad con sus ojos como una violación mágica. Pero en ese momento me di cuenta de que era algo más complejo, y más simple. Había visto ese poder en los ojos de Jean-Claude, su poder. Me quedé mirando la cara de Micah a centímetros de distancia, y vi, sentí, su propia necesidad. La lujuria estaba allí, un deseo horrible insatisfecho, y sabía que había pasado mucho tiempo para Micah. Pero bajo eso había una necesidad mayor, una necesidad de poder y de refugio que podría facilitarle. Era como si el olor de sus necesidades, rodaran en mi lengua. Miré a esos ojos amarillo-verdes en ese rostro tan humano, y Jean-Claude me dio las llaves para el alma de Micah.
—Soy el poder, Nimir-Raj. Poder suficiente para encerrar el calor de la vida y el frío de las noches.
El poder fluyó por su piel como un viento hirviendo. Ese viento caliente se mezcló con el poder dentro de mí, retorciéndose juntos, conduciéndose como un cuchillo muy dentro de mí.
Esto arrancó un grito de mi garganta, y Micah hizo eco de él. El poder se convirtió en algo más suave, algo que acariciaba en lugar de apuñalar, algo por lo que cualquiera esperaría toda una vida para tener. Vi fluir la sensación sobre él, y vi la cara de Micah, y sabía que también lo estaba sintiendo.
El viento agita el borde de su cabello. Y el viento se movía entre nosotros como el punto donde el frío y el calor se reúnen y forman algo más grande, que cualquiera de los dos por si solos no podría formar, algo enorme que daba vueltas, un viento tan fuerte que podía destruir casas de paja y postes de teléfono.
Sus brazos se cerraron a mí alrededor.
—Soy Nimir-Raj, los juegos mentales no funciona conmigo.
Me puse de rodillas todavía en el círculo de sus brazos y apretó mi cuerpo delante del suyo. Estábamos casi exactamente a la misma altura, el contacto visual era muy íntimo. El poder hizo presión a nuestro alrededor como una mano gigante que nos apretaba juntos. Su cuerpo respondió, y él era grande de nuevo, tan apretado a mi ingle y a mi estómago. Esta era mi señal para estar avergonzada, para entran en pánico, pero no lo hice. Sabía que Jean-Claude se alimentaba de la lujuria, así como de la sangre, pero yo nunca había entendido lo que significaba hasta ese momento, cuando la carne de Micah tocó la mía. No era sólo que él estaba desnudo, duro y firme en contra de mi cuerpo, lo que me hizo temblar contra él, fue la necesidad en su cuerpo. Sentí su hambre a través de su carne, como si pudiera leer algunas partes de él que eran demasiados primitivas para las palabras, las necesidades que no tenía nada que ver con el lenguaje, y todo que ver con la piel desnuda.
Cerró los ojos, y un suave gemido se le escapó.
—Lo que ofrecemos no es una ilusión, Nimir-Raj, es real.
Sacudió la cabeza.
—El sexo no es suficiente.
—No voy a darte sexo, no ahora. —Cuando lo dije, apretó su cuerpo contra el mío. Todo su cuerpo se estremeció contra mí, y un sonido muy parecido a un gemido salió de su garganta.
—Te estoy ofreciendo una muestra de poder, Nimir-Raj, una pequeña muestra de todo lo que puedo ofrecerte. —En mi cabeza sabía que era una mentira, pero en mi corazón sabía que era verdad. Podía ofrecer el poder y la carne, las dos cosas que quería, que necesitaba, sobre todo, algo más. Era el cebo perfecto, y estaba mal. Comencé a dar marcha atrás, para tratar de calmar el poder, pero Jean-Claude luchó contra mí. Metió su poder en mí como un eco de su cuerpo, montándome. Era demasiado tarde para mí, tenía que alimentarme y devolverle su fuerza. Él me había invadido por las noches, porque yo estaba débil.
Ahora era fuerte otra vez, y él se había vuelto débil, y tenía enemigos en la ciudad. Nosotros no podíamos permitirnos esa debilidad. Sabía todo eso en un latido del corazón, su mente en la mía.
Y fueron las semillas de la duda, ¿podría permitirme el lujo de ser débil? Lo que me hizo incapaz de sacarlo de mí.
—¿Qué quieres a cambio? —Micah me pidió en un susurro que mantenía un borde de desesperación, como si ambos supiéramos que lo que pidiera, me lo daría.
—Quiero beber el cálido torrente de tu cuerpo, llenar mi boca con el líquido caliente que late debajo de aquí —y froté mis labios en su cuello.
El olor de la sangre tan cerca de la superficie hizo que mi estómago diera un giro, pero estábamos cerca, tan cerca, no había prisa, no debía asustarlo. Éramos como pescadores. Tiramos nuestra red y lo único que necesitábamos era que los peces dejaran de pelear. Él se quedó quieto.
Mis labios se cernían sobre su cuello mientras hablaba.
—Enséñame el poder suficiente para hacer que valga la pena, y te daré cualquier líquido corporal que desees.
Barrió su pelo a un lado, y lo deslizó hacia atrás. Apreté mi mano en un puño con sus rizos de forma que mantenía el pelo fuera del camino, e incluso ese movimiento trajo un sonido de su garganta. Desnudé gran parte de su cuello. Movió la cabeza hacia un lado como si él supiera lo que quería ahora. Pude ver el pulso en el cuello, luchando contra su piel como algo pequeño y separado de él, algo vivo que tenía que ser libre. Lamí con mi lengua la piel vibrante. Quería ser amable, su piel era lisa y sin defectos en contra de mi boca, su olor me embriagó como un dulce perfume. Su pulso latía contra mi boca, y hundí los dientes alrededor de ese movimiento frenético. Comí de su piel, clavé los dientes en su carne, en su poder, en su bestia.
Sentí mi parte animal a través de mi cuerpo, como una gran forma emergiendo de las profundidades del océano, un leviatán que crecía y crecía, se hinchaba dentro de mí hasta que mi piel no aguantó, entonces toqué mi bestia, y se detuvo, situándose en el agua negra, flotando en mi cuerpo como una cosa enorme. Las dos bestias flotaban en el agua oscura, elegantes a lo largo de sus cuerpos, nuestros cuerpos. Era una sensación como de roce de terciopelo, excepto por qué ese terciopelo tenía músculos, carne, y era intenso incluso cuando era suave. Las imágenes que tenía que fluían a través de mi mente eran de un gato que se frotaba dentro de mí, rodando a través de mí, pero más que eso. Había visto pasar la bestia de Richard a través de mis ojos como una gran forma en el agua, abrumadora. Bebí el poder de Micah, pero no sólo a través de mi boca y mi garganta. Dondequiera que le tocaba, me daba de comer. Podía sentir los latidos de su corazón contra mi pecho desnudo. Podía sentir la sangre que corría por su cuerpo, sentir cada centímetro de su pene apretado contra mí. Sentir su necesidad, su deseo, y comí de él. Me alimenté de su cuello como si su pulso fuera el centro de un pastel, como si una vez que traspasara la carne obtendría algo indeciblemente dulce. Absorbí la sangre, y con el primer toque de sabor metálico dulce en mi boca, toda pretensión, toda belleza se secó, se ahogó en el olor de la sangre fresca, el sabor de la carne desgarrada, la sensación de carne y sangre en mi boca. La sensación de sus manos presionando mi cuerpo contra el suyo, mis piernas alrededor de su cintura, montándole. Era consciente de que no estaba dentro de mí, que todavía estaba apretado entre nuestros cuerpos, tan duro, tan listos que se estremecía en contra de mi estómago. Su respiración era rápida y más rápida. Alguien estaba haciendo pequeños ruidos animales, era yo.
Las uñas de Micah se clavaron en mi cuerpo, un instante antes de que se vertiera sobre mí en una ola hirviente, ruidos demasiado primitivos para traducirlos en palabras, y no lo suficientemente altos para ser gritos que salían de su boca.
Sentí a Jean-Claude a través del cable metafísico que nos unía. Lo sentí tranquilo y bien alimentado, saciado. Llamó mi boca fuera de la garganta desgarrada de Micah, poniendo mi mejilla contra su hombro desnudo, las piernas y los brazos aún envueltos alrededor de él. Sus brazos aún me sostenían apretados. Mis pechos estaban cubiertos de líquido espeso. Se corrió por mi cuerpo y las líneas de líquido pesado se curvaban sobre mi estómago y seguían hasta los muslos.
Se arrodilló ahí sosteniendo nuestros pesos, mientras que nuestra respiración se calmó, y un impulso en nuestros cuerpos nos hizo guardar silencio. En ese silencio no había nada, pero tuve la sensación de su carne, el olor primitivo del sexo, y en la distancia, la satisfacción del vampiro.
DIEZ
La ducha era uno de esos grupos, como los que encontrarías en un club de salud. Pero era la única en ella. Me limpiaron, me quitaron la sangre completamente, pero me sentía como Lady Macbeth gritando —¡fuera, fuera, del maldito lugar!—. Al igual que yo nunca estaría limpia de nuevo. Me senté en los azulejos bajo el agua caliente, sintiendo su golpeteo, abrazándome las rodillas. No había planeado llorar, pero ahí estaba. Mis lágrimas caían lentamente, las sentía frescas en comparación con el agua golpeando mi cuerpo. No estaba segura de por qué lloraba. Mi mente estaba en blanco. Normalmente, cuando trato de estar en blanco, no puedo, pero entonces, no había nada, pero el agua, el calor, las baldosas lisas, y la pequeña voz en mi cabeza, que seguía dando vueltas y vueltas como un hámster en una rueda. No podía oír lo que la voz decía, creo que no quería. Todo lo que sabía era que estaba gritando.
Un ruido detrás de mí, me hizo voltear. Era Cherry, todavía desnuda. Ninguno de los leopardos vestía mucha ropa. Volví la cabeza lejos de ella. No quiero que me vean llorar. Soy su Nimir-Ra, su roca. Las rocas no lloran.
Sabía que ella estaba de pie junto a mí, la podía sentir, incluso antes de que el ritmo del agua cambiara. Se arrodilló ante mí, el agua se esparció a su alrededor, y me dejó temblando por el toque repentino del aire fresco, sin agua. Seguí con mi cara alejada de ella. Me tocó el cabello empapado de agua. Cuando no proteste me abrazó, colocando sus manos lentamente a mí alrededor, como si estuviera esperando que me quejara.
Me quedé quieta en sus brazos, con su cuerpo envuelto alrededor de mí. Ella sólo me sostuvo, su cabeza estaba colocada sobre la parte superior de la mía, su cuerpo me refugio del agua, dejándome más fría, así como su cuerpo lleno de calor sobre mi piel mojada. Me incliné hacia ella pulgada a pulgada dolorosamente hasta que finalmente deje que me sostuviera. Lloré, y Cherry profundizó su abrazo.
El llanto nunca creció o fue más fuerte. Solo seguí derramando lágrimas lentamente, mientras que Cherry me abrazaba y me dejaba. Por último, no hubo más lágrimas, sólo el sonido del agua, el calor, la sensación del cuerpo Cherry alrededor mío. No me sentía cómoda con el contacto de la carne que iba más allá del sexo. Me aparté, y ella se retiró.
Me levanté y cerré el agua. El silencio fue repentino y completo. Pude sentir la opresión de la noche fuera. Incluso sin una ventana, sabía que era las primeras horas de la mañana, tal vez dos o incluso tres. El amanecer llegaría en pocas horas. Necesitaba saber por qué Jean-Claude estaba en la cárcel. Todo lo demás podía esperar. Teníamos enemigos en el pueblo, y tenía que saber quiénes eran, qué querían. Después pensaré en lo que había sucedido, pero aún no, todavía no. La evasión era una de mis mejores cualidades.