Objetivo 4 (25 page)

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Authors: German Castro Caycedo

BOOK: Objetivo 4
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Dispusimos entonces que uno de nuestros carros cerrara la parte de adelante del peaje y otro estuviera pendiente atrás para bloquear el vehículo en que venía el objetivo. En este sitio dejamos una patrulla de gente uniformada y con fusiles, y más adelante otra para reacción. Luego una tercera.

En cada uno de nuestros vehículos había seis muchachos al mando de un oficial. Según cálculos, las camionetas con el objetivo debían cruzar por el peaje diez minutos más tarde. Pero el inconveniente era que no sabíamos exactamente en qué carro venía y por tanto debíamos permitir que entrara uno y desde la misma caseta del peaje estudiar a la persona y hacerlo seguir. Que entrara otro, repetir la observación, hacerlo seguir...

Cruzaban buses, camionetas, taxis, automóviles particulares y a todos los estudiaba, les cobraba el peaje y les iba entregando su boleta. Tráfico importante el de aquella vía.

Nuestra gente en el peaje sabía que en el momento en que pasara el vehículo y verificáramos que en él venían el oficial, el objetivo y la Mona, esperáramos a que se detuviera a entregar el dinero y de forma inmediata les caeríamos.

Un poco después un oficial que se hallaba a unos cinco minutos de allí me dijo:

—Van dos camionetas muy cerca una de la otra.

¿Dos camionetas? En ese momento le dije a un agente de la Policía local que nos habían prestado y estaba en un carro oficial:

—Tan pronto vea llegar la camioneta usted prende su vehículo, toma el primer puesto frente al peaje y finge que el vehículo se descompuso.

El complemento era que otro se colocara detrás y el objetivo quedaría bloqueado.

Además, a espaldas del peaje dejé apostado a un muchacho y al frente, como a unos quinientos metros a otros dos, y además, a una camioneta con un oficial.

Esperamos a que aparecieran los dos vehículos. Un minuto después los divisamos.

El policía común, inexperto o nervioso, se precipitó y no dejó que la camioneta que venía adelante se acercara un poco más y atravesó su vehículo, salió de él y sin que mediara nada abrió la tapa del motor.

La camioneta que venía adelante no había llegado al peaje, pero olfateó algo, frenó y se negó a avanzar hasta la caseta. Luego dio marcha atrás, aceleró y se estrelló con su propia escolta.

Inmediatamente inició un giro en el punto hasta el cual habíamos salido todos a capturarlo, pero la consigna era no dispararle al vehículo, pues allí venían una señora y una niña.

Empezamos a disparar al aire para que se detuvieran, pero el oficial no se amilanó, logró redondear el giro y se salió de la emboscada.

Al segundo carro —la camioneta blanca— lo capturamos con los escoltas de Pablo Arauca a bordo, mientras el oficial se alejaba.

En ese tiempo que fue muy breve, el giro y la partida resultaron mortales para nosotros porque en cosa de segundos se nos escapó el oficial y se llevó al bandido y a la Mona.

Sin embargo, uno de nuestros muchachos tomó la camioneta blanca, le dio un giro y emprendió la persecución.

CARLOS (Analista)

Volvamos atrás: desde el Centro de Operaciones en Bogotá llevábamos controles estrechos sobre Chely y unos días antes lo localizamos reunido con "un personaje especial".

—Oiga, amigo —le dijo Chely—, necesito que me diga con detalles cómo está la situación en la zona, que nos diga qué problemas están registrando ustedes en el sector, si hay operativos oficiales, si hay controles de la Fuerza Pública. Díganos si hay policía de carreteras en tales y tales puntos... Necesito su ayuda.

—Bueno, pero tenemos que hablar nuevamente —respondió el personaje.

Un poco después establecimos que "el personaje especial" era un oficial superior de la Policía local que realmente tenía tratos tan estrechos con el tal Chely, como para suministrarle información clave. Por ejemplo, un lunes a eso de las nueve de la noche le dijo al bandido:

—Ojo que por allá se va a mover tal grupo. Por tal sitio se van a realizar allanamientos. Atención que están buscando a tales personas... Yo tengo hoy reunión con los comandantes porque viene el señor subdirector, y sé que usted aparece, encabezando una lista de los más buscados en la región...

JUAN DAVID (Analista)

Claro que era uno de los más buscados. Tenía una orden de captura y, además, en ese momento ofrecían una recompensa por él.

Al oficial y a su familia los estuvimos controlando y más tarde cuando establecimos que se estaba registrando un movimiento inusitado porque el Señor —como le decían al Mellizo— se iba a mover del sur de la Sierra Nevada, el oficial se reunió con la Mona.

CARLOS (Analista)

Un poco antes de esa reunión Chely había hablado con la Mona, y la Mona le dijo:

—Hable usted directamente con el oficial.

Chely le dijo al oficial:

Necesito que nos ayude en una situación... Usted es el único que lo puede hacer.

—¿Por qué?

Porque usted puede moverse por toda esta zona sin ningún problema.

Un poco más tarde se reunieron la Mona, Chely y el oficial para coordinar el movimiento del Mellizo Todavía no sabíamos de cuál de los dos se trataba.

El día que determinaron moverlo no nos sorprendió aunque no hubiéramos logrado establecer una fecha exacta, pero de todas maneras ya estaba montada toda la parte de Inteligencia y nuestros jefes ya sabían que quien iba a mover al bandido era el oficial.

Dentro de los controles de ese día, eran muy importantes el de la Mona y el de la esposa y la hija en la casa del oficial, pues necesitábamos saber, entre otras cosas, qué movimientos previos hacían.

FERNANDO (Investigador)

Durante la segunda reunión en la cual al parecer concretaron el movimiento del Mellizo, le habíamos tomado fotos a la Mona, a la esposa del oficial, a un escolta, y reconocimos tres vehículos, uno de los cuales iba a movilizar al objetivo: una camioneta plateada, una blanca y otra azul.

CARLOS (Analista)

Se realizaron reuniones, almuerzos, comidas. Pienso que ese momento fue el indicado, porque todos aislaron sus comunicaciones. Sin embargo, ese día a media tarde surgió un tipo que parecía importante y a eso de las siete de la noche uno de los bandidos cometió un error. Eso nos permitió establecer cuál era la ruta que iban a tomar.

FERNANDO (Investigador)

A su vez, gente de la banda comenzó a comprar buena cantidad de víveres, ropa, refrescos, y le ordenaron a uno de ellos adquirir una cava —especie de barril—, como para transportar algo grande y delicado y pensamos que posiblemente iban a meter al Mellizo dentro del recipiente.

CARLOS (Analista)

A eso de las ocho de la noche empezaron a hacer desplazamientos. La gente de Inteligencia actuaba:

—Atención, el oficial se movió con su familia. Se dirigen hacia donde está la Mona.

Nosotros pensamos "Van a salir ahora", porque los bandidos se habían reunido y de un momento a otro empezaron a arrancar por el camino que sube a la Sierra. En ese momento uno de nuestros oficiales anunció:

—Empezó el movimiento.

Mediante puntos de observación y gracias a una serie de sistemas complementados, nosotros íbamos estableciendo el recorrido, de manera que reportábamos la posición de los tres vehículos de forma permanente.

FERNANDO (Investigador)

Hay algo importante: antes del desplazamiento, el oficial nunca llevó a sus escoltas uniformados a las reuniones con los bandidos. Aquella tarde salió del comando de policía y les dijo a los escoltas que lo dejaran en su casa. Lo dejaron a eso de las ocho de la noche.

Unos minutos después, Antonio, nuestro jefe, se comunicó con el comandante de la Policía local y le preguntó dónde se encontraba el oficial: "Le ruego el favor de ubicarlo", le dijo. En su camino el oficial cruzó por un control de la Policía, pero como llevaba su radio de comunicaciones, su pistola y su carné, y además a él lo conocían en ese departamento, se detuvo y al verlo le dijeron:

—Siga, no hay ningún problema.

CARLOS (Analista)

Para nosotros ese fue un episodio muy doloroso y muy peligroso, porque decíamos: "Este señor va con la familia, en el momento en que haya alguna reacción o algo anormal vamos a encontrarnos en el medio con una niña menor y con una señora que no tienen nada que ver en esto".

FERNANDO (Investigador)

A la ida en una estación de gasolina se anunció que supuestamente el objetivo estaba llenando el tanque de combustible, y el oficial que iba detrás se percató y nos comunicó:

—Esa es la camioneta.

En ella ahora iban el oficial, su familia y la Mona.

La señora se bajó, fue hasta el baño, regresó, y unos cinco minutos después la camioneta empezó a devolverse, se detuvo y el Mellizo se embarcó en ella.

Ya con el Mellizo a bordo, ellos empezaron a bajar, a bajar, a bajar de las faldas de la Sierra, y nosotros: "Ya tienen que haberlo recogido".

Las otras dos camionetas marchaban detrás de la del oficial, y Libardo, que iba en la persecución, dijo:

—Esa camioneta va muy rápido. El objetivo ya tuvo que haberla ocupado.

CAMILO (Inteligencia)

Bueno, lo cierto es que iban descendiendo por un camino que se entorcha en el declive de las montañas, hablé con Libardo y dijo que todo estaba marchando bien. Hablé luego con Ismael y me dijo:

—Tranquilo, ya está todo preparado, lo vamos a detener en el peaje.

Y nuestro jefe:

—Ya tengo ubicada a la gente y en la parte posterior va Ismael.

Antes de la operación aumentaron las comunicaciones de los grupos de trabajo. Libardo dijo: "Continúan en el mismo orden: la camioneta plateada adelante, detrás la blanca y cierta la caravana una azul".

Yo iba en un carro con Ismael y otra persona, y de un momento a otro Ismael me dijo:

—Bájese aquí, escóndase en medio de esos arbustos y tan pronto crucen las camionetas me avisa.

Me bajé antes del peaje y un poco después de la medianoche las vi

—Están cruzando —le informé a Ismael, me asomé a la carretera a ver si ya lo iban a detener y en cuestión de segundos escuché a Ismael:

—Quietos, Policía, deténganse totalmente.

Vi movimientos bruscos, escuché un cruce de disparos y cuando venían hacia mí salí a la mitad de la vía, pero como sabía que estaban de por medio la señora y la niña, dirigí dos o tres disparos al motor del vehículo. Ellos siguieron a gran velocidad.

Yendo nuevamente atrás, nosotros nos habíamos desplazado hasta Santa Marta y allí nos informaron cómo estaba la situación, de manera que desplegamos un grupo de investigadores por toda la vía, porque supimos que el Mellizo tenía un contacto con alguien de la Fuerza Pública, aunque no me habían dicho de quién se trataba. Más tarde supe que era un oficial importante de la misma Policía.

Se tuvo el conocimiento y se hicieron los seguimientos de varios vehículos durante una hora de carretera, y en un lugar llamado Bosconia los bandidos entraron en sus carros a algunos sitios cerrados y realizaron reuniones.

No pudimos establecer exactamente quién salió en los vehículos. Unos se quedaron allí y otros tomaron rumbo a Valledupar y otros hacia el puerto de Santa Marta, al norte.

Allí ubicamos una camioneta que se detuvo en una estación gasolina, después llegó otra, y se escuchó que le dijo: —Espéreme voy a buscar algunas cosas.

Compraron refrescos y otros alimentos livianos que debían ser para Pablo Arauca y continuaron. Tomaron hacia la Sierra y en un momento apagaron las luces de los carros y entraron por una senda estrecha.

Una vez allí se detuvieron y subieron a la camioneta plateada dos personas. El oficial de la Policía conducía, su esposa iba al lado y su hija en la silla de atrás. Qué hombre inconsciente. Antes de esto, el analista había anunciado desde Bogotá: —Le están diciendo al oficial: "Recoja a su familia porque ustedes se van de paseo, ¿no?".

—Sí, sí, sí. No hay ningún problema —había respondido.

El dispositivo se planeó así.

Sabíamos que el teléfono del oficial estaba siendo controlado y le pusimos unos equipos de ubicación a lo largo de la vía para establecer plenamente en qué carro iba, porque, por lógica, en ese mismo se acomodaría el Mellizo.

Habíamos establecido que iban hacia el sur, pero no sabíamos si buscarían a Valledupar. Simplemente nuestra información señalaba que se movían en busca de Chely que lo iba a cubrir en aquella región.

En esa parte del trayecto los nervios de la esposa del oficial la llevaron a hacerlos detener en un restaurante a la orilla de la vía y, claro, los bandidos se alteraron:

—¡Apúrense, vamos, apúrense —decía la Mona.

Ese día no contábamos con la cantidad de mujeres de Inteligencia suficientes para mantenemos en un sitio poblado.

Tuvimos que ir por la mañana a Santa Marta, hablar con el comandante del lugar, pedirle que nos prestara a ocho muchachas de la Policía normal que, desde luego, no tenían entrenamiento en estas operaciones y la única forma de ubicarnos sobre la vía era localizándonos en hostales y moteles.

Cuando usted se mete con una niña de Inteligencia a un motel, ella sabe que va a trabajar, que no va a suceder nada más. Pero ese día cuando les decíamos a aquellas chicas "Entremos aquí unos minutos", ellas se asustaban:

—Tranquila. Este es parte de nuestro trabajo —les explicábamos y ellas se ponían pálidas.

Esta operación la hicimos cada vez que los jefes decían:

—Nadie sobre la vía. Nadie sobre la vía. Entrar a moteles, meterse donde puedan...

Las muchachas se veían cada vez más tensionadas, más escandalizadas, y uno:

—Recuerde: estamos trabajando

—¿Trabajando? ¿Esto es trabajo? Dios mío —respondían. Creo que ese ha sido el día de mi vida en que más he entrado a moteles, a estaderos, a pequeños rincones al lado de las carreteras. Cada diez minutos, cada quince, escuchábamos: —Escóndanse.

—Salgan ya.

—Escóndanse —Salgan ahora.

Calculo que ese día entré, por lo menos a siete moteles. Las muchachas no tenían ni la menor idea de lo que estaba sucediendo.

Así transcurrió el día y por la noche empezó el desplazamiento de las camionetas de los bandidos. Mucho antes habíamos comenzado a instalar los equipos electrónicos.

Bueno, pues ocurrió lo del peaje, lo del roce de las dos camionetas, lo de la escapada del oficial con los bandidos, y tratando de no perder tiempo bajé al conductor de la segunda, lo requisamos, lo colocamos contra el piso, lo dejamos allí vigilado, y arrancamos en ese mismo vehículo con dos compañeros. Sin embargo, esta camioneta no subía a más de setenta kilómetros de velocidad y escuché que me dijeron:

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