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Authors: Marcela Paz

Tags: #Infantil

Papelucho Detective (10 page)

BOOK: Papelucho Detective
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¡¿Y que dónde se había metido usted, so palomilla? Y que por su culpa se tuvieron que ir a la clínica!, y que dale que dale y dale.

—¿Quién se fue a la clínica? —pude preguntarle por fin.

—La señora y el caballero —yo ni entendí.

—La señora “se va a mejorar” por su culpa —explicó.

—¿Y de qué “se va a mejorar”? ¿Amaneció enferma?

—Se “va a mejorar” de la guagua —dijo.

—¿Y por eso se fue a la clínica? ¿Y mi papá?

—Su papá se fue con ella. Y dijo que apenas usted llegara lo mande a acostarse.

Me dio toda la rabia. Si mi mamá estaba enferma la Domi no tenía por qué estar bailando con sus amigos. Y yo no le iba a hacer caso tampoco.

—Yo me voy a la clínica y no a la cama —le dije y salí dando un portazo. Que ella siguiera bailando con su Negro y el Corvina. Yo quería ver a mi pobre mamá.

Así que me fui donde el señor cura y le pedí que me llevara al puerto en su moto, y aunque él estaba bien ocupado, dejó todo por mí. Porque se dio cuenta que un hijo con su madre enferma es cosa grave.

Llegamos a la clínica bien de noche y estaba cerrada, pero al cura lo conocían y nos dejaron entrar. Y a mí me saltaba el alma con angustia de huérfano y casi ni me atrevía a caminar por los corredores. Hasta que por fin llegamos a la maternidad.

Uno cuando es detective ya sabe adivinar muchas cosas. Apenas sentí un llanto de gato, me di cuenta de que era mi hermana y se me pasó todo. Porque yo sabía que mi mamá estaría muy feliz. Y tal como yo pensaba.

El cuarto era entero blanco y la cama y la mesa de noche y mi mamá buena y sana y muy sonriente. A su lado había una cunita blanca también y mi papá tenía cara de premio gordo.

—Ven a conocer a tu hermana, Papelucho —me dijo.

—¿Cómo se llama? —pregunté.

—Se llamará Jimena del Carmen, —dijo mi mamá.

Yo me acerqué como con vergüenza; se siente raro uno de conocer a la hermana de uno. Y era tan colorada y tan chica como un gusano. También hay que acostumbrarse a ella y ese nombre que va a tener.

—Es linda, ¿no? —dijo mi mamá.

El señor cura felicitaba a mi papá y mi mamá y bendecía a mi hermana. Yo me sentía un poco pésimo de pensar que me iba a ir a viajar para siempre y esa guagua ahí que nadie la entendía.

—Es tan chica —dije—. ¿A qué hora nació?

—Tiene tres horas de vida —dijo papá—. Y, a propósito, ¿dónde te habías metido tú?

Pero mi mamá no quería alboroto, así que habló ella:

—De ahora en adelante, Papelucho, tendrás que cuidar de tu hermanita. Los hermanos hombres deben proteger a las mujeres desde chicos.

La hermanita se puso a chillar como gato. Yo me miré mi dedo-chupete y estaba tan negro y pegajoso de aceite que no me atreví a prestárselo.

—Oiga, mamá —le dije—. Es mejor que la cuide otra persona. Se ve que es de mal carácter y hay que educarla.

Me hacía pensar en la guagua de la población y me acordaba de los barcos y la nueva vida que yo quería hacer y ahora esta complicación de proteger una hermana.

—¿Cuánto se demorará en crecer? —le pregunté.

Pero en eso llegaron visitas. Se llenó el cuarto de gente, de conversación, papel de regalos y la guagua chillando. Y de un repente, sin darme cuenta, le presté mi dedo a la Jimena del Carmen y se calló.

Y cuando se lo quité, mi dedo estaba blanco y ella parecía perro fino, con la boca y el paladar negros. Total que la enfermera metió más bochinche y gastó más algodón en lavarla y sacarle el poco de aceite. Y decidieron que yo ni me acercara más a ella. Y la pobre, tan chica y ya me tenía cariño.

Es una buena complicación tener hermana cuando uno piensa embarcarse porque tal vez ella nunca dejará de llorar hasta que yo vuelva con mi dedo mágico. Ojalá crezca luego y se las arregle sola.

Porque un marino detective no puede viajar tranquilo pensando en que lo espera una mujer para callarse.

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