Read Papelucho Detective Online

Authors: Marcela Paz

Tags: #Infantil

Papelucho Detective (7 page)

BOOK: Papelucho Detective
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—Ahora habla tú —me dijo cuando por fin los gritos se oían menos.

—Todo el boche es porque usted no quería que nadie lo supiera. Y el señor agente me hizo jurar que no hablaría.

—¡Sigue!

—Eso es todo —dije—. Yo juré y no hablé hasta que usted llegó, tal como él me dijo… El inventario y todas las cosas están con llave en la despensa. ¿Por qué no la abren?

Mi mamá se puso feliz y todos igual, pero no podían encontrar las llaves, así que pasó mucho rato en que mamá le echaba la culpa a todo el mundo de tomarlas y papá le decía desordenada, etc., etc. Y por fin se les ocurrió forzar la puerta y entonces vieron que las llaves estaban puestas.

Abrieron la puerta, revolvieron todo, y no encontraron ¡nada!

Entonces se volvieron contra mí otra vez. Y empezaron con las preguntas, todas a un tiempo. Era como si yo fuera el ladrón. Ya me sentía uno de verdad, cuando se me ocurrió:

—¡Quién sabe si después que se fue el señor Clorofilo, vino un ladrón y se robó todo! —dije.

—¡Tu Clorofilo es el ladrón! —dijo mi papá—. Entiende de una vez que no había tal agente ni tal inventario. El ladrón te engañó y tú le creíste. Él se ha llevado todo. Ahora tienes que explicar tal como es para capturarlo. ¿Entiendes?

—Es muy fácil —dije—. Porque él viene todos los días a ver a la Domi —y apenas lo dije me arrepentí porque todos se fueron donde la Domi a preguntarle cosas.

Yo estaba tan furioso de que me hubiera tomado por tonto un ratero, y la Domi muy triste de que el Clorofilo no la quisiera a ella sino las cosas de plata de esta casa, que prometí no engañarme nunca más. Los dos prometimos juntos, porque ahora yo la tengo que consolar a cada rato de muchas cosas.

Resulta que el robo salió en el Vea y en las Últimas y también salió el retrato de la Domi. Y parece que para un pobre salir en el diario es todo lo contrario que para un rico, porque es terrible. Y también a ella la han hecho ir a declarar. Y todo lo que ella dice sale en el Vea. Y la Domi cree que el Cloro la va a matar un día por haber declarado. Así que se quiere ir de la casa para que él no sepa dónde está. Y no sale a comprar ni siquiera aspirinas de puro miedo. Y se echa la llave en su cuarto cuando está sola, etc., etc. Debe ser terrible cuando alguien lo va a matar a uno.

Y resulta que como yo prometí que no me engañarían más a mí, ahora no le creo nada a nadie. Y hoy cuando vino ese señor a ver a papá, y yo le abrí la puerta porque la Domi no se atreve a abrir, tampoco le creí que era su amigo.

Le dije:

—Mi papá no está, así que vuelva otro día.

—Lo siento, pero prefiero esperarlo. Es algo muy urgente.

—Puede esperarlo en la calle —le dije, y le iba a cerrar la puerta, cuando él la empujó y entró.

—Niño mal educado —me dijo—. Si tu papá supiera de qué maneras tratas a sus amigos, y a todo un Senador de la República.

Y llegó y se sentó. Yo ni me moví. Estaba esperando que empezara a inventar alguna historia para robar otras cosas. T enía la seguridad de que era un ladrón. Su cara era verdaderamente de ladrón, y sobre todo la manera de meterse a la casa por la fuerza…

Yo me senté frente a él.

Sacó un cigarro y se puso a fumarlo le pasé un cenicero. Él me miró de arriba a abajo y me preguntó:

—¿A qué hora llega tu padre?

—A esta hora —le dije, pensando que se iría luego. Pero resultó lo contrario. Echó la pierna arriba y se puso a leer el diario. Tal como si estuviera en su casa. Yo quería llamar a la Domi, pero ni me atrevía a dejarlo solo.

De repente se paró del sillón y se puso a registrar los libros. Sacó uno, tal como si fuera suyo, y se puso a hojearlo. Me dio más rabia, pero no dije nada. Hasta que de repente se puso a pasearse por todos lados y a mirar las cosas, y las tomaba en la mano y las daba vuelta para ver si eran de oro. Ahí sí que yo me asusté. Él podía darme un empujón y llevarse todo lo que quisiera. Yo pensaba a mil kilómetros por hora de cómo podría yo aturdirlo. Se me ocurrió una idea. Me eché al suelo y empecé a jugar con unos pesos que tenía en el bolsillo. Así me fui acercando hasta donde él estaba. Le iba a amarrar los cordones de un zapato con el otro, sin que él se diera cuenta. Entonces, cuando él fuera a caminar, se caería y yo aprovecharía para aturdirlo con el fierro de la chimenea. Él estaba muy entretenido con una cosa y ni me sintió acercarme, pero por suerte en ese momento me picó la nariz y estornudé y me miró.

—¿Qué haces? —me preguntó.

—Estoy jugando para no aburrirme —le dije. Yo estaba desesperado de mi estornudo, porque a él le dio con mirarme.

—¿Estás solo en la casa? —me preguntó.

—Con la Domi —le dije—. Ella está en la cocina.

—¿Llegará pronto tu padre? —volvió a preguntar.

—Sí y no —le contesté, porque se me ocurrió que a lo mejor convenía que no supiera. Son tan raros los ladrones.

—¿Podría usar el teléfono? —me preguntó. Y ahí se me vino la idea más buena. Era como una luz en la cabeza.

—Claro que sí —le dije—, pero ése está descompuesto. Puede hablar por el otro que funciona bien. —y le mostré la puerta del closet.

Apenas él la abrió para entrar, cuando ya la había cerrado yo por fuera con llave. Y corrí a la cocina a decirle a la Domi que tenía encerrado a un ladrón. Ella no atinaba más que a ponerse verde y a llorar, pero después se le ocurrió llamar al papá a la oficina y al autopatrulla y nos sentamos en la ventana a esperar, mientras el señor golpeaba y pateaba la puerta.

Bueno, por fin llegó mi papá a un tiempo con el teniente y los carabineros, y con la pistola apuntando, abrieron.

Fue otro boche. Porque el señor no entendió nunca que yo lo había confundido con un ladrón. Insultó al papá, a mí, al teniente y salió rugiendo que se las íbamos a pagar.

Resulta que era un verdadero Senador de la República, pero uno no tiene la culpa de que tenga cara de ladrón. Y también mi papá se tomó un buen trago cuando se fue y ni me retó porque dijo que todo era inútil conmigo. Pero yo sabía que me iba a retar, así que a cada rato yo ya creía que me iba a dar, y ¡nada! Ni me atreví a hablar toda la noche esperando el reto. Pero nada. Y me carga cuando se lo quedan debiendo a uno, porque es casi como si lo retaran todo el tiempo que no lo retan. También me carga hacer una idiotez y que no me lo digan. Porque si me dicen idiota yo me defiendo, pero cuando no me lo dicen, me lo digo yo sin querer. Por eso prefiero que me castiguen, y listo. ¡Yo no me voy a castigar!

Mi mamá está muy nerviosa. Todo le cae mal.

Parece que no le resultó lo de ser santa y ahora uno no puede preguntar nada. Porque, ¿cuándo? No hay hueco. Ella se lo habla todo.

También está la cuestión de que no hay que molestarla por la guagua Y ella vive molesta. Si uno está callado, lo reta. Si uno canta, ídem. Si uno sale o llega, si uno trata de ser bueno y aceitar las chapas, por ejemplo, o lavar cosas, le cae mal.

Ayer estábamos jugando con el Ramón y Javier a las “Águilas humanas” y saltábamos desde el tejado al patio de luz. La cuestión era caer en un columpio y por si no caíamos, pusimos un cojín del sofá debajito del columpio. Lo malo fue que Javier no le achuntó y cayó de cabeza en el suelo. Y parecía un muerto. Verdaderamente, igual a uno. Sin llorar, sin sangre, sin quejarse, sin respirar y blanco completo, hasta los pies. Ramón y yo nos asustamos, pero no había nada que hacer porque la Domi había salido. Y no nos atrevíamos a decirle a mi mamá con sus nervios. Así que lo metimos debajo del catre de la Domi y le rezamos un Ave María por su alma.

Y después con lo de hacer el té, y la tetera que se quebró y la parafina que se desparramó en la cocina y los nervios de mamá que no paraban ni un minuto, se nos olvidó Javier.

Resulta que cuando estábamos comiendo, papá preguntó por él. Y mi mamá puso cara de loca. Y yo me acordé, y me dio tanta pena de tener un hermano muerto, que me largué a llorar. Y por fin les dije dónde estaba. Y cuando lo fuimos a ver estaba durmiendo no más y apenas le dolía la cabeza y ni se acordaba de nada.

Parece que ha sucedido algo estupendo.

Al papá le resultó un negocio y tal vez seamos millonarios. Está tan feliz que trajo pollo para el almuerzo. Yo también estoy feliz porque por fin creo que comeremos pollo todos los días, sandwiches y refrescos a toda hora, y habrá dulces en todos los platos, jamón en la despensa, queso en la quesera y canastones de fruta para picotear entre medio.

Nos vamos a ir a vivir a Concón que es una capital petrolera. Algo así como Estados Unidos, yo creo. Dice papá que es fantástico y pienso que habrá trenes subterráneos, helicópteros, tiendas maravillosas llenas de inventos. Mi papá va a ser algo así como Presidente. También hay mar propio y tanto petróleo y cosas que no habrá que economizar.

La guagua va a nacer allá y va a cumplir un año allá. Yo pienso volver grandote. Y Javier supongo que tendrá bigote. Mi mamá y mi papá estarán tan viejecitos que a lo mejor tendremos que trabajar nosotros en vez de ellos.

A la única que le cae mal lo del viaje es a la Domi. Porque ya se le pasó esa idea de irse. Resulta que ahora está medio de novia con un carabinero y él la lleva al teatro y a los concursos de radio y es de las que aplaude y nada más. Pero él dice que ella con eso aprende un poco porque no sabe nada de nada, más que de amor y de hacer comida.

Yo ya hice mi maleta para el viaje. Puede ser que nos vayamos en avión. Falta nada más que un mes. Pero por si allá son todos gringos y no hay con quién hablar, yo me llevo una crianza de gatitos, una de cucarachas que comen azúcar en la mano y un sapito que lo tengo en el bidé tapado con el colador para que no se escape. La Domi tiene prohibición de entrar al baño y dice que no le importa, si yo lo limpio. Uno de estos días lo voy a barrer porque se han juntado muchas cosas ahí. Y Javier no rezonga de mis crianzas porque yo tampoco digo que él tiene polola.

Parece que nos vamos a comprar un auto a cuenta de la pega del papá. Yo tengo visto uno fenómeno, es Mercedes, inmenso y de siete colores. Tiene hasta ducha fría y caliente, según me dijo el dueño. También tengo visto un Buick último modelo con televisión y extintor de incendio. Pero al papá le ha dado con que el auto lo va a elegir él. Y ya veo que se compra cualquier renoleta.

Los amigos de Javier y el Ramón se mueren de envidia de nosotros que lo vamos a pasar tan bien.

El carabinero de la Domi me regaló tres cartuchos y me prometió una carabina antigua. Es buena gente, pero con cara de Barman. No sé cómo le gusta a la Domi. Y también le conté mi secreto que voy a ser detective. Y él me está enseñando un poco.

Viene todos los días con la cuestión del robo, pero siempre llega cuando no está ni mamá ni papá. Y trae retratos de otros ladrones conocidos para ver si la Domi reconoce al Cloro. Yo lo reconocí, pero la Domi dijo que ni pensaba ser.

Yo no entiendo mucho a las mujeres: ayer en la tarde, cuando yo llegué de la casa del Ramón, estaba la Domi en la esquina con un hombre que yo estoy seguro que era el Clorofilo. Y apenas me vio venir, se fue. Ni se despidió siquiera. Y la Domi me dijo que si estaba loco de creer que era él. Dijo que era un hermano suyo que había venido a verla desde la Ligua y que hacía años que no sabía de él. Dijo que era muy joven cuando ella se vino a trabajar y que era muy porfiado cuando era chico y que se lo pasaba revolviéndola en todas partes y que su padre le pegaba con el lazo o el chicote. En fin que me habló toda la tarde de él y me contó tantos cuentos que tengo ganas de conocerlo porque hasta ha cazado leones en la cordillera. Me prometió que me lo presentaría mañana, pero yo sé que mañana le toca salida a la Domi y no va a venir.

No sé por qué tengo la tincada que todo es mentira y que es el propio Cloro el que vino. A no ser que Cloro sea el hermano de la Domi y haya sido el mismo todo el tiempo. Eso podría ser, porque así se comprende que ella no quiere que lo pille la policía y está esperando que devuelva las cosas que se robó. La cuestión sería que lo amenazara con el propio carabinero, para que trajera todo de vuelta. Pero a las mujeres no se les ocurre nada.

Por fin ya no faltan más que tres días para el viaje a Concón. Yo estaba un poco nervioso de que se atrasara tanto porque había echado en la maleta unos sandwiches de carne con tomate para el camino, y se podían poner fiambres. Pero como ya sólo faltan tres días y la maleta está bien cerrada, no hay peligro.

Por suerte ya ni se habla del robo sino del viaje. Y la cuestión es despedirse. Mi papá y mi mamá salieron a despedirse de los tíos y otros señores y yo me voy a despedir del Ramón y del Soto, el bencinero. Le llevé de testamento unos libros para que no se aburra y él me dio un frasco de quitamanchas. Ya no importa mancharse entero.

La Domi se lleva despidiendo de su hermano y me deja a mí cuidando la casa todo el tiempo. Me hace tantas sopaipillas para que me entretenga que ya me aburrieron. Y salí a venderlas. Pero había un perro tan flaco, que se las tuve que dar. Y resulta que la Domi me agarró dándoselas al perro y se enojó, porque está tan cara la harina. ¡No tiene idea de lo caros que están los perros!

Y yo le estaba explicando eso, cuando llegó el carabinero lleno de canastos. Y traía todas las cosas robadas. ¡Lástima que ahora que nos vamos, llegan! Justo cuando mi mamá ya había comprado todo nuevo. Va a ser sólo para confundirla.

Pero a mí me gustaría encontrarme con el Clorofilo para decirle que es un chuceo. Así que le pregunté al c.:

—¿Está preso el ladrón?

—Todavía no, Papelucho. Las cosas se encontraron por casualidad. Había un montón de basura en un garaje, aquí cerca, y al sacarla, se encontró este canasto que tú ves.

—¿Y nada del Clorofilo? ¿Ni huellas vegetales?

—Muchas huellas. Lo andan persiguiendo y ya lo encontrarán. Ése no se escapa.

—Debían secarlo en la cárcel por mentiroso —le dije, pero la Domi le trajo una cerveza y el c. no me conversó más.

Cuando llegó mi mamá, al principio estaba muy contenta de ver las cosas, pero tal como yo dije, después se confundió. Y le dijo a papá que lo mejor era hacer un remate. Y me tinca que eso es bastante macanudo.

Mañana es el remate.

En el diario salió un aviso que dice: Gran remate por viaje y toda la lista de cosas que vamos a vender. Sin precios. Por el diario se ven estupendas. Y por la cuestión del remate tuvimos que atrasar el viaje otra semana. Estamos metidos en un solo cuarto y comemos y dormimos ahí. Es medio raro, porque desde hoy, todo lo que es de nosotros es como si no fuera.

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