Pedagogía del oprimido (30 page)

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Authors: Paulo Freire

Tags: #Ensayo

BOOK: Pedagogía del oprimido
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[104]
Es por esta misma razón por lo que a los campesinos es indispensable mantenerlos aislados de los obreros urbanos, así como a éstos y aquéllos de los estudiantes; los que no llegan a constituir sociológicamente, una clase se transforman en un peligro por su testimonio de rebeldía al adherirse a la causa popular.
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[105]
José Joaquín da Silva Xavier, Tiradentes; héroe de la lucha brasileña desarrollada a fines del siglo XVIII y cuyo fin era el de liberar al Brasil del régimen colonial portugués. «Tiradentes», quien encabezara este movimiento de rebeldía, fue ahorcado y descuartizado. Este movimiento se conoce también bajo el nombre de «Conjuración Minera». [T.]
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[106]
Los pactos sólo son válidos para las clases populares —y en este caso ya no constituyen pactos— cuando las finalidades de la acción que se desarrollará. o que esta ya en desarrollo, resultan de su propia decisión.
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[107]
En la «organización» que resulta del acto manipulador, las masas populares, meros objetos dirigidos, se acomodan a las finalidades de los manipuladores mientras que en la organización verdadera, en la que los individuos son sujetos del acto de organizararse, las finalidades no son impuestas por una élite. En el primer caso, la organización es un medio de masificación en el segundo, uno de liberación.
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[108]
Francisco Weffort,
Política de masas
, en
Política e Revolução social no Brasil
, Civilizacão Brasileira, Río, 1965, p. 187.
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[109]
Getúlio Vargas, discurso pronunciado en el Estadio del C. R. Vasco da Gama el 1ro. de mayo de 1951, en
O governo trabalhista no Brasil
, Livraria José Olimpio Editora, Río, pp. 322-324, (Subrayado del autor)
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[110]
Con este fin, los invasores utilizan, cada vez más, las ciencias sociales, la tecnología, las ciencias naturales. Esto se da porque la invasión, en la medida en que es acción cultural y que su carácter inductor permanece como connotación esencial, no puede prescindir del auxilio de las ciencias y de la tecnología, que permiten una acción eficiente al invasor. Para ello, se hace indispensable el conocimiento del pasado y del presente de los invadidos, por medio del cual puedan determinar las alternativas de su futuro, y así, intentar su conducción en el sentido de sus intereses.
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[111]
El autoritarismo de los padres y de los maestros se revela cada vez más a los jóvenes como algo antagónico a su libertad. Cada vez más, por esto, la juventud se opone a las formas de acción que minimizan su expresividad y obstaculizan su afirmación. Ésta, que es una de la manifestaciones positivas que observamos hoy día, no existe por casualidad. En el fondo. es un síntoma de aquel clima histórico al cual hicimos referencia en el primer capítulo de este ensayo, como característica de nuestra época
antropológica
. Por esto es que la reacción de la juventud no puede entenderse a menos que se haga en forma interesada, como simple indicador de las divergencias generacionales presentes en todas las épocas. En verdad esto es mas profundo. Lo que la juventud denuncia y condena en su rebelión es el modelo injusto de la sociedad dominadora. Rebelión cuyo carácter es sin embargo muy reciente. Lo autoritario perdura en su fuerza dominadora.
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[112]
Tal vez explique también la antidialogicidad de aquellos que, aunque convencidos de su opción revolucionaria, continúan desconfiando del pueblo, temiendo la comunión
con
él. De este modo, sin percibirlo, aún mantienen dentro de sí al opresor. La verdad es que temen a la libertad en la medida en que aún alojan en sí al opresor.
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[113]
Véase Louis Althusser,
La revolución teórica de Marx
, en que dedica todo un capítulo a la «Dialéctica de la sobredeterminación» («Notas para una investigación»). Siglo XXI, México, 1968.
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[114]
Considerando este proceso, Althusser señala: «Esta reactivación sería propiamente inconcebible en una dialéctico desprovista de sobredeterminación».
Op
.
cit
., p. 116.
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[115]
Concienciación con la cual los hombres a través de una praxis verdadera superan el estado de
objetos
, come dominados, y asumen el papel de sujetos de la historia.
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[116]
En el capítulo anterior citamos la opinión de Guevara con respecto a este tema. De Camilo Torres, dice Germán Guzmán: «se jugó entero porque lo entregó todo. A cada hora mantuvo con el pueblo una actitud vital de compromiso como sacerdote, como cristiano y como revolucionario». Germán Guzmán,
El padre Camilo Torres
, Siglo XXI, México, p. 8.
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[117]
Una cosa son las «necesidades de clase» y otra diferente la «conciencia de clase». A propósito de «conciencia de clase», véase Georg Lukas.
Histoire et conscience de classe
, Editions du Minuit, Paris, 1960.
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[118]
En conversación con un sacerdote chileno, de alta responsabilidad intelectual y moral, el cual estuvo en Recife en 1966, escuchamos que, «al visitar, con un amigo pernambucano, varias familias residentes en Mocambos, en condiciones de miseria indiscutible, y al preguntarles cómo soportaban vivir en esta forma, escuchaban siempre la misma respuesta: «¿Qué puedo hacer? ¡Si Dios lo quiere así, sólo debo conformarme!»»
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[119]
Importante la lectura de: Erich Fromm,
The application of humanist
psychoanalysis to Marxist theory, en Socialist humanism, Anchor Books. 1966. Y Reuben Osborn.
Marxismo y psicoanálisis
, Ediciones Península, Barcelona, 1967.
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[120]
Che Guevara. El diario del Che en Bolivia, Siglo XXI, México, pp. 131 y 152.
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[121]
Che Guevara.
Pasajes de la guerra revolucionaria
, en
Obra revolucionaria
, México, ERA, 1967. p. 281.
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[122]
Che Guevara, op. cit., p. 157 (El subrayado es nuestro)
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[123]
A propósito de la defensa del hombre frente a «su muerte» después de «la muerte de Dios», en el pensamiento actual, véase Michel Dufrenne,
Pour l’homme
, Éditions du Seuil, Paris, 1968.
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[124]
La mayoría de ellos, dice Gerassi, refiriéndose a los campesinos, se vende o venden como esclavos a miembros de su familia, con el fin de escapar a la muerte. Un diario de Belo Horizonte descubrió nada menos que 50.000, victimas (vendidas por 1.500, cruceiros). y el reportero, continúa Gerassi, para comprobarlo, compró un hombre y a su mujer por 30 dólares. «Vi mucha gente morir de hambre —explicó el esclavo— y por esto no me importa ser vendido.» Cuando un traficante de hombres fue apresado en São Paulo en 1959, confesó sus contactos con hacendado de la región, dueños de cafetales y constructores de edificios interesados en su mercadería, excepto, sin embargo, las adolescentes que eran vendidas a los burdeles. John Gerassi,
A invassão da América Latina
, Civilização Brasileira, Río, 1965, p. 120.
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[125]
Chenu,
Témoignage Chrétien
, abril de 1964, citada por André Moine, Cristianos y marxistas después del Concilio, Editorial Arandú, Buenos Aires, 1965, p. 167.
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[126]
A propósito de acción cultural y revolución cultural. véase Paulo Freire, «
Cultural action for freedom
», op. cit.. Harvard, 1969.
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[127]
En tanto proceso, el testimonia verdadero que no fructificó no tiene, en este momento negativo, la absolutización de su fracaso. Conocidos son los casos de líderes revolucionarios cuyo testimonio no ha podido apagarse a pesar de haber sido éstos muertos por la represión ejercida por los opresores.
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[128]
En conversación sostenida con el autor, un médico, Orlando Aguirre Ortiz, director de la Facultad de Medicina de una universidad cubana, dijo: «La revolución implica tres P: Palabra, Pueblo y Pólvora. La explosión de la pólvora —continuó—aclara la visualización que tiene el pueblo de su situación concreta, que busca su liberación a través de la acción». Nos pareció interesante observar, durante la conversación, como este médico revolucionario insistía en la
palabra
en el sentido en que la tomamos en este ensayo. Vale decir, la palabra como acción y reflexión, la palabra como praxis.
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[129]
El antagonismo entre ambas se da en la situación objetiva de opresión o desenfreno.
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[130]
En verdad, la que posibilita que la estructura sea estructura social y, por lo tanto, histórico-cultural, no es la permanencia ni el cambio, en forma absolutizada, sino la dialecticidad de ambas. En última instancia, lo que permanece en la estructura no es la permanencia ni el cambio, sino la «duración» de la dialecticidad permanencia-cambio.
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