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Authors: Claudia Gray

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Renacer (30 page)

BOOK: Renacer
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Estaba latiendo.

«Tiene pulso —pensé—. Le late el corazón».

Samuel miró a la señora Bethany, mudo de espanto. Tenía la mirada atribulada y perdida. Ella se enderezó, echando atrás los hombros con una sonrisa tan resplandeciente que, por un instante, pareció más joven. Hermosa. Temible. Lucas retrocedió un paso y luego se desplomó en su asiento, como si la otra alternativa fuera caer al suelo.

—Funciona —susurró ella.

—Soy… —Samuel se empezó a palpar el cuerpo, como si con ello fuera a comprender algo—. Dios mío, soy humano.

La señora Bethany se echó a reír.

—Estás vivo.

Se me había quedado la mente en blanco, como si, en lugar de mis pensamientos, mi cabeza solo albergara una luz blanca y estática. Lo que acababa de presenciar era imposible, pero lo había visto con mis propios ojos.

—¡Haga que pare! ¡Haga que pare!

Samuel se rasgaba el jersey del uniforme como si pretendiera abrirse el pecho y arrancarse el corazón palpitante.

Lucas abrió y cerró la boca varias veces antes de farfullar:

—¿Qué… qué ha hecho?

—Los espectros y los vampiros son las dos mitades de la muerte, señor Ross. —Su voz había recuperado el tono seco y profesional, pero la luz arrebatada de su mirada no había desaparecido. Se aproximó a Samuel, que entonces se convulsionaba en el suelo como si aquel cuerpo vivo lo estuviera mortificando.

»Y, a la vez, representamos también las dos mitades de la vida: la carne y el espíritu. Al unirlas de nuevo el resultado es… la resurrección.

—Nunca había oído nada igual —dijo Lucas—. En la Cruz Negra nunca nos dijeron eso.

—Y, en cambio, entre ellos hay unos pocos que siempre lo han sabido. Descubrí esto entre los papeles de la Cruz Negra que robé. —La señora Bethany se inclinó sobre Samuel. La agonía del chico no parecía mermar en absoluto su satisfacción.

»¿Por qué no compartieron ellos ese conocimiento? Cabría esperar que cualquier cosa que disminuyera el número de vampiros… Pero no, claro. La Cruz Negra no solo quería proporcionar seguridad a los humanos. También quería venganza. ¿Y qué venganza podían obtener otorgando a los vampiros una nueva vida?

—¡Haga que esto pare de una vez! —repitió Samuel. Ahora tenía la voz aflautada, lo que lo hacía irreconocible. Era como si volver a la vida le hubiera vuelto loco.

Lucas se acercó a Samuel, pero no sabía cómo ayudarle. Dijo:

—Esto no puede ser cierto.

—¡Tómele el pulso! —La señora Bethany tomó a Samuel de la muñeca; él gimoteó, pero no se resistió. Luego la soltó, recobrando por completo la compostura—. Discúlpeme. Hace unos cuatro años que conozco la teoría y este ha sido mi primer intento exitoso.

Lucas levantó la cabeza, mientras una idea iba tomando forma en su mente.

—Bianca —dijo. Por un momento pensé que se dirigía a mí. Pero siguió—: Bianca fue creada cuando sus padres hicieron un pacto con un espectro…

—Ese es otro tipo de combinación entre espectro y vampiro con el fin de crear vida —explicó la señora Bethany—. Sin embargo, en ese caso, el resultado obtenido es la creación de un tercer ser independiente. Aquí, en cambio, tomamos la energía de un espectro y la unimos al cuerpo de un vampiro. Lo ideal sería que la conciencia del espectro se borrase y que solo quedara la energía necesaria para resucitar al vampiro en la persona que él o ella fue en su momento.

¿Borrar la conciencia de un espectro? Los espectros no éramos más que conciencia. La señora Bethany no se limitaba a atrapar espectros. Ella pretendía matarlos, sacrificándolos para que los vampiros pudieran volver a la vida.

Lucas, sin embargo, aún no había salido huyendo.

«Está totalmente conmocionado», me dije. Sabía que era así. Yo misma lo estaba. Sin embargo, era consciente de cuánto odiaba Lucas ser un vampiro. Si a él se le ofrecía una oportunidad de volver a la vida, esto es, de volver a ser completamente humano, ¿hasta dónde podía llegar para lograrlo?

Lucas estaba totalmente centrado en Samuel, que ahora había empezado a darse cabezazos contra el suelo. Podría haber tenido algo de cómico de no ser por la forma inconexa y desacompasada con que se movía, que resultaba demasiado inquietante.

—¿Qué le ocurre?

La señora Bethany suspiró.

—Como temía, usar un espíritu inestable resulta en un humano inestable. Creí que este era un espécimen superior, mucho más fuerte que la mayoría de los espectros que hemos atrapado hasta el momento. Pero salta a la vista que no estaba lo bastante equilibrado.

—Por favor… —musitó Samuel.

Se echó a llorar. Observé entonces que en los puños sujetaba mechones de su propio pelo que se había arrancado de la cabeza. La locura insana del espectro ahora formaba parte intrínseca de él, como su sangre o sus huesos. La señora Bethany le había devuelto la vida, pero también lo había dejado hecho una ruina.

—Pero… —Lucas la fulminó con la mirada— ¿acaso para usted esto es solo un «experimento»?

—No iba a ser yo la primera —replicó la señora Bethany—. Además, el señor Younger tenía serios problemas de conducta. Prefiero emplear mi tiempo en cosas mejores que imponer.

Lucas arrugó la frente en un gesto que reconocí como de rabia creciente. Por muy mal que Samuel se lo hubiera hecho pasar, jamás, sin duda, le habría deseado algo así.

—Creo que, cuando menos, podría haber advertido al chico.

—Creía que había una posibilidad razonable de que recuperara la vida y la salud —dijo la señora Bethany. Entonces abrió la puerta principal; Samuel se puso en pie, titubeante, y luego salió corriendo. Avanzaba vacilante, y no se encaminó hacia la escuela, sino que se marchó corriendo en dirección al bosque. De algún modo supe que nunca más volveríamos a verlo. La señora Bethany se acercó justo a mi ventana, tanto que me encogí entre las ramas del arbusto más próximo, y miró como se iba—. ¿Quién sabe? Tal vez en una década o así, recupere un poco el equilibrio.

—¿No le parece que deberíamos ir tras ese chico? —inquirió Lucas—. Por otra parte, si eso es lo mejor que sabe hacer usted, creo que no debería haber probado ningún experimento con él.

—¿Está usted enfadado, señor Ross? —La señora Bethany parecía más divertida que otra cosa—. Y eso, ¿por qué? Aunque no tengo motivo para dudar de sus buenas intenciones, no me creo que este enojo suyo se deba solo al señor Younger.

—¡Usted… lo ha destruido! ¡Y solo para probar una teoría!

Cuanto más indignado se mostraba él, más cálida era la sonrisa de la señora Bethany.

—Se siente usted contrariado porque no ha funcionado tal como a usted le hubiera gustado. Porque cree que no tengo la respuesta que le prometí.

—Eso no es…

—¿No? —Posó las manos en los hombros de Lucas, de modo que se situaron cara a cara, muy cerca—. Podemos levantarnos de entre los muertos. Lo he demostrado. Podemos atrapar a los espectros. Y eso también lo he demostrado. Ahora solo es cuestión de encontrar a los espectros adecuados, que sean especialmente fuertes y estables; que estén conectados con el mundo de un modo coherente. Si pudiésemos encontrar ese tipo de espectros y capturarlos, usted y yo volveríamos a estar vivos.

La cara de Lucas era la viva imagen de la rabia. Cuando oyó la palabra «volveríamos a estar vivos», cerró los ojos con fuerza.

La voz de ella se volvió más grave, suave y dulce.

—He visto cómo mira usted a los alumnos humanos. Conozco sus ansias… Es algo que tenemos en común. Yo cambié mi vida humana por la de vampiro por amor y por venganza, y dos siglos más tarde sigo atrapada en la prisión de mi cadáver. Es muy duro, ¿verdad? Eso de cargar con nuestro propio cadáver… Sabernos monstruos y odiar todas las necesidades que sentimos… Pero eso se acabará, Lucas. Estamos a punto de ser libres.

Él abrió los ojos. Ambos se miraron intensamente durante un largo segundo. Yo, desesperada me dije: «Lo he perdido. Esta vez de verdad».

—Únase a mí —dijo ella—. Y podrá volver a vivir.

Lucas le apartó las manos de los hombros.

—No.

La señora Bethany retrocedió, llevándose una mano a la garganta.

—Señor Ross…

—Usted ha echado a perder a ese chico como si no fuera nada —dijo Lucas—. Lo ha destrozado y no le importa lo más mínimo. Destruirá a los espectros como si nada, incluso a aquellos que más se parezcan a seres vivientes, y no le importará tampoco. Yo no puedo hacer algo así, nunca, ni siquiera para… No me importa la magia que practique. Aunque lo consiga, aunque logre que su corazón palpite, siempre estará muerta por dentro.

Se hizo el silencio. Ambos se quedaron de pie, mirándose como dos desconocidos. La señora Bethany parecía… triste. Destrozada. Finalmente, dijo en tono tranquilo:

—Contaba con que usted participaría en esto.

—Yo abrigaba esperanzas —respondió Lucas—. Pero nunca participaría en algo así.

Dicho lo cual, se encaminó rápidamente hacia la puerta y salió.

¿Cómo había podido dudar de él, aunque fuera por un segundo? Lucas se había mantenido de mi parte. Había guardado mi secreto. Al enfrentarse a la última tentación, se había apartado sin vacilar. Sumida en el asombro y el horror, experimenté también una profunda y poderosa satisfacción. Me apresuré hacia él, convertida en una brisa que barría el suelo dispersando hojas rojas y doradas de los árboles a mi paso.

Lucas huyó corriendo al bosque. Al principio pensé que seguramente iba en pos de Samuel, aunque no podía imaginar cómo podríamos ayudarlo.

En vez de ello, en cuanto los árboles lo ocultaron de la escuela, en un pequeño claro que identifiqué como el lugar en que nos conocimos, se echó al suelo, apoyándose en las manos y las rodillas. Tenía la respiración entrecortada, y me di cuenta de que estaba a punto de echarse a llorar.

Tomé forma lentamente para darle tiempo de marcharse si prefería estar solo. Sin embargo, él se palpó los bolsillos, sacó el broche y me lo entregó. En cuanto sentí el azabache, mi cuerpo se volvió completamente sólido, y Lucas me abrazó con mucha fuerza.

—Existe una solución —dijo con la voz entrecortada—. Existe una solución y no puedo hacer uso de ella.

Lo abracé con más fuerza. ¿Cómo no me había dado cuenta de que saber aquello aún sería peor para él? Le habían prometido abandonar una existencia que él consideraba peor que cualquier cárcel, y era verdad: todas las promesas de la señora Bethany eran ciertas. Había un modo de salir de aquello, y él nunca lo utilizaría.

Reflexioné detenidamente sobre lo sucedido. Una leve sensación de miedo se agitaba en mi interior, pero no permití que me invadiera.

Abracé a Lucas mientras él hundía su rostro en la curva de mis hombros y todo su cuerpo se sacudía a causa de la emoción contenida. No podía hablar hasta estar segura.

Por fin dije:

—Podríamos hacerlo.

Lucas se echó atrás y me miró a la cara.

—¿Hacer qué?

—El ritual. Lo que la señora Bethany ha hecho. —Me enderecé—. Yo podría devolverte la vida.

—No. Si lo hicieras abandonarías la vida o la existencia que cederías y desaparecerías para siempre.

—Tú te ofreciste a hacer lo mismo por mí —contesté—. ¿Te acuerdas?

—Y tú fuiste lo bastante valiente para morir en mi lugar. —Lucas acarició mis mejillas con los pulgares y me cogió la cara entre las manos—. No pienso darte menos.

Lo abracé otra vez, y se dejó caer sobre mí como si estuviera agotado. Supe entonces que, aunque la señora Bethany no volvería nunca más a ejercer su influjo sobre él, ahora su sufrimiento resultaría más duro de sobrellevar. Nunca sería fácil. Ninguno de los dos volvería a morir, ni a vivir tampoco.

Capítulo dieciocho

A
quella misma noche, en la sala de los archivos, explicamos a los demás lo que habíamos visto. Así, Lucas y yo no fuimos los únicos en estado de
shock
: durante una hora más o menos cada uno de nosotros permaneció sentado en su sitio sin decir nada. La acción cometida por la señora Bethany, devolver la vida a un vampiro, contravenía todas las leyes físicas y sobrenaturales conocidas por cualquiera de nosotros. Sin embargo, tampoco se podía negar lo que habíamos presenciado.

Balthazar repitió, tal vez por octava vez:

—Me sigue pareciendo tan… irreal que exista un modo de volver a estar vivo…

—No me tienta mucho —comentó Patrice, desdeñosa, como si no se hubiera pasado los primeros diez minutos posteriores a nuestra explicación diciendo «¡Dios mío!» una y otra vez—. Hace tiempo descubrí del peor modo posible que en cuanto alguien muere, independientemente del modo en que lo haga, es mejor dejar las cosas como están.

De pronto pareció interesadísima en sus anillos, aunque yo sabía que, en realidad, recordaba a Amos, su amor perdido hacía tanto tiempo, y al cual había devuelto la vida como fantasma. Aunque Patrice era demasiado reservada para compartir todos los detalles, era evidente que el resultado de aquello había sido trágico.

Vic asintió.

—Está claro que eso de resucitar a los muertos conlleva unos problemones espeluznantes. ¿Y tú qué piensas, Ranulf?

Ranulf, de largo el más tranquilo de los vampiros que conocían la noticia, negó con la cabeza.

—Viví diecisiete años —respondió—. Y llevo siendo vampiro unos trece siglos. Creo que esto se ajusta más a mi naturaleza.

—Yo lo haría —dijo Balthazar. Intercambió una mirada de disculpa conmigo—. Eso siempre y cuando no implicase matar a un ser sensible. Si hubiera alguna cosa diferente, y he dicho «cosa», no me lo pensaría ni un segundo.

—Por lo menos ahora sabemos qué pretende —intervino Lucas. Tenía la mirada un poco perdida. Me di cuenta de que estaba tramando estrategias para distraerse del dolor—. Y sabemos también que queremos pararle los pies. Así que es necesario localizar todas las trampas. Limpiar este lugar y hacer que sea seguro para Bianca, y también para los demás espectros a los que la señora Bethany todavía no ha atrapado.

—Eso tiene pinta de plan —dijo Balthazar. Se había hecho con la única silla auténtica de la sala; Vic y Patrice, en cambio, se habían arrellanado en los pufs. Ranulf y Lucas estaban sentados sobre unas cajas viejas y yo me encontraba suspendida a media altura del techo—. ¿Os parece que dividamos la zona en distintas partes y las examinemos en cuanto tengamos ocasión?

Lucas negó con la cabeza.

—Yo prefiero hacer un barrido completo. Seguramente no para de tender trampas, pero si pudiésemos limpiar el lugar por un tiempo tal vez sería más fácil controlar sus acciones.

BOOK: Renacer
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