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Authors: Claudia Gray

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Renacer (29 page)

BOOK: Renacer
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—¿Más? No. Empezó por volver espeluznantes mis sueños, y desde entonces… bueno, hay que admitir que la chica es constante, Todas las noches son horribles. Todas y cada una de ellas.

Se puso en pie de pronto. Se agarró con las manos al hierro forjado del cenador, tensando los músculos de la espalda de tal forma que se le distinguían a través del jersey del uniforme.

—A veces es Erich otra vez, amenazando con torturarte empleando estacas empapadas en agua bendita. Otras, son unos vampiros chupándote la sangre, lo que, por algún motivo, en lugar de convertirte en uno de ellos, te mata. A veces mi madre me decapita. Y también están esos borrachos, ¿te acuerdas de nuestra primera cita? En mis sueños no intentan protegerte. Intentan quemarte. Todos los sueños giran en torno a perderte, una y otra vez.

El dolor intenso que reflejaba su voz hizo que deseara arriesgarme a adoptar forma corpórea y abrazarlo.

—Charity solo te convirtió para apartarte de mí —dije—. Es culpa mía.

—No es culpa tuya —replicó Lucas. Me hubiera gustado estar tan segura como él aparentaba estarlo—. Pero sí, a Charity le gusta la idea de que te pierda para siempre, lo bastante para desarrollarla de forma constante en mi cabeza.

—Por favor, déjame volver. Si yo estuviera en tus sueños, sé que podría acceder a ti.

Lucas negó con la cabeza.

—De ningún modo. Cualquier cosa que ella te hiciera allí podría causarte daño de verdad. Y ese es un riesgo que no estoy dispuesto a asumir.

¿Aunque la única alternativa posible fuera aquel sufrimiento constante por parte de él? Esa idea no me gustaba, pero por el momento no teníamos otra opción.

Él dijo entonces:

—Bianca, hace tiempo que quería preguntarte una cosa: ¿y después de Medianoche?

—¿Qué quieres decir?

—No puedo quedarme para siempre en este internado —contestó Lucas—. Quiero decir, técnicamente podría hacerlo, pero la verdad es que no me veo repitiendo literatura inglesa cada dos trimestres durante los próximos siglos. Y no creo que tú quieras pasar el resto de la eternidad ocultándote en los rincones, esperándome.

Yo no había pensado en ese futuro, no me lo había permitido. Ahora que era consciente de todo mi poder, de los muchos lugares a los que podía ir y las cosas que podía hacer, no temía la eternidad que se abría ante mí. Pero para Lucas era distinto.

—Normalmente —dije—, los vampiros empiezan… vagando de un lado a otro, me parece. Aprovechan su inmortalidad para ver el mundo. Al parecer, después de varias décadas de experiencia, no resulta difícil comenzar a ganar dinero. Y cuanto eres rico, bueno, entonces puedes hacer prácticamente todo lo que te apetezca.

Al oírme decir «varias décadas» Lucas pareció dolido. Entonces respondió:

—Yo no necesito hacerme rico. No necesito hacer lo que quiero porque ahora mismo no estoy seguro de si sabría utilizar ese poder.

—Debes empezar a dejar de tener miedo de ti mismo, o de aquello en lo que te has convertido.

—Sé muy bien en qué me he convertido —dijo—. Por eso sé que debo tener miedo.

Sentí pánico en cuanto presentí que lo siguiente que iba a decir era algo del tipo: «Deberías ser libre». Él seguía considerándose una carga para mí, cuando en realidad lo era todo menos eso.

—Tú te has convertido en mi ancla —le confesé—. Eres la persona que me conecta con este mundo.

Él no acababa de creérselo.

—¿De verdad?

—Siempre.

Lucas suspiró con fuerza.

—Lo único que me gustaría es creer que puedo darte algo que merezca la pena.

—Eso lo haces cada día. Cada segundo. No lo dudes nunca.

—Está bien —me concedió, aunque vi que él no estaba del todo convencido.

Había llegado el momento de centrar su atención en nuestros problemas auténticos.

—Escucha —dije—, quiero hablarte de la señora Bethany.

Él se volvió ligeramente, de modo que pude verle la cara.

—¿Tenemos que volver a ese tema?

—Esto es nuevo.

Tan rápido como pude, le conté quién era Christopher, y lo que me había contado acerca del pasado de ella. Cuando le dije que la señora Bethany había sido de la Cruz Negra, Lucas abrió los ojos con asombro, pero no dijo nada. En cuanto hube acabado, sentencié:

—No se muestra comprensiva porque de pronto se haya vuelto agradable. Lo único que le pasa es que odia la Cruz Negra tanto como tú.

—¿Y por qué las dos cosas han de ir por separado?

Me quedé mirando a Lucas, sorprendida. Parecía más frustrado que antes.

—Bianca, ¿acaso estar contra la Cruz Negra significa haber perdido la facultad de pensar de forma racional por siempre jamás? ¿O de preocuparte por los demás? Si fuera ese el caso, yo estaría muy mal.

—Yo no estoy diciendo eso.

—Ah, ¿no?

Lucas le propinó una patada a la voluta de hierro que le quedaba más cerca de los pies y la hiedra crujió.

—¿Por qué la odias tanto?

—Es una asesina. —No sabía que era capaz de hablar tan fuerte, ni con un tono tan agudo, aunque mi consistencia apenas era vapor—. Ella asesinó a Eduardo, ¿te acuerdas? ¿Y a cuántos otros miembros de tu comando?

—¿Te refieres al comando de la Cruz Negra que invadió este lugar para intentar matarla? En cuanto a Eduardo…

Sus manos se aferraban con tanta fuerza a la barandilla del cenador que creí que le dolería. Lucas no sentía mucho aprecio por su padrastro, pero le preocupaba que su madre estuviera sola, incluso ahora.

—Eso ocurrió cuando ella acudió al comando de Nueva York para intentar rescatarte. ¿O acaso lo has olvidado?

—¡Lo que quería era vengarse por el ataque a la escuela! ¡Fue eso! ¡Venganza! ¿O es que has olvidado las trampas que puso para los espectros?

—¡Tú mismo querías atraparlos hasta que te convertiste en uno de ellos!

Lucas se dio cuenta de que habíamos comenzado a gritar e inspiró para calmarse. Aunque yo no podía respirar exactamente, intenté tranquilizarme. Las pocas discusiones que Lucas y yo habíamos tenido siempre habían resultado dolorosas; por otra parte, no queríamos que nadie empezara a mirarnos. Ya más calmado, dijo:

—La gente puede hacer cosas por más de un motivo.

—En el caso de la señora Bethany, no es por un buen motivo.

—¿Por qué piensas eso? Bianca, de verdad, ¿tienes alguna razón para desconfiar de ella aparte de que sea un hueso en clase?

Eso me cogió desprevenida.

—La gente a la que ha matado…

—Yo he matado a muchos vampiros —dijo Lucas—. Y ahora me doy cuenta de que también eran personas. ¿Confías en mí?

—Claro. Siempre. —Ahora mi mente iba a toda velocidad. ¿Cuándo había empezado yo a tener miedo a la señora Bethany? ¿Podría decirse que solo se trataba de animadversión juvenil hacia una profesora estricta? Me resultaba difícil creerlo, pero no pude encontrar mejor motivo que el siguiente—: Llámalo intuición, Lucas. No me fío de ella.

—No podemos despreciarla sin más solo por una intuición. No cuando me ofrece…

—¿Y qué te ofrece aparte de promesas vagas?

—Un lugar donde vivir —respondió él—. El derecho a encontrar una solución. Y tal vez un final para esta voracidad.

Lucas recorrió con la vista el jardín, en el cual holgazaneaba un grupo de alumnos. Humanos. Me di cuenta. Incluso en ese momento, en medio de una acalorada discusión, él percibía su sangre y se relamía pensando en su primera víctima.

—Oh, Lucas.

Me atreví a adquirir un poco más de sustancia, la suficiente para acariciarle la mano. Él cerró los ojos con fuerza, igual que yo.

—¿Te parece que eso podría ser real?

Él se apartó de la barandilla, con renovadas energías. Tenía la mandíbula apretada cuando me miró; de algún modo, siempre conseguía encontrar mi mirada.

—Estoy a punto de averiguarlo.

—Lucas, espera.

Demasiado tarde. Lucas bajó del cenador y se encaminó hacia la cochera.

Se dirigía directamente a la guarida de la señora Bethany. En ese momento supe que, si ella le hacía la promesa adecuada, yo lo perdería para siempre.

Capítulo diecisiete

S
eguí a Lucas a la cochera de la señora Bethany. Aunque podría haberlo llamado de nuevo para intentar convencerlo de que no lo hiciera, me abstuve.

«Necesitamos saber —me dije—. Si ella realmente puede ayudarlo, debo permitir que lo haga».

¿Me resistía tan solo por celos a que la señora Bethany, y no yo, le pudiera dar algo tan preciado? Qué penoso. Qué tontería. No era raro que Lucas sintiera que podía confiar en ella cuando, a su lado, yo era tan débil.

Me dije que escucharía y observaría. Tal vez oiría que Lucas se podía librar de la sed de sangre. De todos modos, me prometí a mí misma no volver a decir nunca nada malo de la señora Bethany.

Mientras Lucas llamaba a la puerta, me acomodé cuidadosamente en mi lugar habitual, en el alféizar de la ventana, aliviada de no percibir ninguna trampa próxima. Pero me llevé otra sorpresa. Sentada frente al escritorio de la señora Bethany ya había otra persona: se trataba de Samuel, que seguramente había sido castigado a causa de la pelea de antes. Entonces me dije que tal vez así Lucas no tendría ocasión de mantener una charla seria con la señora Bethany acerca de nada. No sabría decir si aquella nueva circunstancia me alegraba o no.

Sin embargo, cuando la señora Bethany abrió la puerta y vio a Lucas, dijo:

—¡Llega en el momento perfecto, señor Ross! Pase, por favor.

Lucas pareció tan contento de ver a Samuel como este de verlo a él.

—¿Es por la pelea de antes?

—No exactamente. —La señora Bethany le indicó una silla en un rincón de la sala—. Estaba hablando con el señor Younger de sus frecuentes problemas de disciplina este curso. Existe otro asunto que había pensado tratar con usted, señor Ross, más adelante. Sin embargo, después de considerarlo, me parece que esta es tan buena ocasión como cualquier otra.

El señor Younger, esto es, Samuel, se enderezó, claramente ofendido.

—¿Desde cuándo la chusma de la Cruz Negra tiene algo que ver con el funcionamiento de este lugar?

—Aquí la única autoridad soy yo.

La señora Bethany se dirigió a su escritorio con la larga falda de color malva agitándose en torno a ella. Cuando posó una mano en el escritorio reparé otra vez en la silueta enmarcada que siempre tenía cerca. Christopher: aún lo seguía mirando a la cara todos los días. Lo mantenía próximo. Aquello me hizo sentir nostálgica; durante unos momentos pensé que tal vez la había juzgado mal. Prosiguió:

—Y, como figura de autoridad de esta escuela, he observado que ha sido usted reprendido por varios educadores a causa de algunas infracciones que van desde hablar en clase hasta intimidar a sus compañeros.

Samuel siempre me había parecido un imbécil de cuidado, pero entonces su expresión se endureció, y por primera vez vislumbré al antiguo monstruo que habitaba en el muchacho.

—Bueno, de todos modos, esto no es un internado, ¿o es que lo ha olvidado? No tengo por qué estudiar álgebra. Solo quiero saber cómo pasar por humano. Todo lo demás aquí, para mí, es una pérdida de tiempo.

—¿Acaso hostigar a los alumnos humanos le parece un modo mejor de emplear su tiempo? —La señora Bethany arqueó una ceja con elegancia.

—¿Por qué están aquí? —replicó Samuel—. Si usted no los ha traído de postre para nosotros, no lo entiendo.

Ella sonrió, solo un poco, y su mirada se dirigió como una flecha hacia Lucas, que parecía tan confuso como yo misma.

—Hay muchas cosas de las que usted no se da cuenta, señor Younger.

—Ya estoy harto de todo esto.

Samuel se levantó con ademán de marcharse, pero la mirada fulminante de la señora Bethany lo dejó clavado en su sitio.

Ella apoyó las manos en el escritorio y habló lenta y cuidadosamente:

—Admití el ingreso de alumnos humanos en la escuela porque son necesarios para culminar un… proyecto mío muy ansiado. Un interés que además comparto con el señor Ross. —La señora Bethany miraba directamente a Lucas cuando dijo—: Se trata de la erradicación de la sed de sangre entre los nuestros.

Samuel resopló.

—Pues a mí déjenme aparte. No tengo ninguna intención de librarme de ella. Me gusta la sangre. Es lo mejor de ser lo que somos.

—Creo que disfruta usted demasiado de su condición de vampiro —repuso ella—. Ha olvidado la alternativa.

—¿Y qué, si así fuera? Por lo que sé, ser humano es una mierda. Yo era una persona de salud débil, tenía que comer verdura, y eso sin olvidarnos de tener que ir al baño no sé, ¿varias veces al día, tal vez? ¡Qué pérdida de tiempo!

La señora Bethany ladeó la cabeza y lo escrutó detenidamente mientras sacaba algo de uno de los cajones de su escritorio: un pequeño contenedor metálico. Una trampa. Sin embargo, no me sentí atraída hacia ella.

—Ya lo veremos.

—¿Qué? —dijo Samuel. Pero ella ya no le prestaba atención.

—¿Sabe qué es esto? —le preguntó a Lucas.

—Es una trampa —respondió Lucas. Tenía la mirada clavada en la caja—. Una trampa para espectros.

Observé entonces que aquel contenedor estaba cubierto por una capa de hielo, lo cual quería decir que había un espectro contenido en su interior. Por eso ya no ejercía ninguna atracción sobre mí; la trampa estaba llena.

—Muy bien, señor Ross. —Se irguió y se puso en pie—. Y ahora, observe.

La señora Bethany susurró algo en latín mientras abría la caja. Entonces el espectro que contenía salió de repente, como un relámpago, y se estrelló contra el pecho de Samuel, que cayó al suelo entre violentas convulsiones. El espectro parecía cercarlo, se pegó a él convertido en una nube que se retorcía y le cubría las extremidades y la cara, intentando apartarse pero incapaz de moverse.

—Pero ¿qué diablos…?

Lucas se puso en pie, buscando el modo de ayudar a Samuel. Sin embargo, la señora Bethany negó con la cabeza.

Fascinada, vi cómo sacaba una daga larga de filo negro; me di cuenta de que era de obsidiana. Noté que, a pesar de la barrera que formaban las paredes de la casa, aquel material parecía repelerme.

A continuación la señora Bethany la desplomó sobre el espectro hasta hundirla en Samuel. La sangre plateada se mezcló con la roja, y ambos gritaron.

De pronto el espectro se sumergió dentro de Samuel y quedó absorbido por él. Samuel se agitó durante un instante más; a continuación, hizo una profunda inspiración. Y luego otra. Se incorporó sobre los codos mientras contemplaba la herida que le rezumaba en el brazo. La sangre latía.

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