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Authors: Claudia Gray

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Renacer (36 page)

BOOK: Renacer
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Capítulo veintiuno

N
o podía atacar; no podía escapar. Lo único que podía hacer era mirar a la señora Bethany, que en ese momento se había convertido, de forma bastante literal, en lo único que tenía en el mundo.

—Creía que el señor Ross sería quien la traería a mí —dijo—. Pero está más prendado de usted de lo que había imaginado. Y entonces, por fin, después de semanas de búsqueda, encontré esa baratija en la sala de los archivos y vi lo fácil que resultaría sustituirla por una trampa y hacerme con usted.

La señora Bethany siempre había estado al tanto de nuestras visitas al cuarto de los archivos. Siempre había sabido de mi existencia.

—¿Cómo supo que estaba en la escuela?

Inclinó la cabeza como si sintiera lástima de mí.

—Considerando su conducta anterior, era natural suponer que estaría ahí donde se encontrara el señor Ross.

La odié tanto en ese momento que me sorprendió que la trampa no se hiciera añicos. Sentía tal rabia que habría podido fundir el metal y romper piedras.

—Yo soy el motivo de que usted ofreciera un trabajo a mis padres aquí, ¿verdad? Fue una trampa desde el principio.

—Yo les brindé todas las posibilidades, ¿sabe? —Parecía tranquila. Satisfecha—. Si disfrutara tratando de forma injusta a los desvalidos, no habría fundado Medianoche. Además, sus padres me gustaron: son unos profesores excelentes. Me sentí obligada a tener en cuenta también todas las demás opciones. Cambié la política de admisiones para aceptar a alumnos vinculados a otros espectros por si alguno de ellos también resultaba apto. Cuando usted se desvió de la ruta trazada por sus padres, yo la urgí a retomarla. En verano le dije que arrojar por la borda todo su futuro solo por amor no merecía la pena. Pero usted no me hizo caso, y se precipitó hacia su destino final. Y ahora me siento libre para actuar tal como me parezca.

—Usted no quiere ser vampiro —dije—. Pero si me utiliza para eso… será algo peor que un vampiro.

—Estaré viva. —La señora Bethany no dejó entrever ni un atisbo de vacilación—. Y quedará vengada una vieja traición. Podré morir como debería haberlo hecho, como una mujer humana. Y usted no estará menos muerta de lo que ya está.

Se produjo un remolino de luz, y el mundo tomó forma a mi alrededor. Al principio me creí libre, y me dispuse a desaparecer, a salir corriendo o a hacer lo que fuera… pero entonces vi dónde me encontraba.

Tenía ante mí a la señora Bethany con la trampa en la mano, en el centro de una habitación donde brillaban todos los colores, tanto en el suelo, como en el techo y en las paredes. Era una estancia de las mismas dimensiones que el cuarto de los archivos, pero, en lugar de ser de piedra desnuda y de polvo, refulgía de forma intensa y translúcida. Era de madreperla. Reparé en el tejado de cobre de la torre sur, el extraño efecto que había percibido a menudo procedente de la habitación desocupada sobre el piso de mis padres; ella había llevado la trampa al interior de la otra torre, a ese sitio. Y entonces comprendí qué era aquello.

—Ha convertido toda la habitación en una trampa —dije. Supe que no lograría salir de allí.

—Tengo la teoría de que usted puede proporcionar la energía para resucitar a varios de nosotros —me explicó la señora Bethany—. Usted, señorita Olivier, va a devolver la vida a casi una docena de personas. Tal vez eso le sirva de consuelo.

Me aparté de ella. Noté el tacto resbaladizo de la madreperla bajo mis pies pero, no, no era eso. Yo no podía ser ni sólida ni insustancial; no podía flotar, ni huir. Todo estaba en un estado intermedio que me privaba de las habilidades que podría emplear en otro estado. A pesar de que se respiraba cierta sensación de libertad en la trampa, esta no dejaba de ser lo que era, y me estaba desposeyendo de la noción de la realidad y de mi propia persona. La diferencia radicaba en que todo iba algo más retrasado. Era una muerte más lenta. No era raro que los espectros gritaran tanto…

Adoptando un tono más amable, la señora Bethany dijo:

—Considérese como una donante de órganos.

Entonces me acordé de que había podido oír los gritos de los espectros, incluso cuando estaban atrapados…

Así pues, empecé a gritar con todas mis fuerzas, tanto con la voz como desde el interior de mi alma.

«¡Auxilio!». Además del grito en sí, añadí el lugar donde me encontraba, la imagen de la señora Bethany frente a mí, y todo cuanto pensaba, sentía y sabía. El mero esfuerzo parecía mermarme aún más, como si al gritar hubiera perdido una parte de mí misma.

—Esta habitación está insonorizada —dijo la señora Bethany—. Nadie puede oírla.

Tal vez no con sus oídos. Pero quizá Maxie o Christopher lo captasen, o puede que Lucas me oyera en su sueño.

Un repentino golpeteo en la puerta me devolvió la esperanza. Sin embargo, la señora Bethany no pareció sorprenderse. Se limitó a sostener la trampa en lo alto, abrirla y colocarla en el suelo. Un vacío oscilante y grisáceo se abrió ante mí de nuevo, e intenté desesperadamente no sumergirme en él. Mientras agitaba las piernas frenéticamente, incapaz de resistirme, oí un murmullo de voces que no pertenecían a la misión de rescate que yo esperaba.

La trampa se cerró. Por unos segundos experimenté una sensación de alivio mareante, e intenté comprender lo que veía. Seguíamos en la habitación de madreperla, pero la puerta se había vuelto a cerrar, imposibilitando mi huida.

La señora Bethany y yo ya no estábamos solas. Media docena de vampiros ocupaban la estancia, cada uno de ellos mirándome con la misma ansiedad que la señora Bethany. La mayoría eran profesores, pero también había un par de alumnos. No conocía bien a ninguno de ellos, pero sí me di cuenta de una cosa: se trataba de vampiros ancianos y poderosos. La señora Bethany había escogido muy bien a sus cómplices.

—No sé a cuántos de nosotros podrá usted resucitar, señorita Olivier. —La señora Bethany introdujo la mano en el bolsillo de su larga falda y extrajo la daga que yo recordaba de la transformación de Samuel—. ¿Me permite expresarle mi más profunda gratitud en mi nombre y en el de los demás?

—Por mí pueden irse al infierno —le espeté.

—Somos vampiros —dijo la señora Bethany, y por un momento percibí aquel atisbo de oscuridad y odio hacia sí misma que había notado en Lucas durante los últimos meses—. Ya estamos en él.

—Me están matando. —Yo seguía sin poder creérmelo a pesar de que el proceso ya había empezado.

—Si le sirve de algo, usted también me matará a mí. —La señora Bethany sonrió, como si fuera una gran noticia—. No pretendo vivir mucho tiempo como humana. Esta existencia prolongada ha sido más un tormento que un placer para mí. Lo único que quiero es morir como debería haberlo hecho.

—¿Morir? ¿Usted solo hace esto para volver a morir?

—Para morir como debería de haber muerto —repitió. Una tristeza profunda le oscureció la mirada—. Ir a donde debería haber ido después de la muerte y reunirme con aquellos a quienes conocí en mi única vida legítima.

«Christopher —pensé—. Cree que si muere como humana estará de nuevo con Christopher».

Se subió la manga de la blusa de encaje, orientó la daga y se abrió la piel de la muñeca. Su sangre de vampiro empezó a fluir por la mano y yo fui presa de una voracidad desesperada, distinta de cualquier cosa que hubiera conocido hasta entonces. No deseaba beberme su sangre: quería unirme a ella. El instinto de precipitarme en su interior, de entrar a formar parte de ella y perderme a mí misma para siempre resultaba más poderoso que cualquier otra cosa imaginable.

«¡No! ¡Detente! ¡Piensa en Lucas, piensa en todas las personas a las que quieres! ¡Resiste por ellos!». Pero, mientras pensaba esas cosas e intentaba aferrarme a ellas con todas mis fuerzas, notaba que mi determinación se venía abajo junto con el resto de mi ser. Mi forma humana empezó a desvanecerse en un vapor turbio. La señora Bethany alzó la cabeza, triunfante. Ella pronto volvería a ser humana y yo pasaría a ser… nada.

Entonces se oyó un golpe sordo en la puerta que sobresaltó a los vampiros. El golpe se repitió y la puerta cedió, dispersando trozos de madera y madreperla en mil direcciones mientras Lucas entraba furioso en la sala con una ballesta en la mano.

O había comprendido al instante lo que ocurría, o estaba dispuesto a matar primero a la señora Bethany y a hacer luego las preguntas. Lucas se llevó la ballesta al hombro dispuesto a disparar, pero la señora Bethany se abalanzó sobre él, de modo que él levantó el arma y la flecha dio en el techo.

—Suéltela —dijo Lucas mientras forcejeaban por la ballesta.

—Ella ya no te pertenece —repuso la señora Bethany empujándolo hacia atrás—. Es mía.

Los otros vampiros se dispusieron a atacarlo también, pero Lucas no había acudido solo. Balthazar y mi madre acabaron de destrozar lo que quedaba de la puerta; Balthazar blandía su florete, y mamá simplemente había agarrado al vampiro que tenía más a mano y lo golpeaba con fuerza.

Mientras yo me agitaba formando remolinos, desorientada e incapaz de resistirme, la lucha a mi alrededor se intensificó. Tenía la sensación de que todo discurría muy lentamente, como en un sueño, aunque resultaba mucho más aterrador por la claridad de la violencia. Vislumbré un instante a mi padre blandiendo la pata de una silla rota a modo de estaca. Vi a Balthazar caer al suelo y esbozar una mueca de dolor al volver a ponerse en pie tambaleante. Observé cómo Lucas recuperaba la ballesta y la disparaba, pero la señora Bethany esquivó fácilmente la flecha, que se hundió en otro vampiro, provocándole un reguero de sangre y arrancándole un aullido.

La sangre de vampiro me anegaba, me hundía cada vez más en las profundidades de la nada.

Al otro lado de la trampa, oí la voz de Maxie:

—¡Bianca! ¡Tienes que salir de aquí! ¡Vamos!

Apenas pude distinguir su silueta, de pie en el borde mismo de la habitación, arriesgando su propia existencia para ayudarme. Detrás de ella asomaron otros rostros: los de las alumnas que vivían en los pisos superiores de la residencia, atraídas por el ruido, y el de Vic, que parecía intentar con todas sus fuerzas que las chicas se fueran a un lugar más seguro.

Intenté hacer lo que Maxie me decía, pero estaba demasiado débil. Demasiado perdida. En ese momento, la señora Bethany corrió hacia la puerta a velocidad de vampiro y al pasar cogió la trampa más pequeña. Entonces la abrió justo delante de Maxie.

«¡No!», pensé. Pero era demasiado tarde. Solo pude ver el terror asomando en el rostro de Maxie antes de que el torbellino la engullera y la arrastrara al interior de la trampa.

—¡Eh! —gritó Vic. Por primera vez, percibí verdadera ira en su voz—. ¡Ese es mi fantasma!

La señora Bethany golpeó a Vic en la cara con la trampa y este cayó al suelo. Las alumnas humanas empezaron a chillar mientras la señora Bethany se abría paso entre ellas.

—¡Se escapa! —gritó Balthazar.

—¡Me da lo mismo! —Lucas le clavó una flecha a otro vampiro; la habitación se quedó en silencio, pero él apenas se dio cuenta—. ¡Tenemos que sacar a Bianca de aquí!

—¡Tiene a mi fantasma!

Vic empezó a bajar la escalera a toda prisa y Balthazar lo siguió. Mis padres y Lucas se quedaron.

—Id —susurré. Fue lo único para lo que tuve fuerzas. Maxie no merecía un final como aquel.

—La trampa… Esta habitación… Dios mío, te está matando —dijo Lucas—. Bianca, vamos. La puerta está abierta. Puedes conseguirlo.

Eso parecía. Sin embargo, alcanzar la puerta era imposible.

—Cariño, por favor —suplicó mamá. Mi padre tenía los ojos anegados en lágrimas mientras la sujetaba por los hombros—. Puedes hacerlo.

—¡El broche!

Lucas se palpó los bolsillos y sacó el broche de azabache. Por un momento, sentí algo parecido a la esperanza; si pudiera volver a adquirir sustancia, aunque fuera por un segundo, podría salir por la puerta y tal vez recuperarme. Pero el broche cayó entre el humo azulado donde había estado mi mano. Como ya no podía tocarlo, no podía acceder a su poder.

La flor negra de azabache repiqueteó en el suelo de piedra, oscuro como la tinta en aquel mundo luminoso, y recordé los viejos sueños que me habían conducido a aquella situación. Me habían advertido de que cuando buscara el amor, encontraría tormenta. Pero en ninguno de mis sueños me había puesto a cubierto, con Lucas.

Él negó con la cabeza.

—Esto no puede estar ocurriendo. —Tenía la voz ronca—. No puede estar ocurriendo. Bianca, vamos. Vuelve conmigo.

—¿Bianca? —preguntó una voz que me resultó familiar. Una silueta femenina, ataviada con un salto de cama azul intenso, estaba de pie junto a la puerta.

—¡Skye! ¿Qué haces aquí? —exclamó Lucas—. ¡Es peligroso! ¡Vete abajo!

Skye no se movió. Estaba mucho más tranquila que la mayoría de la gente en una situación como aquella, pero, al fin y al cabo, ella había vivido en una casa encantada. Puede que todo cuanto estaba sucediendo le pareciera normal.

—Has dicho Bianca. Era la chica de la que estabas enamorado. La que murió. ¿Se ha convertido en un fantasma?

—Es un fantasma atrapado y tenemos que sacarla de aquí —replicó Lucas sin dejar de mirarme—. Y ahora, tú también tienes que irte.

Lejos de hacerlo, Skye avanzó unos pasos y habló de nuevo. Esta vez dirigiéndose a mí:

—Bianca, poséeme. Igual que lo hicieron los espectros en el baile.

¿Quería que la poseyera? ¿Podía hacer yo algo así?

—¿Qué haces? —Mi madre intentó apartar a Skye—. ¡Es peligroso!

—Sé lo que es perder a alguien —explicó Skye—. Si alguien pudiera hacer esto por mi hermano, me gustaría que lo intentara. Así que inténtalo. Bianca, tranquila. ¡Vamos! ¡Hazlo!

Abandoné mi forma vaporosa y permití que el remolino de energía de la habitación me condujera hacia Skye. Todo desapareció, y entonces, de pronto, noté la piedra dura en mi espalda, y también dolor. Intenté tomar aire, pero me había quedado sin aliento.

Respiración. Dolor. Latidos. Abrí los ojos, sus ojos, y al abrirlos vi a mis padres y a Lucas arrodillados junto a mí.

—¿Bianca? —dijo Lucas, vacilante.

—Soy yo —repuse—. Somos las dos.

Porque Skye estaba allí conmigo, por completo presente. En esa ocasión no era como cuando había poseído a Kate; Skye me había aceptado y, por eso, su espíritu y el mío podían coexistir. Aunque ella estaba asustada, y el corazón le latía rápido, como si fuera un pájaro, no vacilaba.

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