A las tres de la madrugada del 30 de septiembre, el agente de la policía metropolitana Alfred Long estaba patrullando Goulston Street, en Whitechapel.
No era miembro de la División «H», pero lo habían llamado porque Jack el Destripador acababa de asesinar a otras dos mujeres. Long pasó frente a varios edificios oscuros habitados por judíos, tratando de dispersar las sombras con la linterna de ojo de buey y pendiente de cualquier sonido extraño. En un oscuro pasadizo que conducía a un edificio, la débil luz de la lámpara iluminó un trapo sucio en el suelo. Encima, sobre el friso negro de la pared, se leía: