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Authors: Donald Kingsbury

Tags: #Ciencia-Ficción

Rito de Cortejo (52 page)

BOOK: Rito de Cortejo
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Coieda mahos-Kaiel, primer hijo de Bendaein, en
Honrando a los Ultrajados

El tiempo barre todas las cosas, y aunque la anexión de Mnank por los Kaiel fascinó a toda la Raza, eso ya formaba parte del pasado. En la actualidad, los clanes de Geta se ocupaban de cuestiones más importantes como el rayófono, las revelaciones de
La Fragua de la Guerra,
las máquinas a vapor, los cohetes, el kalothi entre las estrellas. El milenio del Salvador que Habla con Dios se aproximaba. En la Era del Silencio, ¿cómo había evolucionado el Gran Peligro?

En las playas de Congoja soplaba un viento fresco. La robusta niña nativa corría hacia el alto sacerdote Kaiel con la arena hundiéndose bajo sus pies.

—¡Quiero cabalgar sobre tus hombros! ¡A Saiepa la llevaste la última vez y a mí no!

Ella le llegaba a las caderas, y su desnudez no mostraba ninguna decoración exceptuando unas franjas que iban de las rodillas a los tobillos, el símbolo universal del clan prestamista Barrash.

—¡Vaya! —bramó el gigante llamado Joesai—. ¿Y quién ha dicho que los sacerdotes son justos?

—¡
Tienes
que ser justo! ¡Si no enviarán un Concilio a buscarte y se harán un par de zapatos contigo!

—En ese caso, ya que
insistes
en que me suba a tus hombros... —Levantó una pierna y fingió cabalgar sobre ella, caminando de puntillas sobre la arena.

—¡Yo no dije eso! ¡Tienes arena en las orejas! ¡Dije que me llevaras
a mí sobre
tus hombros! —Trató de escaparse, pero él apretó las piernas—. ¡Oye, me estás aplastando la cabeza!

Joesai se inclinó y la cogió por los pies para alzarla por el aire cabeza abajo. Los largos cabellos de la niña rozaban la arena.

—¿Y ahora qué, pequeño escarabajo?

—Súbeme a tus hombros o comenzará a sangrarme la nariz —lo amenazó ella.

Joesai le dio la vuelta y la depositó suavemente sobre sus hombros.

—¡Así está mejor! ¡Corre! ¡Me gusta cuando corres!

Y Joesai, con su túnica resplandeciente cortada como la membrana de quitina de un insecto, con el hontokae estampado en azul en el frente, recordó aquel día lejano e inmortal cuando entró en Soebo con su Comitiva de Avanzada. Sonrió ante la imagen ridícula de sí mismo entrando a una ciudad sublevada como cualquier Ivieth, con una Liethe subida a sus hombros, que había comprado Soebo con un palacio que no le pertenecía.

Aquellos días habían sido muy extraños comparados con su exilio actual. Él había ejercido el control, no porque hubiese sido capaz de manejar a las turbas sino porque éstas no deseaban el poder que acababan de usurpar. Eran aldeanos tradicionales, conmovidos por su propia rabia y su miedo. Había sido un tiempo de decisiones rápidas, de largas conversaciones con cada dirigente de los clanes, de discursos ante la cremación de las mujeres dementes encontradas en el Templo de los Mares Embravecidos, y de la consagración de ciento setenta Suicidios Rituales. La ciudad volvió a la normalidad después de seis atardeceres. Dos semanas más tarde, Bendaein hosa-Kaiel llegó para hacerse cargo. La vida del exilio era muy diferente.

Con frecuencia, Joesai se preguntaba qué habría sido de Consuelo. Los rumores decían que había sido entregada a Bendaein. Si era cierto, él debía mantenerla oculta en alguna finca campestre. Ella no le escribía. La había visto por última vez en una visita inesperada, cuando él y Noé se hallaban en los muelles a punto de partir hacia Congoja.

—¿Por qué vives solo en esa casa tan grande? —le preguntó la niña que iba sobre su espalda.

Joesai se echó a reír.

—No vivo solo. Hace poco que me conoces. Esposa-dos llegará esta noche de Kaiel-hontokae y se quedará para el nacimiento de su segundo hijo. Si aprendes a preparar pasteles, podrás ser nuestra esposa-tres.

—No soy una Kaiel; soy Barrash. Pero tú puedes ser mi abuelo-once.

—No soy lo bastante viejo para ser abuelo.

—Tienes cabellos grises. —Arrancó uno y se lo enseñó.

—Eso es porque le debo mucho dinero a tu padre-tres.

—Madre-uno dice que estás en prisión. ¿Eres un deudor?

—Mi familia me visita, pero yo no puedo visitarlos a ellos en Kaiel-hontokae porque he sido exiliado. El exilio no es la prisión, y todavía tengo la nariz pegada al rostro.

—¿Cómo te convertiste en un hombre malo?

—Secuestrando y comiendo niñitas.

Hubo una larga pausa sobre su cabeza.

—Ha sido un
mal
chiste. Incluso lograste asustarme.
De veras,
¿por qué eres malo? Yo también lo soy, algunas veces, así que no debes sentirte mal por eso.

—Me enamoré de una mujer que también era amada por un hombre muy poderoso. Ella tuvo a mi hijo, y este hombre me impuso el destierro para que nunca pueda estar cerca de ellos.

—Qué triste. No está bien que un hombre quiera tener a una mujer para él solo. ¿La echas de menos?

Joesai rió.

—Pero ella forma parte de mi vida. Nos encontramos en el visor celeste de las montañas, y allí puedo ver a nuestro hijo. He traído una pulidora de lentes de Soebo. ¿Sabías que Getasol es una estrella doble? Compartimos el espacio con un sol lejano que es rojo, y apenas más grande que Nika. Fue descubierto por una niña Mnankrei que no es mucho mayor que tú. Convertí a sus padres en zapatos y ella trató de matarme, así que la adopté. Posee un gran kalothi. Siempre quiso ser una navegante, pero a las mujeres Mnankrei no se les permite abordar los barcos, así que la estoy instruyendo como astrónoma. Si supera sus Pruebas, la convertiré en una Kaiel.

—¿Tú mataste a sus padres?

—No. Ellos se abrieron las venas.

—No querría ser un sacerdote. Siempre están matando a la gente. No matarás a mis padres, ¿verdad?

—No, a menos que quieran que les devuelva su dinero demasiado pronto.

—Hubo un sacerdote que persiguió a la Dulce Hereje. Él la mató.

—No, no la mató. Yo pensaba lo mismo, pero hoy compré un libro que ella escribió después de verlo por última vez.

—¿Eres un Seguidor? Mis madres dicen que todo eso es una tontería.

—Oelita, la Sin Clan, es humana como todos nosotros. Es tonta y sabia a la vez. Ha pasado la Sexta Prueba del Rito Mortal Kaiel, y eso significa que posee un gran kalothi, lo cual es mejor que la sabiduría. —Seis de siete.

—Suenas como un Seguidor. Están por todas partes.

—No soy un Seguidor. Soy el sacerdote.

—¿Eres
él?
—La niña saltó al suelo y se apartó a una distancia prudente de él—. Yo tampoco soy una Seguidora —le dijo. Entonces se marchó rápidamente.

Joesai ostentaba el título de Profeta de la Costa. Despojados de su rango, los Stgal le habían construido su residencia en una playa curva que señalaba hacia tres peñascos que se alzaban frente al mar Njarae. Desde tiempos antiguos, éstos eran llamados el Anciano, la Madre y el Niño de la Muerte. A Joesai le encantaba esta nueva mansión familiar, y aunque no estaba terminada, poseía la belleza de la Vida Incompleta. (Lo único que no le agradaba era el poste con el cable de transmisión y recepción.) Los Stgal solían dedicar al menos una generación a un edificio importante. Observaban cómo se vivía en su interior antes de agregar la siguiente capa orgánica. Cuando perdieron su rango de sacerdotes, Teenae decretó que, lógicamente, su nuevo papel debía ser el de arquitectos. No eran buenos con la química ni con la autoridad, ¡pero eran capaces de hacer milagros con piedra, madera y argamasa!

Joesai recorrió las habitaciones comprobando que todo estaba listo para recibir a Teenae. Sólo con pensarlo experimentó un hormigueo en el pecho. El cactus había florecido, y Joesai lo colocó frente a la ventana para que recibiese mejor luz. La mesa de madera no le pareció lo bastante lustrada y fue en busca de un poco de aceite para frotarla. En la cocina estaban las frutas y panes que le agradaban a Teenae.

Joesai se ocupó especialmente de su propia habitación, ya que era allí donde dormirían. Esto era una especie de formalismo que habían desarrollado durante el matrimonio. Cuando él llegaba de un viaje pasaba la primera noche en la alcoba de una de sus esposas, y cuando era alguna de ellas la que había viajado se convertía en huésped de sus esposos.

Vertió su mejor whisky en una botella más bonita, y lavó las copas hasta dejarlas brillantes. Teenae detestaba beber en una copa manchada. Joesai se bañó, se perfumó la axilas y se vistió con sus ropas interiores más limpias.

La voz por cable sonó. Cuando Joesai respondió, alguien le anunció desde Congoja que Teenae se hallaba en camino.

Dios nos ayude si el alambre de cobre llega alguna vez hasta Kaiel-hontokae,
pensó con mal humor, acelerando el ritmo de sus preparativos.

Desde uno de los balcones de la casa, observó su llegada en un skrei rodante, impulsado por una pareja de Ivieth, hombre y mujer. Joesai aguardó hasta que hubieron descargado la canasta de Teenae, y entonces hizo sonar dos cargas de un rifle cuyo estampido hizo que los tres alzaran la vista, justo a tiempo para ver su cohete que subía rápidamente y estallaba en un fogonazo azul esparciéndose por el cielo.

—¡Joesai! —le gritó Teenae—. ¡Matarás a los vecinos de un susto!

—¡Este exiliado solitario te da la bienvenida, mi amada!

Joesai corrió escaleras abajo para reunirse con ella. Teenae daba instrucciones a los Ivieth para que llevasen dentro su canasta, y le dirigió la misma sonrisa franca con la que tiempo atrás lo había conquistado. Cuando estuvo segura de que su canasta estaba a buen recaudo, se volvió para abrazarlo.

—El agua de la tina ya está caliente —le dijo él.

—¿Nunca piensas en otra cosa aparte de bañarme? ¡El mundo se viene abajo y a ti sólo te preocupa que la esposa que comparte tu cama no huela mal! Vamos Joesai, estoy demasiado cansada incluso para tomar un baño. ¡Y pensar que alguna vez crucé esas montañas
a pie!
—Con un poco de ayuda de nuestros altos amigos. —¡Voy directa hacia el whisky, y sé dónde lo escondes! Joesai la siguió hasta su habitación, donde ella se sirvió un trago ambarino, se desvistió y comenzó a lavarse con agua fría. Él trató de ayudarla, pero Teenae lo apartó.

—No me toques —le dijo casi con fastidio—. Ya sabes cómo soy cuando no te he visto durante mucho tiempo. Necesito volver a acostumbrarme a ti. ¡Eres tan grande! —Su embarazo comenzaba a notarse. Esta vez era de Hoemei.

—¿Dónde está Gatee? —Gatee era su bebé, hija de Gaet.

—La dejé en las montañas, con unos parientes. Noé o Gaet la recogerán al pasar. Quise tenerte todo para mí antes de que llegue Noé. Hoemei también vendrá. Eso espero. Prácticamente tuve que arrastrarlo aquí con una cadena. Hay problemas en Kaiel-hontokae, y quiero que se mantenga alejado de ellos.

—No he oído nada.

—Porque no se habla del asunto por el rayófono. Estoy demasiado cansada del tema. —Se dejó caer sobre los cojines, con el perfil delineado como las puntadas de un edredón, sin más energías. Él le sonrió con calidez, feliz de tenerla nuevamente, observando cada detalle de las cicatrices que fluían por su espalda y recorrían las colinas de sus nalgas. El mejor dibujo era el tallo de trigo de la Herejía, aquel que se había hecho trazar en el último claro de su cuerpo sólo para desafiarlo, para indicarle que era una mujer acabada, que había dejado de ser la niña que tenía que escucharlo. Y aquella decisión la había llevado a colgar cabeza abajo toda una noche del penol de una nave Mnankrei.

Joesai acarició el delgado libro de Oelita. Se lo había comprado a un hombre que no lo había reconocido como el sacerdote que impusiera el Rito Mortal sobre su profetisa. Era un obsequio para Teenae. Ella guardaba a Oelita en un lugar especial de su corazón. Pero Joesai apartó la mano de la encuadernación. Se lo daría al día siguiente, cuando hubiese descansado. Teenae movió las piernas y lo miró.

—Todavía no estoy dormida. Abrázame un poco. No seas tímido. Sabes que para cuando Luna Adusta entre en eclipse, lo cual ocurrirá muy pronto, volveré a estar locamente enamorada de ti. Mi amante.

Mucho después hicieron el amor con una pasión adormecida. Los suspiros adormilados de Teenae dieron paso al sueño, pero cuando Joesai trató de levantarse ella lo retuvo. Por lo tanto, él esperó un buen rato, disfrutando de la calidez de su cuerpo, y luego fue en busca de algo que comer. Mientras Teenae comía, él se acomodó sobre los cojines y le rasuró la franja de la cabeza, desde la frente hasta la nuca. Al fin frotó la nariz en sus cabellos, aspirando su negra sedosidad, y conversaron sobre temas banales.

—Gatee ya tiene dientes, ¡y ha decidido morderlo todo!

—¿Alguien ha reparado la mampostería del ala norte? —Se refería a su mansión de Kaiel-hontokae.

—Hace mucho.

—Echo de menos la ciudad.

—Yo me alegro de no estar allí. Finalmente Hoemei se ha separado de los Expansionistas, ¡y no creerías la conmoción que eso ha causado! Aesoe va detrás de su pellejo, y cuando esposo-dos va al Palacio trata de evitarlo. Está furioso por la ceguera de los Expansionistas. Ya cuenta con todo un grupo que lo apoya. Aesoe llama a sus propuestas y predicciones Pensamiento Estomacal, porque la política básica de Hoemei se basa en Digerir Primero y Comer Después. El conflicto es peligroso porque la escisión es básicamente entre continuar con el sistema de guarderías o no.

—Eso viene de lejos.

—Tú, uno de los Nacidos de una Máquina, te encuentras en minoría.

—No durará.

Teenae frunció el ceño.

—No es lógico. Los Expansionistas quieren avanzar rápidamente y su única fuente de sacerdotes está en las guarderías. Eso significa que debería bajar drásticamente el porcentaje de mortandad en las Pruebas, pero si lo hacen durante mucho tiempo los niños de las guarderías se convertirán en mayoría.

—Para entonces Aesoe ya estará muerto y no le importará. Y recuerda que, en general, sus hijos provendrán de las guarderías.

Teenae hizo un gesto de impaciencia.

—Ni siquiera creo que ése sea el verdadero problema. Kathein se está viendo con Hoemei, y cada vez lo hace más públicamente. No trata de ocultar su interés sexual por él. Aesoe está furioso y es posible que quiera desterrar a Hoemei también, o algo peor. Le pedí a Gaet que hablase con ella. Kathein se mostró dulce como siempre, pero estaba distante y poco comunicativa. Hoemei piensa que logrará recuperarla para nosotros, pero yo creo que ella lo está usando para algo que no alcanzo a comprender.

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